Cuarta semana de cuarentena
Lorea Canales
17 de abril, 2020. Cuarta semana de cuarentena. En el ocio, aparentemente infinito, podríamos hacer una lista de películas malas con argumentos buenos. Entonces aportaría: Groundhog day. Así se siente la cuarta semana de la cuarentena: un día que no termina, pues todos los días se asemejan. Variaciones sobre el mismo tema. Quizás no sea lo más indicado para levantar ánimos, pero escucho repetidamente el Cuarteto para el Fin del mundo de Oliver Messiaen. En cierta forma, me consuela. Messiaen compuso la pieza mientras estaba internado en un campo de concentración nazi. Ahí hizo amistad con otros músicos, uno que tocaba el chelo y otro el clarinete. Encontrar amigos y apreciación por la música le dieron ánimos para seguir adelante. Yo estoy cómodamente en casa, pero pienso en los migrantes detenidos, viviendo en esas jaulas dentro de tiendas de campaña, afectados ahora por el virus. Para no caer en la depresión, me esmero en todos los ámbitos. Limpio, cocino, hago ejercicio, intento escribir. Veo la tele, juego crucigramas en el celular, me engancho en twitter. Cada día intento ser la mejor versión de mí, cada día me enfrento conmigo misma. Así sucesivamente at infinitum.
Eurípides, el gran dramaturgo griego, autor de Medea (si no han conocido alguna representación de Medea, este es el momento de pasar unas horas frente a los escenarios virtuales y ver algunas de ellas; la que más disfruté fue la de Fiona Shaw en la BAM), decía que hay dos tipos de tragedias, las que son causadas por fuerzas naturales: temblores, terremotos, sequías; y las que son causadas por el hombre: esclavitud, leyes injustas, fronteras. Sus obras intentan señalar las instancias en donde es el hombre y sus decisiones quienes ocasionan la tragedia. Ahora tenemos ambas tragedias, la desventura del virus y la desventura de las reacciones gubernamentales para combatir el contagio.
En el ocio infinito abro, al azar, el libro de Thomas Merton, La experiencia interior. Encuentro un pasaje en donde habla sobre San Juan de la Cruz:
Por esto, no te lamentes cuando tus rezos estén vacíos de un conocimiento preciso, racional de Dios, y no lo puedas asir con conceptos claros y definidos. No te sorprendas ni alarmes cuando tu voluntad no encuentra dulzura o consolación en las cosas de Dios y cuando tu imaginación se oscurezca y desordene. Estás fuera de tu alcance; tu mente y tu voluntad han sido llevados al límite de lo natural y no puedes funcionar como lo hacías porque estás frente a la presencia de una realidad que las sobrepasa.
No comparto esta cita tan larga para ponerme religiosa. Lo religioso me asusta. Su estructura menosprecia a las mujeres —las tres religiones monoteístas nos excluyen. Y la religión casi de secta que me tocó vivir en el Monterrey de los Legionarios me espantó para siempre. Recurro a Merton y a San Juan de la Cruz por su espiritualidad, porque nada me hace sentido racional. Tengo, entonces, que ir a otros territorios más escabrosos: los del corazón, los del alma. Pienso en la libertad. Al estar confinados y forzados, en cierta manera, a mantener tantas variables fijas: mismo piso, misma familia, mismas rutinas… podemos ajustar cómo reaccionamos a las cosas y podemos conocernos un poco más.
Existe el famoso episodio de Seinfeld, “The Opposite”, en donde George hace siempre lo opuesto a lo que normalmente haría, consiguiendo consecuentemente ser exitoso. Más allá de la comedia, en psicología, nuestras reacciones habituales pueden caer en lo que se conoce como trampas cognitivas. Hagamos un George. Cambiemos la rutina. Sacudámonos el tedio.
Yo nunca hubiera imaginado esto como la realidad, pero sí puedo ajustar como yo reacciono ante ella. No tengo remedios, ni recetas, prescripciones, ni consejos. Cuarta semana de confinamiento. Cuesta: física, económica y emocionalmente. El horizonte sigue nebuloso. Por eso me habla la cita de Merton, la realidad me sobrepasa, los conceptos claros se desdibujan. Pero puedo siempre ir hacia dentro y desde ahí, en los ritmos sincopados de Messiaen, encontrar cierta paz, esperanza y alegría.
(Por cierto, hoy, viernes 17 de abril, iba a ser la presentación de Mínimas Despedidas, en McNally Jackson. Teníamos grandes planes para ese encuentro. Además, iba a ir al béisbol con mi editor, fan de los Mets. En fin, ahora la realidad es otra.)
Lorea Canales es autora de Apenas Marta (Becoming Marta, 2011), Los perros (The Dogs, 2013) y Mínimas despedidas (Dharma Books, 2019). Ha sido incluida en diversas antologías. Su Twitter es @loreac
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Posted: April 27, 2020 at 3:25 pm