El silencio y la nada-todo
Angelina Muñiz-Huberman
El silencio. Gran hueco de la nada. El vacío. El silencio buscado, el silencio encontrado. El silencio en su enormidad de nada. La nada que no es nada y por eso se compensa en el todo. El silencio amado. El silencio temido. El silencio como desdeño, como enojo, como desprecio. El silencio por no encontrar la palabra. El silencio como tributo. El silencio poblado: la enorme cantidad de palabras, de sonidos, de recuerdos, de melodías acallados. El silencio forzado: la sordera. Beethoven en silencio y su música que los demás oían, menos él. Ejemplo de la nada y el todo. El silencio de los muertos. Los cementerios en silencio.
Y, sin embargo, alguien tiene que gritar
por miedo al silencio.
El silencio paradójico: sólo lo conocemos cuando el ruido calla. Imposible de atrapar: el oído interno nunca para y rige el equilibrio para no caer y hacer ruido. Aún si hubiera silencio total por dentro del cuerpo corren los ruidos: el corazón, los pulmones, los intestinos. La sangre que va y viene. La condena del tinnitus. Por fuera corren: las pestañas al parpadear. Los vellos rebeldes. Los pies al caminar. Y sus sonidos apenas perceptibles. Luego el silencio nunca es total.
Ni Garcilaso de la Vega pudo hallar el silencio a pesar de sus versos: “En el silencio sólo se escuchaba / un susurro de abejas que sonaba”. La aliteración fue traicionada. El silencio es como un caracol al oído. En tono muy bajo.
Leer. Claro. La máxima actividad del silencio. Que pide silencio y se hace en silencio. De ahí que a los amantes del ruido no les guste leer.
Y escribir. Con un disminuido ruido al rasgar de la pluma (si alguien la usa) o al teclear de la máquina. Escribir el silencio. Pintarlo. Palparlo. Dibujarlo.
Imaginarlo, porque a lo mejor ni siquiera existe y sólo lo hemos imaginado. Como Dios. Si existiera Dios sería el silencio absoluto: la nada. Por eso hay órdenes monásticas tan calladas como la de los cartujos.
Y la noche. ¿Acaso es el reino del silencio?
No lo creo.
¿Dormir es el silencio?
Tampoco lo creo.
En la noche ocurren los crujidos, los lamentos, los suspiros, los jadeos del amor. ¿Cuál silencio?
Aún en el silencio del soñar se habla, se escucha música, todo tipo de sonido. ¿Es que no podemos vivir en paz y en silencio?
Lo que me lleva a pensar en las guerras: el antisilencio constante. Los horribles ruidos de bombas, proyectiles, ametralladoras, fusiles, edificios que se derrumban, cuerpos que caen muertos. Matar por el ruido. Es un modo de acabar con la vida. Ruido y más ruido.
Tampoco la naturaleza se calla. Lluvia, viento, tormenta, truenos, lenguajes de los animales. ¿Qué pasa con el silencio? ¿A dónde se va? ¿Será un exiliado?
Sí, creo que es eso: algo fuera de lugar. Antes tenía patria el silencio mas perderla fue cobrar razón de ser: nada suena como sonaba: callar.
En el diccionario la definición es por su opuesto, pues en realidad no se sabe qué es el silencio: “Estado en el que no hay ningún ruido o no se oye ninguna voz”. Es un imposible. Como la teología negativa de Maimónides: Dios no existe porque no tiene principio ni fin. Así el silencio.
Por eso, el silencio es el compañero de la poesía y de la música: está pleno de significados, de posibilidades. Por ser tantas nadas es un todo.
Gran misterio es el silencio. Octavio Paz lo dijo en su poema:
“desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen”.
El silencio guarda silencio para ser silencio. Tal vez el silencio explicaría lo que se guarda en silencio. Creo que el silencio es el rey de la paradoja y de ahí en adelante.
Un libro sobre el silencio contradiría su propia esencia, salvo en el caso de Santiago Kovadloff que escribió tal libro, El silencio primordial, para ser leído en silencio, desde luego. En su deseo de explicar y de entender el silencio lo homologa con el cero en matemáticas. Lo considera una ausencia, sin antes ni después, una falta sin remedio, un silencio primordial. De nuevo, estamos ante un lenguaje negativo. Aunque yo corregiría y el cero antes de una cifra o después cambia totalmente el valor. Mientras que el silencio se da entre un antes y un después.
Kovadloff resalta el silencio en la pintura, pues así como no hay movimiento no hay sonido. Ve en Klee el esfuerzo por definir lo indefinible por medio del color gris que asocia con el silencio. En Picasso resalta el silencio del cubismo en su capacidad de sugerir lo que hay más allá de lo visible.
Por último, el silencio primordial para Kovadloff alcanza el abismo, que yo llamaría místico, del amor en su indefinición. Lo compara al silencio por la imposibilidad de expresar lo inexpresable.
Otras relaciones son las de tiempo-espacio. El silencio carece de espacio al no tener presencia. El tiempo es su quehacer: dura más o menos, pero nunca mucho.
Es insoportable el silencio.
Desterrarlo podría ser un método de tortura: constante volumen por todo lo alto: la víctima terminaría por decir lo que quiere el victimario y rogar el silencio.
Es imposible el silencio.
El silencio aclara e ilumina, separa el orden del caos. Interviene de forma insospechada ahí donde no se le espera.
Es inusitado el silencio.
El silencio va más allá de lo que hay. Es la base de todo arte. Se introduce en los resquicios y no hay modo de sacudirlo.
Es polvo el silencio.
Desespera el silencio por esa su manera de escaparse, de no ser nada, de habitar en lo profundo de los bosques y en la cima de las montañas.
El silencio es como la nieve.
Cae y no suena.
Es lo que queda por decir, después de haberlo dicho todo. Lo que se queda en el tintero y en el alma borrascosa.
El silencio carece de voz y voto.
Es punto y aparte el silencio.
Es el ángel que pasa.
*Imagen de Annie Briot
Angelina Muñiz Huberman es autora de más de 50 libros. Ha ganado el Premio Xavier Villaurrutia , el Premio Sor Juana Inés de la Cruz el Premio José Fuentes Mares, Magda Donato, Woman of Valor Award, Manuel Levinsky, Universidad Nacional de México, Protagonista de la Literatura Mexicana, Orden de Isabel la Católica, Premio Nacional de Lingüística y Literatura 2018, entre otros.
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Posted: November 2, 2022 at 11:01 pm