Essay
Alfonso Reyes: la Cibernética y el Mem-index

Alfonso Reyes: la Cibernética y el Mem-index

Braulio M. E. Hornedo Rocha

 

Para Adolfo Castañón, Javier Garciadiego y Gabriel Zaid
In Memoriam José Luis Martínez

La vida y la obra de Alfonso Reyes está surcada por la paciente vastedad y la férrea disciplina, de tal modo que no se deja clasificar, mucho menos encasillar por ciertos “críticos literarios”. Sus libros incluyen: una sólida teoría y una abundante crítica; ensayos; crónicas; divulgación, reflexión y crítica de las ciencias; dramaturgia; edición; epistolarios; filología; filosofía; historia; narrativa; memorias; traducción, aproximaciones y traslados; poemas. Estos son algunos de los variados afluentes que desembocan en el mar de la “literatura alfonsina”. Octavio Paz señaló con gran tino esta característica central, que por obvia, casi siempre pasa desapercibida. Una abundante creatividad expresada mediante una vasta diversidad temática y genérica: “La obra de Reyes no es una obra, sino toda una literatura” escribió en París con su impecable ojo crítico Octavio Paz, en un artículo titulado “El jinete del aire”, en los primeros días de 1960, al enterarse de la muerte de su viejo maestro apenas unos pocos días antes.

La curiosidad intelectual de Alfonso Reyes lo abarca casi todo en su obra: desde la Antigua Retórica o la Crítica en la edad ateniense, hasta la poética en la obra de José Martí, bajo la muy rigurosa perspectiva probabilista nada menos que: ¡de la mecánica cuántica!; o digamos, las conexiones de la Teoría matemática de la información con el principio de Carnot y el palpitante impulso de la vida en Bergson; o bien, la sociología estadística de los peces en sus conductas grupales y la prosa de Chesterton; finalmente en otro punto observamos, como darle vueltas y más vueltas a la noción de infinito en Baltasar Gracián y el Siglo de Oro Español. Alfonso Reyes entiende bien y sabe explicar con claridad, intrincados conceptos científicos de las ciencias exactas y naturales. De esta forma nos permite comprender, con magistral sencillez, lo complejo de los fenómenos descritos, lo cual no está reñido con la sólida elegancia de la argumentación y la singular claridad de los conceptos.

Reyes lo mismo cultiva la traducción, como una forma de re-creación, al trasladar los autores clásicos, antiguos y modernos a nuestros días y sensibilidad. Con ejemplos destacables como: La Ilíada de Homero, o los poemas de: Browning, Cocteau, Dante, Mallarmé, Goethe, Goldsmith, Mandeville, poesía indígena brasileña, Ronsard; o bien, diversas traducciones de libros publicados en España y en México de: Chesterton, Bowra, Cole, Murray, Petrie, Sterne, Stevenson, entre otros.[1]

Alfonso Reyes también se las ingenia para reflexionar creativa-mente sobre variados temas como: la mezcalina, los garbanzos, el infinito, el cine, la radio, la servidumbre voluntaria, la Relatividad, la Cibernética, la Teoría matemática de la información, los límites de la Física de Newton, o los peligros potenciales de la energía del átomo.

“Todo lo sabemos entre todos” era una idea que le gustaba repetir, quizá como una forma de recordación y homenaje a Francisco Giner de los Ríos, integrante del equipo fundacional, y alma en un trecho, de la Institución Libre de Enseñanza (1876-1939). Movimiento educativo y social en la Universidad Central de Madrid (actualmente Complutense), en la España del último cuarto del siglo XIX. El movimiento perduró hasta los años finales de la Guerra Civil Española.  Pero creo que a don Alfonso, le gustaba encarnar el “todo lo sabemos entre todos” con su incansable ejemplo de permanecer a lo largo de su vida como un infatigable estudiante. Estudiante constante, con la disciplina de un ávido lector de todo aquello que despertaba su siempre creciente y renovada curiosidad.

Existen pocos autores que, como Alfonso Reyes, se dediquen con tan obstinado y acertado empeño en dejar un pormenorizado testimonio de su existencia, al observarse y estudiarse a sí mismo como persona y como autor. Cada logro y cada disgusto, cada alegría y cada pena, cada persona, personaje y cada suceso importante de su vida fueron registrados con atento esmero. Para cada momento de su existencia deja constancia con “indiscreción heroica”, aún cuando se trate del gruñir de tripas matutino o su evolución peristáltica a lo largo del día. Su vida no le sabe a nada si no la cuenta con humor e ingenio.

Don José Luis Martínez en su esclarecedor estudio incluido como “Introducción” al tomo XXIV de las Obras Completas de Alfonso Reyes observa con gran acierto este rasgo característico de la escritura de don Alfonso, algo así como su “metabolismo literario”, al señalar que: “Reyes tuvo siempre la obsesión de estudiarse a sí mismo, como Montaigne, no para alabarse sino porque este examen honesto y desapasionado resulta ser el campo más propicio para intentar el conocimiento del hombre y de sus pasiones.”

Yo no lo digo por jactancia: es un hecho tan independiente de mí como lo es mi baja estatura. Yo reconozco que mi insana curiosidad no es una excelencia, pero así estoy yo construido. Me han mandado al mundo seguramente para visitar este mundo y, mientras llega la hora de la partida, yo pienso asomarme por todas partes. [2]

Prueba fehaciente de ese afán por contar su vida conindiscreción heroica” y una “insana curiosidad para asomarse por todas partes” son: los siete tomos de sus diarios; los veintiséis volúmenes de sus obras completas; casi medio ciento de sus epistolarios publicados; los dos nutridos tomos de su obra diplomática; las decenas de sus traducciones. Los innumerables prólogos, estudios, notas, reseñas, semblanzas y fichas. A todo esto le podemos sumar en los veintidós años finales de su vida, un asombroso sistema de registro y “contabilidad literaria”, que incluía una especie de base de datos onomásticos dividida por autores y publicaciones, agenda personal e institucional y calendario, archivo-fichero biblio-hemerográfico que él tuvo a bien bautizar como: Mem-index. 

El término decontabilidad literaria” lo acuñó Alfonso Reyes en su Diario, en la entrada correspondiente al lunes 22 de septiembre de 1947 cuando dice: “A las 4 A. M. tomo apuntes para mi despacho de hoy. Anoto mi contabilidad literaria en el Mem-index y tomo nota de algunos hechos que se me estaban pasando.” El concepto de contabilidad literaria, para sus lecturas, hechuras y conjeturas, me parece de suma importancia para explorar y entender la vastedad y diversidad de géneros y temas de la obra alfonsina, el muy ancho, y en algunas zonas profundo mar de su literatura.

El Mem-index representa, en mi discutible opinión, una clave importante para seguir esta pista en la forma de organización, producción y contabilidad del trabajo de nuestro poeta durante esta época final de su existencia, de madurez intelectual y cosecha literaria, como bien la caracterizó en su “introducción” al tomo XXIV don José Luis Martínez.

Alfonso Reyes empieza a usar el Mem-index el viernes 15 de agosto de 1947[3]; este curioso “sistema de información literaria” es recordado por Elena Poniatowska, con un testimonio de asombro por la gran eficacia del Mem-index. Elena rememora como don Alfonso, mientras ella le hacía una entrevista en la Capilla Alfonsina, consultó su fichero y le dio un informe pormenorizado de lo publicado recién por su amigo y discípulo Jorge Luis Borges, así como los lugares que había visitado recientemente, y esto también para muchos otros autores que él tenía meticulosamente registrados. Tal testimonio se presentó en una conferencia titulada “Un abrazo para Alfonso Reyes” dictada en Cuernavaca en el año 2000, cuando iniciamos la Cátedra Alfonso Reyes en Cuernavaca. Este video documental se encuentra disponible en YouTube bajo el  título señalado.[4]

El nombre elegido por Reyes para su: Mem-index, nos recuerda por lo coetáneo en el tiempo, y también por algunos puntuales paralelismos, el concepto del Memex propuesto por Vannevar Bush, y descrito en su artículo: Cómo podríamos pensar (As we may think)[5] publicado unos años antes, en 1945. Para empezar por el “Mem” del prefijo en el nombre, aunque, desde luego, guardadas todas las proporciones, también por el “índex”. Reyes forja un índice útil a su  trabajo y su propia memoria. No podemos ni imaginar siquiera la de aplicaciones ingeniosas que don Alfonso hubiese hecho con una computadora personal expandiendo en su tiempo el poder de su mente.

Un índice es un indicio o señal de algo en relación con otras cosas. Indexar es un verbo que conjuga la ordenación de objetos o cantidades relacionadas entre si, los libros de una biblioteca, o las páginas y capítulos de un libro, o bien, la relación entre dos cantidades numéricas como la densidad de población o el ingreso per capita. Un índice es pues, una función, o bien, un conjunto de relaciones entre dos conjuntos de variables.

Para nosotros, el verbo indexar significa: la creación de una urdimbre de atajos para la lectura de una obra tan vasta y diversa como la de Alfonso Reyes. Un atajo es la senda o lugar por donde se abrevia el camino, un procedimiento rápido para llegar de un punto a otro, o bien una sonda para calar con prontitud en la médula profunda de una obra.  Metáfora esta última, formulada por el poeta Adolfo Castañón en su libro: Alfonso Reyes en una nuez, El Colegio Nacional, 2018.

Ahora, al despuntar el siglo XXI, nos resultan familiares los conceptos de: hipertexto, interactividad, multimedios, wikipedia, búsquedas y recuperación inmediata de documentos. Sin embargo, estas ideas son anunciadas de manera profética por Vannevar Bush, en este célebre artículo, publicado por quién es considerado como uno de los padres fundadores de la computación moderna. Pues fue Bush quien encabezara el grupo que en 1927 realizó la construcción de la primera computadora analógica a la que llamó analizador diferencial.

Es menester recordar ahora un libro publicado por esos mismos años. La escena describe el escritorio provisto con tubos neumáticos y comunicación por “telepantallas”, lugar en el que trabajaba Winston Smith reescribiendo la Historia de cada día, según los dictados del Partido y la vigilancia omnipresente del Big Brother. Winston Smith es el personaje protagonista de la novela de George Orwell (Eric Arthur Blair, 1903-1950), titulada: 1984. Esta obra fue escrita en el año de 1948, y como una especie de anagrama surge el título del libro 48-84. Coincidentemente es el mismo año en el que Norbert Wiener publica su libro Cibernética y marca con su publicación, el nacimiento de la “ciencia de la comunicación y el control en el animal y la máquina.”

El libro de la Cibernética de Wiener está dedicada al doctor Arturo Rosenblueth, un médico neurofisiólogo mexicano, que era originario del Estado de Chihuahua, a quien Wiener reconoce como su socio y compañero en la ciencia, y junto con quien fue elaborando los postulados expresados en este libro capital, entre las ciencias emergentes en el siglo XX. Libro que causó profunda inquietud en Alfonso Reyes.

En el ínter de los dos años posteriores a la publicación de este libro, Reyes no sólo lo conocía, sino que ya lo había leído en inglés, estudiado y valorado críticamente con detenimiento. También fue formulando, algunas conjeturas y argumentos críticos en torno a esta materia. Quizá estas ideas se afinaron cuando pudo conocer a Wiener personalmente. Esto sucedió en ocasión del par de conferencias que el matemático norteamericano dictó en inglés en El Colegio Nacional en enero de 1950.

El lunes 16 de enero de 1950, Reyes anota en su Diario: “Magnífica conferencia de Wiener en El Colegio Nacional, sobre el tiempo de Newton y el tiempo de Bergson.”[6]  Un par de años después, en la entrada del Diario del 21 de marzo de 1952, don Alfonso escribe: “Me tienen muy pensativo las ideas de Von Neumann y de Morgenstern en su Teoría de Juegos (Theory of games), que con la Cibernética de Wiener, parecen inaugurar un nuevo pensamiento científico.”[7]

Es fácil de comprobar, con los ejemplos citados a continuación, como Alfonso Reyes no solamente hace “divulgación de la ciencia”, sino que también sabe formular una reflexión crítica sobre las consecuencias sociales de las diversas ciencias, en particular, para nuestro fin en este texto, de la Cibernética y las teorías matemáticas de Juegos y de la Información: Dice Reyes en el artículo titulado: “Del juego a la economía” (1952, XXII, 232):

LA MATEMÁTICA, la física, la química —las que provisionalmente suelen llamarse “ciencias exactas”— nos han cegado durante los dos últimos siglos con una serie de relámpagos. Las pobres ciencias humanas, las ciencias sociales o como se las quiera llamar, pudieron decirse, a su turno,

que el que a buen árbol se arri-
buena sombra le cobi-.

Y quisieron adoptar los métodos de las disciplinas experimentales, sin ver que no les convenían. El resultado es que se han quedado atrás o marcan el paso sin adelantar un palmo siquiera. Calculamos al centésimo de segundo el eclipse de un satélite de Júpiter, pero no sabemos evitar una guerra, una revolución, una huelga, un alza de los precios, mucho menos un desconcierto moral como el que causa hoy el acelerado progreso técnico [. . .] Es posible que estos hombres de ciencia —Vendryés en su Vida y probabilidad, 1943, o Von Neumann y Morgenstern en su Teoría de los juegos y la conducta económica, 1944— se figuren haber hecho algo más, cuando apenas han emprendido una retirada estratégica. Pues ¿qué hemos ganado como fruto de sus arduas investigaciones? Hemos ganado el trazar, con precisión científica, una frontera, un cerco, en torno a los fenómenos que la ciencia no podrá nunca asimilar. Hemos accedido a un abandono científico de las pretensiones de la ciencia. Es una rendición honorable, nada más, pero es ya un progreso, y muy preferible, en todo caso, a la mentida ilusión de la victoria.

Don Alfonso critica ya entonces el cientificismo, como un grave error de las ciencias sociales al adoptar los métodos de las llamadas ciencias exactas y naturales sin “ver qué no les convenían”. También en el medio siglo veinte mexicano, él se ha percatado de un cambio sustantivo en el paradigma de la “ciencia universal”, cuando señala que: “Hemos accedido a un abandono científico de las pretensiones de la ciencia.”

Reyes resiente y está señalando el cambio de paradigma científico que va desde la noción de certeza absoluta que representa una ley de validez universal, como por ejemplo la “Gravitación universal” newtoniana llevada al extremo por el determinismo científico de Pierre-Simon Laplace. Tal visión se topa contra una nueva mirada, la de un universo contingente, azaroso, impredecible y susceptible de ser entendido solamente mediante un nuevo enfoque estadístico probabilista. Ya no mas, aquel universo rígidamente determinista y predecible con certeza absoluta, que era concebido y derivado desde finales del siglo XVII por la física de Newton.

Tal como vislumbra Norbert Wiener el rol de la Cibernética en la sociedad actual es: entender, comprender e interactuar en el mundo real con el concepto estadístico probabilista de la información y su comunicación. Con este nuevo enfoque, ya no podemos afirmar con toda “certeza científica” que un fenómeno sucederá de tal manera, sino que solamente podemos decir que tiene una probabilidad muy alta de llegar a suceder así. Retomaré el punto más adelante.

En el ensayo titulado “El hombre y sus inventos” (1952, XXII, 241), Alfonso Reyes critica, pero en paralelo también reconoce, con una sopesada dialéctica de sabia y singular agudeza crítica, los primeros pasos de la cibernética. Cuando señala a la comunidad de científicos del área, con fina ironía: “¡Física, guárdate de la metafísica!”. Para después con preciso tino, pasar a dictaminar que la metáfora, es nada menos que el gran pecado mortal de nacimiento, de la Cibernética incipiente ciencia de la comunicación y el control en el animal y la máquina:

La cibernética abarca varios dominios. Es una abstracción que se proyecta sobre múltiples campos particulares, una síntesis lógica lanzada a descubrir la coherencia entre muy distintas aplicaciones, unas realizadas y otras soñadas. ¡Física, guárdate de la metafísica! Y, en el caso, guárdate de la metáfora, que es, oh cibernética, tu pecado de nacimiento [. . .]

Más adelante, don Alfonso apunta algunas de las semejanzas, resultado del pecado original de la metáfora cibernética, pero también señala varias de las diferencias determinantes entre el cerebro humano y las entonces nacientes computadoras electrónicas. La computadora sin duda carece de iniciativa, es resultado de la programación hecha por humanos, y ni hablar de qué posea forma alguna de imaginación. El “cerebro electrónico” tiene la capacidad de recibir el reflejo de lo que sucede en su entorno y de enrutar o direccionar a diferentes áreas el proceso de los datos recibidos cómo hace el tálamo en el cerebro humano. Pero el artificio electrónico no puede emular las múltiples conexiones del córtex, o corteza cerebral, donde el retardo permite la reflexión significativa, “la intención, la incitación, la admiración, la duda o la pregunta.”

Entretanto, no nos echen tierra a los ojos contándonos que la máquina supera al cerebro humano por el solo hecho de resolver en unas horas ciertos cálculos que ocuparían a varias generaciones por más de un siglo. Porque la máquina carece de imaginación e iniciativa: posee el reflejo, pero no el retardo en que la reflexión se acomoda; posee el don cerebral del tálamo, no el del córtex. Desde luego, opera mediante la aritmética binaria y no la decimal: propia correspondencia del sí y del no, únicas contestaciones donde faltan la intención, la incitación, la admiración, la duda o la pregunta [. . .]

Como todo buen crítico, Reyes termina reconociendo las ventajas cibernéticas en diversos campos del saber, pues la computadora electrónica, ha demostrado que permite derribar las murallas que escondían más de un enigma científico que para su solución excedían “la paciencia y la resistencia humanas.”

Reconozcamos, en cambio, que el esquema del autómata ofrece una estructura abreviada donde pueden apreciarse nítidamente los procesos reflejos. Reconozcamos que estos sistemas mecánicos, aunque ajenos a la vida, pueden guiar la mano del biólogo: ventaja de los “mecanismos comunes a 1os fenómenos dispares”, minuciosamente estudiados a principios de siglo por Petrovitch, el profesor de Belgrado. Reconozcamos que la velocidad de la calculadora permite derribar esas murallas de cifras tras de las cuales se escondía más de un enigma científico y que excedían la paciencia y la resistencia humanas. La astrofísica, la meteorología, la química, la economía han resultado singularmente favorecidas a efectos de semejante Blitzkrieg. Hasta parece que pronto disfrutaremos de un ajedrecista artificial superior al que conoció Edgar Allan Poe.

Y bien que hemos conocido, apenas 44 años después de lo escrito por Reyes, a un ajedrecista artificial (Deep Blue de IBM) capaz de ganarle en 1996-1997 al mejor de todos los ajedrecistas humanos (Garri Kaspárov). Rebasando con mucho al jugador de ajedrez presentado por Edgar Allan Poe en su ensayo: “El jugador de ajedrez de Maelzel” (1836). En este ensayo Allan Poe expone el montaje de un ingenioso, aunque fraudulento jugador de ajedrez. Era un autómata llamado por su apariencia: El Turco[8]. Fue un lucrativo espectáculo a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Espectáculo itinerante que se había hecho famoso en Europa y luego en Estados Unidos tras permanentes giras. Fue tal el éxito que El Turco llegó a jugar sonadas partidas con diversos personajes, entre otros nada menos que con el emperador Napoleón Bonaparte en Italia en 1809, a quien por cierto le ganó, por un movimiento ilegal realizado por el destacado militar. También jugó en Londres contra Charles Babbage (1781-1871), quien fuera uno de los pioneros de la computación con su diseño de la “Máquina analítica”. El Turco fue inventado por Wolfgang von Kempelen en 1769 y después traído a los Estados Unidos en 1825 por Johann Nepomuk Mälzel después de la muerte de von Kempelen.

Si bien el “Turco” era un fraude, don Alfonso en su afán de “asomarse por todas partes” tuvo noticia de “El Ajedrecista”, este sí un verdadero autómata con capacidad de jugar los movimientos finales de una partida de ajedrez. Tal dispositivo fue diseñado y construido por el notable ingeniero español Leonardo Torres Quevedo en 1912. Su presentación al público se realizó durante la Feria de París de 1914, poco antes del inicio de la “Gran Guerra Europea”, posteriormente llamada, cuando la humanidad pudo hacer el recuento de guerras del siglo XX, como la Primera Guerra Mundial. El ambiente bélico de los siguientes años hizo pasar casi desapercibido el invento, aunque cabe señalar que logró la. Portada de la revista Scientific American: “Torres and His Remarkable Automatic Device” (Torres y su muy notable dispositivo automático), publicado el 6 de noviembre de 1915 en los Estados Unidos.

“El Ajedrecista” utilizaba electroimanes bajo el tablero de ajedrez. Lograba jugar automáticamente la parte final de una partida de rey y torre, contra el rey de un oponente humano. No siempre jugaba de manera precisa y tampoco llegaba al mate en el número mínimo de movimientos. Esto era debido a que funcionaba mediante un algoritmo simple que solamente le permitía evaluar por jugada las posiciones finales de cada una de las piezas. Lo más notable de este autómata era que siempre lograba alcanzar la victoria. Pero ante todo fue el primer autómata real con capacidad de jugar al ajedrez en la historia.

Alfonso Reyes se ocupó del notable inventor cibernético español en cuatro ocasiones distintas en los siguientes: artículos (en redondas), libros (en cursiva) y tomos (en romano) y página en arábigo: Parábola del ajedrez, (El deslinde, XV, 302); La pólvora en infiernitos, (Las burlas veras, segundo ciento, XXII, 618); El año de 1924, (Historia documental de mis libros, XXIV, 334); Discurso académico, (Simpatías y diferencias, IV, 438).

En “La teoría de la información” (1956, XXII, 623), podemos leer como Alfonso Reyes vislumbra ya, de manera anticipada a la Informática, tiempo antes de su nacimiento formal. Los bits y los bytes se asoman en las conjeturas alfonsinas. El procesamiento de datos se vislumbra en el horizonte, asoman no solo el muy útil y popular procesamiento de textos, sino sobre todo, el proceso semántico de listas de palabras con sus respectivos significados. Mientras van floreciendo en paralelo, la neurofisiología con lo que se inicia el desarrollo de las ciencias cognitivas. Se inventan los primeros lenguajes de  programación (Fortran, LISP, Cobol…) para las novedosas y enormes computadoras comerciales de uso general de la época. Estamos en los albores de la primera ola del desarrollo de la inteligencia artificial con el lenguaje “LISP”.

En este visionario artículo, Alfonso Reyes se plantea el afán para lograr medir con precisión matemática “la cantidad de información comunicada por un mensaje”. Manteniendo a su vez íntegro el contenido del mismo sin perder un bit de su contenido “durante el viaje”, esto es, durante la transmisión del mensaje a lo largo del proceso de comunicación entre: animal animal; animal y máquina; máquina animal; y finalmente, máquina y máquina.

La Teoría de la Información data de estos últimos años y ha tenido un origen práctico. ¿Cómo medir la “cantidad” de información contenida en un mensaje? ¿Cómo definir la información transportada por las señales telegráficas de cualquier orden? ¿Cómo dar con el código preferible, con el sistema de símbolos capaces de transportar, traducir los mensajes o señales del modo más económico posible, sin perder un adarme de la información transmitida? En asunto de telefonía, radio, televisión, radar, y en cierto modo aun en las aciones escritas y orales, los problemas son análogos. Así como la llamada “crítica de los textos” busca las reglas para devolver su primitiva pureza a un texto que se ha venido corrompiendo en las copias y en las sucesivas ediciones, así la nueva estrategia de la información procura devolver su absoluta limpieza e integridad al dato primitivo, anulando la personalidad del observador despojando y limpiando el dato de cuantos elementos parasitos hayan podido enturbiarlo “durante el viaje”, para de algún modo decirlo.

En la segunda parte del artículo: “Más sobre la teoría de la información” (1956, XXII, 625). Reyes reconoce las bases estructurales que el concepto de información tiene en el cálculo de probabilidades y la estadística matemática. Entiende la naturaleza probabilística del concepto de información, como el inverso negativo del concepto físico termodinámico de la entropía. También sugiere con anticipada visión del problema, la necesidad de la reflexión filosófica del nuevo concepto matemático cibernético de la información. Esto es una filosofía de la cibernética.

Nueve años después del artículo de Reyes se fundó en 1965 en la Universidad de Notre Dame el: Instituto Filosófico para la Inteligencia Artificial (IFIA). Los patrocinadores fueron: el Departamento de Filosofía, el Centro de Cálculo y el Centro para el Estudio del Hombre en la Sociedad Contemporánea de la mencionada universidad. Las investigaciones realizadas en el IFIA versaron sobre las implicaciones filosóficas en los recientes avances en Cibernética y en la Teoría Matemática de la Información.[9] Estos investigadores estaban atendiendo a la sugerencia de don Alfonso: “El estudio de la Información llega hasta el lindero de la filosofía y, si se procede con cordura, allí ha de detener su carrera.”

LA TEORÍA de la Información, de que hemos hablado en el anterior artículo, encuentra apoyo en el cálculo de probabilidades y en la estadística matemática. El problema, meramente práctico en un principio y meramente práctico en apariencia (ingeniería de las transmisiones) trasciende a la ciencia pura: ¿cuál es el valor de la información obtenida en un experimento? Y, por aquí, el problema se desborda sobre las ciencias humanas, interesa al criterio de la prueba histórica, de la prueba testimonial, a la teoría misma del conocimiento, etc. El estudio de la Información llega hasta el lindero de la filosofía y, si se procede con cordura, allí ha de detener su carrera.

Podemos constatar que a mediados del siglo XX, Alfonso Reyes contaba con una visión muy sólidamente anticipada de la “era cibernética”. Todos nosotros hemos podido comprobar lo dicho por nuestro visionario poeta hace tres cuartos de siglo, durante los tiempos de la gran pandemia, en los nuevos “locos años veinte del siglo XX” pero ahora del siglo XXI.

NOTAS

[1] Cf:  http://www.alfonsoreyes.org.mx/traductor.htm consultado 3/5/2020

[2] Reyes, Alfonso, Pro domo sua, en: Obras Completas, t. XXIII, FCE, México, 1989, p. 319

[3] Reyes, Alfonso, Diario VI (1945-1952), edición Víctor Díaz Arciniega, FCE, México, 2013, p. 114

[4] https://www.youtube.com/watch?v=4dOqrzAaGjs&t=80s

[5] Publicado en: Atlantic Monthly en julio de 1945. Versión en español del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM: http://iibi.unam.mx/voutssasmt/documentos/Vannevar_Bush_Como%20podriamos%20_Pensar_JV.pdf

[6] Reyes, Diario VI, p. 334

[7] Reyes, Diario VII, p. 51

[8] https://es.wikipedia.org/wiki/El_Turco

[9] Crosson Frederick y Sayre Kenneth, Filosofía y Cibernética, FCE, México, 1971, 191 pp.

 

Braulio M. E. Hornedo Rocha. Doctor en filosofía por el CIDHEM. Tesis: El mito del progreso. Dramaturgo, músico, poeta y empresario cultural por convicción apasionada.


Posted: July 8, 2023 at 9:34 am

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