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QUIRÓN de Christian Peña
COLUMN/COLUMNA

QUIRÓN de Christian Peña

Tanya Huntington

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Participé este año como miembro del jurado de un premio que, para mí, posee un significado especial justamente porque es “de escritores para escritores”. Es una experiencia que me dio la oportunidad de ejercer la crítica, en su acepción clásica de criba o selección, no como académica o columnista, sino como escritora y por lo tanto, desde la perspectiva de quienes formamos parte del mismo gremio de creadores. Además me agrada que, si leemos la letra chica, el Xavier Villaurrutia es un premio no para individuos o sus ilustres trayectorias, sino libros específicos. Es en ese sentido es un premio para novedades –es decir, uno que se declara amigo de lo actual, de lo que sucede aquí y ahora en las letras mexicanas.

Aunque en lo personal, no me place ni trazar, ni construir, ni defender barreras entre los géneros artísticos, ahora voy a hacer una excepción: es en mi calidad de poeta que quiero compartir con ustedes el entusiasmo y asombro que experimenté al leer por vez primera el libro que premiamos esta semana en una ceremonia que tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

Su tema es el de la paternidad, desde la perspectiva del autor como hijo y como padre, tal y como indican estos versos:

Mi hijo es la mitad de mi cuerpo:
cuando lo llevo en hombros me convierto en caballo
me recuerda que un hombre
es mitad bestia y mitad lo que su padre hizo de él.

No conozco personalmente a Christian Peña, y por ende no tengo información privilegiada sobre su praxis mientras escribía Quirón. Pero después de leer una que otra entrevista, creo entender que le preocupa que el poemario se lea como una exploración de lo que llamamos los miembros del jurado en nuestro texto “nuevas masculinidades” (en un intento, supongo, de promulgar su relevancia). Y comprendo por qué. Los poetas difícilmente queremos escribir algo que pueda celebrarse como si fuera el “sabor del mes” o como una especie de fast fashion que se viste durante una temporada para luego descartarse. Algo que vive y muere en el momento, digamos.

A la vez, sé que Peña es un asiduo lector de T.S. Eliot, quien postuló en su ensayo de 1919 titulado “Tradition and the Individual Talent” la necesidad de mantener como escritores un equilibrio entre la experiencia y la lectura, el presente y el pasado, cuales funámbulos. Lo cual me remite a su vez a un Ars poetica más antiguo, la Epístola a los Pisones de Horacio, quien también exploraba esa tensión de la cuerda suspendida entre imitatio de los grandes maestros e inventatio, o el esfuerzo por ser original.

Ahora bien, para lograr el imitatio, hay que cultivar un canon personal. Las fuentes de Peña son diversas, explícitas, y asumen la forma de intertextos y glosas. Varían desde el Eliot antes mencionado al dúo de guionistas Neal Martens y Carol Black, autores de la serie televisiva Los años maravillosos. Ojo: vale la pena notar aquí que estas citas no asignan mayor peso a los autores canónicos que a los productos de la cultura masiva y popular. Y creo que eso es notable, porque en lo personal como poeta siento que ejercemos un oficio parecido al del mago. Y que uno de los trucos más complejos, de esos que difícilmente caben en la manga, es el de hacer referencias a la actualidad sin que se noten las costuras, sin que se conviertan en torpeza el ademán y sin transformar la pluma en un calzador. Me refiero especialmente a las tecnologías que permean nuestra existencia actual y que a muchos nos cuesta poetizar sin incurrir en lo que llamamos en inglés buzzwords –palabras que zumban, que llaman la atención sin conducirnos hacia una reflexión más profunda.

Por ende, es importante que entendamos que Peña no despertó un día para prender la máquina, revisar el algoritmo y calcular qué hacía falta en estos momentos explorar las nuevas masculinidades. El detonador de este poemario fue más bien azaroso y experiencial: la impronta de una sombra no en la cueva alegórica de Platón, sino sobre una pared cualquiera de la calle, al llevar a su hijo a cuestas, o “a caballo” –una sombra que se le figuraba como el contorno del centauro, y que lo llevó a contemplar su relación con su propio padre en calidad de hijo en una mitad de este díptico, y su relación con su propio hijo en calidad de padre en la otra.

Mas la mitad caballo de este centauro específico representa no solo lo salvaje, y la mitad humana, no solo lo divino. De hecho, el nombre de Quirón proviene de Cheírôn, o mano; o sea, invoca también la mano prestidigitadora que inscribe los versos en la tabla de cera, que pinta las escenas del mito en el jarrón, que cuelga la constelación de Sagitario en el cielo nocturno.

Presiento que parte de esa magia que ejerce se debe a la presencia real y auténtica tanto de su experiencia vivida –especialmente la de su propia genealogía– y la manera en que ésta se conjuga con su pasión por mitologías como la griega, que nos proporcionan personajes como el titular –un monstruo, mitad hombre y mitad caballo, rechazado por su padre, Cronos, y su madre, Filira. Una paradoja cabalgante, es un ser inmortal que padece una herida mortal, y que en lugar de verter el veneno que corre por sus venas después de haber sido blanco accidental de la flecha de Heracles, envenenada con la sangre de la hidra, elige la sabiduría, la posibilidad de ayudar a los humanos a conjurar nuestra anónima debilidad para transformarnos en héroes –sus exalumnos incluían a Aquiles, ni más ni menos. Un ser divino que, como los santos o los bodhisattvas, elige procurar lo humano, Quirón termina cediendo su inmortalidad a Prometeo con tal de terminar con su propio sufrimiento.

Ahora bien, cuando hablo de la magia, no me refiero a la charlatanería de hacer desaparecer y reaparecer a algún conejo, o partir a una mujer a la mitad como si fuera un melón. Me refiero al poder latente sobrenatural de la poesía, esa llama que todos los poetas nos esforzamos por mantener viva. Es un truco capaz de forjar metáforas e inclusive mitologías nuevas que, insisto, eluden ser cínicas o aprovechadas a lo influencer, pero que no por eso dejan de ser urgentes: sí nos hacen mucha falta, y sí corresponden cabalmente a nuestro momento.

Este premio es también un reconocimiento a Vaso Roto, una editorial independiente que ha aguantado “las hondas y flechas de una fortuna escandalosa” con tal de apostar a la poesía desde hace más de veinte años. Es gracias a casas como la fundada por Jeannette L. Clariond que la poesía se mantiene no solo viva, sino relevante. Sin su apoyo, la llama pasada, presente y futura de la poesía se apagaría.

 

 

Huntington is the author of Martín Luis Guzmán: Entre el águila y la serpienteA Dozen Sonnets for Different Lovers,  and Return. Her most recent book is Solastalgia (Almadía / UAA, 2018). She is Managing Editor of Literal. Her Twitter is @Tanya Huntington

 

 

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Posted: August 1, 2024 at 10:33 pm

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