Interview
Una conversación con James M. Patterson

Una conversación con James M. Patterson

Pablo Majluf

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Los defensores de la ideología posliberal afirman que el liberalismo en todas sus formas es la única causa de la miseria humana, pero que está en decadencia en el momento actual. Como resultado, argumentan, ha llegado el momento de una nueva ideología que descarte los derechos humanos, el gobierno representativo, la defensa de la democracia en el extranjero y el libre intercambio de bienes, trabajo e ideas.

La nueva derecha estadounidense está abrazando una serie de ideas radicales, profundamente antiliberales, que nada tienen que ver con el conservadurismo convencional que conocíamos hasta hace muy poco. Una de esas esferas intelectuales se conoce como posliberalismo y ve en Donald Trump la punta de lanza para un auténtico cambio de régimen, ya no uno republicano ni constitucional sino religioso y autoritario. Sobre los elementos ideológicos, políticos e históricos de esta reacción, entrevisté al Profesor James M. Patterson, uno de los principales estudiosos del posliberalismo en Estados Unidos. Es profesor de política en la Universidad Ave Maria de Estados Unidos y editor de Law & Liberty. También es presidente de la Sociedad Ciceroniana, investigador del Centro para la Religión, la Cultura y la Democracia, y autor de Religion in the Public Square: Sheen, King, Falwell.

 

¿Qué es el posliberalismo? ¿Es sólo una filosofía política o también un programa político que se puede poner en marcha?

 El posliberalismo tiene dos significados. El primero se refiere a una escuela teológica, principalmente entre protestantes litúrgicamente conservadores, y ese posliberalismo no nos concierne.

La segunda, y la relevante para su pregunta, se refiere a una ideología política, un programa político y una coalición flexible de figuras con ideas afines de lugares como Estados Unidos, Hungría e, indirectamente, Rusia y la China del Partido Comunista.

Los defensores de la ideología posliberal afirman que el liberalismo en todas sus formas es la única causa de la miseria humana, pero que está en decadencia en el momento actual. Como resultado, argumentan, ha llegado el momento de una nueva ideología que descarte los derechos humanos, el gobierno representativo, la defensa de la democracia en el extranjero y el libre intercambio de bienes, trabajo e ideas. En su lugar, exigen sumisión a la jerarquía política, la imposición de una dictadura administrativa, el aislacionismo internacional y el proteccionismo económico.

Los posliberales son “integralistas” en su teología política, ya que casi todos ellos son católicos. El integralismo se refiere a la teología política de que la Iglesia Católica debería tener autoridad política indirecta sobre los países y que estos deberían usar códigos penales y civiles para promover la fe, generalmente subsidiando los ministerios de la Iglesia, prohibiendo el cristianismo no-católico y limitando severamente los derechos y libertades de los no-cristianos.

En este sentido, se parecen mucho a las facciones extremas de los católicos durante la Guerra Cristera en México.

 

¿Y como programa político concreto?

El programa de políticas tiene dos componentes: interno y diplomático. El interno crearía programas gubernamentales de bienestar para subsidiar instituciones tradicionales, como la Iglesia y la familia, pero desde burocracias centralizadas, a menudo bastante distantes de las comunidades a las que sirven.

Las políticas incluyen cosas como licencia infantil remunerada, subsidios para el cuidado de los niños, compensación por salarios perdidos si una madre se queda en casa para cuidar a sus hijos, pagos directos por tener más hijos, otorgar a los padres un mayor poder de voto sobre los que no son padres y otros incentivos llamados “política familiar”.

Hasta ahora, estas medidas no han funcionado en lugares como Hungría, pero parece haber poco interés entre los postliberales en saber por qué.

También abogan por un “capitalismo corporativo” o “gerencial” como el que se encuentra en la China del Partido Comunista. En este sistema, el gobierno trabaja directamente con los propietarios de grandes industrias para asignar inversiones de capital en áreas que se cree que sirven al interés nacional, los intereses económicos de estas empresas y el bien público más amplio. Este modelo es uno de los preferidos entre los economistas católicos de principios del siglo XX, pero fue adoptado principalmente entre las naciones fascistas. Estas naciones tuvieron que abandonarlo rápidamente debido a las consecuencias no deseadas de la corrupción rampante, la mala asignación de recursos y la posterior escasez de bienes esenciales para la gente común y corriente.

Finalmente, la agenda diplomática es aquella en la que las naciones occidentales normalizan las relaciones con Rusia, China e Irán. Con ese fin, abogan por darle a estas naciones su hegemonía regional, como Rusia sobre Ucrania, China sobre Hong Kong y posiblemente sobre Taiwán, e Irán sobre Medio Oriente. La idea general es que los estadounidenses y la OTAN se retiren, disminuyan o se disuelvan.

 

¿Cómo llegaron estas ideas a atraer al Partido Republicano? Parecen no tener nada que ver con el conservadurismo convencional.

Son bastante ajenas al llamado “nuevo conservadurismo” del Partido Republicano que comenzó en la década de 1950 con la respuesta a la Guerra Fría, y terminó en la fallida campaña presidencial de Mitt Romney en 2012.

Ese conservadurismo, o más precisamente “fusionismo”, era claramente estadounidense y se basaba en influencias muy estadounidenses como la Declaración de Independencia, la Constitución, los discursos de Abraham Lincoln y cosas similares. Los fusionistas encontraron un equilibrio entre la libertad individual y las obligaciones para la familia y la comunidad, una vida religiosa devota que preservara el compromiso con la libertad de conciencia de los demás, la expansión de la libertad económica para todos excepto nuestros enemigos y la protección de las personas del totalitarismo dondequiera que esté.

Ahora bien, el posliberalismo tampoco es algo enteramente nuevo para la derecha estadounidense. Tenga en cuenta que no lo llamo “conservador” porque es útil distinguir entre algo que “conserva” lo netamente estadounidense versus una ideología mayoritariamente extranjera y antiliberal.

Y es que gran parte del posliberalismo es importado y proviene de una amalgama de monárquicos europeos, integralistas católicos y fascistas. Pero hay toda una historia de esfuerzos por importar estas ideas que se remonta a principios del siglo XX, como cuando el padre Charles Coughlin utilizó su programa de radio y su periódico para promulgar propaganda fascista, o cuando los idiosincrásicos monárquicos e integralistas católicos publicaron la revista Triumph durante las décadas de 1960 y 1970.

 

¿Los ideólogos posliberales ven atractivo a Trump? ¿Por qué?

Sí. No les importa tanto como persona, sino que lo ven impulsando los esfuerzos posliberales para hacer la transición en Estados Unidos de una república constitucional a una dictadura administrativa más amigable con los enemigos históricos de Occidente.

Su verdadero compromiso es más bien con el actual candidato a la vicepresidencia, J.D. Vance, que es en gran medida uno de ellos en un sentido que Trump no lo es.

Trump se vale por sí mismo y hace lo suyo. Vance, en cambio, es muy cercano a posliberales como Deneen, Pappin y Chad C. Pecknold. Incluso pronunció el discurso inaugural en un importante evento posliberal: Restaurar la nación, en la Universidad Franciscana de Steubenville en 2022; y se declaró posliberal en la presentación del libro Cambio de régimen de Deneen, en 2023.

Entonces, para ellos, Trump es la transición, y Vance es el primer posliberal real que quieren en el cargo para el proceso de desmantelamiento del régimen actual.

 

¿Hay un elemento fascista en este tipo de utopía? Por ejemplo: un nativismo étnico, una nostalgia de pureza, un aura völkisch, etc.

Lo hay. Los posliberales tienen un “problema judío” en el sentido de que las fuentes integralistas en las que se basan a menudo entendían que los judíos eran incapaces de ser ciudadanos y sólo eran leales a su propia tribu. Figuras como Louis de Bonald, Louis Veuillot, Charles Maurras, el padre Félix Sàrda y Salvany, el padre Julio Meinvielle y casi todos los demás imaginaban una conspiración “judeomasónica” que utilizaron para explicar por qué el liberalismo destrozó el trono y el altar.

En la política contemporánea, esta cuestión puede extenderse también a los musulmanes y a los laicos. Sin embargo, su teología política no es racista, o no principalmente. Es una forma de historia sagrada en la que los enemigos de la Iglesia triunfan momentáneamente pero finalmente son destruidos por un trono y un altar redimidos. Figuras como Joseph de Maistre ya habían contado esta historia de venganza o redención definitiva de las causas de la derecha contra el liberalismo, y Deneen ha hecho mucho para actualizar estas narrativas dejando atrás el relato “judeomasónico” a favor de lo que Tyler Syck llama el “liberalismo estructural”, que se refiere a que las ideas liberales tienen agencia en sí mismas y no son herramientas de judíos y masones.

En ese sentido, los posliberales se han esforzado mucho en dejar atrás los elementos más desagradables de sus antepasados ​​ideológicos, pero hay muchos en los márgenes del movimiento que no son tan escrupulosos: Dr. Alan Fimister y el padre Thomas Crean, por ejemplo, argumentaron en su libro Integralism: A Manual for Political Philosophy, que los judíos no deberían ser ciudadanos.

 

Sostienes que ya fracasó el postliberalismo. ¿Por qué?

Porque establece un esquema utópico que se basa casi por completo en la coerción política.

Lo que hace que el plan sea utópico es la expectativa de que Dios, por la gracia mediada de Su Iglesia, pueda liberarnos de nuestras peores tendencias otorgando virtud sobrenatural a aquellos nacidos para gobernar sobre aquellos nacidos para servir.

El problema con este modelo es que la gracia de Dios no sólo depende de que Dios la proporcione, sino de la voluntad de la gente de recibirla.

La dictadura administrativa del posliberalismo desalienta dramáticamente a quienes están en el poder de ejercer la gracia de Dios porque ya están en el poder y no tienen incentivos para la virtud, especialmente a medida que ascienden a los rangos más altos.

Esto no es una mera especulación. Los regímenes posliberales ya han sido probados y fracasaron. A principios del siglo XX, los regímenes posliberales fueron numerosos y existieron en lugares como España, Portugal, Austria, Bélgica, Eslovaquia, Croacia, Argentina y Brasil. Todos fracasaron porque los intereses de los dictadores diferían significativamente de los de la Iglesia, lo que significa que la Iglesia se sometió al dictador en lugar de que el dictador sirviera a la Iglesia.

Quizás el caso más dramático fue el del padre Jozef Tiso en Eslovaquia, sacerdote-dictador durante la Segunda Guerra Mundial. El Vaticano le ordenaba que dejara de colaborar con los nazis, especialmente cuando se trataba de exportar judíos a campos de concentración, pero él se lavaba las manos delegando los asuntos a subalternos. El ejemplo de Tiso ilustra cómo estos regímenes dependieron en gran medida de la coerción como sustituto de la deliberación pública, y lo hicieron porque creían que la disidencia creaba una crisis de estabilidad.

Además, la conspiración “judeomasónica” era bastante común, e incluso alentada entre estos líderes. Rápidamente se convirtió en una explicación útil para resolver las cosas con encarcelamiento sin juicio o asesinato directo patrocinado por el Estado, mientras que esos mismos regímenes nunca lograron alcanzar sus objetivos declarados.

Nada en el posliberalismo actual indica que estos problemas puedan ser resueltos. Los posliberales actuales han intentado quitarle el elemento antisemita, pero continúan elogiando el mismo tipo de dictaduras administrativas en Rusia y China –que no son ajenas al encarcelamiento sin juicio y al asesinato patrocinado por el Estado–, o la que Viktor Orbán espera crear. De hecho, gente como Adrian Vermeule incluso compara favorablemente la burocracia administrativa de China con la del gobierno posliberal de Portugal bajo Salazar. Para Vermeule, Xi está a un bautismo de encabezar el mejor régimen del mundo, con todo y campamentos de concentración para uigures.

 

Finalmente, también se ha dicho que el postliberalismo en realidad está más cerca de la izquierda woke, o al menos de alguna forma de progresismo. ¿Cómo?

Sí, los dos han adoptado el mismo enfoque de la política. El término “liberalismo estructural” de Syck que mencioné, tiene un funcionamiento análogo al “racismo estructural” de los woke.

El término elegante es “hermenéutica de la sospecha”, que simplemente significa que empiezan a considerar la política como un lugar para el engaño en lugar de la deliberación. Las historias que cuentan son las mismas: una persona común y corriente es apolítica hasta que presencia algo que lo saca de su complacencia. Una vez que la persona nota este evento, comienza a verlo en más y más lugares hasta que comienza a buscar respuestas y las encuentra en las ideas de otros que pertenecen a sus grupos de afinidad.

Puedes contar esta historia desde la perspectiva de un activista negro que encuentra respuestas en el trabajo de la Teoría Crítica de la Raza, o desde la perspectiva de un activista católico que encuentra respuestas en el trabajo de Deneen o Vermeule. En ambos casos, hay algún enemigo estructural que trabaja constantemente contra su grupo de afinidad y requiere vigilancia tanto de los enemigos como de aquellos que podrían traicionar al grupo de afinidad desde dentro. Esta es en parte la razón por la que los posliberales odian más a los conservadores tradicionales estadounidenses que a los progresistas. De hecho, comparten más posiciones ideológicas y políticas con los progresistas. Sabemos por la historia que esta situación es temporal, ya que la izquierda y la derecha se radicalizan cada vez más contra el centro hasta militarizarse para eventualmente enfrentarse en las calles de Madrid o Viena.

 

Pablo MajlufEs columnista semanal de la revista Etcétera y escribe en Literal, Letras LibresReforma y Juristas UNAM. Panelista en “La hora de opinar”, de ForoTV, junto con Leo Zuckermann. Asimismo, conduce el podcast Disidencia. Estudió periodismo en el Tecnológico de Monterrey y Comunicación y Cultura en la Universidad de Sydney, Australia. XTwitter: @pablo_majluf

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Posted: August 5, 2024 at 8:53 pm

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