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Alberto Ruy Sánchez y la fascinación perversa
COLUMN/COLUMNA

Alberto Ruy Sánchez y la fascinación perversa

Alfredo Núñez Lanz

La literatura siempre se las arregla –cuando es verdadera– para llegar de forma oportuna. A veces es como una visita inesperada; con la llave que nosotros mismos le damos abre la puerta de la casa y deja entrar el ventarrón de afuera, desacomodándolo todo, un poco estrepitosa. Nos obliga al fatigoso trabajo de ordenar nuestro espacio y recibirla. Al menos, en mi caso, nunca puedo decirle que no. Ella decide quedarse. Es más, echa raíces. A uno no le queda más remedio que aceptarla, aunque va ganándole terreno a la ropa o los zapatos y amenaza con encontrar sitio bajo la cama.

En una entrevista reciente por la aparición de su nueva novela, El expediente Anna Ajmátova (Alfaguara 2021), Alberto Ruy Sánchez comentó lo que muchos lectores han especulado: “¿Estás hablando de Cuba?”, le lanzaron en España. Y otros se aventuraron: “en realidad es sobre el presente de Venezuela, Brasil, México…” Como si los lectores sospecharan que, en vez de ofrecer una novela biográfica a la usanza, el autor hablara alegóricamente de la triste realidad que se vive en distintas partes del mundo.

¿Qué tienen que ver nuestra época posmoderna con la Rusia estalinista? ¿Por qué emprender la ardua tarea de escribir una novela sobre Anna Ajmátova cuando existen otros trabajos biográficos tan completos como el de Elaine Feinstein o el de Roberta Reeder? A Ruy Sánchez lo separa de su personaje no sólo el tiempo, sino la cultura y más importante aún para un escritor: la lengua. El acto de entregar a la imprenta un libro como éste es significativo. ¿Un llamado a la memoria? Quizás el autor percibe una amenaza, la que a muchos nos inquieta con el auge de los populismos de izquierda o de derecha, la coerción ideológica y la paulatina pérdida de libertades. Pero más allá del triste contexto político, con El expediente Anna Ajmátova Ruy Sánchez apela a nuestra urgente necesidad de voces auténticas, que siempre se contraponen a los dogmas y poseen sutiles y efectivas formas de despertar la conciencia, llamar a la reflexión.

Anna Ajmátova supo resistir a todas las prohibiciones impuestas, comenzando con su propio padre, quien le prohibiera escribir poesía para no desprestigiar a la familia. La respuesta de Anna fue cambiarse el apellido por el de una bisabuela tártara. Esta decisión supone una gran rebeldía; el deseo de convertirse en poeta iba más allá de cualquier mandato. Y así fue trazando su camino e identidad propias: con firmeza. La novela de Ruy Sánchez pone énfasis en esta etapa formativa, adentrándose en la conformación de una voz. El tejido de acontecimientos externos –como su matrimonio con el errático Nikolai Gumilyov o la caída del zarismo– y algunos internos, sutiles pero definitorios, conforman un acercamiento a la poética de la autora. Más que los episodios de una vida, esta novela narra el nacimiento de una poeta. Ruy Sánchez retrata, documenta, sensibiliza, especula y pone en orden un inventario, el registro de quien vivió acosada por Stalin y supo permanecer en su país, siendo testigo, como una heroína trágica, del espantoso destino de sus amigos, sus esposos, incluso su propio hijo –el historiador y antropólogo Lev Gumylev, arrestado y deportado a campos de trabajo en Siberia–. Anna sobrevivió a la censura, a la pobreza, a los años de persecución ideológica con la única arma de su expresión.

En esta novela se enfrentan dos poderes: el absoluto, aplastante y que usa las armas del terror o la intimidación, contra otro tipo de poder en apariencia pequeño y anodino, aquel que reside en el ejercicio poético, donde los territorios jamás se cierran, más bien propician nuevos horizontes. Y el poeta, cultivador de mundos, escapa al dominio, a la vigilancia –un arma que no comprende el tirano–. Para ello, Ruy Sánchez construye un personaje que conducirá la trama: Vera Tamara Beridze, agente de la policía secreta encargada de vigilar a Anna Ajmátova. El punto de vista de toda la novela se centra en esta militar encubierta que recibe la misión de “averiguar cómo ella logra esta violación de todas las órdenes de Stalin. Y, por supuesto, averiguar sobre esta poeta insoportable que, no entendemos bien por qué, pero se ha ganado el interés de nuestro líder. Al grado de no ejecutarla”. 

La fascinación es la fuerza centrífuga de esta historia, en distintos niveles, desde el físico hasta el literario. Anna Ajmátova provocó intensas pasiones que con buen ritmo narrativo nos son presentadas. Las descripciones de sus ojos, su nariz angulosa, el porte lleno de elegancia y secreta sabiduría conforman en el lector una imagen vívida de la belleza enigmática de Anna. Ella también despertó la admiración de sus contemporáneos debido a su tenacidad, primero en la construcción de un camino distinto al de la generación que le precedió, pues no era fácil, desde luego, abrirse paso tras el callejón sin salida que dejó el simbolismo ruso. Pero muy pronto, Ajmátova supo cómo aprovecharse de esa dificultad y reformuló el estatuto público del poeta para salir a enfrentarse a su tiempo con otras formas: encontrando un modo de volver, luego de la multiplicidad polifónica de la vanguardia, a una modulación íntima del habla en el poema, que se dirige a un oyente sensible mas no intelectual ni erudito.

La breve e intensa relación extramarital entre Anna Ajmátova y Amedeo Modigliani también se explica desde la fascinación. Cuando se narra el encuentro entre ambos artistas es el único momento de la novela en que Vera le presta la voz a Anna y ella misma narra los encuentros con el pintor a la manera de un falso diario. Esta parte del Expediente… es quizá la más intimista y novelesca, pues Ruy Sánchez, pinta el ámbito ideal para el romance: el París de principios de siglo. Entre caminatas, encuentros casuales, visitas al Louvre y conversaciones exquisitas, el lector recorre esa ciudad “hecha de líneas que se cruzan, de pensamientos que coinciden o se separan”. El ambiente palpita y une a los amantes en ese “urbanismo erótico” que Ruy Sánchez configura.

Todos los personajes de El expediente Anna Ajmátova viven la fuerza de la fascinación, en grados luminosos o terribles. La narradora, Vera, conforme avanza en su trabajo de espía se obsesiona con entender la personalidad de Anna, conocer su escritura, llegando a admirarla al grado de forjar un fuerte vínculo, no exento de culpa: “Nunca supe en qué momento exacto los sueños de ella comenzaron a meterse en los míos”. Sin embargo, la forma más perversa de fascinación es la que vive el personaje del joven Stalin, lleno de aspiraciones literarias, cuando era un paladín de Lenin. Embelesado primero con la obra de Ajmátova –al grado de hacer anotaciones al margen en cada uno de los poemas de su libro La tarde– Koba, como se hacía llamar por aquellos años, sufre un episodio que hará silenciar para siempre su camino poético y marcará el destino de Anna. Ruy Sánchez expone la forma en que la fascinación se oscurece; cómo el narcisismo de los tiranos echa a andar la crueldad extrema al intentar apropiarse del talento que admiran y envidian.   

Gracias a su estructura fragmentaria, El expediente Anna Ajmátova logra profundizar en muchos ejes temáticos sin que el lector se pierda en digresiones. Cada página ofrece un texto que es una unidad en sí misma –aludiendo a los documentos de la policía chequista– y en ocasiones se concatenan cuando las escenas así lo requieren. Valiéndose de elementos de thriller psicológico, la técnica del collage y el erotismo, esta obra disecciona el comportamiento de los tiranos, los mecanismos de la obsesión, incluso las fatales consecuencias de un ego herido:

Los hombres de poder, que todo lo subordinan a lograrlo o añorarlo, creen que todo se subordina a la política, incluso el amor y la pasión […] Como tantos otros déspotas, [mis jefes] necesitaban creer que todo era sobre ellos. Amarlos o ser sus enemigos. No había nada en medio.

El tirano suele ejercer la seducción y la violencia a partes iguales. Mientras prohíbe, vigila y lucha contra enemigos –imaginarios o reales–, el abusador conquista a otros, despierta la admiración, promueve un culto a su personalidad valiéndose de todos los medios a su alcance. Y lleva a cabo la vieja e infalible técnica del “divide y vencerás”, empujando a tomar partido. En nuestros tiempos lo constatamos con espantosa frecuencia.

La gran erudición de Ruy Sánchez se despliega en cada una de estas páginas que conforman un elegante tejido alegórico. El lector vive el peligro de la protagonista, siente la vigilancia sobre ella y se indigna ante un ambiente espeluznante y opresivo. El expediente Anna Ajmátova nos recuerda que los artistas e intelectuales suelen ser, en cualquier régimen despótico, los primeros en ser silenciados, pues “las palabras no sólo son significados, también son formas vivas, son actos” cuyo poder es sutil, pero a la vez preciso, como el de un bisturí capaz de diseccionar la enfermedad humana del autoritarismo y su aparato de propaganda que, lamentablemente, se propaga con la rapidez de las epidemias.

 

Imagen: Retrato de Anna Ajmátova, de Natham Altman (Museo Ruso de Málaga).

Alfredo Núñez Lanz. Cofundador de Textofilia Ediciones. Es autor de los libros Soy un dinosaurio (Conaculta, 2013), Veneno de abeja (Secretaría de Cultura, 2016) y El pacto de la hoguera (Ediciones Era, 2017). Becario del Programa Jóvenes Creadores del FONCA 2014 y 2016. En 2018 obtuvo el “Premio nacional de narrativa histórica Ignacio Solares” para obra publicada por El pacto de la hoguera. Su Twiter es @NunezLanz

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Posted: March 31, 2022 at 10:00 pm

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