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¿Quién mueve los libros hoy?
COLUMN/COLUMNA

¿Quién mueve los libros hoy?

Adriana Pacheco

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Los clubes de lectura, difundidos en redes sociales y organizados a distancia mediante diversas plataformas, son hoy espacios para compartir libros, leer en comunidad, invitar escritores y conversar sobre nuevos títulos. Muchos de ellos están integrados, en su mayoría, por mujeres.

Esto no es exclusivo de nuestra época. En el siglo XIX, los salones literarios en casas de familias acomodadas eran organizados por “señoras y señoritas” que leían en voz alta a familiares, amistades e incluso al personal doméstico. Se leían novelas, hagiografías o libros de costumbres que casi siempre buscaban educar en las “buenas maneras” o moralizar. Famoso fue El ángel del hogar (1857) de María del Pilar Sinués, pieza obligada en el ajuar de las jóvenes casaderas. Estos espacios literarios contribuyeron a la educación sentimental y social de una sociedad que construyó comunidad a través de los libros. El acceso era el principal obstáculo: cuando se trataba de ediciones impresas, llegaban por tren o barco; las novelas por entregas semanales en periódicos eran entonces la vía más común para acceder a nuevas lecturas.

Hoy el panorama ha cambiado radicalmente. Las fronteras se han diluido, especialmente para los libros publicados por grandes editoriales, disponibles en formato digital o en audio. Pero una cosa es la impresión y el acceso, y otra muy distinta es la difusión, que es lo que realmente da existencia a un libro. Por supuesto, la originalidad del tema y su estética contribuyen a su impacto, pero sin difusión, un libro puede pasar desapercibido.

Entonces, ¿quién mueve hoy los libros? No me refiero al acto físico de trasladarlos, sino a quiénes los promueven. Hace apenas un par de décadas, no hubiéramos imaginado este nuevo ecosistema. Para quienes crecimos con la figura del bibliotecario, del librero o incluso del estanquillero de la esquina como los grandes mediadores, resulta sorprendente. A los lectores baby boomers, los libros nos llegaban por maestros, familiares, amistades o programas de televisión como Contraseñas , conducidos por Rosa Beltrán y Mónica Lavín.

Palabras como BookToker , BookTuber o Bookstagrammer nos suenan a trabalenguas, pero para las nuevas generaciones son figuras clave en la promoción de la lectura. Me cuesta imaginar, por ejemplo, lo que contó Roberto Banchik —director de Penguin Random House México— en su visita a la Universidad de Texas en Austin: el día que un influencer lloró en TikTok mientras leía un libro de esa editorial, las ventas se dispararon y nació el hashtag #librosquetehacenllorar.

YouTube e Instagram también han tenido un papel central. La primera BookTuber , Christine Riccio, surgió en 2010 combinando imagen y texto para hablar de libros. En América Latina el fenómeno llegó más tarde, pero con fuerza —y nuevamente con una destacada presencia femenina. La pandemia y la consolidación de plataformas como TikTok e Instagram entre el público hispanohablante fueron catalizadores clave.

Recientemente pude ver de primera mano el impacto de estas promotoras. En Puebla, en la librería Lattice —que no se pueden perder si visitan la ciudad—, varias decenas de lectores asistieron a la presentación de La maletita azul (Planeta, 2025), de María de Lourdes Victoria, una novela basada en la historia de “los niños de Morelia”. El evento fue organizado por Renée Carvajal, figura destacada en redes, con más de 130 mil seguidores en TikTok y 35 mil en Instagram. Fundadora del club Escape_de_letras , logró convocar a una audiencia, en su mayoría femenina, interesada en una historia que forma parte de la memoria migrante mexicana.

Otro ejemplo es Líneas del sur , un club que se define como “una suscripción de literatura independiente latinoamericana en Estados Unidos”, aunque se gestiona principalmente desde Argentina. También están Entre libros de tinta , El librero de Valentina (con más de 100 mil seguidores), Los libros de Juliet desde España, Lau by the sea —fundado por una historiadora del arte—, e Inspiradas , dirigido en Canadá por la crítica y promotora argentina Caro Testa.

La existencia de estos espacios —y los medios que utilizan— nos obliga a repensar hacia dónde deben mirar hoy los editores y autores para lograr que sus libros se lean. Como dijo Renée Carvajal en una entrevista que le hice: los hashtags #libros, #clubes, #lectura, #BookTubers o #Bookstagrammers permiten encontrar a otros lectores. Sin embargo, también es visible una tendencia a reforzar ciertos gustos y géneros, excluyendo otros de manera involuntaria. La narrativa, especialmente la novela, domina. El cuento, la poesía, el ensayo, la dramaturgia o los géneros híbridos suelen quedar al margen.

También hay desigualdad entre editoriales. Los grandes, con mayor músculo financiero y mediático, logran mayor visibilidad entre los influencers . Las editoriales independientes, por más calidad que ofrecen, muchas veces no logran entrar en ese radar.

Otro problema es que no siempre es posible saber si los libros promovidos en redes realmente fueron leídos. No hay manera de distinguir entre seguidores de un BookTuber y verdaderos lectores. La aceleración entre popularidad y lectura efectiva sigue siendo incierta.

Diferente es el caso de los clubes de lectura con membresía pagada, que suelen reunir lectores comprometidos. Aunque también pueden tener un componente aspiracional: pertenecer a un “club de lectores” puede ser una forma de proyectar estatus cultural. Y queda la duda: ¿cuántos leen de tapa a tapa el libro del mes? ¿Cuántos solo leen reseñas, anuncios publicitarios o le preguntan a ChatGPT de qué se trata?

Oprah Winfrey y luego Jenna Bush marcaron en Estados Unidos una tendencia poderosa. Basta recordar el caso de American Dirt de Jeanine Cummins, que se volvió un éxito tras ser seleccionada por Oprah en 2020, desatando a la vez una gran controversia sobre estereotipos y apropiación. En contraste, libros como El infinito en un junco de Irene Vallejo han ganado lectores a través de clubes y redes, al igual que la literatura japonesa promovida por Lau by the sea .

La crítica, la academia y la industria editorial han observado el surgimiento de estas nuevas voces que impulsan los libros desde el placer de leer. Agradezcámosles esa labor. Pero en esta democratización de la lectura, no perdamos de vista que pueden reproducirse —aunque disfrazadas de libertad— las mismas dinámicas de exclusión. Quizás para muchos mover un libro hoy ya no depende solo de su calidad, sino de quién lo mira, quién lo nombra y quién lo comparte. La pregunta sigue vigente: ¿quién mueve los libros hoy?

 

Foto de John Lockwood en Unsplash

Adriana Pacheco , PhD. es investigadora y es escritora. Fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas y la fundadora y conductora de la página web y podcast Hablemos, Escritoras. Es coordinadora de los libros Romper con la palabra, violencia y género en la obra de escritoras mexicanas contemporáneas y Rompiendo de otras maneras, cineastas, periodistas, dramaturgas y performers. Es investigadora afiliada de LLILAS, University of Texas, Austin, miembro del Advisory Board del Texas Book Festival y fue miembro y presidente del International Board of Advisors en la Universidad de Texas, Austin. Su Twitter es @adrianaXIX_XXI

 

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Posted: June 25, 2025 at 8:47 am

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