Essay
Ernesto Cardenal: Rara Avis

Ernesto Cardenal: Rara Avis

Adolfo Castañón

Cardenal es una rara avis en el bosque de la poesía hispanoamericana. Rara porque en él se dan cita las sombras del libro (sello del sacerdote y el erudito), la espada (emblema del guerrero) y el arado (signo del campesino). Pájaro inclasificable, Cardenal ha fatigado y explorado las ramas de la historia como enamorado, bachiller, seminarista, sacerdote, expoliado, guerrillero, fundador de una utopía en la comuna de Solentiname, funcionario de la revolución sandinista, disidente de la misma, trotamundos y viajero infatigable, santo y profeta. Se diría que a Ernesto Cardenal le ha sido dado vivir, como a muy pocos escritores y poetas, todas las posibilidades del existir humano sobre la tierra. Esta afirmación sería trivial si no estuviese respaldada por el hecho de que estamos ante la figura de uno que vive y se desvive a través de la palabra y del examen, a través de la pregunta incesante: ¿qué significa vivir, qué significa morir? en estos siglos de apogeo del capitalismo terminal, las sociedades totalitarias, los campos de concentración, las guerras, las bombas, los dictadores, los desplazados…

La publicación por parte de la Universidad Veracruzana de la Poesía completa (2008) de Ernesto Cardenal (con una presentación de mexicano José Luis Rivas) en tres volúmenes, más una antología que recoge otros 28 poemas aparecida en la misma editorial en 2009, resultan sin duda dos acontecimientos mayores en el horizonte de la cultura del libro en América.

Ernesto Cardenal es coetáneo y contemporáneo, es decir, ha compartido su tiempo vivido y su tiempo histórico con otros poetas de su generación en Nicaragua como Carlos Martínez Rivas y Ernesto Mejía Sánchez. Antes de seguir, desde luego, hay que saludar, así sea nada más para invocarlos y pedirles permiso a las sombras de Rubén Darío, Salomón de la Selva y Joaquín Pasos, altos poetas de Nicaragua.

La poesía de Ernesto Cardenal se tiende en tres arcos o estancias principales: la lírica y epigramática inicial donde el poeta, lector de Catulo y Propercio, de Marcial, de Ovidio y de Juvenal no sólo imita el acento de cada uno sino que por así decir, los encarna y resucita hasta el punto de fundirse y confundirse con ellos.

La segunda veta, de índole teológica, mística y moral, se vierte en una montaña de salmos que fueron escritos a la orilla del volcán ígneo de Dios y en el austero claustro del convento trapense en que Ernesto Cardenal buscó consagrarse por o a través del sacerdocio. Conocería ahí a Thomas Merton, religioso y poeta cuyo discípulo latinoamericano más eminente es el autor de Cántico cósmico. La tercera vía, la más vasta y ambiciosa deja atrás el oficio lírico de los epigramas y el dramático de los salmos para sentar sus reales en el orden épico e histórico a través de un ejercicio poético y poemático que atraviesa lo documental y se abre al testimonio de histórica, profética y poética índole. En esta tercera veta cabría inscribir el ambicioso y altivo Cántico cósmico, cuya primera edición se hizo en 1989.

Los tres tomos de la poesía completa de Ernesto Cardenal reúnen 16 libros de poesía que culminan con las 43 Cantigas que componen el Cántico cósmico. Ésta es sin duda la vertiente para muchos mejor practicada por este discípulo centroamericano de Walt Whitman y Ezra Pound. La oscilación entre documento y monumento, entre el trabajo del poeta como historiador y su tarea como arqueólogo del presente prestan a la obra de Cardenal una tensión particular. Si el ejercicio de sus poemas documentales es anterior al proyecto de Cántico cósmico, la inspiración profética que anima el libro Los ovnis de oro. Poemas indios no dejará de proyectare hasta en los últimos dos versos de ese Cántico:

 

Elementos de nuestras lágrimas existieron en otros seres.

La unidad de todos.
La espiral de la galaxia la copia el caracol.
“Un ser vivo sin constante intercambio con el medio
es impensable”.
Como el rumor del mar ha quedado en la oreja del caracol.
¿Pero no es que el caracol lo ha enrollado el ritmo del mar?
Como los cocoteros necesitan oír el rumor del mar, se dice,
para crecer.

Las miramos en la noche, y tal vez no existen.
Un día el sol no existirá,
y su luz aún llegando a estrellas lejanas.
Pero
como cada molécula atrae toda otra molécula del universo,
todo el universo es una sola estrella.
Como los astros no son concentración de materia intersideral,
todo es una estrella.

La materia es movimiento.
El universo, transformación.
Las velocidades dentro de los átomos
son como las del cielo.
En continua danza la materia.
Las nubes de hidrógeno en rotación
engendrando estrellas en rotación
que engendran planetas en rotación,
y galaxias en discos, esferas o espirales,
también girando.
Expandiéndote todo (además)
al mismo ritmo.
¿Y cuál es su razón de ser?
¿Cómo fue su creación?
¿Y nosotros por qué estamos?
¿Y quiénes somos?

 

La tradición en que se inscriben las cantigas del Cántico cósmico, lo mismo que poemas documentales como “Oráculo sobre Managua” o “Walker en Nicaragua”, es la de la épica pero también participa de las lettres philosophiques que Voltaire popularizó en prosa y en verso.

Este incesante preguntar y arañar la pared del idioma con cuestionamientos y preguntas en torno a la historia me llevan a insistir en la característica de sus poemas extensos como Lettres philosophiques –cartas filosóficas– donde lo que está en cuestión no es otra cosa que el pensamiento, el preguntar y el enjuiciar…

Esta idea de escribir una historia universal alternativa o escrita desde el punto de vista de los marginados y vencidos, tiene en la literatura hispanoamericana en prosa y en verso precedentes y herederos en obras tan disímiles como las de José Hernández y los autores de la literatura gauchesca, Leopoldo Lugones, José Santos Chocano, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Eduardo Galeano, Carlos Pellicer.

El oído impecable de este animal acechante llamado Ernesto Cardenal lo ha llevado a poner en su letra y en su voz los “Cantares mexicanos” que han sido reconocidos desde antes de Rubén Darío, y desde luego torrencialmente a partir de él, como una de las fuentes necesarias de inspiración de la poesía mexicana.

Estas construcciones que participan de la invitación y de la invención, de la traducción y de la paráfrasis representan algunos de los lugares textuales donde la obra poética de Cardenal encuentra la voz perdurable e innumerable del Ave Fénix de la poesía primitiva.

El Cántico cósmico es un poema hijo del siglo y, en efecto, cabe leerlo como la historia de un siglo, como una suerte de autobiografía oblicua que recuerda el año por año en Mi siglo de Günther Grass.

El Cántico cósmico hace honor a su nombre: sus estrofas y estancias dialogan con la ciencia, con la física y con la teología; también con la historia y la política; en sus páginas hipnotizadoras conviven los detalles y destellos del Big Bang o Gran Pum con los pormenores del holocausto y de las diversas guerras que han estremecido y siguen estremeciendo al planeta. También conviven en sus páginas las diversas prácticas y géneros de la comunicación, las hablas, las parlas, los idiomas diversos, las frases y fraseologías que se amontonan en el bracero de la historia. Significativamente, el origen del cosmos es recreado por Cardenal recurriendo al paradigma bíblico pero adelgazándolo o mezclándolo con referencias, dichos y categorías provenientes de las diversas mitologías de los pueblos americanos, sin descartar las antiguas culturas indias, chinas de oriente y medio oriente. El resultado de esta atrevida y audaz órbita es una composición dinámica, transtextual e interdisciplinaria, novísima y añeja, compleja y desbordante.

Una armadura en verso que avanza imaginativamente por el tiempo o, más bien, que se desplaza no hacia algún alfa u omega sino alrededor de esa Atlántida ubicua y utópica que convenimos en llamar América, cultura americana:

De las estrellas somos y volveremos a ellas.
Tren más agudo al acercarse
y más rojos si se alejan.
Por qué es negra la noche…
Es negra por la expansión del universo.
Si no, todo el cielo brillaría como el sol.
Y no habría ninguno para ver esa noche.
¿Y las galaxias hacia dónde van?
En expansión como el humo dispersado por el viento.
La segunda ley de la termodinámica:
Este constante fluir de la luz a las tinieblas.
Del amor al olvido.
Él tenía 20 años, ella 15 o cumpliendo 16.
Iluminación en las calles y en el cielo. El cielo
el de Granada.
Fue el último adiós,
y fue cuando él le recitó a Neruda:
“…los versos más tristes esta noche.”
“La noche está estrellada
y tiritan azules los astros a lo lejos”.
Dos seres se separaron para siempre.
No hubo ningún testigo en aquel adiós.
Las dos direcciones cada vez más divergentes
como estrellas desplazándose hacia el rojo.
He pensado otra vez en vos, porque la noche está estrellada
y miro temblar los astros a lo lejos con su luz azulosa.

 

La sustancia profética del poema-cúmulo –del poema Nube de Ernesto Cardenal– se dispersa o difumina en sustancia discursiva: la lettre philosophique, la carta filosófica se abre a la cadencia arrebatada de un sermón que no moraliza sino que piensa en voz alta; más Bossuet que el padre Vieira, más Pound y Wallace Stevens que William Blake, más Octavio Paz que Rubén Darío. El gran juego de Ernesto Cardenal es arriesgado y limpio: no hay truco, retruécano, calembur o tiros de cubilete verbal deseosos de cancelar la providencia.

La videncia: la clarividencia es transparencia, es palabra poética pero no siempre, no necesariamente. El Cántico cósmico se desplaza como una pirámide de palabras en el tiempo: aparece como una construcción atrevida que juega a compaginarse (más que a rivalizar) con la Historia universal de Arnold Toynbee o Cosmos de Carl Sagan.

Cántico cósmico. Cántico del cántico, cosmos en sí, sin forma. La forma –dice Cardenal– está afuera; la forma –dice Castañón– está en medio: entre. La publicación de la Poesía completa de Ernesto Cardenal, poeta de Nicaragua, nos remonta a la pregunta sobre dónde está o dónde termina México. Se puede hablar de una ecumene mexicana, de una sensibilidad mexicana electiva ¿México es un país en el que se vive? o ¿ser mexicano es una elección? Podríamos decir, que Ernesto Cardenal ha decidido, al menos editorial y literalmente ser mexicano, es decir, cantar la flor desde la estrella, tocar la estrella con la voz que es perfume de la flor.

 

Y la vida no es materia sino una forma de fuego
y un proceso.
La biología no está excluida del reino de los cielos.
En cuanto a qué había antes
¿por ejemplo diez segundos antes de la Gran Explosión?
Antes del tiempo: ¿qué había antes?
El sol se convertirá en una gigante roja.
Yo sólo se decir que si el tiempo es simultáneo
(pasado, presente y futuro simultáneos)
no hay nada enterrado en el olvido.
Señalo, por último, un poema audaz y memorable: “El Telescopio en la noche oscura” donde el poeta, como en el Antiguo Testamento se mide al tú por tú con Dios.


Posted: June 30, 2012 at 1:36 pm