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En el pecado llevan la penitencia

En el pecado llevan la penitencia

Fernando García Ramírez

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Un portaaviones permanece frente a las costas de Ensenada. Un buque destructor viaja ahora mismo al Golfo de México. Donald Trump ha declarado que no descarta una incursión militar en nuestro país. La amenaza es realmente seria. La más seria amenaza militar que hemos sufrido en más de cien años. En este contexto, se descubre un campo de exterminio en Jalisco.

El 26 de septiembre de 2014 fueron secuestrados en Iguala, Guerrero, 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. De inmediato, toda la estructura del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y una multitud de sus partidarios hicieron suya esa causa y de inmediato, a pesar de tratarse de un asunto local, señalaron: ¡Fue el Estado!

Hicieron posters, camisetas; hicieron marchas y pintaron bardas. Acostumbraban reunirse por las noches, encender velas y hacer un pase de lista por los 43 desaparecidos. Lucraron políticamente a fondo con el tema de Ayotzinapa.

Poco más de diez años después, el grupo Guerreros Buscadores encontró en el Rancho Izaguirre, en Jalisco, zapatos y ropa que se presume pertenecieron a más de 200 personas desaparecidas. De inmediato, siguiendo el patrón establecido por Morena y sus partidarios, la sociedad civil y los medios de comunicación señalaron: ¡Fue el Estado!

Si hace diez años para los dirigentes de Morena resultaba muy clara la responsabilidad federal en la desaparición de los estudiantes, ahora que están en el poder acusan, en voz de la presidenta, de “¡carroñeros!” e “¡hipócritas!” a los que responsabilizan al gobierno federal por sus omisiones (el rancho supuestamente había sido supervisado hace unos meses por la Guardia Nacional) y su posible complicidad.

El modelo de crítica social, ríspida y estridente, que Morena impuso ahora se les revierte. Y no saben bien cómo reaccionar. La presidenta y el diario oficial (La Jornada) primero trataron de negar que el rancho fuera un campo de exterminio. No se encontraron hornos, dijeron. Les tuvieron que explicar que se usaron hoyos para incinerar los cuerpos. ¿Dónde están los muertos?, reclamaron. Los quemaron. Sólo quedaron centenares de huesos y más de mil prendas de ropa y calzado. “¿Quién dice que los zapatos que se encontraron son de personas desaparecidas?”, cuestionó el senador morenista Fernández Noroña, en una de las declaraciones más infames suscitadas por este hecho monstruoso.

Más vergonzoso aún fue el hecho de que los restos de este campo de exterminio no fueron encontrados por las fuerzas federales sino por un grupo de buscadores, desesperados por no encontrar a sus hijos. Si el hallazgo ha alcanzado no sólo una dimensión de escándalo nacional sino internacional ha sido por el contexto en el que se dio el descubrimiento. El gobierno morenista lleva algunos meses presumiendo de que el índice de homicidios ha descendido. Hasta que un periodista advirtió que mientras que el número de homicidios bajaba, crecía en la misma proporción el número de desaparecidos. Los medios nacionales comenzaron a revisar las cifras. Pronto quedó al descubierto que el gobierno se ha dedicado a manipular groseramente las estadísticas para engañar a la ciudadanía. Los grupos criminales, como haciéndole un favor al gobierno, desde hace algún tiempo en lugar de asesinar y dejar un regadero de cuerpos se dedica a desaparecerlos, a esconderlos en fosas o a incinerarlos, como seguramente ocurrió en el Rancho Izaguirre. Se calcula que en el sexenio de López Obrador fueron localizadas más de 3 mil fosas clandestinas.

El gobierno se ha dedicado a negar o minimizar lo que ocurrió en ese rancho de la muerte. No reparan en que no solamente se encontraron osamentas y ropa sino que hay testigos sobrevivientes de lo que ahí ocurrió. A los pocos días de los macabros descubrimientos la presidenta organizó un festival musical en el Zócalo. Inmediatamente después su equipo de comunicación subió un video en el que se le ve alegremente bailando con niños. En otro país, el gobierno decretaría días de luto nacional. En México, el gobierno se ha mostrado frívolo y lo que es peor: indiferente al dolor de los familiares de las decenas de miles de desaparecidos. Hasta la fecha, siguiendo en esto a López Obrador, Sheinbaum se ha negado a recibir a las madres buscadoras. Este es el talante cruel del llamado “humanismo mexicano”.

¿Por qué tanto Sheinbaum como López Obrador se negaron a reunirse con las madres buscadoras? No se trata del “daño a la investidura”, como ridículamente mintió López Obrador. Felipe Calderón, siendo presidente, se reunió con las familias de las víctimas de las Villas de Salvárcar. Le reclamaron airadamente, Calderón como pudo les dio su explicación, les pidió disculpas, los abrazó, estuvo con ellos. ¿Por qué los dirigentes morenistas se niegan a ese gesto catártico? Si no quieren que la prensa registre los reclamos, lo podrían hacer a puerta cerrada y prohibiendo los celulares. No se pueden reunir con ellos porque les ardería la cara de vergüenza si lo hicieran. No podrían aguantar la mirada de las representantes de las 142 mil madres de los desaparecidos. No pueden recibirlas porque temen que, más que reclamos por su ineficacia, les echen en cara la complicidad con el crimen organizado.

No es un secreto a voces la intolerable relación del gobierno morenista con el crimen organizado. No me voy a detener en las frecuentes visitas de López Obrador para reunirse con los capos en Badiraguato, ni en el saludo del ex presidente a la mamá del Chapo, ni siquiera a la liberación ilegal que ordenó López Obrador de Ovidio Guzmán, voy a referirme a cosas concretas que han pasado en las últimas semanas. El Departamento de Estado y la Casa Blanca públicamente denunciaron la relación entre el gobierno actual y los cárteles de narcotraficantes. Declaraciones semejantes ha realizado el presidente, el líder del Senado y el responsable de las relaciones exteriores de Estados Unidos. Por considerar intolerable esa relación, Estados Unidos amenaza a México con la imposición de severos aranceles. Aviones espías norteamericanos sobrevuelan el noroeste del país y el sur de México. Un portaaviones permanece frente a las costas de Ensenada. Un buque destructor viaja ahora mismo al Golfo de México. Donald Trump ha declarado que no descarta una incursión militar en nuestro país. La amenaza es realmente seria. La más seria amenaza militar que hemos sufrido en más de cien años. En este contexto, se descubre un campo de exterminio en Jalisco. Y a los pocos días se descubre otro en Tamaulipas. Hay indicios que funciona otro en Nuevo León. Todos los días se suceden estos tétricos descubrimientos. Cabe decir que ninguno de estos campos de exterminio pudieron funcionar sin la mirada omisa o cómplice del gobierno de Morena. Por si fuera poco, circula profusamente un video en el que miembros del Cartel Jalisco asumen la defensa del gobierno y critican las labores de las madres buscadoras.

Hace diez años, cuando estaban en la oposición, los morenistas gritaron “¡Fue el Estado!” en protesta por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Hoy que están en el poder mienten, encubren, tuercen cifras, engañan, inventan conspiraciones y se victimizan para ocultar las decenas de miles de desaparecidos en los últimos años. Solamente en el gobierno de Sheinbaum se contabilizan más de 6 mil desaparecidos. Es justo señalar a los responsables de estos crímenes. Es justo señalar que los gobiernos morenistas permitieron el control de vastas zonas del país al crimen organizado. Es de justicia denunciar la complicidad del actual gobierno con los criminales. No dejaremos de señalar a los responsables: ¡fue y es el Estado!

 

Fernando García Ramírez es escritor. Editor y colaborador de Letras Libres y columnista de El Financiero. X: @Fernandogr

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Posted: March 20, 2025 at 7:50 pm

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