Current Events
Venezuela: trama para Le Carré
COLUMN/COLUMNA

Venezuela: trama para Le Carré

Gisela Kozak

Para A.T.T

La revolución bolivariana, nutrida de ambiciones desmesuradas y personalidades megalomaníacas como el hegemón Hugo Chávez y el tirano Nicolás Maduro, es ahora tema de geopolítica mundial.

Tan es un asunto global que los países del Grupo de Lima —Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía— luchan por una salida de Maduro vía presión diplomática. Como es sabido, varios de estos Estados han recibido las corrientes migratorias producto del desastre madurista. apoyan a Juan Guaidó en calidad de presidente encargado de Venezuela y a la ruta consensuada dentro de la coalición de partidos representada en el parlamento, transformada en mantra opositor: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. El Grupo de Contacto conformado a instancias de la alta diplomacia de la Unión Europea —Federica Mogherini a la cabeza— integra a Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, España, Suecia, Reino Unido, Costa Rica, Uruguay, Ecuador y Bolivia. Se inclina por la salida electoral y presiona por ella; aunque casi todos estos países reconocen a Juan Guaidó como mandatario legítimo (lo han hecho más de cincuenta democracias), no insisten tanto en el cese de la usurpación y el gobierno de transición para concentrarse en las elecciones libres. Hay partes interesadas que apoyan sin duda a Maduro, como Bolivia, y otras más discretas que en el fondo lo respaldan con más discreción: Uruguay. Antonio Tajani, cabeza del Parlamento Europeo, no duda en cuadrarse con la oposición.

La ONU, en la voz de António Guterres, clama por una solución pacífica y a través de organismos como la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) y la oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, dirigida por Michelle Bachelet, testifica la tragedia. Estamos hablando de la ola de migración más grande acontecida en menor tiempo en el continente y de la violación abierta y masiva de los derechos humanos como política de Estado. La OEA, dirigida por el secretario general Luis Almagro, no solo reconoció a Guaidó y a su embajador Gustavo Tarre Briceño, sino que insiste en la responsabilidad de proteger, tema difuso que implicaría una intervención con el fin de salvar a las poblaciones de sus propios gobiernos.

Han abundado las escenas dramáticas. El canciller de Venezuela, el atildado Jorge Arreaza, exmarido de una de las hijas de Hugo Chávez, ha hecho de tripas corazón cuando intenta hablar en la ONU y los representantes de los países que no reconocen al gobierno de Nicolás Maduro se han levantado de sus asientos para retirarse. Samuel Moncada, quien usurpa la representación venezolana, ha recibido golpe tras golpe en las sesiones del Consejo de Seguridad de la ONU; sobresale su mirada histérica al enviado estadounidense mientras ha tratado de protegerse detrás de las voces de Rusia y China. Por su parte, rusos y estadounidenses conversan sobre Venezuela sin presencia de venezolanos; deslizan en entrevistas y tweets frases comprometedoras, algún gesto, palabras medidas, hasta sonrisas mezcladas con silencios. Sobran los indicios de conjuras y secretos que no deben conocerse.

La revolución bolivariana dejó a Venezuela sin posibilidades de entenderse de puertas adentro.

¿Y si fuera de las cámaras de televisión y las redes sociales algún diplomático de cualquier país comenta que lo más expedito sería que Estados Unidos efectúe una operación militar quirúrgica que ponga fuera de combate a Maduro pero que no comprometa a otros países frente a sus propios electorados? Tal vez este diplomático —¿sibilino, elegante y políglota?— converse de vez en cuando con John Bolton, asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, y le comente lo suave y amigable que se ha vuelto con los años el antiguo halcón Elliott Abrams, encargado especial de EE. UU. para Venezuela. Mientras, el enigmático Vladimir Putin no tuitea, a diferencia de su homólogo Donald Trump. El diplomático de marras habla en ruso con Sergei Lavrov, canciller de Rusia, quien sugiere autocensura general en redes sociales de todos los involucrados. Tal vez nuestro diplomático está enterado de algún comentario de Trump a Putin al estilo de: “Los dos preferimos a los autoritarios pero qué locura apoyar a Maduro. Dicen que hasta su esposa Cilia está en la conjura en su contra.”

En este marco, la oposición liderada por Guaidó y el tirano y su camarilla protagonizan un forcejeo que no termina de resolverse. El 30 de abril, Juan Guaidó apareció junto al preso emblemático del régimen rojo, Leopoldo López, quien tenía casa por cárcel. Llenos de esperanza, millones de venezolanos dentro y fuera del país pensamos que el deseado cese de la usurpación era cuestión de horas o días, pero el paso del tiempo indicó que el levantamiento cívico militar no logró el objetivo propuesto. Comenzaron entonces las hipótesis. Según Elliott Abrams, Maduro no debe confiar en nadie de su entorno porque se ha estado hablando de su salida con altísimos funcionarios. Se mencionan entre estos nada más y nada menos que a Maikel Moreno —presidente del Tribunal Supremo de Justicia revolucionario y que en lugar de currículum tiene prontuario— y al ministro de la Defensa de la tiranía, Vladimir Padrino López. No obstante, el 30 de abril pasado los supuestos conjurados no actuaron de acuerdo a lo previsto.

¿Por qué? De inmediato la legión de críticos de Leopoldo López, provenientes de las filas opositoras, lo culpó por querer robarse el show y jugar posición adelantada, acción que desembocó según ellos en el retroceso de los militares. La animosidad aumentó cuando se refugió en calidad de huésped, primero en la embajada de Chile y luego en la de España. Ahora bien, ¿quién permitió la liberación de López? El nombre de la cabeza del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN), organismo responsable de atroces violaciones a los derechos humanos, general Manuel Ricardo Cristopher Figuera, salió a la palestra. De hecho, Estados Unidos, en palabras del vicepresidente Mike Pence, deja sin efecto las sanciones al general. Tales sanciones (retiro de visa, congelamiento de bienes en Estados Unidos, entre otras) a funcionarios maduristas fueron confundidas en 2017 con un bloqueo económico a Venezuela por una izquierda fanática y ciega. Por su parte, el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López reconoció que “habían querido comprarlo”.

Con insistencia se escuchó el nombre del comandante de la Guardia de Honor Presidencial y director general de la Contrainteligencia Militar (DGCIM), Iván Hernández Dala, como líder del levantamiento. En todo caso, fueron destituidos a raíz del 30 de abril el jefe de la Policía Nacional, el general Carlos Pérez Ampueda, y el comandante Rafael Bastardo, de la criminal Fuerzas de Acciones Especiales (FAES). Mientras tanto, Diosdado Cabello, presidente de la espuria Asamblea Nacional Constituyente insultó, calumnió y amenazó a granel. Finalmente, Maduro habló en la noche del 30 de abril dando por terminado el “golpe de Estado”. Abrams comentó la operación abortada y dijo que aquellos de la camarilla que habían prometido darle la espalda a Maduro no contestaban el teléfono. Se desataron con furia las redes sociales y periodistas reconocidos dejaron saber que la conjura era cierta y que Maduro, como se dice en Venezuela, duerme con un ojo cerrado y otro abierto. El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, agregó que Maduro iba a marcharse pero Rusia le ordenó que se quedara en su puesto presidencial. Otra versión señalaba al G2 cubano como responsable de que el tirano no huyera.

El diplomático sabe, con algo más de certeza que el resto de los mortales, lo que pasó porque tiene amistades y ex amantes en ambos sectores; veinte años es mucho tiempo en una vida dedicada a las relaciones internacionales de América Latina. Oye pacientemente. Habla con sus amigos chinos, rusos y turcos. ¿Crimea por Venezuela? Algo de despecho por aventuras pasadas se oye en la voz de una importantísima dama de la camarilla chavista cuando le dice: “No te diré más nada”.

Ella sabe las respuestas para algunas preguntas difíciles; un amigo opositor de alto calibre las tiene para otras. ¿Realmente la transición a la democracia puede hacerse con gente de tan baja estofa como Vladimir Padrino López y Maikel Moreno? ¿El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) podría funcionar? ¿Si las Fuerzas Armadas no están con la democracia sería efectiva una misión militar extranjera? ¿El cese de la usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres son solo un mantra o están en pie como ruta? ¿Cuánto tiempo puede sostenerse el apoyo internacional si no se toma el poder? ¿Está mermando la disposición a las actividades de calle? ¿No se cansarán quienes confían ciegamente en Guidó? ¿La implosión del chavismo se acelerará? ¿Qué peso real en la opinión pública tienen los opositores de izquierda nerviosos por la presencia gringa y protectores del futuro del chavismo que parecen olvidar que Rusia, China y Cuba también juegan? ¿Y los opositores que exigen una fuerza extranjera ante la imposibilidad de detener la violación masiva de derechos humanos por parte de la tiranía? ¿La debilidad del gobierno abre la posibilidad de una negociación real o esto es una fantasía de los intelectuales que se cuadraron con Henri Falcón, sospechoso —solo sospechoso— de colaboracionismo con la tiranía? ¿El liderazgo de Guaidó —potente y muy importante— soporta mucho tiempo más? ¿Una tiranía moribunda puede aguantar en medio de la absoluta devastación? ¿Cuántos muertos más? ¿Son mayoría los militares dispuestos a que la oposición gobierne? ¿Y los cubanos en Venezuela? ¿Y los soldados desertores en Colombia? ¿Cómo está la unidad opositora? ¿Qué pasará si detienen a Juan Guaidó y a otros diputados luego del ilegal allanamiento de su inmunidad parlamentaria?

¿Qué pasó el 30 de abril?

Luego de procesar todo lo que le han dicho, el diplomático concluye que la salida de Maduro parece acercarse, pero la celebración incluirá un banquete de sapos crudos, muy difíciles de tragar. Abre una novela de espionaje de John Le carré y decide sumergirse en la ficción para descansar.

 

*Imagen de portada de Carlos Andrés Gamero

 

Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006); Venezuela, el país que siempre nace(Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales(Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.


Posted: May 8, 2019 at 9:56 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *