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Teoría y práctica del escrache
COLUMN/COLUMNA

Teoría y práctica del escrache

Gisela Kozak

A mis verdaderas amistades

Según la Real Academia de la Lengua Española, la etimología y el significado del verbo escrachar  es el siguiente:

escrachar

Etim. disc.; cf. it. schiacciare ‘aplastar, presionar, oprimir’, genovés scracâ ‘escupir’ e ingl. to scratch ‘arañar, marcar’.

1. tr. coloq. Arg. y Ur. Romper, destruir, aplastar.

2. tr. coloq. Arg. y Ur. Fotografiar a una persona.

El sustantivo “escrache”, por su parte, significa:

1. m. Manifestación popular de protesta contra una persona, generalmente del ámbito de la política o de la Administración, que se realiza frente a su domicilio o en algún lugar público al que deba concurrir.

No es raro que un argentinismo provenga de una españolización de palabras de origen italiano, dada la importancia cultural del país europeo en el suramericano, pero hay que ir más allá. El término “escrache” se usó para visibilizar a los militares argentinos incursos en delitos de derechos humanos tan graves como la tortura y la desaparición de personas. Dice Natalia Chientaroli:

El primer escrache fue a mediados de los 90, cuando una superviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los centros de detención de la dictadura, descubrió que en el sanatorio Mitre de Buenos Aires trabajaba el obstetra Jorge Luis Magnacco, el mismo que se encargaba de los partos de las mujeres detenidas en la ESMA. Se organizaron marchas de su casa a su trabajo. Se pegaron carteles con su cara en los que constaban sus crímenes en los alrededores del hospital y en su barrio. El efecto del escrache fue inmediato: Magnacco fue despedido y su comunidad de vecinos le pidió que se marchase.

Desde aquella primera acción muchos han sido los personajes relacionados con la dictadura –unos poco conocidos, otros de primera línea como el ex presidente de facto Leopoldo Galtieri– que vieron expuestos públicamente sus delitos. “Si no hay justicia, hagamos que el país sea su cárcel”, era el lema de H.I.J.O.S.

Pero el escrache traspasó los límites de la memoria histórica y se convirtió en una forma de expresar descontento y reprobación a políticos –ministros incluidos– y hasta a los gerentes de un banco quebrado. Su abanico de cargos también se amplió para incluir desde los derechos humanos a la violencia, la corrupción, el autoritarismo o la impunidad.

El escrache, en el mejor de los casos, señala la tardanza e, incluso, la  inexistencia de la justicia como instancia estatal sometida al imperio de la ley. Ante la impunidad, la denuncia y la crítica popular castigan al culpable de algún delito, tipificado o no en el código penal del país correspondiente. Ahora bien, el uso del escrache ha superado ampliamente los límites de la crítica al poder político para convertirse en una práctica común en las redes sociales y en instituciones como, por ejemplo, las universidades. Puede suponer condena sin juicio previo ni derecho a la defensa, a menos que la víctima  tenga el poder suficiente para poner en jaque a los instigadores. En mi país, Venezuela, hay personas que han sido presas por un tuit en contra de la dictadura de Nicolás Maduro. Es completamente aleatorio, por cierto. Hay tuiteros que se han desgajado en denuncias e imprecaciones sin que nada les ocurra;a mi juicio, se trata de atemorizar sobre todo a los que no cuentan con la importancia pública suficiente para que se arme un escándalo en caso de persecución política.

En otros casos, no se corre este riesgo. El movimiento #METOO debe su rápido avance internacional no solamente al gravísimo tema que denuncia, el chantaje sexual en el mundo laboral y educativo, sino a las dinámicas comunicacionales propias del escrache en las redes sociales. En Venezuela, el poeta Willy Mckey –quien confesó haber abusado de una menor de edad, entre otras “hazañas” amorosas expresión de un increíble desprecio hacia las mujeres– fue lapidado en redes y terminó suicidándose. El suicidio de Mckey no puede imputársele al linchamiento público pero cabe la interrogante de cuánto pesa tal linchamiento en la destrucción de carreras profesionales y reputaciones. Me temo que pesa mucho pues las instituciones o empresas involucradas con el acusado  seguramente temen que la condena se extienda hacia ellas. El Premio de Poesía Joven Rafael Cadenas hizo una declaración pública apresurada en la que se le retiraba a Mckey el premio ganado por un poemario suyo. No es poca cosa. Son temas en los que hay que pensar con detenimiento.

Es muy fácil unirse para destruir a otras personas sin que medie ningún riesgo personal pues, bien decía Freud, los individuos convertidos en masa se atreven a hacer lo que no harían por su propia cuenta.

La pensadora decolonial argentina Rita Segato, reconocida feminista, ha advertido, por cierto, de la seria amenaza que pesa sobre el feminismo si se define desde una perspectiva punitivista. Las feministas debemos ser las primeras en exigir el juicio previo, la presunción de inocencia y el derecho a la defensa, ganancias éticas y políticas que impugnan la venganza por la propia mano, práctica patriarcal como ninguna; además, en la justicia colectiva priva la irracionalidad y, muy importante, el anonimato. Es muy fácil unirse para destruir a otras personas sin que medie ningún riesgo personal pues, bien decía Freud, los individuos convertidos en masa se atreven a hacer lo que no harían por su propia cuenta. No hay que engañarse, el escrache puede devenir en hostigamiento y barbarie. Venga de la izquierda o de la derecha, de feminista o antifeministas, de  ateos o de creyentes, hostigar en masa a un conocido o desconocido por un tuit es absolutamente despreciable. Incluso si el tuit fuese racista, misógino y homofóbico, debe mediar la razón: basta con una simple denuncia a los administradores de Twitter.

El escrache  en redes ha mutado en  el refugio de los envidiosos, de los  resentidos y de los  adictos a la aprobación ajena, en el lugar preferido para los enemigos de la libertad de expresión.

El escrache  en redes ha mutado en  el refugio de los envidiosos, de los  resentidos y de los  adictos a la aprobación ajena, en el lugar preferido para los enemigos de la libertad de expresión. Un tuit de JK Rowling, la autora de la famosa saga de Harry Potter, sobre el tema transgénero y el feminismo le valió un linchamiento atroz, completamente injusto y desproporcionado. El servilismo de las primeras declaraciones del  actor Daniel Radcliff ante la masa anónima que despellejó a la autora de los libros que lo llevaron al estrellato fue despreciable. Transformado de acción justificada de protesta en caldo del fascismo, el escrache ante opiniones emitidas públicamente puede ser la vía para evitar verdades molestas o debates espinosos en sociedades polarizadas y autoritarias. Abundan las falacias ad hominem en las que la edad, la sexualidad, el carácter, el género, el origen social o las tendencias políticas se erigen en explicaciones últimas de un simple tuit. Cuando el escrache sustituye al debate público, a la justicia y a la reparación, hay razones para preocuparse; cuando no condena acciones sino opiniones, debemos preocuparnos todavía más. Ante la horda abyecta enemiga de la libertad de expresión en redes sociales no cabe el silencio. Las propias redes, las cajas de Pandora a las que algunos expertos acusan hasta de erosionar la democracia, ofrecen alternativas para protegerse de la chusma irredenta: desactivar las notificaciones del tuit que irrita a la horda es una.

Callar nunca es opción.  Nunca.

 

Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006); Venezuela, el país que siempre nace (Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales (Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak

 

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Posted: January 4, 2022 at 9:45 pm

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