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LOS SILENCIOS DE LA OTAN

LOS SILENCIOS DE LA OTAN

Emiliano Polo

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Los compromisos de gasto de la cumbre marcan un final abrupto de la dependencia europea del paraguas de seguridad estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, que permitió a los países europeos priorizar los sistemas de bienestar social sobre la inversión militar.

La Cumbre de la OTAN 2025 en La Haya, logró cumplir con uno de los objetivos históricos menos ambiciosos: no incomodar o provocar a Donald Trump. Quizás por primera vez, la agenda fue evitar desencuentros, en vez de robustecer un proyecto común.

Trump llegó con una sola exigencia: deshacer el esquema, a su parecer abusivo, de distribución de cargas económicas dentro de la alianza. Logró su cometido. Los miembros de la OTAN se comprometieron a aumentar su gasto en defensa al 5% del PIB para 2035, un salto significativo respecto al objetivo anterior del 2% que varios países nunca pudieron o quisieron alcanzar.

El nuevo objetivo de 5% se divide en dos: 3,5% para el gasto básico de defensa (abarca personal, equipo e infraestructura) y un 1,5% adicional para infraestructura relacionada con la defensa, como carreteras, ferrocarriles, ciberdefensa, preparación civil y apoyo a las industrias de defensa. Sin embargo, funcionarios de la OTAN admitieron que esta última categoría es imprecisa y deja margen para distintas interpretaciones.

Mientras que países como Alemania han asumido un papel destacado, y contrastante con su historia, al aprobar reformas constitucionales para facilitar el aumento de la inversión en defensa, no todos los aliados aceptaron la imposición. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, declaró que “un gasto del 5% sería desproporcionado e innecesario”. España es uno de los 8 países que no han alcanzado la meta del 2%. De camino a la cumbre, el presidente Trump criticó la postura de Sánchez, calificándola como “muy injusta para el resto”. No fue el único. El primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, hizo eco del señalando que su país tenía “otras prioridades en los próximos años aparte del armamento”.

El comunicado oficial de la cumbre, además de ser particularmente breve (400 palabras en comparación a 5.000 en 2024), formalizó el nuevo objetivo de gasto, pero omitió la palabra “todos” al referirse al compromiso, lo que introduce ambigüedad sobre su carácter vinculante; es una omisión que ha suscitado preocupación de que algunos miembros puedan aprovechar esta laguna para eludir el cumplimiento. Actualmente, y una década después de su adopción, casi un tercio de los miembros de la OTAN no han alcanzado el objetivo del 2%. Además, Trump declaró que el objetivo del 5% no se aplicaría a Estados Unidos, que gastaría poco más del 3% de su PIB en defensa.

Respecto a Ucrania, el presidente Volodymyr Zelenski asistió a una cena el 24 de junio, pero fue excluido de las principales reuniones del día siguiente. En esta presencia confinada se confirmará la reticencia de la OTAN para asegurar o aumentar los compromisos con Ucrania. Además, el comunicado final suavizó significativamente el lenguaje sobre Rusia, omitiendo condenar la agresión, en contraste con la cumbre de Washington del año anterior, donde Rusia fue mencionada 43 veces como la principal amenaza. Este año, “Rusia” solo apareció una vez. Tampoco se llegó a un compromiso o vía para incorporar a Ucrania a la OTAN y se mantuvieron las restricciones al uso de armas estadounidenses contra objetivos rusos. Esto mientras Zelenski advirtió que Rusia podría representar una amenaza directa para un miembro de la OTAN en un plazo de cinco años.

Era previsible que Trump volviera a cuestionar su compromiso con la cláusula de defensa mutua del Artículo 5 de la OTAN, afirmando : “Depende de su definición… Hay numerosas definiciones del texto. Les daré una definición exacta cuando llegue allí”. Nunca lo aclaró. Son estas las ambigüedades que condujeron a una cumbre incapaz de proponer, diseñada para ser cómoda.

Funcionarios de la OTAN admitieron que su principal propósito era asegurar un mayor gasto en defensa “sin darle a Trump la oportunidad de hacer estallar las cosas”. Fue una cautela que Mark Rutte, secretario general de la OTAN, degeneró rápidamente en zalamería, al enviar un mensaje de texto a Trump antes de la cumbre: “Donald, nos ha llevado a un momento realmente importante para Estados Unidos, Europa y el mundo. Lograrás algo que ningún presidente estadounidense en décadas pudo lograr”. Desde luego, Trump compartió el mensaje en redes sociales para dejar claro que el evento era para atender a él, y no al proyecto transatlántico.

Los compromisos de gasto de la cumbre marcan un final abrupto de la dependencia europea del paraguas de seguridad estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, que permitió a los países europeos priorizar los sistemas de bienestar social sobre la inversión militar. Ahora, Europa se enfrenta al reto de financiar el aumento de los presupuestos de defensa, a gastos de los programas sociales. Armida Van Rij, encargada de Europa en Chatham House , advirtió que “Existe una compensación entre la reducción del gasto en servicios sociales y el aumento del apoyo a los partidos populistas”. Fue una cumbre que hizo evidente que no hay prioridades para Europa, sino prioridades dentro de Europa: países como Italia y España, rezagados respecto al gasto en defensa, tienen otras preocupaciones como la migración, mientras que los países bálticos siguen centrados en la amenaza rusa. Jean-Claude Juncker, expresidente de la Comisión Europea, sostuvo que el dilema está en que “todos sabemos qué hacer. Simplemente no sabemos cómo ser reelegidos después de haberlo hecho”.

La revista Foreign Policy describió que “la cumbre de la OTAN de este año será recordada no por lo que acordaron sus 32 miembros, sino por lo que decidieron evitar discutir”. Temas clave como la asistencia a Kiev, un cronograma para la adhesión de Ucrania y Georgia a la OTAN, o una postura y condena sobre la agresión de Rusia estuvieron ausentes de la agenda.

La Cumbre de la OTAN 2025 no fue una reunión estratégica, sino un concierto de silencios. Europa entiende que ya no puede delegar su seguridad, pero ha accedido ante la propuesta de una relación transatlántica que se compone de promesas ambiciosas sostenidas por amenazas y, sobre todo, un error: la seguridad del continente no puede separarse de la victoria de Ucrania.

 

Emiliano Polo. Abogado especializado en derecho internacional y diplomacia. Maestro en asuntos exteriores y seguridad internacional y asociado en el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI). X: @EmPoloA

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Posted: June 29, 2025 at 7:21 am

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