Reviews
La huida interminable
COLUMN/COLUMNA

La huida interminable

Rose Mary Salum

Hace algunas semanas, en mi cuenta de Twitter, pedí recomendaciones de libros cuyo tema fuera el duelo. Tan solo este semestre había perdido a tres familiares muy cercanos y muy queridos. Entre ellos, a mi hermano.

La respuesta que obtuve a mi petición fue abrumadora. Las sugerencias iban desde autores como Lewis Carroll o Roland Barthes hasta Joan Didion o Eduardo Halfon. Algunos de ellos los había leído, otros, sigo buscándolos porque cada vez es más difícil conseguir títulos que no sean novedad. Pero la sorpresa más grata fue Ceniza Roja (Páginas de espuma, 2022) de Socorro Venegas.  El formato de pasta dura, las figuras níveas y melancólicas de la portada y, sobretodo, el depurado lenguaje sobre el duelo, hicieron de este volumen una experiencia conmovedora.

Se trata de un libro sobre la pérdida del ser amado, específicamente sobre Alan, la pareja de la autora que murió de forma inesperada en la casa que compartían.

“Ahora veo lo que tú y yo no somos más” dice en el primer texto refiriéndose a lo que, a partir de ese momento, será una aventura desierta. Los capítulos son breves, son más bien entradas de un cuaderno a manera de diario, como pequeñas exhalaciones rítmicas que se concentran en la intención de no morir. No morir de añoranza, de dolor, de vacío. ¿Cómo transitar un camino así, poblado de la constante ausencia, carencia, un camino en soledad que se experimenta como mutilación, como el quebrantamiento del futuro imaginado cuando la pareja con la que se ha compartido todo, incluso el sueño de un futuro, se ha evaporado de forma inesperada? A través del lenguaje, pareciera expresar este libro, porque al nombrar se exorciza, o quizá se entiende. Aunque ese entendimiento nos hunda más en la nostalgia, en la añoranza.

En ese sentido, Ceniza roja también es un salva vidas para el que intenta atravesar las horas, los días y las semanas sin derrumbarse. Comenzó a escribirse tres meses después de que la presencia de la muerte dejara sola a la autora. Fueron indicaciones del psiquiatra. La escritura podría ser la promesa de la salvación, un contenedor que recibiera aquello que el cuerpo ya no podía soportar. Un lugar de refugio para los que tarde o temprano transitaremos algo similar. Y es lo que nos dice Venegas cuando todos hemos sufrido ese desmembramiento interno: este libro acompaña.

Sus páginas guardan una premonición. En el aniversario de la partida de Alan, nos dice:  “Estas letras que veo surgir, ¿puedo preguntar cómo las leeré después? ¿Qué me dirán?”  Yo le contestaría que dicen tantas cosas… Algo así como que estamos en el ahora, en nuestro presente mirando hacia un pasado capaz de doblegar a cualquiera. Que su escritura no solo fue  releída  por ella cuando, años después, accidentalmente la encontró durante una mudanza, sino también por Juan Casamayor, su editor, por Gabriel Pacheco, el ilustrador y ahora, por nosotros, sus lectores.

Si el amor ha sido pleno, nos dice José Carlos Ruiz en su Filosofía ante el desánimo, la carencia y la sensación de mutilación se presentan bajo toda la amplitud del dolor. Cuando muere el amado, nos alcanza la parálisis y no hay directrices. Percibimos un agujero que antes no existía, generando una oquedad. La persona que nos había acompañado en el devenir de la vida desaparece y el camino se nubla. Este sentimiento de privación ha sido sustituido por el sentimiento de pérdida, que no es lo mismo. Amar implica profundizar en el otro, comprender su fondo. Si el amor ha sido un capricho, su desaparición se percibirá como una pérdida, no como una falta. Es más fácil perder algo que carecer de ello porque la pérdida se enfoca en lo externo. La carencia se asienta en lo propio y eso, atormenta. En el caso de Ceniza roja, esa carencia esa huida interminable se experimenta como desmembramiento, como una mutilación que surge desde el alma.

Pero esto, como ella misma lo afirmaría después, es vivir. Porque la muerte nos indica el camino de la vida. En cada poema, cada cuento, cada texto, se abre una realidad que va más allá de la que se nos presenta. Sabemos de los deseos de la autora /personaje. Sabemos de esas otras ilusiones y encuentros que sucedieron en su vida gracias a la sugerencia, a eso que Ana García Bergua llama la precisión en la ambigüedad, en su manera de tratar el lenguaje que desvela otras situaciones que corren paralelas al duelo. Y que en este libro actúan como una balanza donde el peso y el contrapeso quedan en una línea horizontal. Sí, el libro es un duelo, pero también es una celebración de vida. Es un recordatorio de que, a pesar del vacío, la vida continúa y no hay más que abrirse a ella y dejarse arrastrar por su vitalidad. Por eso Venegas nos dice:

Quiero amar otra vez. Sentirme incompletamente viva, otra vez.

Apártame de la oscuridad, sé la inmensa vocal de la vida otra vez.

Apártame de ese sepulcro que guarda lo que antes era todo para mí.

Ese deseo vital se representa con la ambivalencia del color rojo. Porque el rojo puede ser un símbolo de vida y muerte. Las nochebuenas rojas anuncian una Navidad que se concibe como el término del año pero también como el inicio de la vida. Las alas de las golondrinas se han manchado de rojo. Un rojo que encuentra eco en los subtítulos de los textos, en el uso del color en las preciosas ilustraciones de Pacheco y en la tradición personal de la propia autora quien ha ido insertando los colores entre los títulos de sus obras pasadas.

Y así, se abre a la esperanza. Una esperanza que intuye una vida futura a pesar del agnosticismo por el que transita cuando todo sucede: “No tenía creencias sobre un más allá o la transmigración de las almas, pero en cada nervio y vértebra sintió que se abría un canal, que sus entrañas se hendían. Como si lo hubiera parido para otra mujer, en un mundo invisible.” Y esa esperanza se va desdoblando a través de la historia hasta que llega al deseo más íntimo y natural como el de querer un hijo.

Este es un título que apela al fundamento dual de la vida y la muerte pero este libro también podría ser un poemario, o una crónica, o unas memorias, o un objeto que acompaña, o un diario, o simplemente un libro que comparte y quizá, consuela. Esto es Ceniza roja, una historia de soledad escrita y deseo vital. Un libro que estará entre nosotros como lo son los procesos naturales de nuestra existencia.

 

 

Rose Mary Salum es la fundadora y directora de Literal, Latin American Voices. Es la autora de Donde el río se toca (Sudaquia, 2022),  Tres semillas de granada, ensayos desde el inframundo (Vaso Roto, 2020), Una de ellas (dislocados, 2020). El agua que mece el silencio (Vaso Roto, 2015), Delta de las arenas, cuentos árabes, cuentos judíos (Literal Publishing, 2013) (Versión Kindley Entre los espacios (Tierra Firme, 2003), entre otros títulos. Sus obras se han traducido al italiano, búlgaro y portugués. Su Twitter es @rosemarysalum

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor

Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.


Posted: July 6, 2022 at 9:00 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *