Essay
Mide tu vuelo por el mío. La promesa del padre
COLUMN/COLUMNA

Mide tu vuelo por el mío. La promesa del padre

Socorro Venegas

Entre el sol y el agua del mar, Dédalo le advierte a Ícaro que debe volar en medio de esos dos grandes peligros. Así habla el padre en Las Metamorfosis, de Ovidio: “Mide tu vuelo por el mío, yo te precederé, y siguiéndome próximo, caminarás con seguridad bajo mi dirección”. En la profundidad del consejo o advertencia con los que amamos a nuestros hijos, frecuentemente incluimos también una promesa: “así estarás bien”, “nunca estarás solo”, “no te perderás”. Pero, ¿de veras podemos hacer esas promesas, o mejor aún, cumplirlas?

En Aquí estamos. Notas para vivir en el planeta Tierra, el nuevo libro del escritor e ilustrador Oliver Jeffers (Australia, 1977), a publicarse por el Fondo de Cultura Económica este año, hay un texto sencillo y entrañable, y también más profundo de lo que parece. El autor dedica el libro a su hijo recién nacido, Harland: “Este libro se escribió en los primeros dos meses de tu vida, mientras intentaba hacer que todo fuera comprensible para ti. Estas son las cosas que creo que debes saber”.

Como sucede en los álbumes ilustrados, la historia comienza desde las guardas, donde Jeffers presenta una ilustración del espacio sideral; la toma es aún muy abierta, apenas para saber por dónde queda la Estrella del Norte. Ahí comienza el tour, con una oferta: “Cómo encontrar tu camino cuando te has perdido”. La vista panorámica se irá cerrando, hasta que entremos a la atmósfera terrestre.

En el texto, el autor, o más precisamente, el padre, siempre va a dirigirse al hijo directamente para decirle con sencillez y humor cosas como, por ejemplo, qué es la Tierra: “donde estamos parados justo ahora” o el mar, ese colosal desconocido “lleno de cosas maravillosas”. Le habla de la importancia de cuidar el cuerpo, pues “la mayoría de sus partes no vuelve a crecer”. Qué se hace de día, qué pasa de noche, por qué respetar a los animales y que hay personas muy diferentes en el mundo. Que el tiempo se va muy de prisa y conviene usarlo bien.

En la construcción de su itinerario, Jeffers propone una ética. No es sólo el mundo en donde Harland va a vivir, sino cómo puede vivir en él. Vuelvo a las palabras de Dédalo, que quería ser, para Ícaro, la medida de lo posible. Su protector, su referencia del mundo. De hecho, Jeffers mencionará un consejo de su padre, una manera de honrar a quien le mostró el planeta.

En Aquí estamos…, también llega la página, de fondo oscuro, sin ilustraciones, donde la frase que más puede temer un padre, pero quizás también un hijo, se asoma: “Y cuando no esté por aquí…” Aparece entonces la promesa mayor del libro: “…siempre podrás preguntarle a alguien más. Nunca estás solo en la Tierra”.  Me sorprendieron y conmovieron el valor y la esperanza contenidos en estas frases simples, ligeras, hondas. Y no pude evitar preguntarme si le podemos ofrecer a nuestros hijos ese mundo capaz de darles respuestas. Este planeta lleno de gente, donde algunos no van a dejar solo al hijo que tarde o temprano nosotros sí.

¿Qué hace un hijo ante la ausencia del padre?

Mariela Sancari, fotógrafa argentina radicada en México desde hace un par de décadas, perdió a su padre cuando tenía 14 años.  Se suicidó. Ella y su hermana gemela no pudieron despedirse de él, no vieron el cuerpo muerto. Ignoran si eso se debió sólo a una decisión familiar para evitarles una impresión terrible, o si fue por la tradición judaica a la que pertenecen. Como haya sido, la confirmación visual no llegó. Y ambas crecieron imaginando a su padre en las calles, en los cafés, sintiendo que podían tropezar con él en cualquier momento.

Mariela creó entonces un proyecto fotográfico, no para documentar la realidad, sino, como ha explicado ella misma, “para darle un rostro a una fantasía”. La fantasía es esta: buscar a su padre, Moisés, en distintos hombres de 70 años, la edad que tendría en la actualidad, y fotografiarlos. El proyecto creativo, potente, íntimo, recibió el apoyo del FONCA. Mariela fue de regreso a Buenos Aires, el último lugar habitado por su padre, para pegar anuncios en la calle con una foto de él y convocando a señores que tuvieran la edad buscada y algún parecido.

El simulacro, la búsqueda y el encuentro del padre para registrar ahora sí una imagen de él, pero vivo, fue más allá. Les pidió que usaran ropa del muerto, incluso Mariela aparece en una de las imágenes mientras uno de ellos le cepilla el cabello. Un recuerdo o un gesto añorado del Moisés perdido.

La serie fotográfica, “una tipología” de varios Moisés, es inquietante para empezar por el nombre: “Moisés no está muerto”. Niega la incertidumbre y la alimenta al mismo tiempo. Entre la pesadilla y la realidad, lo incierto. ¿Hay mejor materia para una obsesión que el espacio de la pérdida, apto siempre para la especulación?

Mariela también ha publicado un libro con las fotos, cuyo título lleva el nombre de su padre. Es un objeto fascinante. Propone una lectura que necesita de dos hemisferios: para leerlo, para mirar las imágenes, hay que abrir la página derecha, luego la izquierda. Siempre tendremos en la manos un tríptico. Lo primero que vemos es cómo va apareciendo, fragmentado, el rostro del Moisés primigenio. Incompleto, es muy significativo que lo que se omite del rostro sean los ojos. Precisamente los órganos relacionados con la vocación artística de Mariela, pero también con el germen de esta obra: “la tanatología afirma que no ver el cuerpo muerto de nuestros seres amados evita que aceptemos su muerte”, escribe la artista.

Al avanzar en la lectura de Moisés (La Fábrica, 2015),* es inevitable pensar en las posibles historias detrás de esos hombres mayores, todos de ojos claros, según pedía el anuncio. Me pregunto si tienen hijos y qué clase de padres fueron. Cómo crecieron ellos mismos. Qué pensarían del proyecto de Mariela. El que le cepilló el cabello, ¿haría eso con sus hijos? ¿Quiénes fueron sus padres? ¿Qué les dijeron del mundo? ¿Los amaron?

Aunque quizás los motivaba el pago que se ofrecía a cambio de posar para las fotos, esos Moisés contribuyeron con un exorcismo. Regreso al libro de Jeffers: “Nunca estás sólo en la Tierra”. Sé que fue un ejercicio extenuante para Sancari audicionar a tantos candidatos, escudriñarlos en busca de Moisés. Pero, como ella misma escribe, esa ficción –para mí, una especie de puesta en escena–, la ayudó a sanar de alguna manera esa herida de ausencia.

Padres e hijos, el juego de espejos inacabable. Quizás los amores más difíciles y entrañables. Un padre es una promesa. Puede ser el que nos reciba y nos acompañe para mostrarnos cómo estar en la vida y también puede ser el que salte al vacío.

*El libro está agotado, pero en esta página se pueden descargar las fotos y seguir las instrucciones para armarlo: www.marielasancari.com

 

Socorro Venegas es escritora y editora. Ha publicado las novelas Vestido de novia (Tusquets, 2014) y La noche será negra y blanca (Era, 2009); los libros de cuentos Todas las islas (UABJO, 2003), La muerte más blanca (ICM, 2000) y La risa de las azucenas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1997 y 2002).  Ha recibido el Premio Nacional de Cuento “Benemérito de América”, Premio Nacional de Novela Ópera Prima “Carlos Fuentes”, Premio al Fomento de la Lectura de la Feria del Libro de León y el Premio Ciudad de México por el programa “El Fondo visita tu escuela”. Dirige las colecciones para niños y jóvenes del FCE. Su Twitter es @SocorroVenegas

 

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Posted: June 3, 2018 at 10:55 pm

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