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Así de simple
COLUMN/COLUMNA

Así de simple

Rose Mary Salum

Hace algunos años, mi hija se propuso filmar un documental que en su momento lo llamó Ensoulment. Fue un proyecto fascinante porque tuvimos la oportunidad de entrevistar doctores, intelectuales y periodistas de diversas disciplinas para hablar de un tema que, aunque se le designa bajo la categoría de junguiano, es en realidad un tema universal.

Aún recuerdo esas conversaciones porque fueron tan brillantes, que al poco tiempo, devinieron en un libro titulado de la misma manera. Una de esas conversaciones fue  con la Doctora Cynthia Eller quien, en un momento de mucha espontaneidad confesó que el meollo de la sociedad patriarcal se reducía a que el hombre tenía más fuerza física que las mujeres. La aseveración me resonó de alguna manera porque no deja de ser difícil pensar que alguien se sometería a imposiciones que van contra su propia esencia, su alma o sus deseos a no ser por el temor de ser castigado. Y si la desobediencia implica la imposibilidad de acceder a la educación, al trabajo, a la libertad de expresión o quizá incluso enfrentar  la muerte, la rebeldía se vuelve un lujo inalcanzable. La capacidad coercitiva de un grupo puede trastocar todo comportamiento o convicción cambiando el futuro de un país entero.

Por eso, lo que  ha venido sucediendo en Irán en las últimas semanas, es extraordinario. Porque después de la muerte de la joven iraní de raíces kurdas Mahsa Amini de 22 años, una buena parte de las mujeres ha decidido que el país ya no puede más con ese grado de opresión y ha salido a las calles a pesar de los riesgos a los que se exponen. Todos hemos visto las imágenes de mujeres protestando, quemando sus hijab y cortándose el pelo. Ellas gritan “Mujeres. Vida, Libertad”.   Hoy se cumplen los cuarenta días del fatídico incidente  (fecha en que las costumbres musulmanas mandan celebrar la partida de los muertos) días en los que las protestas prometen endurecerse. 

Si bien es verdad que muchas de ellas usan el hijab y se adhieren a los prescritos religiosos, lo que en realidad exigen es el derecho a decidir por sí mismas, a llevar, como lo dice la activista Masih Alinejad, una vida normal. Y eso se traduce en poder cantar, escuchar música, tener autonomía sobre lo que se porta, libertad de elección y, sobretodo, respeto a sus garantías individuales. 

La activista, quien ha sido la cara de las protestas desde Estados Unidos, tuvo que dejar su país en el 2009 por las amenazas de muerte que recibió. Su vida no ha sido fácil desde entonces porque su hermana ha renegado de ella en televisión, su hermano ha sido encarcelado y, desde hace trece años, no puede ver a su madre.

La Policía de la moral —un nombre que parece haber surgido de un libro de ciencia ficción—ha abusado de su poder  y tiene una multiplicidad de mujeres desaparecidas en su haber. Además, ya ha matado a otras adolescentes y jóvenes desde que comenzaron las manifestaciones y no da señales de ceder un ápice.

El NYT ha justificado estas marchas, que ya muchos llaman revolución, por la situación económica que el país ha sufrido desde que las sanciones impuestas por el mundo han debilitado la economía persa. Pero las feministas defensoras de los derechos humanos, aseguran que esta ha sido una revolución iniciada por mujeres jóvenes, que su cantos piden libertad y que su único objetivo es liberarse de aquello que se les ha impuesto por el solo hecho de ser mujeres.

En sus múltiples conversaciones con los medios, la activista no deja de mostrar su sorpresa frente a lo que ella presenta como una situación inusual: que en el siglo XXI la mujer aún siga siendo ciudadana de segunda. Que debe cubrirse el pelo y si algún flequillo asoma tímido, debe castigarse, en ocasiones, hasta con la muerte.

Lo sorprendente no es que Irán tenga así de oprimidas a la mitad de sus habitantes. Lo sorprendente es que exista un eco de opresión en un país como  México donde sus feminicidios van en aumento y el gobierno se desentiende de esos crímenes, la sociedad critica a las mujeres por revoltosas y todos, en general, muestran oídos sordos a las súplicas femeninas como si fueran palabras necias. Sorprende también que han sido años desde que la sociedad tomara conciencia de esta penosísima situación y que aún no exista ningún compromiso para detener esa ola criminal. Si acaso, las estadísticas muestran un escandaloso incremento. 

Esta sordera se extiende también a Estados Unidos que se dice puntero en todo: educación, armas, tecnología y un largo etcétera. Porque no es solo que la senadora demócrata de origen iraní no esté mostrando su apoyo a las adolescentes persas, algo que dice mucho de la hipocresía política, así sea demócrata, sino que el país entero ha dejado vulnerable a la población femenina. Desde que se revirtió el acceso al aborto, las mujeres son cuestionadas cada vez que van a la farmacia por algún medicamento, si sufren de un aborto no provocado o si, simplemente, apuestan por la libertad de decisión de cada una de las ciudadanas.  Asimismo, los medicamentos que pueden provocar el aborto, como las medicinas para la úlcera y otros de ese corte, se les racionan a las mujeres o se les niegan so pretexto de que lo usarán con otros fines. Las noticias muestran una y otra vez el trato que reciben cada vez que atienden un establecimiento médico como si los mismos cuestionamientos se le hicieran a los hombres cada vez que se sienten mal.

Cuesta trabajo entender una situación así, cuesta creer que a estas alturas del partido se tengan que seguir escribiendo artículos con esta temática. Pensar en una comparación entre el trato hacia las mujeres de otro país y el trato que se les da en los países americanos, sobre todo en Estados Unidos y México se antoja impensable.

Esta diferencia de trato, apunta a ser solo el principio de un cambio de estatus en la autonomía femenina que pudiera derramarse en otros países que se dicen democráticos. Lo trágico del tema es que para que estas políticas puedan llegar a imponerse, se necesita esa fuerza bruta de la que hablaba en un principio y que se impone desde la parte más tóxica de una sociedad patriarcal—y que en ocasiones, también apoyan ciertos sectores femeninos. Porque en realidad, lo que mueve a las mujeres a revelarse y protestar tanto en aquel país del Medio Oriente, como las que lo hacen desde las calles mexicanas y norteamericanas, no es otra cosa que exigir una vida donde ellas mismas tengan derecho a la vida, número uno, y a elegir sobre la propia cotidianidad. Y eso, en teoría, no solo debería estar dado, sino que no debería ofender a nadie. Y, mucho menos, parecería redundante anotarlo, intervenir en las decisiones más triviales como lo que se usa en el pelo. Así de claro. Así de simple.

*Imagen de Ciprien Hausen

 

Rose Mary Salum es la fundadora y directora de Literal, Latin American Voices. Es la autora de Donde el río se toca (Sudaquia, 2022), Otras lunas (Libros del sargento, 2022) Tres semillas de granada, ensayos desde el inframundo (Vaso Roto, 2020), Una de ellas (dislocados, 2020). El agua que mece el silencio (Vaso Roto, 2015), Delta de las arenas, cuentos árabes, cuentos judíos (Literal Publishing, 2013) (Versión Kindley Entre los espacios (Tierra Firme, 2003), entre otros títulos. Sus obras se han traducido al italiano, búlgaro y portuguésSu Twitter es @rosemarysalum

 

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Posted: October 26, 2022 at 4:30 am

There is 1 comment for this article
  1. Patricia gras at 5:08 am

    Muy bien dicho. Es increíble que aún en el 2022 los hombres y el patriarcado mundial nos siga exigiendo lo que se les da la gana. Gracias por una y otra vez hacernos recordar brillantemente lo que está pasando aún hoy con nuestros derechos de mujer.

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