Essay
Nashville, la ciudad que canta su historia

Nashville, la ciudad que canta su historia

Ricardo López Si

Getting your Trinity Audio player ready...

Share / Compartir

Shares

Lo primero que despierta curiosidad al llegar a Nashville, la capital del estado sureño de Tennessee, no son los honky tonks —bares de música country en vivo—, sino la gran cantidad de despedidas de solteras que se están fraguando en la ciudad.

“Esto es como Las Vegas para la gente del Midwest”, me dice el dependiente de una tienda de memorabilia consagrada a los grandes mitos del sello discográfico Sun Records: Elvis Presley, Roy Orbison y Johnny Cash.

La analogía tiene sustento, pero no es del todo reveladora. Nashville tiene una cosa por la que Las Vegas hipotecaría The Sphere: personalidad. La capa de maquillaje del Strip de Las Vegas palidece frente a la histeria de Broadway: la avenida de las luces neón, las marquesinas y las insignias vaqueras.

A diferencia de Memphis —donde las raíces del blues rivalizan con Graceland, la mansión donde vivió y está enterrado Elvis Presley—, en Nashville coexisten dos mitos incorruptibles: Johnny Cash y el country industrial.

Mientras las trompetas de apertura de “Ring of Fire” —grabadas por Bill McElhiney, arreglista de gente como Brenda Lee— son el leitmotiv de todo aquel establecimiento que se precie de ser auténtico —por ejemplo el Nissan Stadium, casa de los Titans de la NFL—, de los bares sureños parece emerger, cada cuarto hora, la nueva Dolly Parton, primera valquiria en emprender, con éxito, la transición del country al pop sin pervertirse.

En el bar de Jason Aldean, cuyo lugar en la escena musical de Nashville se debe a su fusión de rap, pop y country, un cover de “Love Story”, el primer sencillo de la Taylor Swift realmente democrática, provoca una ligera rechifla. Me convenzo, para dotar el momento de de épica, que tiene que ver con la batalla legal que Swift sostuvo con Big Machine Records, el sello local con el que publicó sus seis primeros álbumes de estudio antes de firmar con Republic Records.

Exploro el espacio consagrado a Hank Williams Jr. en Broadway. Nadie que haya escrito una canción tan desafiante como “A Country Boy Can Survive” merece la indiferencia. En las paredes del lugar, descubro algo que me conmociona: apareció a los 14 años en el show de Ed Sullivan, la génesis de la leyenda en torno a Elvis Presley. Apenas hay rastro de su padre, Hank Williams, el primer héroe country del que siempre buscó tomar distancia en términos autorales.

Luego, el paso natural: la expedición al Museo y Salón de la Fama Country, inspirado, temática y arquitectónicamente, en el de Cooperstown, recinto de los inmortales del beisbol profesional. Busco afanosamente el retrato en bajorrelieve fundido en bronce de Hank Williams, el primer músico entronizado en la historia del lugar. Suena “Hey, Good Looking” y se vuelve inevitable no sentir pena por su prematura muerte en el asiento trasero de un Cadillac que se dirigía a Canton, en la víspera del Año Nuevo. Se habla más, por abonar al mito del cantautor canalla, de su adicción al whisky desde los 13 años que del defecto congénito que padecía en la columna vertebral. La profecía de “I’ll Never Get Out Of This World Alive”, su última canción publicada en vida, se cumplió: No matter how I struggle and strive (No importa cuánto luche y me esfuerce)  / I’ll never get out of this world alive (Nunca saldré vivo de este mundo).

A vista de pájaro, la ciudad cumple a cabalidad con el collage exótico que bocetó Robert Altman en Nashville, la enésima película coral del subversivo miembro del Nuevo Hollywood. Me viene a la mente Haven Hamilton (Henry Gibson), cuando, desconcertado después del atentado sufrido por la superestrella country Barbara Jean (Ronee Blakley) en el escenario principal de un mitin político, lanza ante la multitud: “Esto no es Dallas, es Nashville”, en alusión al magnicidio del expresidente John F. Kennedy. Y pide, desesperado, que alguien salga a cantar para acompañar el traslado de la artista a la ambulancia.

En la ciudad de la música, las hazañas y las tragedias se perpetúan cantando

Foto de Nick Agee en Unsplash

 

Ricardo López Si es coautor de la revista literaria La Marrakech de Juan Goytisolo y el libro de relatos Viaje a la Madre Tierra. Columnista en el diario ContraRéplica y editor de la revista Purgante. Estudió una maestría en Periodismo de Viajes en la Universidad Autónoma de Barcelona y formó parte de la expedición Tahina-Can Irán 2019. Su twitter es @Ricardo_LoSi

 

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.

Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad.

 


Posted: June 15, 2025 at 10:00 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *