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Lírica y ficción

Lírica y ficción

Paul-Henri Giraud

Traducción de David Medina Portillo

I

En “Poesía y mitología”,1 dos conferencias escritas en 1942, la literatura moderna es presentada, como los antiguos mitos, en su eterna búsqueda de sentido y de aquello que Paz entiende por lo “sobrenatural”. Considerando las obras contemporáneas susceptibles de producir mitos, Paz deja de lado la poesía lírica en favor de otros géneros literarios, como la novela, conectada de manera más directa con la realidad social. En 1942, estima Paz, ninguna obra mexicana ha conseguido crear aún un mito verdadero para México. Sólo Ulises criollo (1925) –el primer tomo de la autobiografía de José Vasconcelos– dejaría presentir este mito –un relato que daría a México el héroe que espera.

La cuestión de la ficción, que separa el mito del lirismo, no debe ocultar aquello que, según Paz, crea la unidad de toda “poesía”: la exigencia metafísica. “El hombre ha conservado intacta su credulidad y su necesidad de mitos”: tal es el postulado de las conferencias sobre “Poesía y mitología”. Faltaría saber por qué y cómo el hombre crea mitos: “Trataré de exponer cómo la poesía, esto es, la imaginación creadora, ha producido siempre mitos para satisfacer esta sed de proyectarse en lo sobrenatural que el hombre padece (OC13 217).”

Esta imagen de una proyección del hombre en un más allá de sí mismo –en “lo sobrenatural”– rememora la imagen del “salto mortal” utilizada por Paz desde los años cuarenta para caracterizar la experiencia de lo sagrado. En cuanto a la palabra “sed” aplicada a la “necesidad” que el hombre tendría del mito, contiene en germen algunas intuiciones fundamentales del poeta: 1) El hombre es un animal sediento de absoluto. 2) Fundado sobre el espíritu crítico –crítico de los mitos y crítico de lo absoluto–, el racionalismo moderno no responde a esta necesidad. 3) Sólo la “poesía” se revela capaz de saciar esta “sed”:

[E]sta sed de transformar lo instintivo en sobrenatural y de satisfacer, disfrazándolos en lo maravilloso, los más obscuros apetitos, esta exigencia de fábulas que dan cuerpo a las fuerzas de la naturaleza y las relacionan y las transforman sobrenaturalmente, ¿han desaparecido del alma moderna? No lo creo. Ni la religión, ni la filosofía, ni la aventura han saciado nunca esta necesidad de satisfacer lo más antiguo e instintivo del hombre a través de la representación mítica. (OC13 217)

Gracias al disfraz de lo “maravilloso” y de la “fábula”, el mito tendría como función, y hasta como prerrogativa, operar la síntesis entre la naturaleza y lo sobrenatural, entre el instinto y el pensamiento, entre el instante presente y el tiempo de los orígenes –una síntesis ofrecida hoy al “alma moderna” bajo la forma de la literatura o, por lo menos, de la literatura de ficción.

Mientras que el joven Octavio Paz se había dado a conocer hasta ese entonces como un poeta esencialmente lírico, en “Poesía y mitología” se cuida de disociar el lirismo de los numerosos géneros literarios susceptibles de crear mitos: “drama o tragedia, epopeya o novela, cuento de hadas o leyenda, novela policiaca o comedia”. En todos los géneros enumerados, el poeta crea “mundos” y “héroes”; en cambio, concebida como un “diálogo del alma con el mundo que la rodea”, en la lírica la invención no desempeñaría ningún papel:

La poesía lírica –quizá la más pura y la más alta de las artes poéticas, si no la más amplia– no crea mundos ni héroes: es sólo una continua embriaguez, un instante de fusión o desgarramiento del alma y el mundo. Es como una flecha clavada en la entraña del cielo. (OC13 221)

“Fusión o desgarramiento” –“Soledad” o “comunión”, dirá pronto Octavio Paz–, la poesía lírica se caracteriza, en el seno mismo de la “embriaguez”, por una crisis espiritual; parte alternativamente maldita y mística de la actividad literaria, ella es la adelantada de la poesía: el camino más corto de la literatura para alcanzar lo divino –o para blasfemar. Si la poesía lírica no crea mitos es porque, según Paz, puede perfectamente pasársela sin ellos.

Una distinción tan tajante entre ficción y lirismo reclama sin duda algunos matices, que Paz no dejara de aportar:

Naturalmente que esta ordenación no es rígida, puesto que hay una continua comunicación entre la poesía creadora de mitos y la poesía lírica: no son extraños los momentos líricos a Sófocles o a Homero, como no es ajena a la poesía de Nerval la representación mítica. (OC13 221)

Igual que la tragedia o la epopeya presentan “momentos” líricos, la lírica ofrecería, entre ciertos autores, una suerte de virtualidad mítica. Aunque en el caso de Nerval, como en el de numerosos poetas románticos, la reformulación moderna de los antiguos mitos se hace en primer lugar desde una perspectiva personal, hermética e, incluso, mística. Por el contrario, en 1942 Paz parece esperar de la literatura mitos lo suficientemente claros y universales como para suscitar, a través de tal o cual figura ejemplar, un atisbo de identificación colectiva.

Tal aspiración parece jugar a favor de la novela y en contra del lirismo o, con mayor exactitud, contra la “poesía pura” y por una literatura “impura” –es decir, a favor de una “poesía” que, como la novela, crea una “atmósfera”, unos “personajes”, una “historia”, una “filosofía”, un “mundo”:

La novela es, ante todo, un mundo; no simplemente una atmósfera, ni unos personajes, ni una historia, ni una filosofía, sino todo eso, pero en un mundo, viviendo en un mundo. Un mundo, es decir, un orden, humano y mitológico, en el que los personajes respiran una atmósfera, sopla un destino y suceden unas cosas. […] La novela debe volver a su esencia. Su esencia es, como conviene a su naturaleza, impura, porque la novela, me atrevería a decir, es el único género literario que permite el ensayo, la divagación, la poesía, la política, todo, hasta la literatura, a condición de que sean… novela, mundo.2

Lo “humano” con lo “mitológico”, el “ensayo” con la “divagación”, la “poesía” con la “política” e “incluso la literatura”: el género novelesco que, “en esencia”, recoge y reúne todos estos aluviones en un río glorioso de fecundas impurezas podría, en efecto, aparecer, justamente, como la expresión universal y más cabal de la “imaginación creadora”. (OC13 217)

En el contexto mexicano, la reflexión de Octavio Paz se inscribe en la prolongación de la principal polémica literaria de los años treinta. Como recuerda Guillermo Sheridan, esta polémica había opuesto a los Contemporáneos –equívocamente acusados de entregarse a una poesía pura, cosmopolita y afeminada– contra los nacionalistas, obnubilados por el tema de la mexicanidad.3

II

Desde el principio de su carrera de escritor, y para franquear su propio camino a una literatura verdaderamente mexicana –a una “poesía” capaz de exaltar todo lo “humano” que contenga “lo mexicano”–, Octavio Paz no cesó de apoyarse en las experiencias de los Contemporáneos, particularmente en su crítica del nacionalismo literario.

Según una célebre teoría de Jorge Cuesta, en la que se reconoce la mayoría de los Contemporáneos, la cultura de México sería por naturaleza clásica y universalista. Marcada en el curso de la historia por una fecunda y continua trasplantación de formas y de estilos venidos de fuera, esta cultura no podría limitarse, sin traicionarse, a un simple localismo. Asimismo, la forma más genuina de ser mexicano consistiría –como sugiere Xavier Villaurrutia– en no buscar, de ninguna manera, parecerlo:

Qué importa que alguien pida que pongamos etiquetas de Made in Mexico a nuestras obras, si nosotros sabemos que nuestras obras serán mexicanas a pesar de que nuestra voluntad no se lo proponga, o, más bien, gracias a que no se lo propone.4

Si Paz reprueba también el mexicanismo de pacotilla, si detesta el nacionalismo –literario o cualquier otro– y comparte las admiraciones cosmopolitas de los Contemporáneos,se niega, en cambio, a confinarse en el hedonismo cultivado y escéptico de sus mayores, inspirado en Gide y Valéry. Su intervención, en 1937, frente al Congreso Internacional de Escritores Antifascistas de Valencia,le había dado la ocasión de marcar esta diferencia:

Los jóvenes pensamos que sí existe acento nacional, poético, en la obra de los que nos anteceden, aun en la de aquellos que más cuidadosamente se evadieron de la anécdota. Lo que ocurre es que ese acento no es el que inútilmente buscan los enamorados de lo “mexicano”, porque lo mexicano es, justamente, lo contrario del nacionalismo, es decir, lo irreconciliablemente enemigo de la mutilación y el engaño del hombre. Lo mexicano, como lo español, es una manera de ser hombre, cumplida y vastamente, y no un camino o una red para truncar y traicionar al hombre. […] Lo mexicano está, con la misma fuerza, en oposición a lo inhumano y sin carácter, de puro desdén por la vida, que a lo pobremente característico.5

Paz repudia el color local y la “mexicanidad postiza” de los nacionalistas, pero también y “con la misma fuerza”, el “clima enrarecido” (OC13 260-261) en el que acaba, según él, la poética de Contemporáneos: una poética “sin carácter”, desdeñosa hacia la vida, “inhumana”, en fin, en el sentido de que representa, según la fórmula de Ortega y Gasset, una inquietante “deshumanización del arte”.

Corresponde a la “generación” siguiente –la de la revista Taller– intentar una verdadera síntesis entre mexicanidad y universalidad. Síntesis dispuesta bajo la influencia de un humanismo vibrante y exigente, que procura no tanto experimentar “lo mexicano” como “construir” al hombre y al pueblo de México:

Taller […] no quiere ser el sitio en donde se liquida una generación, sino el lugar en que se construye el mexicano y se le rescata de la injusticia, la incultura, la frivolidad y la muerte.6

Tras el sobrio énfasis de esta cláusula se esconde, quizá, un conjunto de dardos lanzados sobre diferentes blancos: “la incultura” de los nacionalistas, la “injusticia” de los poderosos y de todos los mantenidos de la Revolución, la “frivolidad” y “la [nostalgia de la] muerte”, en fin, una “generación” –la de Contemporáneos– a la que no se trata de liquidar sino, más bien, de sobrepasar. Es lo que Paz expresará, muchos años después, de modo menos polémico: “No sólo nos sentíamos distintos: sentíamos que los tiempos nos pedían algo distinto. Había que ir más allá, pero ¿hacia dónde?”7

¿A dónde ir? “Más allá”, quizá, de los límites demasiado estrechos del lirismo en el que los Contemporáneos tendían a encerrarse. Las dos conferencias tituladas “Poesía y mitología” buscan sentar las bases de una tentativa para ir, precisamente, más allá de un lirismo demasiado puro, hacia una literatura de inspiración consciente y voluntariamente mexicana, hacia una “poesía” que, por su misma impureza, ofrecería a México el mito que espera a través de la figura magnificada de un héroe.

Tomado de Octavio Paz: Vers la transparence 

(Le Mond – Presses Universitaires de France, 2002

 

Notas

1 En 1942 Octavio Paz pronuncia en el estado de Oaxaca dos conferencias sobre el mismo tema. La primera se titula “Poesía y mitología: el mito”; la segunda, “Poesía y mitología: novela y mito ”. En adelante publicadas en Obras completas, edición del autor, México, Fondo de Cultura Económica, 1994-2003, vol. 13, págs. 215-224 y 225-233. Me refiero aquí a las Obras completas por las siglas OC seguidas por el número de volumen en cursiva y el número de página en letra redonda.

2 Octavio Paz, “Invitación a la novela: Rafael Solana ” [1939], OC13 283. (Los subrayados son míos).

3 Guillermo Sheridan, México en 1932: La polémica nacionalista, México: Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 9.

4 Citado por Guillermo Sheridan, op. cit., p. 158.

5 “Noticia de la poesía mexicana contemporánea. Palabras en la Casa de la Cultura de Valencia”, OC13 260.

6 Octavio Paz, “Razón de ser” [1939], OC13 201.

7 Octavio Paz, “Antevíspera: Taller”, OC4 103.


Posted: March 9, 2014 at 5:18 pm

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