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Macron: ¿hombre providencial…o flor de un día?

Macron: ¿hombre providencial…o flor de un día?

Rodrigo Carrizo Couto

El presidente electo de Francia se enfrenta a desafíos colosales y un país fracturado. Puede decirse que el verdadero ganador de las elecciones francesas ha sido el partido de los insatisfechos.

Emmanuel Macron asume este domingo la presidencia de la República Francesa y, desde luego, no seré yo quien le envidie. Las arduas tareas que esperan al político de 39 años son capaces de desmoralizar al más pintado, empezando por intentar unificar detrás de su proyecto un país fracturado y que atraviesa una crisis profunda en varios niveles. De hecho, el primer problema al que se enfrentará es, justamente, la falta de un proyecto claro capaz de unir a los diversos actores sociales.

Tal como el nombre de mi columna indica, observo la realidad francesa con gran interés desde mi atalaya alpina en Suiza; aunque viajo a menudo al país vecino y la victoria de Macron me pilló en Alsacia. Y es que Francia es una gran pasión de los suizos. Puede afirmarse que les observan con fascinación y una mezcla de envidia trufada de cierto desdén a la vista de los enormes problemas del país. Pero a pesar de estar “separados” por el mismo idioma, leen la misma prensa, oyen la misma música y ven la misma televisión. Los suizos de habla francesa viven inmersos en la realidad gala, sin tener que asumir (casi) ninguno de sus problemas. Lo que no deja de ser un buen negocio. Tanto es así que la mayor comunidad de emigrantes franceses de todo el mundo (180.000) vive hoy en Suiza, principalmente en la región que bordea el Lago Leman.

El contraste entre Francia y Suiza es notable, y no hace falta rascar mucho para notar síntomas de la crisis: tiendas cerradas, dificultades para los emprendedores, negocios en liquidación y fenómenos sociales que en Suiza ya hemos olvidado, pero que siguen siendo visibles incluso en las calles más sofisticadas de la capital gala: gente durmiendo en las calles o pidiendo dinero entre las mesas de los bares. Desde luego, me dirán que la mayoría de esas personas no son “realmente” franceses, lo que es muy probable. Pero el hecho sigue ahí. Innegable.

En cualquier caso, he optado por no meterme en el tema migratorio en esta columna, pues ya lo he tratado extensamente en mi primera colaboración para Literal Magazine. Tampoco hablaré hoy de la tan comentada diferencia de 24 años entre el presidente electo y su esposa, Brigitte Macron. Dejo los debates feministas para una columna futura.

Una mayoría de descontentos

Pero volvamos a los días previos a su elección. Para quienes no lo hayan visto, podríamos comenzar comentando brevemente el intenso debate televisivo que enfrentó con una violencia sin precedentes a Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Lo que pudimos ver esa noche fue un debate de gran pobreza. Por un lado, vimos a una candidata sin programa claro ni respuestas concretas, con una estrategia centrada en golpear sin cesar a su contrincante. Por el otro, a un economista frío y cerebral capaz de manejar con razonable eficacia los temas del debate, pero incapaz de entusiasmar. Resumiendo: hemos visto dos candidatos que no parecen estar a la altura de lo que se espera de Francia.

De hecho, la falta de genuino entusiasmo puede ser una de las características que mejor definen estas elecciones, y lo que hemos visto la noche del triunfo. Un entusiasmo tan ausente en las calles como en el ganador. En el primero de los discursos de la noche de la victoria, hemos visto a un Macron grave, con tono de predicador. Casi apabullado por el peso de lo que se le venía encima. Y es que no hay que sorprenderse dado que el joven economista es consciente de que carece de un verdadero partido, de mayoría parlamentaria y de reales apoyos. Si bien es verdad que ganó cómodamente a su rival, ese 65% es puramente circunstancial. Su legitimidad es más bien escasa, dado que es casi seguro que su mayoría del domingo 7 no se va a reflejar en escaños en la Asamblea Nacional. Lo que aboca a Macron a convertirse en un presidente, muy posiblemente, débil. Obligado a mil malabarismos. Y es que algo malo de ser demasiado centrista es querer gustar a todos. Pues se suele terminar no gustando a nadie

13765930124_d3aa7e6d24_zA pesar del triunfalismo (o alivio) que intentan transmitir estos días los medios de comunicación, es importante recordar que Marine Le Pen se ha alzado con el 34% de los votos, hubo un 28% de abstencionistas y 11% de votos en blanco y nulos. Si sumamos todos esos elementos (73%) llegamos a la conclusión que, como afirma el analista político del diario Le Figaro Alexandre Devecchio, “el verdadero ganador de estas elecciones ha sido el partido de los insatisfechos”. Y es que no es arriesgado pensar que del 65% que ha votado por Macron, al menos un 35% lo ha hecho tapándose la nariz. Para muestra un botón: sólo conozco a dos personas que votaron a su favor por convicción y con entusiasmo. Y una de ellas vive en los Estados Unidos, lo que no deja de tener su gracia.

Otro periodista suizo, Matthieu Hoffstetter, del semanario económico Bilan, compara la tarea que espera a Macron con “Los 12 Trabajos de Hércules”. A saber, proezas que van desde la lucha eficaz contra el terrorismo islámico hasta modificar la esclerótica Ley del Trabajo, pasando por establecer una relación eficaz con la Canciller alemana Angela Merkel, detener la sangría del paro, o aligerar la presión fiscal para permitir a las empresas respirar un poco. Sólo dos o tres de estas tareas, serían un rompecabezas para un político veterano, pero para alguien sin partido y con escasa experiencia, se antoja una misión imposible. A no ser que Emmanuel Macron demuestre, contra todo pronóstico, ser el hombre providencial.

Los periodistas, “jueces de la elegancia moral”

Y para concluir hablando del tema de los medios de comunicación, me permito una digresión acerca del papel que la prensa francesa ha jugado durante esta campaña –muy en particular antes de la segunda vuelta.  Para ello hago mías las palabras de dos periodistas que explican el problema mucho mejor que yo. Vuelvo a citar a Alexandre Devecchio: “A pesar de los enormes recursos consagrados a la intimidación, el chantaje moral y a veces el insulto, la mayoría del pueblo francés ha optado por votar (o no votar) de acuerdo con su propia conciencia para expresar una cólera legitima. Esta cólera debe ser escuchada. Si no se les escucha el resentimiento crecerá y la crisis del régimen será inevitable.”

Un análisis similar realiza la periodista suiza y productora de TV Romaine Jean, quien considera que los medios de comunicación franceses han repetido exactamente los mismos errores que los americanos ante la elección de Donald Trump. Jean afirma tajante: “Los periodistas no tienen por función erigirse en árbitros de la elegancia moral y de lo que es conveniente. (…) Que artistas, intelectuales o científicos hagan frente a Le Pen es lo normal. Pero el trabajo de los periodistas consiste en investigar e informar, y cuando opinan, deberían advertir previamente al público”.  Lecciones elementales que parece necesario recordar a nuestros colegas del país vecino. Y no sólo a ellos.

Si a lo largo de su mandato el presidente electo demuestra ser flor de un día en vez de hombre providencial, no son pocos los comentaristas políticos que vaticinan un posible triunfo de Marine Le Pen en 2022. Aunque hay casi tantos otros analistas que se ríen de estos pronósticos agoreros y afirman que tal peligro de triunfo del Frente Nacional es inexistente. Pero la líder derechista ataca ya una profunda reforma del Frente Nacional que podría incluso implicar un cambio de nombre, a fin de acabar con todo vestigio del fascismo paterno que está en los orígenes genéticos del FN. Aunque es innegable que la hija supo “normalizar” un partido capaz de llevarse 11 millones de votos.

Ahora me arriesgo alegremente a ser lapidado en la plaza pública al decir lo siguiente: personalmente, considero que Marine Le Pen es la mala respuesta a una buena pregunta. Pero esa pregunta es legítima. El descontento de los franceses está justificado y no ha recibido las respuestas adecuadas, en particular en los últimos cinco años de gobierno de François Hollande, el más impopular presidente de la V República, que acaba su mandato con apenas un 4 % de aprobación a su gestión.

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Y es posible que el verdadero peligro en 2022 venga ahora de otra persona, menos conocida internacionalmente –al menos por el momento… Se trata de Marion Maréchal-Le Pen, sobrina de Marine y nieta del fundador del Frente Nacional, el nefasto Jean-Marie. Pues resulta que Marion es brillante, carismática y una oradora muy dotada. A los 22 años fue la diputada más joven de la historia de la República Francesa. Y por si todo esto fuera poco, tiene una presencia que hace que las cámaras se enamoren de ella. Algo esencial en estos tiempos de mucha imagen y poco contenido.

Si Emmanuel Macron olvida a “la Francia de abajo” y no es capaz de dar respuestas a este país fracturado, es más que posible que en 2022 otros sean los actores del juego político francés, ya sin Frente Nacional. En todo caso, ha quedado demostrado que los “diques republicanos” que sirvieron antes ya han dejado de ser tan eficaces.

Como comenta Romaine Jean: “Nunca lo repetiremos lo bastante; pero esta connivencia de los barones de la política, de la economía y los medios, no hace más que preparar el camino a la extrema derecha”. En efecto. Al final, a base de intentar detener a la ultraderecha sin prestar atención a las causas que la hacen crecer, le estarán abriendo las puertas del Eliseo de par en par a la Marine Le Pen del mañana, sea quien sea.

Post Scriptum: al momento de cerrar esta columna (9/5) Marion Maréchal-Le Pen anunciaba su retiro de la vida política. Quien escribe estas líneas no se cree ni por un instante que un animal político de este calibre vaya a abandonar el negocio familiar y dedicarse a sus labores. El tiempo dirá si su retiro es real, o una mera táctica para volver con más fuerza para enfrentarse a su tía Marine por el control de la derecha dura.

RodrigoRodrigo Carrizo Couto. Radica en Suiza y escribe para el diario El País y la SRG SSR Swiss Broadcasting. Ha colaborado regularmente con los diariosClarínLa Nación de Buenos Aires y la revista suiza L’Hebdo, entre otros medios. Aquí su Facebook

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Posted: May 10, 2017 at 11:39 pm

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