Essay
Cartas de amor. Dos escritoras
COLUMN/COLUMNA

Cartas de amor. Dos escritoras

Socorro Venegas

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¿Qué espera quien escribe una carta de amor?

Parece un ejercicio voyeurista entrar en la correspondencia ajena. Hay momentos en que me siento una intrusa, como con los diarios, pero es que las cartas se dirigen a alguien inequívoco, lo evocan, lo convocan, lo perfilan. Y el diario, esa escritura ensimismada, incluso parece pedir una mirada ajena para existir, quizás su aliento se dirige a la posteridad y sus lectores.

En su prólogo para el volumen que reúne las Cartas a Ricardo, escritas por Rosario Castellanos a su pareja sentimental, el filósofo Ricardo Guerra, Elena Poniatowska dice: “Las cartas son un proceso liberador y un triunfo, una guerra compuesta de muchas batallas ganadas por ella misma día a día”. Podemos pensar que eran tristísimas esas batallas, sobre todo si consideramos que el corresponsal al que se dirigían las diatribas amorosas apenas respondía, como si no se dejara conmover por las palabras. Sabemos que una respuesta suya es al mismo tiempo que solicitada y anhelada, también una esperanza que se va diluyendo. En cambio, a través de la escritura de Castellanos lo vemos vivir. Las acciones del destinatario de esta correspondencia hablan por él, y eso está en el relato de las misivas de Rosario, en sus airados o atemperados reclamos, tanto como está ella misma: crece como escritora, construye una obra literaria, da clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, acepta invitaciones como profesora visitante en universidades de Estados unidos, además se ocupa de infinitas tareas domésticas. Y siempre con una plena conciencia de que quería y necesitaba escribir.

“Volveré a escribir mañana. Tengo demasiadas cosas que decir. Tengo que decirle de otra manera que lo amo”, le dice a Ricardo, en esa búsqueda de afirmarse en un sentimiento que la traspasaba, donde también la consumían la desesperación y tantas dudas. Esa exposición descarnada de su intimidad hizo que algunas voces críticas la consideraran “una plañidera”, cuando la correspondencia se publicó por primera vez hace 30 años. Leemos, estoy segura, de una manera distinta hoy, con menos prejuicios y reconociendo el derecho de la autora a decir lo que le venga en gana decir, como quiera decirlo. Rosario es clara y directa, tiene un sentido del humor portentoso, es capaz de reírse de sí misma –también de los demás–, es aguda, puzante, la principal jueza de sí misma, llega a describirse como “una exquisita máquina de sufrimiento”. En varios momentos es doloroso conocer su inseguridad, pero eso solo nos muestra a la escritora en toda su enorme complejidad.

En el libro de memorias Buscando Mercy Street, Linda Gray Sexton, hija de la poeta Anne Sexton, escribe sobre la etiqueta de “poesía confesional”, adjudicada a la obra de su madre, y desde donde muchas veces se le juzgó negativamente por decir demasiado de sí misma, demasiada víscera expuesta.Hablar con franqueza, sin justificación ni humillación, libera el encantamiento de la memoria y la mente, y se convierte en un modo de recobrar nuestra dignidad y nuestra fuerza”, zanja Linda. Pienso que estas palabras reflejan algo del espíritu o giro afectivo, como lo llama la poeta y ensayista Sara Uribe en el texto introductorio de las Cartas, con el que hoy lectoras y lectores están acercándose a la nueva edición de Cartas a Ricardo publicada por la UNAM en la colección Vindictas. “(…) Podemos leer sus expresiones de vulnerabilidad y de sus afectos más dolientes como la construcción de una subjetividad política que reivindica su y nuestro derecho a mostrarnos como seres con debilidades, contradicciones, asimetrías y e inestabilidades”.

Entonces, ¿qué espera quien escribe una carta de amor? Respuesta. Rosario Castellanos apenas vio algunas postales, contestaciones mínimas. A la poeta uruguaya Idea Vilariño la vida misma le respondió, no pudo vivir a plenitud su amor con Juan Carlos Onetti.

Dos de los más bellos poemas de Vilariño se titulan precisamente Carta I y Carta II. Del primero extraigo esta fragilidad:

Yo me estoy detenida
en tu mirar aquel
en tu mirada aquella
en nuestro amor mirándonos
y voy enajenada por la casa
apagando las luces
guardando los vestidos
pensando en ti
mirándote
sin dejarte caer
anhelándote
amándote
diciéndote querido.
“¿No le ha pasado nunca eso de sentirse inexistente?”, nos pregunta Rosario desde hace un siglo.

Que hoy sus nuevas y nuevos lectores les devuelvan la mirada a estas escritoras, sin condescendencia. Esa es la respuesta amorosa que yo anhelaría para ellas.

 

Socorro Venegas es escritora y editora. Su libro más reciente es Ceniza roja (Páginas de Espuma, 2022). Ha publicado, entre otros, el libro de cuentos La memoria donde ardía (Páginas de Espuma, 2019), las novelas Vestido de novia (Tusquets, 2014) y La noche será negra y blanca (Era, 2009), que serán publicadas en España por la editorial Contraseña. Ha recibido el Premio Nacional de Cuento “Benemérito de América”, Premio Nacional de Novela Ópera Prima “Carlos Fuentes”, Premio al Fomento de la Lectura de la Feria del Libro de León. Ha dirigido proyectos editoriales en el Fondo de Cultura Económica, donde creó la colección de álbum ilustrado “Resonancias”. Es directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, donde creó la colección de novela y memoria “Vindictas”, que recupera la obra de escritoras marginalizadas del siglo pasado. Su Twitter es @SocorroVenegas

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Posted: October 6, 2024 at 9:04 pm

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