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Reflexiones sobre populismo y nacionalismo

Reflexiones sobre populismo y nacionalismo

Rose Mary Salum

¿Qué sucede? Me pregunto mientras abordo el avión que me llevará a Guadalajara mientras veo con sorpresa las noticias del NYT y el WP. No estoy captando en su real dimensión qué sucede en el mundo y cada vez entiendo menos.

¿Qué está pasando? La pregunta se recrudece en mi cerebro como una luz de neón parpadeando interminable, como si entre los espacios de ese movimiento se pudiera colar una respuesta . Un día caminamos hacia una dirección y, al otro, una mayoría técnica se impone por un camino disímil. En la nueva trayectoria que se anuncia, la necesidad sistemática de mostrar la verdad ya no importa para algunos medios ni para algunas figuras de poder. El rechazo del racismo ha sido sustituido por la adoración a la supremacía blanca. El rigor de la objetividad ha sido reemplazada por palabras huecas. Las figuras redentoras a las que Richard Rorty había dado por muertas, regresan con fuerza redoblada.

No entiendo nada, me digo mientras la aeromoza me pregunta en un idioma ajeno al de mis pensamientos qué deseo beber. Mi mente tiene que hacer una pausa, detenerse y volver a la realidad: voy camino a la Feria del Libro de Guadalajara a presentar varios libros de Literal Publishing y volcarme en un mundo cultural que me apasiona pero que podría perder su sentido si la noción humanística, vigente en el mundo cultural hasta hace poco, acaba por diluirse en un reality show.

Pido un agua mineral y opto por dejar las noticias y retomar mi lectura de Rorty, filósofo que se ha vuelto a poner en circulación recientemente gracias a un texto publicado en el NYT donde se reseña uno de sus libros: Achieving Our Country, en el que prevé la elección de un presidente populista dadas las condiciones en las que viven la media de habitantes blancos. Incluso advierte que si la izquierda cultural sigue ignorando lo que él llamaba la condición económica decreciente de los trabajadores estadounidenses, se volverán vulnerables a la demagogia de un hombre fuerte fascista, quien jugaría con sus temores y prejuicios.

Aunque ese no es el libro que estoy leyendo sino An Ethics for Today, en el que el filósofo americano manifiesta su oposición a las figuras redentoras puesto que la historia ha demostrado que la gente no quiere ser redimida sino ser feliz. Pero la noción del populismo como una mala idea para un país que históricamente ha tenido el cuidado de distribuir bien el poder entre diversas instancias políticas, no es exclusiva de los Estados Unidos sino también de la Unión Europea. Se ha diseminado de forma viral, pienso, o mejor, todo se ha estado gestando y no supe leer la realidad, me digo mientras paso la aduana y me dirijo después al hotel donde estaré unos días como parte de la deleitable locura que, para mí, significa esa feria. En el taxi reviso el programa y decido asistir a una mesa redonda sobre el Brexit y Estados Unidos. En ella participarán algunos analistas como la alemana Marianne Braig y el francés Jean Rivelois. Llego al hotel, me registro, aviento mi maleta sobre la cama y corro a la conferencia que está a punto de empezar.

Sé que desde que la Unión Europea se volvió una fuerza económica de más de 500 millones de personas su historia ha estado plagada de crisis —pese al poder que económicamente pueden arrojar estas cifras—: la oposición a una constitución europea, las crisis de Grecia y España, las reservas frente al posible ingreso de Turquía, la falta de coordinación y de propuestas para enfrentar el problema de los refugiados y, recientemente, el dilema del Brexit y las tentaciones nacionalistas de sus habitantes.

La conferencia da inicio en un auditorio repleto y atento. Los primeros temas que se abordan expresan confusión sobre el comportamiento inglés y su decisión de salir de la UE. Según Jean Rivelois, los ingleses sacrificaron la integración a su interés propio. La incertidumbre económica ha propiciado un creciente nacionalismo que, de manera muy clara, se ha pronunciado contra la integración. Y es que la globalización ha provocado una amplia brecha social. Según explicó Marianne Braigen, desde los noventas la Unión Europea no ha crecido más que a un ritmo del 1.6%, lo que en términos económicos resulta una cifra muy baja frente al sueño europeo que aspiraba a un 6%. En ese sentido, la austeridad económica coincide con la austeridad política; asimismo, se ha perdido el poder económico y la posibilidad de crecimiento. Hoy en día las instituciones europeas carecen de legitimidad democrática; es decir, y según Braigen: Europa está dirigida por un ejecutivo de comisarios que trabajan en Bruselas, los cuales son desconocidos para la mayoría de los europeos. Nunca fueron elegidos por nadie y, en cambio, toman decisiones que afectan a todos. El déficit democrático, la ausencia de políticas económicas y sociales respecto de los refugiados junto con el deterioro de las políticas públicas, entre otras factores, han favorecido el crecimiento del populismo tanto en Europa como en Estados Unidos. El populismo, sostiene Rivelois, es antieuropeo y antiglobalización.

El populismo en la Unión Europea, explica Rivelois en un perfecto español, es efecto del déficit democrático: Europa no ha sabido dar una esperanza a los excluidos, a una parte cada vez más importante de su población y su oferta política se ha reducido de forma considerable. Las políticas neoliberales han dejado fuera del desarrollo a un porcentaje importante de la población, lo que se puede observar no solo en aquel continente sino en Estados Unidos y en México. Se acabaron (o están en vías de extinción) los partidos comunistas, socialistas, social demócratas o los partidos de centro, de modo que la única vía para canalizar el rechazo a la UE es el populismo. Se trata de una falta de oferta política… Así de sencillo. Y si esa ausencia continúa los partidos populistas seguirán cobrando fuerza en los próximos años.

En el fondo, dice Ravelois, se trata de un problema de legitimidad por parte de los políticos que creen en el progreso y el humanismo sobre el que se fundó la UE. Sus habitantes, sobretodo los más jóvenes, han crecido en un ámbito de libertad antes inconcebible: pueden estudiar y trabajar en cualquier país miembro de la UE sin obstáculo alguno. En contraste, lo que observamos ahora –dice el analista– es un efecto de “contra-mundialización” que privilegia los nacionalismos y conduce al populismo.

Lo dramático del asunto, pienso mientras los escucho atenta, es la desesperanza de este sistema que divide pueblos, excluye a los inmigrantes y hace a un lado a la razón. Como señala Marianne Braige: el populismo emerge cuando hay una ruptura entre las promesas de las democracias capitalistas y la realidad. Los grupos de poder han sido incapaces de integrar plenamente a su base electoral, acentuando la brecha entre los partidos y sus posibles seguidores. Es más fácil pelear por los gays que por el salario mínimo.

En ese sentido, los intelectuales se han ocupado de temas que no tienen que ver necesariamente con cuestiones sociales o económicas, abandonando un aspecto indispensable para la democracia.

Esto aclara los resultados electorales que observamos en la UE pero, más importante aún, explica los resultados en Estados Unidos. Se ha producido una ruptura entre el gobierno y el bienestar social. Zonas enteras han perdido su trabajo porque las corporaciones se han trasladado a otros países. Sin embargo, ¿qué hay de la tecnología? ¿Por qué no se menciona en las campañas electorales o en las mesas de intelectuales como otro factor fundamental que ha mermado la oferta laboral?

Y no hace falta hablar de inteligencia artificial o de computadoras, el desarrollo de una aplicación para teléfonos celulares puede dejar sin empleo a un gremio entero en buena parte del mundo.

Mientras la conferencia continua me pregunto si en el trajín de la vida diaria tenemos la capacidad de recordar todos estos elementos que se han mencionado o si, a falta de tiempo para absorber la cada vez más creciente oferta informativa, una nación acaba optando por lo más sencillo, por lo que está “a la mano”, por un discurso breve, accesible…, populista.

¿Quién gana en este jaloneo de fuerzas disímiles? Los candidatos que perpetúan la labor desinformante o los que hablan mucho y prometen aún más a una población desempleada, con poco tiempo para mantenerse al día y un exceso de necesidades económicas. ¿Quién se ve favorecido por una campaña de esta naturaleza más que los mismos personajes que la ofrecen? En ese sentido, la desigualdad humana no sólo se ubica en el poder adquisitivo o en las garantías individuales sino en la capacidad de cada ser humano para acceder a la información acumulada a lo largo de una vida y que le permite ver con claridad lo mejor para su país o su democracia, pienso mientras el auditorio aplaude entusiasta a los panelistas de esa tarde. Salgo del auditorio, me integro a los ríos de personas que transitan entre libros mientras mi teléfono anuncia: el presidente electo promete reducir impuestos y evitar –a base de amenazas– que la oferta de trabajo ofrecida por las grandes corporaciones se traslade a México. Muy bien, me digo confundida, en verdad no entiendo nada…y no hay un Richard Rorty a la mano para explicarme la situación.

RoseMarySalumRose Mary Salum es la fundadora y directora de Literal, Latin American Voices. Es la autora de El agua que mece el silencio (Vaso Roto 2015) y Delta de las arenas, cuentos árabes, cuentos judíos (Literal Publishing 2013) entre otros títulos.. Su twitter @rosemarysalum

 

 

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Posted: December 11, 2016 at 11:06 pm

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