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Un puente endeble
COLUMN/COLUMNA

Un puente endeble

Gerardo Cárdenas

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Traducir es una ambigua y tenue esperanza de aproximar dos idiomas sin tener certeza de que las dos mitades embonan, de que texto y lector se abracen porque los traductores han tendido un endeble puente entre dos orillas.

La traducción siempre ha existido, dice Paul Ricoeur. Los intérpretes y traductores han estado presentes para mercaderes, viajeros, diplomáticos, espías, etcétera, a lo largo de la historia. Con poco más de 10 años, yo traducía o interpretaba para mi madre y mi abuela, que compraban “fayuca” (artículos de contrabando) en tiendas de muchos pueblos del Valle del Río Bravo, en Texas, en los años en que las importaciones estaban prohibidas en México. A partir de ahí, traducir literatura era para mí seguir tendiendo ese endeble puente.

Traducir, porque es irresistiblemente enloquecedor, decía Anne Carson a propósito de Hölderlin, quien casi se vuelve loco traduciendo a Sófocles al alemán (tardó ocho años con Antígona y nunca se sintió del todo satisfecho).

Traducir, porque es meternos en el texto a veces mucho más a fondo de lo que su propio autor lo hizo, dice Laura Wittner en Se vive y se traduce.

Traducir, porque significa aprender a escuchar lo silencios entre los renglones, buscar las fuentes subterráneas de los territorios interiores de las personas, dice Mireille Gansel en Traducción como trashumancia.

Traducir, porque las posibilidades de los lenguajes son infinitas, porque no hay niveles correctos o incorrectos del habla en una segunda, tercera, o cuarta lengua, sino procesos de exofonía y asimilación, y porque cada traductor ha tenido la experiencia de inventar su propia palabra cuando no puede encontrar la “correcta” para algo que está tratando de traducir, escribe Yoko Tawada en Exophony: Voyages Outside the Mother Tongue.

Pero traducir es también un acto de rebeldía: crear nuevos sentidos antes insospechados porque los idiomas no surgen ni se desarrollan en paralelo. Traducir es rebelarse ante la virtual imposibilidad de lo literal, ante la angustia de la inexactitud. No hay traducción que no sea examinada con lupa. Volviendo a Ricoeur, el desafío de traducir se vuelve fuente de felicidad.

Hay otra forma de rebeldía en traducir para contrarrestar la hegemonía que un idioma pretender ejercer sobre otros.

Gansel habla de los intentos de Brecht y otros autores por rescatar al alemán luego de que el nazismo lo había convertido en un idioma de odio y muerte. Gansel habla específicamente de la adaptación de Brecht a la Antígona de Sófocles que era precisamente producto de una traducción, la de Hölderlin.

Gansel también llevó a cabo una gran antología de la poesía de Vietnam, en los tiempos en que la cultura vietnamita, y por ende la lengua, vivían la devastación de la guerra. Verter los versos de una gran cantidad de poetas vietnamitas al francés, era rebelarse ante el odio y entregar a los lectores otra cara, otra versión de la historia.

Es imposible no pensar en la traducción como rebeldía cuando un sistema que quiere ser hegemónico intenta imponer al inglés como único idioma en un país donde, además del español hablado por unos 60 millones de personas, se estima (datos de la Oficina del Censo) que otras 350 lenguas coexisten en Estados Unidos.

Es, por otro lado, relativamente fácil pensar en el flujo de traducciones entre inglés y español, pero quizás la verdadera rebeldía está en traducir aquellas lenguas que se van perdiendo en el tiempo, porque disminuye el número de sus hablantes y porque, sí, el inglés tiene un peso hegemónico: me refiero a las decenas de lenguas habladas por las comunidades originarias de Estados Unidos, muchas de las cuales están consideradas aisladas y en peligro de desaparición.

Y hay una tercera rebeldía, aquella que se levanta contra la máquina. No hay cifras confiables ni contrastadas del uso de la inteligencia artificial para traducir, ni una criba que permita determinar si esas traducciones se limitan a lo técnico y lo didáctico, o abarcan ya también los campos creativos.

La inteligencia artificial va reemplazando de forma creciente a la manera en que generamos y procesamos conocimiento. Avanza mucho más rápido de lo que nos damos tiempo para reflexionar.

El algoritmo de una traducción busca la eliminación de errores, la fidelidad total entre idiomas, la exactitud. Ese algoritmo elimina la ambigüedad, la vacilación, la creación de nuevos sentidos (o de nuevas palabras, como escribe Tawada): lo humano. La rebeldía de la traducción ante la hegemonía de la máquina es una de las últimas líneas de defensa de nuestra imperfección ante el monstruo que hemos creado. Cuánto se pueda resistir, y hasta qué momento, preguntas que no nos estamos haciendo con suficiente frecuencia.

Foto de Air Rus en Unsplash

Gerardo Cárdenas (México, 1962) es escritor, periodista, estratega de comunicación y promotor cultural. Su más reciente título es la colección de relatos Correr es de cobardes, que publica Abismos Editorial.

Gerardo Cárdenas es escritor, traductor, promotor cultural y agente literario. Actualmente es estudiante del doctorado en Escritura Creativa en Español de la Universidad de Houston.

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Posted: July 21, 2025 at 10:11 pm

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