El entusiasmo generado por AMLO era comparado, incluso, con el fenómeno Bernie Sanders durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016. A pesar de que el mexicano no presentó una agenda progresista en la que la cuestión ambiental, los derechos del colectivo LGBT y el movimiento feminista se ponderaran como asuntos centrales para el futuro.

Desencantamiento democrático

El triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las elecciones de 2018 fue arropado por un profundo apoyo del electorado juvenil mexicano, esto es, de las generaciones popularmente conocidas como millenials y generación Z, las cuales comprenden a aquellos jóvenes de entre 18 y 35 años de edad. Durante su campaña presidencial, López Obrador supo aprovechar el contexto de desencanto con la democracia, producto del descrédito hacia el sistema entonces existente, presentándose como un candidato antiestablishment, cuyo discurso prometía cambios radicales a través del combate a la corrupción, la prioridad de los pobres en el gobierno y la ruptura completa con los vestigios del régimen anterior, al cual AMLO identifica con el proyecto neoliberal de los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN), posteriores a la década de los 80.

Los jóvenes latinoamericanos configuraron una suerte de desapego democrático, que no es más que el rechazo hacia la debilidad estatal e ineficacia gubernamental de los regímenes políticos de las últimas décadas, una fatiga transicional caracterizada por la desvalorización de la política. Así, mientras que los jóvenes de la tercera ola de democratización durante los 80 y 90 aspiraban a la consecución de valores democráticos en sociedades profundamente autocráticas, expresadas en juntas militares, rebeliones guerrilleras o dictaduras de partido, la generación actual cimbra sus preocupaciones en la política práctica y sus desavenencias: desempleo, corrupción, desigualdad, crimen, entre otros. De esta manera, la democracia no es evaluada desde sus principios normativos sino a partir de la capacidad de los gobiernos para solventar el estado de crisis constante en el cual nuestra región se halla inmerso.

Voto joven y esperanzas de cambio

En este sentido, ante la inoperancia de la administración de su sucesor, Enrique Peña Nieto (2012-2018) y para atender las demandas sociales y los escándalos de corrupción y violaciones a los derechos humanos en los cuales se vio envuelto, López Obrador logró hacerse de un importante apoyo juvenil, el que, asimismo, lograría consolidarse como una de las fuerzas electorales más importantes en las elecciones de 2018. El resultado de la contienda democrática de 2018, como subrayaban algunos medios, podía ser determinado por los millenials y la generación Z al tratarse del bloque demográfico más amplio del país (Payan). Las encuestas de opinión mostraban un gran apoyo para Andrés Manuel López Obrador –entre 41% y 47% de este grupo se inclinaba por el entonces candidato del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA)–, dado que era visto como una opción de auténtica ruptura.

El entusiasmo generado por AMLO era comparado, incluso, con el fenómeno Bernie Sanders durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016. A pesar de que el mexicano no presentó una agenda progresista en la que la cuestión ambiental, los derechos del colectivo LGBT y el movimiento feminista se ponderaran como asuntos centrales para el futuro. Del mismo modo: “people between 26 and 35 years old are those who voted for AMLO in the highest proportion, said candidate reached 63% of the votes among that population”.

Ya instalado en la presidencia de la república, López Obrador diluyó sus propuestas de regeneración nacional y transformación de la vida pública, entre otras cosas debido a su apatía para garantizar la seguridad social de los mexicanos, la ausencia de políticas sustantivas en la materia y la insuficiencia del gasto social emitido, así como la crisis de los indicadores referentes a seguridad pública, Estado de Derecho y lucha contra la corrupción.

No obstante, una de las cuestiones más urgentes relacionadas con el programa obradorista es la erosión del sistema democrático a través de la concentración de poder y arbitrariedad del ejecutivo y, fundamentalmente, por la adopción de un disfraz populista propenso a dividir la frágil sociedad mexicana gracias a un simple pero efectivo discurso polarizador. Sea cual sea la figura que adopten, se trata de prácticas con tintes autocráticos, peligrosas para el pluralismo, el Estado de Derecho y todas aquellas instituciones propias de la democracia, la cual fue alcanzable para la nación mexicana solamente después de un doloroso recorrido. 

Un fenómeno preocupante

De manera paradójica, sin embargo, los gobiernos populistas han generado, a nivel global, un nuevo encantamiento por la democracia entre los jóvenes de entre 18 y 34 años. Este grupo de edad ha elevado su satisfacción con el modelo democrático en un 16% cuando un líder populista se encuentra en el gobierno de sus respectivos países, dicha estadística incluye, desde luego, al México de López Obrador (ver Klassen, Wenger, Rand y Slade, 2020).

Dicho encantamiento, empero, no sería con la democracia liberal sino con las democracias iliberales, las que, propiamente hablando, no son democracias sustanciales sino que mantienen ciertos elementos útiles para la supervivencia del régimen populista, como las elecciones con mayor o menor grado de libertad, así como los instrumentos de democracia directa para la legitimación de sus líderes, despreciando, por su parte, el sistema de pesos y contrapesos, el respeto a la pluralidad y las minorías en los distintos escenarios políticos-sociales: parlamento,  partidos políticos y sociedad civil. Así, en el imaginario de la juventud no existe confianza por el Congreso de la Unión, al tiempo que se ignora el rol desempeñado por el sistema de partidos en nuestra democracia.

Las nuevas generaciones suelen perfilarse en favor de candidatos antisistema, más allá de la urgencia de nuestros inmediatos y aún endémicos retos sociales –corrupción, debilidad estatal, ausencia de Estado de Derecho, etc.– y  haciendo a un lado cualquier práctica política identificada con los principios y valores de la democracia liberal.

Bibliografía consultada

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César Eduardo Santos Victoria. Estudiante de Filosofía y Ciencia Política, México. Se encuentra trabajando en una investigación en torno a la crisis del liberalismo en América Latina.

Posted: December 21, 2022 at 10:24 pm