Reviews
Como quien huye de sí

Como quien huye de sí

Rose Mary Espinosa

Fuga en mí menor

Sandra Lorenzano

Tusquets Editores

México, 2012.

Leo ha formulado quizá todas las preguntas, hurgado infructuosamente entre las luces y las sombras de la memoria, pisado el lugar de los hechos y vuelto con las manos vacías.

Con el paso de los años, las piezas faltantes de su propio rompecabezas han pasado de ser cortinas de niebla a barreras tan amenazantes como esa sensación de vértigo y tan intraspasables como una moneda que le bloquea la tráquea y lo mantiene inmovilizado ante la hilera de lápices afilados –¿quizá dieciocho, como los requeridos por Hemingway para, en una torre blanca que coronaba Villa Vigía, empezar a escribir?– y el papel pautado que le aguardan.

Como si no fuera suficientemente perturbador tener nostalgia de aquello que no se conoce o extrañar a quien nunca se ha visto, la vaguedad y la imprecisión de los recuerdos, por más revisitados, amenazan con convertirse en mutismo, parálisis y atrofia. La aún intrigante ausencia de su padre, sumada a la muerte de su madre y la distancia que ahora lo separa del hijo, lo empujan a dejar la vida en la ciudad e instalarse en una playa helada.

Fuga en Mí menor es una narración meticulosa y fiel de esta huida: como quien huye de sí, como quien huye a sí mismo, y, pese a la desilusión y la fatiga, se permite la oportunidad de recomenzar y renombrar, de hilvanar claves y hallazgos –una fotografía, una carta, un libro de poemas– hasta entonces no suficientemente presentes o relacionados, en pos de recuperar el sonido –aun cuando se le halle detrás del silencio más profundo– y recrear la música a partir de la sólida y palpable construcción de un instrumento.

Así nos guía la autora: circular, dedicada y musicalmente, rumbo al desvelamiento de la historia y la resolución –¿o irresolución?– del dilema al que se confronta el personaje principal: ser succionado por las sombras o trascender el silencio. La meticulosa pluma de Lorenzano es la misma que afina, uno a uno, los instrumentos, previo a que dé inicio el concierto, la misma que dirige la orquesta e indica tanto la incorporación de las percusiones –frases cortas, poemas que pulsan, casi aliterados— como la irrupción apoteósica de los solos: excelsas y acabadas revelaciones sobre lo fúnebre que hay en todo arrullo, lo inquietante de las fotos viejas, el paso de la cuna tibia a la ausencia de palabras, el último recorrido con la cámara plasmado en las imágenes: un juego de memoria, qué vi entonces y qué veo ahora…

A la par que esboza un desenlace, Lorenzano labra una obra de arte: miradas y lecturas como tributos así en los guiños a Janacek como las alusiones a un Bach que en la historia se ha vuelto innombrable e intocable; así en los, ya definitivos y frontales, versos de Pavese (Vendrá la muerte y tendrá tus ojos), como en las referencias a las Kindertotenlieder de Mahler: la desafortunada muerte de un niño y, acaso en Leo, de su niño interior. Pieza por pieza, Fuga en mí menor describe –¿quizás invita?—a liberar un fantasma: de la periferia al centro, al corazón de la sinfonía, con vistas caleidoscópicas y estampas que se detienen en verdades dolorosas e impronunciables.


Posted: January 7, 2013 at 4:09 am

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *