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Little Women
COLUMN/COLUMNA

Little Women

Miguel Cane

“Mujercitas”, de Louisa May Alcott, ha sido un clásico perenne de la literatura estadounidense –lo mismo como cálida saga familiar que como documento histórico protofeminista– desde su aparición hace casi 140 años. Ha sido llevada a la pantalla en numerosas ocasiones y con actrices tan icónicas como Katharine Hepburn, Joan Bennett, Elizabeth Taylor, Janet Leigh, Kirsten Dunst y Winona Ryder. Ahora, Greta Gerwig –nominada al Oscar por su debut como directora en 2017 de Lady Bird– retoma la historia de las hermanas March, manteniéndose fiel a la narrativa ya tan conocida, pero aplicándole un subtexto más cercano a las sensibilidades actuales, con un elenco espectacular encabezado por Saoirse Ronan, Florence Pugh, Emma Watson, Timothée Chalamet, Laura Dern, y una aparición especial de Meryl Streep, haciendo con su Little Women un tributo electrizante y entretenido al trabajo de Alcott, pero acercándolo al siglo XXI.

Esta nueva versión rompe la línea temporal, para explorar las vivencias del clan March en los dos momentos que abarca la narración –la espera del retorno del padre de la guerra civil y el paso de la adolescencia a la plenitud de las hermanas. De este modo, Gerwig hace que la cinta tenga un ritmo trepidante y ágil, al mover sus personajes y situaciones como piezas de ajedrez, manteniendo siempre la atención del espectador. Su cinta comienza con un acercamiento a las hermanas: la audaz y creativa Jo (Saoirse Ronan), Meg, que es convencional y algo tímida (Emma Watson), la dulce y sensible Beth (Eliza Scanlen) y la volátil y franca Amy (Pugh), todas ellas viviendo con las consecuencias de sus decisiones: Jo desea ser una escritora tomada en serio; Meg se casó por amor, pero lucha con la pobreza; Beth tiene un problema de salud; y Amy vive una relación tempestuosa con el viejo amigo y vecino de la familia, el carismático Theodore “Laurie” Laurence (Chalamet).

La historia luego va y viene por siete años para ver el vínculo entre las hermanas March y cómo cambió y se transformó a través de varios episodios. A medida que la historia avanza entre los dos periodos de tiempo, somos testigos de una mayoría de edad única para estas mujeres jóvenes y de lo que realmente significan sus lazos.

Esta es la octava adaptación de Little Women pero Gerwig la distingue inmediatamente de todas las demás no solo al cambiar la línea de tiempo, sino también al hacerla sentir joven y revitalizada. La escritora-directora no necesita modernizarla con léxico o acciones contemporáneas, sino simplemente mostrando a sus personajes como jóvenes con las fuertes emociones a flor de piel que esto conlleva.

Little Women no muestra a sus personajes con frivolidad, sino que empatiza con sus emociones, pero al igual que con su película anterior, Lady Bird, la Gerwig nos proporciona suficiente distancia para que las acciones existan en contexto en lugar de dictar el tono de la pieza.


Como directora,  Greta Gerwig muestra un enorme crecimiento con solo su segunda cinta de largometraje al ajustar el periodo a sus propósitos sin nunca eclipsarlo. La esplendorosa cinematografía de Yorick Le Saux brilla con algunas composiciones geniales que nunca se sienten forzadas, mientras que Alexandre Desplat ofrece otra encantadora partitura llena de ricas melodías que capturan la juventud y vivacidad de las hermanas March. Todo se combina maravillosamente a nivel artesanal y es sorprendente que Gerwig tenga tanto dominio de una producción en este punto de su carrera como directora.


Como era de esperarse, su trabajo en la dirección de actores es impecable, y presta especial atención a los personajes de Pugh y Chalamet, quienes, junto con Ronan y Louis Garrel, son las dos parejas románticas centrales. La versión de 1994, a cargo de la formidable cineasta australiana Gillian Armstrong, se ocupó demasiado de las edades de los personajes, dividiendo a Amy March en una versión joven (Kirsten Dunst) y una versión adulta (Samantha Mathis), mientras alteraba la edad de Laurie (Christian Bale) con vello facial postizo (que no servía).

Aquí Gerwig confía sabiamente en el rendimiento para transmitir la edad y los dividendos son muy satisfactorios. Pugh, de 23 años, puede no tener trece años (la edad de Amy March al inicio de la historia), pero sabe cómo comportarse para representar dicha edad, y verla representar tanto la inmadurez como la madurez de Amy a medida que crece es asombroso, recordándonos por qué la británica es una de las mejores actrices de su generación. Por su parte el guapito Chalamet sigue tan mono como siempre, pero demuestra que también puede romper un corazón por completo (ecos de Call me by your name, con los roles invertidos). Además, dado que el salto en el tiempo pone la relación entre Amy y Laurie al comienzo de la película, realmente permite que ambos actores brillen y sostengan la pantalla.

Por otra parte, es fascinante ver a Laura Dern en el rol clave de Marmee, la madre del clan. En la novela original, tiene una pieza de diálogo que rara vez se aborda en las adaptaciones “A veces estoy muy enojada” – y esta vez, Gerwig y Dern le dan matices que ni Susan Sarandon alcanzó en su momento; Jo ve las posibilidades a las que la reduce su estatus en la vida: ser un objeto de reproche y soledad si continúa su vocación literaria, o convertirse en una matriarca como Marmee, a la que ama, pero a veces no comprende en su sumisión asumida por el estado conyugal. Dern –una de las mejores actrices de su generación– es sutil y a la vez aguda, entregada y fabulosa. Su trabajo consigue incluso reducir a rutina la aparición de la Streep que, como es habitual, está bien en su cameo glorificado como la tía March, figura totémica que representa los valores inamovibles de la era.


La versión a Little Women de Gerwig le hablará lo mismo a los fans del libro (que no son pocos y de ambos sexos) que a los espectadores que no esperaban nada al entrar a la sala; todos quedarán muy sorprendidos al ver cómo Gerwig pudo agregar más cohesión al tiempo, cómo añade un comentario social sobre la posición de las mujeres durante esa época que propiciaba más el poder de los hombres. Gerwig nunca necesita salir de la película para hacer una declaración. Al igual que Alcott, tiene el material y el talento, y eso es más que suficiente para dejar un impacto duradero en uno de los filmes más interesantes de la temporada, que consigue trascender las etiquetas y ser una historia para todos. Y esto es lo que la hace más valiosa.

 

Miguel Cane es autor de la compilación Íntimos ensayos y de la novela Todas las fiestas de mañana. Es colaborador de Literal. Su Twitter es @aliascane

 

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Posted: January 6, 2020 at 10:13 pm

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