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Yo no venía en esa nave

Yo no venía en esa nave

Daniela Tarazona

Hace once años, en 2009, se dio en México la epidemia del virus H1N1. El paciente cero fue un niño veracruzano. Las personas en la ciudad de México llevaban mascarillas. La radio transmitía advertencias acerca del peligro de saludarse de beso. El ex presidente Felipe Calderón mostró la manera de estornudar contra el brazo —a lo que se le llamó el “estornudo de etiqueta”.

Ahora hay una pandemia: el coronavirus. Algunas personas por la calle van ataviadas con tapabocas. Si estornudas o toses en el transporte, te miran con mala cara. Si crees que eres una persona sana, te equivocas.

Hace diecinueve años, en 2001, fueron derrumbadas las Torres Gemelas por un ataque terrorista. A partir de ese momento, los cuchillos de metal en los aviones fueron sustituidos por cuchillos de plástico. Después se prohibió, al parecer para siempre, llevar líquidos a bordo y, si es el caso, no deben sobrepasar los cien mililitros. Las revisiones en los puntos de embarque se multiplicaron hasta crear aparatos parecidos a naves espaciales, en los que el pasajero debe subir las manos hacia el cielo y permitir que le escaneen el cuerpo entero. Las puertas de las cabinas de los aviones también se modificaron: ahora es posible impedir su apertura desde dentro, ya que son aseguradas por quienes comandan las naves.

Hace cinco años, el copiloto Andreas Lubitz del vuelo 9525 de Germanwings, que salió de Barcelona hacia Düsseldorf con 144 pasajeros y la tripulación, estrelló el avión intencionalmente en los Alpes franceses. Nadie pudo impedirlo, entre otras razones porque la cabina sólo se abría desde adentro, tal como lo establecieron las normas aeronáuticas tras el atentado terrorista de las Torres Gemelas.

A partir estos hechos horrorosos o quizá desde antes, si nos encontramos en un sitio de tránsito y a la par nuestra hay una maleta abandonada, es preciso temer y, luego, reportar su abandono, como si se tratara de una bomba en potencia. El terrorismo se incorporó a la vida cotidiana: el otro representa una amenaza sólo por ser otro. No queda lejos cualquier suspicacia derivada de la condición racial, la religión o el estatus social. Quien desee transitar, quien viaje, pero también quien sostenga una idea diferente a la establecida por los gobiernos o las clases dominantes, será sujeto de sospecha.

En México, la suspicacia es el pan nuestro de cada día. Solemos pensar que nuestros interlocutores falsean sus palabras, creemos que no hay garantías, sólo estamos seguros de improvisar cualquier cosa para salir del paso porque nada es lo que parece. Por eso ahora Mister Cumbia canta la canción del coronavirus; aprovecha la ocasión y da los consejos de higiene básicos que resultan de ayuda, no vaya a ser que nos contagiemos.

Los virus aprenden a mutar, mientras nosotros permanecemos frágiles. En el universo virtual, se pueden encontrar millones de manifestaciones verbales y visuales contra la reciente pandemia. El virus se ha vuelto viral, valga la redundancia. A lo lejos, en el horizonte de las redes sociales, se atisba un oasis de salvación; pensamos que al nombrar o fotografiar el desastre, nos purificamos ante los ojos de los demás. Quizá por eso también pueda existir el hashtag #moretones en Instagram, que documenta los cardenales de ellas y ellos como un diagnóstico de los cuerpos en nuestra época.

Cualquiera cuenta con la libertad de decir “yo no venía en esa nave” y deslindarse, aunque sea de palabra, del terror social, pero parece que somos habitantes de los mismos sitios de manera inevitable, hacinados en idénticos ambientes imposibles en donde cabemos contagiados y no existe lugar para nadie más.

 

Daniela Tarazona es narradora y ensayista. Fue jefa de redacción del suplemento Hoja por hoja del periódico Reforma y ha sido colaboradora de las revistas LuvinaLetras LibresCrítica y Renacimiento (Sevilla, España) y de los suplementos Laberinto del periódico Milenio Diario y El Ángel de Reforma. Es autora de dos novelas: El animal sobre la piedra (Almadía, 2008) y El beso de la liebre (Alfaguara, 2013). Su Twitter es @dtarazonav

 

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Posted: March 3, 2020 at 10:04 pm

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