Essay
¿A cómo el kilo de doble moral, marchanta?
COLUMN/COLUMNA

¿A cómo el kilo de doble moral, marchanta?

Miguel Cane

A estas alturas del poema, el — vergonzoso— asunto de Tania Reza, Enrique Tovar y la famosa “bubi” manoseada como fruta en tianguis, ya es tan del dominio público como en su momento, hace una década, lo fuera la igualmente ignominiosa caída del gordito regiomontano Edgar (“¡Ya güey!”) en un arroyo. Es tema de conversación (y sorna) en todas partes, lo mismo en taquerías que en el Au Pied du Cochon. Sin embargo, hay algo que no está bien en el cuadro. Por un lado, el brote de doble moral nacional que se patenta en la actitud de la televisora de marras (ya saben de quiénes hablo) y su “ahora sí”, “ahora no”, que le resta seriedad a un asunto delicado como lo es el acoso sexual, por muy disfrazado de bromita inocente que sea.

Lo que es vil entre pubertos en un patio de escuela secundaria, no lo es menos entre adultos “profesionales”. Lo ruin se multiplica exponencialmente cuando la televisora decide hacer ejemplo, o bien, leña del árbol caído y se presta a un sainete barato, manipulando su doble moral, para obtener a cambio una relevancia que no tenía su mercado local —estamos hablando, irónicamente, de una estación ubicada en Ciudad Juárez, el punto número uno de feminicidios en la república mexicana— de la peor manera posible.

Pero, vayamos por partes. ¿Quién es Tania Reza? ¿Quién es Enrique Tovar? ¿Qué son? En el cínico lingo de quienes están en el mundillo de los medios electrónicos centralizados en la capital, la respuesta suele ser cínica y simple. “Un par de tetas y un pobre pendejo”. Es decir: Nadie. Nada. Pero ahora, con este escándalo, están en boca de medio mundo y aparecen en todas las revistas —desde la deleznable, pero cada vez más influyente, TVNotas, hasta en esta columna—; de pronto pareciera que ha rendido fruto la estrategia que, alegan, “sólo fue una bromita”.

¿Una broma? Desde siempre, en el sentido del humor mexicano tradicional, la noción del acoso sexual se ha tomado a chiste. Ahí tenemos, por ejemplo, a la exitosa María Victoria, sublime cantante de los años 40, que para los años 60 había devenido en estrella de la televisión en el rol de La criada bien criada, como Inocencia, que no era más que una variación de Paquita, un personaje que encarnara en algunas cintas cómicas de la llamada “época de oro” una empleada doméstica de voluptuosas formas, que mediante astucia, logra vencer los torpes intentos del moscardón en turno de meterle mano. Cuántas risas da ver cómo el cómico da una nalgada —o lascivamente frota la asentadera— de una muchacha que después le da un bofetón por su frescura tan singular. Risas grabadas.

Pero lo presentado en el presunto programa de “entretenimiento” ATM, no era ni una broma, ni es digno de risa. Tovar, en su rol de galán norteño y Reza, en su rol de atractivo visual, no tienen ningún tipo de gracia (o siquiera elegancia) en su interacción: son un par de imbéciles a quienes el guión se les fue demasiado lejos. ¿Victimizar a Reza? ¿Por qué? ¿Por ser mujer y por que se le tocó (aparentemente, ojo aquí) sin su consentimiento en un seno? Al principio, la indignación parece justificada —en su muro de Facebook, Reza clama y denuncia; dice que ha sido obligada a mentir y que no hay tal “broma”. Dos días después, su indignación desaparece toda vez ella y Tovar han sido reconvenidos por la todopoderosa televisora, asustados con un “despido” (lo que implicaría que el sueño de ambos, compartido virtualmente con cualquiera que trabaja como conductor en televisión de provincia, de viajar al DF y convertirse en “estrellas” del canal de las ídem, se iría al diablo) y reinstalados en su programación habitual, mientras que también acceden a recibir una serie de sesiones de “sensibilización” cortesía de la noble CONAPRED.

¿Qué clase de doble moral es ésta? ¿Hubo o no hubo acoso? Reza —que aprovechó cada minuto de reflector lanzado hacia ella, aún si no se trataba de algo halagador, pero la fama es más fuerte que la dignidad— no hablará más al respecto. Tovar menos. El tema es tabú (a menos que les convenga a futuro sacarlo a colación) y la culpa del incidente se ha lanzado sobre la anónima masa de la producción; cualquiera puede ser acusado de la “ocurrencia” y ser suspendido o reemplazado. La televisora manda un communiqué categórico: estas cosas no les gustan y no son dignas de sus ondas de emisión. Las cosas cambiarán.

Sí, cambiarán, pero antes vamos a ver otra telenovela, otro reality, otro episodio de Laura Bozzo. Vamos a degradarnos otro poco y, luego, hablaremos de acoso. Cuando ya no importe.

Cane fotoMiguel Cane es autor de la compilación Íntimos ensayos y de la novela Todas las fiestas de mañana. Es colaborador de Literal. Su Twitter es @aliascane


Posted: November 3, 2015 at 10:23 pm

There are 2 comments for this article
  1. Sinue at 7:23 am

    El autor menciona que el asunto no es de risa. Sin embargo, me da risa como el texto intenta sacarme una risa hasta lograrlo ¿Será que la ironía, catalogada como menos vulgar, no es asunto de risa?

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