Essay
¡Este libro no es para ti!
COLUMN/COLUMNA

¡Este libro no es para ti!

Alberto Chimal

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Cuando era estudiante universitario (es decir, hace mucho tiempo), me prestaron los tres tomos de El señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien. En la actualidad, la novela es de esos libros que uno ya conoce sin tener que leerlos –como decía Borges– pues su influencia está por todas partes. Y en aquella otra época era lo mismo, pero yo no lo sabía. Leí con mucha felicidad y melancolía la historia entera, y la volví a leer varias veces, antes de devolver los libros y buscar el modo de conseguir ejemplares para mí.

Una de las veces que estaba releyendo, al final de una clase, se me acercó un compañero. No recuerdo su nombre. No hablábamos mucho porque su grupo de amistades no era exactamente el mío. Estaba solo, lo que ahora me asombra. Como no podía aguantar las ganas de volver al libro (de hecho, es posible que lo estuviera leyendo durante la clase, que tampoco era muy interesante), lo tenía en la mano. Él señaló la cubierta y me preguntó si estaba bueno. Le dije que sí. Me preguntó el título, aunque ahí estaba, bien a la vista, en la cubierta color verde bosque de la edición de Minotauro.

—El Señor de los Anillos —dije—. Es de J. R. R…

—¿Y es porno? —me interrumpió. Estaba tratando de no reírse—. Por lo de los anillos.

Como siempre he sido muy zonzo, no entendí de inmediato y sólo le contesté que no, no era porno. Él siguió riéndose un momento. Hasta después de ese momento comprendí el chiste, que no nada más es obsceno sino torpe, forzado. Si aún no lo han entendido, bien por ustedes.

Decía que ahora me asombra que sus amigos no estuvieran con él, porque bien hubiera podido usar su pregunta para tratar de incomodarme o humillarme, y así ganar puntos con su manada, por ingenioso y por cruel. Entonces solamente sentí un poco de rabia (hubiera sido mejor sentir pena por alguien tan tonto, tan inmaduro) y le respondí:

—Este libro no es para ti.

Me marché. Pasaron muchos años y ahora, mientras redacto este artículo, aquella persona estará publicando en una red social alguna idiotez como las de su juventud, o se sentirá amenazado a causa de su edad en el trabajo corporativo al que le ha dado todo, o será un paterfamilias tradicional y de respeto, súper serio. O todas las anteriores a la vez, no sé. De lo que sí estoy seguro es de que El Señor de los Anillos sigue sin ser para él. No pudo, no quiso, entrar ni al título, ya no digamos al acto de la lectura. No estaba enfermo, sino muerto de la imaginación, y difícilmente se habrá enterado de la desaparición de esa parte de sí mismo.
Este caso no es importante sino para mí, que lo recuerdo y me apena. Otros casos de muerte de la imaginación son más preocupantes porque tienen consecuencias más allá de la vida de una o dos personas.
El del multimillonario estadounidense Peter Thiel, por ejemplo.

Thiel se considera un “libertario” en el sentido que la palabra tiene en inglés: un libertarian está en contra de la acción gubernamental salvo en dos o tres casos (defensa contra enemigos internos, protección de la propiedad privada, casi nada más) y defiende la libertad y el beneficio individuales contra cualquier cuestionamiento o consideración del bien colectivo. Además, Thiel considera que los magnates y especialistas en tecnología –como él– son las personas más calificadas para dirigir a la especie humana, y que la libertad y la democracia son “incompatibles”. La primera, entendida como la no sujeción a reglas impuestas por una sociedad, debe ser considerada más importante y necesaria que la segunda.

Thiel se dice “admirador” de las obras de imaginación fantástica de Tolkien, y en especial de El Señor de los Anillos, pero no parece haberlas leído con mucha atención. Es dueño de una empresa, Palantir, dedicada a la fabricación y venta de tecnologías de vigilancia y recolección de datos, que tiene negocios con gobiernos de todo el mundo. La palabra palantir está tomada de El Señor de los Anillos, en la que da nombre a una piedra mágica que permite “ver lejos” y observar sitios o tiempos remotos. En el libro, la palantir es un instrumento de Sauron, el enemigo casi demoniaco de la novela, el malo de la historia; esto no parece importarle a Thiel, de igual forma que su visión del mundo tiene poco o nada que ver con la del escritor inglés. (Su protagonista, Frodo, es un ser que se entiende a sí mismo como alguien de poca importancia, que emprende una misión increíblemente peligrosa con el fin de salvar a su comunidad, debe su éxito en varios momentos críticos a la ayuda de otros, y al final opta por la abnegación de una forma muy parecida al suicidio. ¿Querría ir a una convención de libertarians? ¿Lo dejarían entrar?)

Pero otro detalle de la relación de Thiel con El Señor de los Anillos es más alarmante. Como dijo en una una entrevista reciente, Thiel tiene la ambición de vivir literalmente “para siempre”, y ésta proviene de otra lectura de aquel libro. Hablando de los elfos –criaturas mágicas e inmortales de la literatura inglesa, de las que Tolkien se apropia para sus historias–, Thiel dice que éstos lo llevan a “toda clase de preguntas […] ¿Cómo son los elfos diferentes de los humanos en Tolkien? Y básicamente son…, creo que la única diferencia es que son humanos que no mueren. […] ¿Por qué nosotros no podemos ser elfos? […] ¿Por qué no estoy gastando más de mi dinero en esto?”

No tiene caso argumentar que los elfos no existen en la vida real, ni que dentro del mundo inventado de Tolkien, como saben bien sus estudiosos y aficionados más devotos, hay textos y subtextos abundantes alrededor de la noción de la muerte como una bendición otorgada a los seres humanos, mientras que la inmortalidad es una carga y una condena. Tampoco tiene sentido decir que podría haber otros usos más útiles, más benéficos para más personas, de las grandes riquezas de este mundo. Como otros millonarios de las modernas empresas tecnológicas –aquellos que, según el académico y escritor Yanis Varoufakis, ya han sometido al mundo y presiden una explotación casi feudal de sus habitantes–, Thiel utiliza o patrocina el desarrollo de diversos tratamientos para no morir, desde drogas, dietas y conservación criogénica hasta una técnica llamada parabiosis, todavía en fase experimental, que consistiría básicamente en darle transfusiones de sangre de personas más jóvenes.

Drácula, en efecto, sería un precursor literario más apropiado de Thiel y de los suyos. Las posturas de los tech bros, como a veces se les llama, se promueven como ideas geniales, pero la verdad es que únicamente vienen adornadas con montones y montones de dinero. Son tipos alevosos y mezquinos, malos lectores en posiciones elevadas, sin conciencia de sus privilegios ni, desde luego, nada de auténtica imaginación: de capacidad para entender el mundo que les rodea con ayuda del lenguaje más allá de las imágenes más evidentes, las interpretaciones más literales y bobas.
Sí, Tolkien era conservador, pero no como Thiel. Y sí, hay líderes mundiales que toman su discurso y su visión del mundo de fuentes mucho más brutales y rudimentarias. Pero esas objeciones falaces son del nivel de mi excompañero: no dan la razón a quien las utiliza aunque descarrilen la conversación. Ni siquiera son un consuelo.

Tampoco lo es saber que el reciclaje de Tolkien como icono extremista continúa. Por ejemplo, en Italia, la primera ministra Giorgia Meloni lo considera la inspiración de su movimiento de extrema derecha contra las “hordas invasoras” de inmigrantes y el “poder oculto” de la Unión Europea (o los judíos, o vayan ustedes a saber qué otra fantasía paranoica). El mes pasado, Meloni inauguró en Roma una exposición de la obra de Tolkien que costó 250,000 euros y está dedicada, al parecer, a insistir en su “interpretación” de El Señor de los Anillos como la auténtica y válida.

A ver si no resulta que, para mediados o fines de este siglo, los extremistas se apropian por completo de esos libros y los manchan de forma irremediable, aunque nunca fueron para ellos.

*
Pasando brevemente a otro tema, felices fiestas.

 

Alberto Chimal es autor de tres novelas, más de 30 libros de cuentos, ensayos y guiones de cine y de cómic. Recibió el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí 2002, el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima 2014 y el premio del Banco del Libro 2021, entre otros. Su libro más reciente es la novela La visitante. Contacto y redes: https://linktr.ee/albertochimal.

 

 

 

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Posted: December 11, 2023 at 9:59 pm

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