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EL DIAGNÓSTICO Y LA ENFERMEDAD

EL DIAGNÓSTICO Y LA ENFERMEDAD

José Antonio Aguilar Rivera

Los productos milagrosos del Bienestar, como el extinto INSABI, el aeropuerto Felipe Ángeles y los programas como Sembrando Vida, son los ungüentos mágicos de un gobierno que ha hecho de la ciencia y las universidades sus enemigos personalísimos. Era, después de todo, natural que así fuera. Es el gobierno de los detentes.

Conforme las elecciones del próximo año se acercan se vuelve imperativo entender las razones que han puesto al país al borde de la regresión autoritaria. Importa entender aquello que no entendimos en 2018 para no cometer los mismos errores. Hace unas semanas Jorge Volpi ofreció un ejemplo de los tics argumentativos más socorridos en cierto sector de la comentocracia (“Diagnóstico y remedio”, Reforma, 3 de junio 2023). La idea es que el diagnóstico de Andrés López Obrador de la situación del país hace un lustro era impecable, pero desafortunadamente aplicó al paciente un remedio equivocado. Más de la ineficaz medicina del pasado. La idea es la siguiente: “México es un enfermo crónico aquejado por un sinfín de padecimientos, la mayor parte de los cuales derivan de una clase política dedicada a proteger sus propios intereses, indiferente al bienestar general. Con un lenguaje tosco a aproximativo, famosamente pausado, y lleno de giros populares, señaló a esa mafia en el poder que al calor del neoliberalismo desmanteló la capacidad de acción del Estado, construyó un sistema de justicia inoperante –o más bien a su servicio—nos sumió en una imparable ola de violencia y preservó la brutal desigualdad –con sus dosis de racismo y clasismo—que nos define”. Desafortunadamente, se lamenta Volpi, “en casi todos los órdenes, a la precisión del diagnóstico le ha seguido una avalancha de malas o pésimas decisiones que, a estas alturas de su mandato, no parecen obedecer a una auténtica voluntad de transformación… sino al deseo de revancha y a la más pura y descarnada obsesión por el poder”.

Me interesa el alegato de Volpi, no sólo porque es muy socorrido en nuestra discusión pública sino por lo que revela de quienes creen en él a pie juntillas. El diagnóstico aquí esbozado lejos de ser realista es evidencia de la fantasía del moralista. No porque el país no sufriera serios problemas –es evidente que así era– sino porque la etiología del mal es errada en casi todos los frentes. Además, comparte la inanidad conspirativa del populismo. El primer error es creer que la clase política (“la mafia en el poder”) es un factótum responsable de todos los males del país. La explicación es de una simpleza ramplona. Las élites son producto de la sociedad misma y de las condiciones estructurales que crean incentivos para su comportamiento. Crear villanos es un recurso pedagógico del moralista, pero no de quien pretende explicar la realidad. Es este moralismo elemental el que impide analizar los saldos de los últimos cuatro lustros con realismo. El Estado mexicano ha sido secularmente débil (empezando por sus bases fiscales y la desigualdad) pero tenía modestas capacidades en diversas áreas: en la ciencia, en la educación y en la salud. Durante décadas se intentó construir mecanismos compensatorios que paliaban moderadamente esa debilidad. Es la historia del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), el Seguro Popular, y una reforma educativa que contemplaba la profesionalización del magisterio así como escuelas de tiempo completo. Nada de eso era perfecto y los diversos programas compensatorios tenían fallas indudables. Sin embargo, mirar esos esfuerzos como “el desmantelamiento del Estado” no sólo es obtuso: revela una incapacidad para reconocer la realidad.

Sin las reformas al sistema de justicia, como hacer de la Suprema Corte de Justicia un tribunal constitucional de verdad, tendríamos aún menos justicia de la que tenemos. Tan significativa fue la construcción de la institucionalidad del periodo de la incipiente democracia mexicana que lo que queda de ella es lo que impide que hayamos regresado a ser un régimen autoritario. La incapacidad de Volpi de apreciar el hecho central de la vida política de México en los últimos veinte años –la instauración de la democracia— es simplemente pasmosa. Cegado por la idea de que la vida del país transcurre en un loop de gatopardismo sin fin no puede reconocer lo nuevo de nuestra circunstancia. El moralista, enamorado de su jeremiada, no puede pensar críticamente y por ello es presa fácil, ayer, ahora y mañana, del demagogo disfrazado de redentor. Prefiere la homilía al análisis. Es cierto que existen, como rasgos inveterados en la sociedad mexicana, la desigualdad y el racismo, pero ¿cuál de las recetas del charlatán que ganó las elecciones en 2018 se hacía cargo de manera realista de sus causas profundas y estructurales, de sus nudos históricos?

La voluntad de creer es virtud del beato, no del analista. Lo que nadie sabía era que la política clientelar que el nuevo gobierno desplegaría sería fondeada desvalijando al de por sí raquítico Estado mexicano. Un diagnóstico correcto de una enfermedad no significa simplemente constatar los síntomas externos del mal, sino determinar su etiología, sus causas. Contra lo que sugiere el lugar común de Volpi, el diagnóstico de los males seculares del país del actual gobernante y sus adláteres fue en prácticamente todos los casos, equivocado. El fracaso de sus “remedios” no es extraño. Los productos milagrosos del Bienestar, como el extinto INSABI, el aeropuerto Felipe Ángeles y los programas como Sembrando Vida, son los ungüentos mágicos de un gobierno que ha hecho de la ciencia y las universidades sus enemigos personalísimos. Era, después de todo, natural que así fuera. Es el gobierno de los detentes. Sólo los analistas burriciegos se solazan en sus certezas morales, relevados de la obligación esencial de explicar.

 

José Antonio Aguilar Rivera (Ph.D. Ciencia Política, Universidad de Chicago) es profesor de Ciencia Política en la División de Estudios Políticos del CIDE. Es autor, entre otros libros, de El sonido y la furia. La persuasión multicultural en México y Estados Unidos (Taurus, 2004) y La geometría y el mito. Un ensayo sobre la libertad y el liberalismo en México, 1821-1970 (FCE, 2010). Publica regularmente sus columnas Panóptico, en Nexos, y Amicus Curiae en Literal Magazine. Twitter: @jaaguila1

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Posted: June 21, 2023 at 8:34 pm

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