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Desde los zulos, de Dahlia De la Cerda: verdades para feministas
COLUMN/COLUMNA

Desde los zulos, de Dahlia De la Cerda: verdades para feministas

Gisela Kozak Rovero

La originalidad del texto reside precisamente en [su] punto de partida, las coordenadas de tiempo y espacio que definen a quien escribe: el México pobre y popular, los productos que se usan, la música que se disfruta, las exigencias laborales y de la vida doméstica. En otras palabras, el mundo real de un inmenso sector de las mujeres no sólo mexicanas sino latinoamericanas.

En  Desde los zulos  (México: Sexto Piso, 2023), el último libro de la escritora mexicana Dahlia De la Cerda (1985),  la  reflexión sobre los dilemas feministas del presente se acompaña de una intención divulgativa, evidente en el tono desenfadado y desafiante de una escritura que no esquiva el espíritu del manifiesto político.  Abre sus páginas con tres epígrafes de Cherrie Moraga, Audre Lorde y Houria Bouteldja, pistas seguras de la perspectiva interseccional de la autora, quien subraya permanentemente su afinidad con los feminismos fundados en la diferencia racial, cultural y de clase. En esta diferencia se inscribe el sujeto político de su pensamiento y acción feministas;  por sobre todo, se inscribe su propia subjetividad, tal como expresa en la “Introducción”:

Este texto lo escribí sin cuarto propio. Lo escribí en los tiempos muertos de mi trabajo de oficina y mientras se completaba el ciclo de la lavadora. Lo escribí en la cocina de mi casa y en las escaleras de mi patio. Lo escribí sentada en la taza del baño y lo escribí mientras las lágrimas no dejaban de salir y escribía porque el psiquiatra me dijo que golpear a la gente no era una buena forma de sacar mi rabia. Lo escribí sentada en el tianguis donde trabajé por años vendiendo ropa de segunda para llegar a fin de mes. Lo escribí, también, en la ruta 2 rumbo al centro de salud mental. Si este ensayo tuviera olor, olería a jabón Zote y Pinol. Si tuviera sabor, sabría a jitomate y cebolla y chile de árbol y nopales asados. Si tuviera sonido sonaría el chaca-chacha-chaca de la lavadora y Los Acosta de fondo. Lo escribí sin cuarto propio y entre cuartilla y cuartilla me daba mis tiempos para bailar las de Wisin y Yandel. Las de Ivy Queen y las de Tego Calderón. Esto no es anecdótico. Es político.

La originalidad del texto reside precisamente en este punto de partida, las coordenadas de tiempo y espacio que definen a quien escribe: el México pobre y popular, los productos que se usan, la música que se disfruta, las exigencias laborales y de la vida doméstica. En otras palabras, el mundo real de un inmenso sector de las mujeres no sólo mexicanas sino latinoamericanas. Este universo constituye el trasfondo que mueve la reflexión de la autora a lo largo de los cinco capítulos: “Feminismo sin cuarto propio”;  “Un texto personal”;  “Si Feministlán fuera Troya, yo sería Helena”; “He teorizado más que tú, y sin salir del gueto”; y “Desde los zulos: cómo construir un feminismo más allá de la blanquitud”. Un hilo conductor fundamental es el de señalar los defectos del “feminismo blanco”, la denominación que se ha popularizado –a despecho de su ambigüedad y origen muy específicamente estadounidense– para señalar las muy reales e indiscutibles falencias de un feminismo que universaliza una idea de la mujer proveniente de Estados Unidos y Europa occidental.

De la Cerda afirma que la vulva no es la razón última de la opresión real de tantas mujeres, sino la pobreza. Por ende, no existe el patriarcado como una megaestructura, como un sistema de relaciones económicas, culturales, políticas y sociales que oprime a todas las mujeres. En lugar de patriarcado, habla de relaciones patriarcales.

Escribir desde el zulo –un agujero que sirve de escondite, un refugio para quienes bordean o se sumergen en la ilegalidad–, en lugar de hacerlo en el “cuarto propio”, el espacio de la mujer que dispone de renta y privacidad del que habló la gran Virginia Woolf, es una imagen que traduce mucho mejor la situación real de las mujeres que hemos escrito desde la precariedad, sin certeza alguna del destino de las páginas provenientes de computadoras viejas, y  asediadas por el miedo a quedarse sin dinero. En este sentido, De la Cerda afirma que la vulva no es la razón última de la opresión real de tantas mujeres, sino la pobreza. Por ende, no existe el patriarcado como una megaestructura, como un sistema de relaciones económicas, culturales, políticas y sociales que oprime a todas las mujeres. En lugar de patriarcado, habla de relaciones patriarcales. Está crítica a una categoría tan cara al feminismo hegemónico de las redes sociales, del activismo de calle y de la academia se relaciona con el rechazo al separatismo: el género masculino no es el enemigo, reflexión que comparto plenamente. De la Cerda se arrepiente de que su paso por el feminismo sectario la haya hecho renegar de su marido, que trabajaba sin descanso para que ella pudiese estudiar. Cuestiona a un feminismo que no entiende que los varones siguen cargando con labores tremendamente duras, peligrosas y desgastantes. Recuerda que hay mujeres que viven mejor que muchos varones y no tienen razones para considerarse víctimas porque tienen agencia. En otras palabras, la discriminación por género no significa opresión; tampoco  significa opresión la dualidad sexual que define espacios de realización distintos para hombres y mujeres, que han sido jerarquizados en términos de superior-inferior a raíz del impacto del colonialismo europeo. 

La crítica a Feministlán, el país del feminismo sin barrio, señala al mismo tiempo una crítica al mundo intelectual de izquierda, en el que es pecado, según sus palabras, leer a Ayn Rand o a Joseph Heath y Andrew Potter, autores de Rebelarse vende, en lugar de aceptar las diferencias ideológicas como un punto de partida para el debate. Conversar sobre el neoliberalismo –con los retratos de Fidel, el Che y Chávez en la pared– puede ser un pasatiempo, no una acción sostenida para cambiar las cosas; esto por no hablar del menosprecio a la maternidad de las pobres y a los gustos musicales de lo que Karl Marx llamó con supremo menosprecio “el lumpen”, una población sobrante irredimible, un lastre para el santo proletariado. Por otra  parte, la autora se topó con feministas que la asediaron, la cancelaron, le hicieron escrache, prácticas que la decepcionaron respecto a una parte del movimiento negada a conseguir mejoras puntuales para las mujeres porque sería una traición a sus intenciones revolucionarias. 

El mencionado menosprecio a la vida popular del que fue testigo entre gente que se rasgaba las vestiduras por la pobreza, es resentido por de la Cerda. Aunque su defensa de la maternidad adolescente no me convence del todo porque lo que he visto en mi país es muy terrible, entiendo que es doloroso, poco ético y clasista tratar a la gente como  mascotas a las que hay que esterilizar para que no haya más pobres de piel oscura. Para tantas que han tenido poco o nada, la parentela es muy importante y significa una fuente de apoyo enorme en un continente como el nuestro con tantos problemas sociales. Cuestionar la maternidad es muy legítimo, pero también es propio de sociedades acomodadas en las que se puede vivir en la abundancia incluso en la soledad. La autora es muy activa ayudando a mujeres jóvenes de la periferia a abortar, pero si bien no es aceptable impedir el aborto, tampoco lo es, a su juicio, esterilizar a la fuerza.  

Dahlia De la Cerda estudió filosofía y es escritora; en su caso, la educación formal fue la vía para entender su mundo como lo entiende y su manera de superar la pobreza. Aplaudo la desfachatada defensa que hace de salir del barrio y de la precariedad, comprarse cosas buenas, sanar a través del dinero. Quienes hemos pasado por la pobreza no le tenemos cariño: es una soberana tontería pensar que la precariedad es una condición salvadora desde el punto de vista político.

Dahlia De la Cerda estudió filosofía y es escritora; en su caso, la educación formal fue la vía para entender su mundo como lo entiende y su manera de superar la pobreza. Aplaudo la desfachatada defensa que hace de salir del barrio y de la precariedad, comprarse cosas buenas, sanar a través del dinero. Quienes hemos pasado por la pobreza no le tenemos cariño: es una soberana tontería pensar que la precariedad es una condición salvadora desde el punto de vista político. Cuando le he preguntado a migrantes pobres de Venezuela por qué emigran en condiciones tan terribles, me responden: quiero trabajo, educación para mis hijos, salud, y sí, consumo. Hay que reivindicar el sagrado derecho a salir de abajo, como se dice en Venezuela; soy de un país neocomunista que arruinó a la población hasta llevarla a inimaginables miserias y que empujó a  la cuarta parte de su población fuera de las fronteras. Ahora las mujeres de los sectores populares de mi país claman por lo mismo que Dahlia De la Cerda y su gente: trabajar y salir de la pobreza es un acto de rebelión. No es más que una necedad intelactualosa el menosprecio al éxito: tiene razón la autora cuando expresa su felicidad por contar con la editorial Sexto Piso, asistir a eventos, haber mejorado sus finanzas con su labor de escritora y llegar a más gente. La filiación de Desde los Zulos con los feminismos interseccionales y con la crítica al capitalismo neoliberal no niega su parentesco con aspiraciones modernas. De hecho, su potencia liberadora responde a una férrea voluntad de autoconocimiento y de liberación, que trasciende incluso la defensa irrestricta de la periferia y la frontal crítica al “feminismo blanco”. En esta voluntad salvaje, en este deseo indomable de ser, subyace la rebeldía de una mujer que se reconoce como paciente psiquiátrico, aquejada, además, de una enfermedad con la que tiene que convivir y no tiene cura, la neurofibromatosis, pero que se aleja de cualquier victimización.

Hay que reivindicar el sagrado derecho a salir de abajo, como se dice en Venezuela; soy de un país neocomunista que arruinó a la población hasta llevarla a inimaginables miserias y que empujó a  la cuarta parte de su población fuera de las fronteras. Ahora las mujeres de los sectores populares de mi país claman por lo mismo que Dahlia De la Cerda y su gente: trabajar y salir de la pobreza es un acto de rebelión.

 Por supuesto, y con esto termino, caben muchas preguntas a Desde los zulos: ¿El patriarcado realmente es una categoría falaz? ¿El control de la natalidad es puramente  una imposición “blanca” y clasista o puede considerarse razonable en ciertos sentidos? ¿La vida de la periferia no merece una crítica de fondo nacida de la misma periferia? ¿La educación formal y la transmisión de unos valores culturales en lugar de otros puede despacharse fácilmente? ¿En ocasiones las más firmes adherentes de los feminismos decoloniales no transigen cuando se trata de feminicidios de mujeres cansadas de las imposiciones sexistas del Estado, como en el caso de Irán? ¿La dualidad de roles de géneros deviene en relaciones patriarcales a cuenta del colonialismo o, como indica Rita Segato, sí hay un principio jerárquico entre los géneros en las sociedades precoloniales, una consideración social y cultural mayor hacia el género masculino que hacia el femenino? ¿El tan cuestionado mundo académico no ha sido el mayor vehículo para la transmisión de la ideas decoloniales que defiende la autora? ¿Las tan denostadas sociedades europeo occidentales y norteamericanas no han sido mucho más abiertas respecto a las trabajadoras sexuales, las mujeres trans y el activismo LGBTQ, tan defendidos, con razón,  en Desde los zulos

 

Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006); Venezuela, el país que siempre nace (Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales (Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak

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Posted: November 28, 2023 at 8:46 pm

There are 2 comments for this article
  1. Naanelii Trujillo Ulloa at 5:49 pm

    Me parece que la lectura invade demasiados temas controversiales que en mi breve opinión siento que la autora de la reseña logra manejar muy bien a base de consciencia y criterio propio. Me parece muy bien que haga varias referencias sobre fragmentos y casos de mujeres.

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