Poetry
Tierra prometida

Tierra prometida

Issac Goldemberg

El vacío del día de los humanos que parten,
el vacío del tiempo de los humanos que llegan,
el presente graba.
Amor para el amigo amigo,
para el amigo enemigo,
los gritos del presente y los del pasado,
todo se une y todo se entrevera.
Los libertos de la espada frente a la risa del gato,
las despedidas del fuego,
los libertos al encubierto en medio del bosque,
la luz del día o de la muerte,
en los oídos del cordero.
Cobardes conocidos de guerras audaces,
todo lo transportan,
seres que en silencio parten
hacia sus otros ellos,
cosida la soga de tierra y agua,
el presente graba.

En el deseo de transmutar el futuro,
en los planetas vacíos,
en las presencias amargas,
una larga cadena nos dejó caer.
Faltó la paz en cuevas y cabañas.
Abundó la guerra.
Sin uno o dos números o además del cero
ignoraron el futuro en su construcción.

Operadores de almas en la tierra.
De seres que libraban batallas y guardaban la libertad
y morían blasfemando y maldiciendo,
las manos abiertas, abiertas las almas,
de seres que mostraban las bocas abiertas,
nos sonaba desalentador su bullicio.
La memoria perdía sus espacios de dolor,
incubamos el deseo de despertar
y hablamos colectivamente en el sueño.
No guardamos el aire prendido,
hemos aceptado destruir el futuro,
su espíritu y su respiración.
Hemos aceptado el cuerpo de los que despiertan.
El futuro se inquieta
en el estancamiento de muchas horas.

Cabezas erguidas para la lectura de la vida,
esa luna apagada,
derrochar el futuro,
más lejos de la húmeda tierra,
y más lejos del fuego.
Jóvenes de rodillas con sus rostros iluminados,
ponían al dios,
desde la sombría ignorancia,
donde faltara la expansión fresca del agua,
y una ausencia de grandes ascensos,
negaba interpretar el caos del porvenir.
Con la levedad del aire,
esos espacios huecos de los días
que partían con la frente encubierta,
eran las noches para descartar.

Hombres se destapaban los oídos para escuchar
el final del largo tiempo,
el audaz descenso,
pálidos y arropados se inmovilizaban en los
palacios.
Y nada unido por una cadena ancestral.
Sus lejanos aullidos de movilidad,
el frío propiciaba sobre la piedra.

Y a la oscuridad se abrían los huecos de la ciudad,
se alargaba y se erguía el valor,
tras pocos días de un mundo desconocido
como blanca maldicion se alzó el humano con
vida.
En el fondo de la tierra se aceptaba la bendición
de sentarse bajo fuegos apacibles nunca apagados.
Y aquí faltaban las plantas, nunca distintas,
como piedras embelleciendo los troncos fuera de
la tierra.
Hombres y mujeres incubaban el deseo de
despertar
y reían en público.
Sí había seres que hicieran la guerra
y conservaran la libertad,
seres que devolvieran los espacios del dolor,
pero no seres que entregaran la sombras
prendidas,
los constructores de metas fijas.
Con la levedad del aire,
el pasado todo lo graba.


Posted: April 22, 2012 at 4:57 pm

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