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Gonzalo Soltero y la simiente de la escritura
COLUMN/COLUMNA

Gonzalo Soltero y la simiente de la escritura

ALFREDO NÚÑEZ LANZ

«Urge una exitosa novela que denuncie a la gente que tapa las cocheras de los otros con su auto, y dice que nomás es un momentito, pero ahí se queda. Que la cubran de premios y la adapten al cine por pura culpa», publicó Antonio Ortuño recientemente en su cuenta de Twitter. El puntual sarcasmo me arrebató carcajadas y puso el dedo en la llaga. Cada vez es más difícil encontrar en los escaparates de las librerías novelas o libros de cuentos que evadan la enorme carga de las denuncias de toda índole. La literatura mexicana reciente parece un estrepitoso grito de guerra, tan agudo que alcanza un solo objetivo: persuadirnos a tomar una postura ideológica –a favor o en contra–, a asumir militancias –algunas tan aguerridas que parecen reivindicar el linchamiento como acto de rebelión social– y su retórica termina por ser la misma: indignar al lector mediante efectismos. Cualquier nuevo cáncer social que se exponga resulta aplaudido y premiado. Seguimos privilegiando temáticas por encima de la factura artística. Hasta el género de lo fantástico ha quedado reducido a las modas de la ficción distópica, apocalipsis de toda clase, ucronías o terror, que son siempre hiperbólicos símbolos de nuestro caótico y angustioso presente. Ante este tedioso panorama la única consigna que ahora me parece urgente enarbolar es la viejísima de Théophile Gautier: «El arte por el arte», que proviene de Edgar Allan Poe: art for art’s sake, pero mi bandera se perdería en la manifestación –o más bien temo que los contingentes me aplastarían sin piedad–.

El modesto objetivo de divertir al lector y revelarle un aspecto de su propia naturaleza ha quedado casi soterrado bajo las grandilocuencias ideológicas. Gran parte de la ficción actual quiere reeducarnos, «despertar conciencias» y ese didactismo aburrido y dominante nos acerca a épocas siniestras donde las dictaduras buscaban hacerse propaganda hasta en los territorios imaginarios, libres por antonomasia. Y los trabajos que no privilegian ese llamado a la lucha social, son etiquetados como superfluos, de mero pasatiempo. Gonzalo Soltero, perteneciente a una estirpe de narradores distinta a las modas actuales, no ignora que el simple acto de contar una buena historia puede ser, paradójicamente, más aleccionador que gritar consignas masticadas. Umbra sumus (uanl, 2022), su más reciente novela, es un thriller a la usanza.

Reinaldo Hilcen, un filólogo mexicano que investiga en la legendaria Biblioteca Británica realiza pesquisas que versan sobre la magia, la alquimia y la tradición hermética en las obras tardías de William Shakespeare. Cuando está cerca de encontrar la pepita de oro –luego de una búsqueda que le ha llevado cinco años–, de súbito le retiran la visa y queda como ilegal. Evadiendo la responsabilidad de presentarse ante las autoridades aduanales, decide ir a su amada biblioteca; para su sorpresa, la misteriosa encargada le ofrece una carpeta igualmente misteriosa donde encuentra unos folios sueltos, apergaminados, que pueden valer millones de libras. Cae en la cuenta de que se trata de un libreto teatral con algunas frases en español. Sin dudarlo, Reinaldo lo roba en una sabrosa secuencia no exenta de obstáculos hasta que sale de la Biblioteca Británica, que a sus espaldas “parecía un barco encallado en medio de Londres, de donde en cualquier momento la tripulación saldrá a perseguirme”.

A partir de este momento, el lector avanza en un bien tramado laberinto de descubrimientos filológicos, especulaciones, antiguas sociedades secretas y hechos históricos. La proteica imaginación de Soltero, así como su capacidad para volver lo imposible un asunto verosímil son las cualidades de esta novela que corre grandes riesgos al dibujar vasos comunicantes entre tres culturas: la inglesa, china y mexicana. La fuerza antagónica brilla por su presencia ominosa y, aunque Soltero se sitúa en la delgada línea que divide ficciones especulativas ya gastadas como El Código da Vinci y logradas expresiones del thriller que parten de la mejor tradición de Umberto Eco, nunca pierde el equilibrio. El juego con ciertos personajes estereotípicos, como el ilustrado profesor que sabe más de lo que dice, pero ayuda al protagonista arrojándole piezas clave del rompecabezas; o la amiga que resulta una espía que traiciona al héroe, son más un homenaje al género que un cliché. Lo mismo ocurre con esa eterna tendencia al alcoholismo o a cualquier vicio que buena parte de los protagonistas de novela policiaca padecen. Soltero mezcla los ingredientes clásicos del pastel, pero le añade un componente esotérico que le da un sabor distinto.

Entre fórmulas mágicas, persecuciones e idilios Umbra Sumus equilibra erudición con un buen ritmo narrativo que bebe de las cada vez más recurrentes teorías conspirativas. Como en sus libros precedentes, Soltero nos ofrece juegos tipográficos, esta vez incorporando imágenes encriptadas que dialogan con la acción y hay que descifrar. El resultado es una emocionante novela de vena cinematográfica donde no se le exige al lector tener conocimientos filológicos para seguir la trama, una cualidad que agradecerán los jóvenes, pues en los diálogos se explica, con agilidad y mucha destreza, aquello que pareciera reservado a los entendidos. En el centro de la historia se coloca una reflexión interesante sobre el poder de la palabra y la literatura para transformar la realidad, es decir, esa “alquimia verbal” que los escritores configuran, ese potencial mágico e inasible que entrañan las palabras al combinarse y forjar mundos posibles:

«…Los nombres confieren poder sobre las cosas. La lengua no sólo es una contraseña del pensamiento, también es un modo de acción. Varias religiones parten de lo mismo. La Biblia indica que en el principio fue el verbo. La Cábala se basa en la idea de la creación del mundo como fenómeno lingüístico».

Al ir en pos de la magia oculta en las obras de William Shakespeare y Miguel de Cervantes, ocurre una curiosa paradoja en Umbra Sumus: conocemos el secreto de la simiente de la escritura, pero al protagonista, Reinaldo Hilcen, no lo terminamos de conocer. A pesar de sus quejas y desistimientos, la desolación estudiosa que padece como buen académico, y cierta voluntad de ruina, Reinaldo tiene una inclinación de avestruz, pues durante su periplo encuentra grandes verdades, aviesas sociedades milenarias, desenmascara luchas de poder, descubre el amor, pero uno, como lector, no alcanza a encontrarlo.

La pesquisa de Reinaldo, como la de cualquier personaje en el subgénero de la novela policiaca debe ser doble: una externa, que casi siempre es resolver el misterio, y una interna, o íntima, que tiene que ver con la evolución del personaje tras los hechos: qué aprende, quién es luego de vivir las peripecias. También extrañé el contenido de aquel manuscrito encontrado en la Biblioteca Británica que supuestamente es una obra perdida que atañe –sin spoiler­– a los dos grandes magos de la modernidad: Shakespeare y Cervantes. Una sola frase nos otorga Soltero de ese Santo Grial y temo que no sacia el apetito de los entusiastas, como yo, de las novelas de aventuras a la Robert Louis Stevenson. Por lo demás, Umbra Sumus satisface gracias a su prosa sin adornos, el ingenio que muestra al trazar las aventuras de los personajes, al entretejer los conceptos de la alquimia con el ejercicio creativo y al regalarnos algunas reflexiones filosóficas que, con su pátina romántica, enternecen y recuerdan los clásicos propósitos del ejercicio narrativo.

 

Alfredo Núñez Lanz. Cofundador de Textofilia Ediciones. Es autor de los libros Soy un dinosaurio (Conaculta, 2013), Veneno de abeja (Secretaría de Cultura, 2016) y El pacto de la hoguera (Ediciones Era, 2017). Becario del Programa Jóvenes Creadores del FONCA 2014 y 2016. En 2018 obtuvo el “Premio nacional de narrativa histórica Ignacio Solares” para obra publicada por El pacto de la hoguera. Su Twiter es @NunezLanz

 

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Posted: February 12, 2023 at 9:24 pm

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