La nueva poesía chilena y su nonagenario antipoeta
Dave Oliphant
Traducción de Jéssica Maralla
La poesía o antipoesía de Chile se puede analizar bajo dos puntos de vista. Por un lado, tiene que ser una tarea difícil continuar con la tradición poética de este largo y delgado país de poetas de talla mundial, que incluye a Vicente Huidobro (1893-1948), Gabriela Mistral (1889-1957), Pablo Neruda (1904-1973), Nicanor Parra (nacido en 1914), y Enrique Lihn (1929-1988). Por otro lado, puede parecer natural e incluso inevitable que las generaciones venideras sean elevadas por herencia, al mismo nivel de la poesía andina, como lo hicieron sus predecesores de prestigio internacional.
En 1971, durante mi visita a Chile, reuní para una antología que se imprimió al año siguiente en la revista de Wisconsin, Road Apple Review, la obra de poetas pertenecientes principalmente a la generación de 1960, junto con poemas de Parra, Lihn y Jorge Teillier de la generación anterior. Mi objetivo fue entonces, y lo es ahora, documentar la dinámica escena poética durante el siglo XX y que sigue en el siglo XXI haciendo de Chile la nación líder en América Latina en el ámbito de este arte literario. Hace treinta y cinco años no podría haber predicho con ninguna seguridad que la poesía de los poetas más jóvenes como Floridor Pérez, Gonzalo Millán, Jaime Quezada, Oliver Welden, y Cecilia Vicuña podría llegar a ser tan duradera como lo ha sido. A pesar de que estos poetas han producido importantes obras, y Gonzalo Millán ha logrado reconocimiento en Canadá y Cecilia Vicuña en Inglaterra y Estados Unidos, ninguno es tan ampliamente conocido como Huidobro, Mistral, Neruda, Parra y Lihn. Sin embargo, esos cinco miembros de la generación de 1960 han influido e inspirado a las siguientes generaciones de poetas chilenos, los que a su vez han ayudado a mantener vivo el legado creativo de vital importancia de su país.
Durante mi visita a Chile en mayo de 2006, volví a reunir una selección de poemas de Chile, esta vez de una generación más reciente, junto con unos extractos de “Also Sprach Altazor”, el poema de 1993 de Nicanor Parra, parte de su Discursos de sobremesa, que acababa de publicarse en 2006. Una vez más, no puedo predecir si las obras que he elegido para traducir probarán ser tan perdurables o influyentes como las de la generación de 1960, y mucho menos como las de Huidobro, Parra, Lihn, y los ganadores del Premio Nobel Mistral y Neruda. Lo que me da esperanzas para el futuro de la poesía en esta tierra de poetas de renombre es el hecho de que en esta misma selección se encuentra un joven autor prometedor de 17 años que, al igual que sus colegas poetas en sus veinte, treinta e inicio de los cuarenta años de edad, representa la continuación de una línea literaria que todavía incluye al gran antipoeta, Nicanor Parra, quien a los 92 años sigue con su asombrosa carrera como pensador creativo iconoclasta. También se incluye en esta edición de The Dirty Goat la obra del poeta chileno Óscar Hahn (nacido en 1938), traducido por mi amigo texano, James Hoggard, que ha reproducido tres colecciones de la poesía de Hahn, entre ellos su Versos robados y otros poemas, publicado el año 2000 por la editorial de Northwestern University, y su volumen de próxima publicación titulado En un abrir y cerrar de ojos, que recientemente ganó el premio Casa de las Américas. Hahn es ahora considerado como uno de los más destacados poetas chilenos activos, con su recopilación de poemas, Apariencias profanas, aparecidas de la Editorial Hiperión, Madrid, en 2002.
Siendo todavía una adolescente, Camila Escobar Escalona está representada en esta mini-antología como un ejemplo de lo que ella ha llamado a su placer de “almacenar lejos sus sentimientos en viles cajas mentales”. El poema de Camila, “El Vigía”, me recuerda en algo al famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Neruda, cuando ella enumera partes de su cuerpo y su relación con las exigencias del amor y la pérdida del yo independiente. Como miembro del grupo de “poetas porteños” de la costa del Pacífico, basado principalmente en las ciudades de Valparaíso, puerto principal de Chile, y la vecina Viña del Mar, Camila se une a poetas de diversas partes del país, incluyendo especialmente la capital Santiago. El único poeta fallecido de esta selección es Bernardo Chandía Fica, que murió el 2001 a los 36 años, y que recibió en 1999 el prestigioso premio de poesía de la Fundación Pablo Neruda. Su poema “Recuento”, refleja su propia visión de un concepto expresado desde hace mucho tiempo por Nicanor Parra en su temprana “Manifiesto”: “Para nuestros mayores / La poesía fue un objeto de lujo / Pero para nosotros / Es un artículo de primera necesidad: / no podemos vivir sin poesía”. Si Bernardo no estuvo consciente de su alusión a la declaración del antipoeta, Armando Roa Vial en su ingenioso poema “Responso hipocondríaco al margen de Enrique el linajudo”, se refiere directamente tanto a Enrique Lihn, conocido por ser un “resignado” antipoeta, como a Parra, cuyo verso final de su “Manifiesto” (“Los poetas bajaron del Olimpo”) se ve alterado por Roa diciendo: “es el poema el que debe bajar del Olimpo”. Es sólo una actitud sana de las nuevas generaciones de poetas frente a sus antecesores.
Más allá de sus fronteras, los poetas chilenos también están al tanto de otras formas de arte, incluyendo la ficción en prosa, el jazz y la música pop. En “Escuchando un Charlie Parker y leyendo ‘El perseguidor’”, Sergio Ojeda Barías combina su evidente amor por la música de “Bird” Parker con su conocimiento del famoso cuento del escritor argentino Julio Cortázar, una obra basada en parte en la vida de ese genio del bebop. El enfoque de Sergio en el tiempo de la historia va al corazón de la música, así como al tema central de tratamiento ficticio de Cortázar. Otro poema que revela el atractivo del jazz es “Apuntes sobre la carátula de un disco de Stan Getz”, de Francisco Véjar, donde la música, así como los libros y el amor, son imprescindibles para la vida del hablante. En una vena más humorística, Mario Menéndez se burla en “El clan Sinatra” de su propia poesía a través de una “Capacidad negativa” (frase famosa del poeta inglés John Keats) que le deja oír canciones pop como las oyen los gatos del vecindario. Mi elección de estos poemas para traducirlos se debe en gran parte, aunque no por completo, a que yo soy un antiguo fan del jazz. Históricamente, la admiración y la práctica del jazz en Chile se remontan a mediados de la década de 1920 y pueden presumir de una impresionante tradición que se mantiene en plena vigencia hasta nuestros días.
Sin poder mencionar a todos los poetas y poemas en esta compilación, me gustaría dedicar unas palabras a “Imago Dei”, de Boris Durandeau Stegmann, una obra bastante inusual en la poesía chilena ya que utiliza la mitología clásica para acometer contra lo que Parra ya había considerado “Los vicios del mundo moderno”. Neruda nunca empleó la mitología, mientras que Lihn en ocasiones podía jugar con este tipo de material. Pero en su mayor parte, los poetas chilenos comparten con Huidobro (autor de Altazor 1919-1931), Neruda, Mistral, y Parra una preocupación por la vida contemporánea, cuyo paisaje, la flora, la fauna y la gente, miran, no a través de un lente clásico, sino a través de su campo de visión, propia del Nuevo Mundo. Poetas como Karen Toro y Alejandro Cerda, que recientemente han ganado premios de poesía en Chile, tienden a centrarse en su escena local, costera, con su viento y olas omnipresentes, pero que en éstos han descubierto conexiones emocionales que pueden gatillar acordes de respuesta en lectores de cualquier lugar. En este sentido, las nuevas generaciones de poetas chilenos son auténticos herederos de la rica línea poética de su país.
*Este fragmento pertenece al libro Hallazgo y traducción de poesía chilena de Dave Oliphant publicado por la Editorial ContraCorriente, 2019.
Posted: August 1, 2019 at 9:08 pm