Essay
Julian Barnes a 3,000 metros de altura

Julian Barnes a 3,000 metros de altura

Jazmina Barrera

 Leí Niveles de vida (editorial Anagrama, 2014), de Julian Barnes, durante las cuatro horas que dura un vuelo de Nueva York a México. Escribo esto en el viaje de regreso.

Me pregunto en qué momento se perdió la emoción que me daba subirme a los aviones cuando era niña. Durante los últimos seis meses he estado a bordo de diez aviones distintos y la sensación es siempre de desconcierto. Hay algo antinatural en la manera en que los aviones nos arrancan del suelo. Es una elevación distinta a la de un globo aerostático, que se eleva poco a poco y sin esfuerzo. El avión despega de golpe, y como un golpe se siente la velocidad con la que nos separa del suelo. Los aviones desarraigan con la violencia de un jardinero que arranca una mala hierba.

La existencia de los humanos depende de la gravedad y el peso. En el aire la vida parece suspenderse, los pasajeros adquieren un aura fantasmal.

Niveles de vida es un ensayo acerca de la aeronáutica. Barnes hace un recuento de los primeros exploradores del aire, de las implicaciones que tuvo la nueva perspectiva aérea que los globos, los aviones y más tarde las naves espaciales dieron a la humanidad, empequeñeciéndola para siempre.

La idea principal del libro es que la unión de dos ideas o dos personas a veces puede cambiar el mundo. El protagonista en la primera parte es Félix Tournachon, alias Nadar, el fotógrafo francés del siglo XIX que tuvo la ocurrencia de reunir dos conceptos: la fotografía y la aeronáutica. En sus fotografías vemos las primeras imágenes de París desde el aire, el relieve de la ciudad y el dibujo que trazan sus calles.

Así funcionan los estereoscopios (y así también funciona la vista): unidas a través de un juego de espejos y lentes, dos imágenes planas adquieren de pronto una tercera dimensión. Dos visiones distintas se transforman en una misma, que gana en profundidad.

Barnes sugiere que así pasa también con el amor. Dos personas se encuentran y la reacción puede ser explosiva, como el globo de Pilâtre de Rozier que se incendió en el aire: “They may crash and burn or brun and crash.” (A veces explotan y se incendian, o se incendian y explotan.) Pero también puede ser que la suma cambie el mundo. Así pasó con Nadar cuando se enamoró de Sarah Bernhardt una actriz de personalidad fuerte y seductora, rodeada de amantes y animales, hecha a la medida del temerario fotógrafo. Sarah definió para siempre el rumbo de Nadar, y las imágenes que todavía hoy observamos. Así pasó también con Julian Barnes y Pat Kavanah, su agente, su esposa con la que estuvo casado casi treinta años en una inusual armonía.

Pero “toda historia de amor es también potencialmente una historia del duelo. Si no al principio, entonces después. Si no para uno entonces para el otro. A veces para los dos”. Sarah Bernhardt no quiso casarse con Nadar. Dijo que no estaba hecha para la felicidad, sino para el placer momentáneo. Pat Kavanah murió de cáncer cuando tenía 44 años.

La última parte del libro reflexiona sobre los matices del duelo. “Duele tanto como lo que valía, así que uno atesora el dolor, creo. Si no hubiera importado, no importaría”. Ya antes Barnes había escrito acerca de su miedo a la muerte, a la muerte en abstracto y a la suya propia. En este libro, la muerte de Pat es tan dolorosa que el Barnes de Nada que temer, que decía no querer morir por ningún motivo, considera seriamente la posibilidad del suicidio. Decide no hacerlo porque Pat sigue viva en su memoria y al matarse la habría matado a ella también de cierta manera.

La vida con Pat era una vida al nivel del suelo: con raíces y peso y sentido. La vida sin ella es tan vulnerable y volátil, tan irreal y turbulenta como la vida durante un vuelo.

Pienso en Julian Barnes a 3,000 metros de altura. Sus palabras pesan más que las toneladas de aire sobre mi cabeza. Con pocos autores siento que logran establecer esa conversación tan honesta y tan cercana. Pienso en el dolor que se siente cuando te arrancan del suelo y cuando te arrancan a alguien de tu lado. Cuando se pierde ese total que es mayor que la suma de los factores, y se pierde la profundidad, el peso. Se vive entonces entre las nubes del duelo “que no convocamos en primer lugar y que no tenemos forma de dispersar”.

BarreraJazmina Barrera es autora de Cuerpo extraño (Literal Publishing, 2013) y columnista de Literal.


Posted: April 9, 2015 at 5:17 am

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