Interview
Guillermo del Toro: La experiencia física del horror

Guillermo del Toro: La experiencia física del horror

Jaime Perales Contreras

 ¡Huilermo!, así le gritan los entusiasmados gringos a Guillermo del Toro, con visible dificultad para pronunciar su nombre, afuera del Director Guild of America, en donde recibió un homenaje por parte de The New Yorker. Su manera de vestir (chamarra oscura, pantalones grises y botas militares) parecía casi un desafío de la sencillez frente a los emperifollados que bajaban de sus limusinas, con pieles de chinchilla y collar de perlas, para escucharlo contar sus anécdotas en Nueva York. Ojiazul y rollizo, gruesos anteojos y mediana estatura, da la sensación física de ser una versión juvenil del polémico director Michael Moore. De hecho bromea constantemente sobre su físico: “Mire, yo no puedo darle consejos más que para adelgazar”, le dijo a un afroamericano de elevado tonelaje que le preguntó, con inocencia, sobre la fórmula para inventar ficciones. Bromista sobre la tensa relación fronteriza, comentó: “soy legal en los Estados Unidos, pero nadie me cree”. A sus 44 años se ha convertido en un icono del cine. Nacido en Guadalajara, México, su fama se ha ido incrementando apresuradamente. Su opera prima, Cronos (1993), le valió la selección en Cannes, Francia. Mientras que la penúltima, El laberinto del fauno (2006), ganó tres Oscares y la nominación para la mejor película extranjera. Aparte de estas cintas, ha realizado Mimic (1997), Blade II (2002), El espinazo del diablo (2001), Hellboy (2004) y Hellboy II: The Golden Army (2008). Pero su obra no acaba aquí debido a que, para el 2009, realizará en Nueva Zelanda The Hobbit (2010) y The Hobbit II (2011), secuelas de El señor de los anillos (2001-2003), escritas por J.J Tolkien y llevadas a la pantalla por el neozelandés Peter Jackson. Fue seleccionado además para filmar En las montañas de la locura de H.P. Lovecraft, Dr. Jeckyll y Mr. Hyde de Stevenson, y una versión sui generis de Frankenstein: “se trata de una versión muy particular, que se desarrolla a partir de un capítulo incidental de la novela de Shelley. En este momento no puedo hablar todavía mucho de eso, comenta Del Toro para Literal, aunque sí prometo (asegura riéndose) que no aparecerá Kenneth Branagh en el papel del doctor Frankenstein”. Y mientras la mayoría de los directores se preguntan sobre su futuro, él ha señalado que, felizmente, tiene trabajo hasta el 2017.

Con una particular manera de expresar y dar forma a sus demonios, confiesa que ha vivido experiencias sobrenaturales que han servido para crear aquellas fantasías que lo consolidaron en la difícil industria cinematográfica: “Cuando tenía yo 12 años vi y oí a un fantasma. Se trataba de una `señal´ de mi tío, que también se llamaba Guillermo. Fue él quien me introdujo en el mundo de las apariciones y duendes. Si yo muero antes que tú, me decía, regresaré y te diré cómo es el más allá. Y claro, murió antes. Sin embargo, una noche —mientras estaba yo frente a la televisión— escuché su voz recorriendo e inundando toda la casa y no tuve ninguna duda: era mi tío”. Aunque no comenta nada sobre su conversación con él esa noche, el incidente le sirvió (asegura) como base para que sus criaturas despierten en el espectador esa misma sensación de encuentro físico con lo sobrenatural. Junto con esta dimensión es obvio que la violencia ha tenido una fuerte repercusión en su carrera fílmica: “De niño (por las mismas fechas del episodio con mi tío) vi morir accidentalmente a alguien. Del mismo modo, he presenciado en las calles cómo le disparan a una persona y el instante en que decapitan a otra. También he visto a un quemado vivo. Creo haber encontrado más cadáveres en México que cualquiera que trabaje en una morgue de Nueva York. Este tipo de experiencias son las que han determinado mi vida como director de cine de horror”.

La política también es un elemento importante en la obra de Guillermo del Toro. Un ejemplo es El espinazo del diablo, en la que ilustró la Guerra Civil española: “Creo que toda la política es fantasía y siempre me ha fascinado el tema. En el cine uno puede escoger determinada fábula para iluminar elementos trascendentales de la política, más que hacer una película en sí. Aunque, bueno, también es cierto que a mí me gustan las películas que tratan el tema directamente, como Z, de Costa Gavras. Las fábulas son válidas si son sólidas. En este sentido, pienso que todas las fantasías tienen un trasfondo que es político. ¡Y qué mejor manera de conocer esa realidad de la que uno va a hablar que a través de una fantasía bien hecha! En El espinazo del diablo, por ejemplo, sólo hay una escena en que se toca el tema de la Guerra Civil, cuando los soldados fusilan a un prisionero. En Hellboy II también cambié los esquemas tradicionales e hice que el villano estuviera en lo correcto (aunque, claro, sus medios eran erróneos). El malo poseía valores morales mientras que el héroe no. Todo esto se resume en un momento ambivalente, cuando el héroe decide exterminar a la criatura sabiendo que ésta no merecía dicho destino. Quizás este tipo de equívocos hacen que las cintas sean menos populares ya que nos niegan la satisfacción de sentirnos felices cuando el héroe mata al villano”.

Pintor autodidacta, Guillermo del Toro es un gran dibujante que, modestamente, afirma que tiene el nivel de un niño de 7 años con ecos de Goya, sobre todo de su etapa oscura (Saturno devorando a sus niños), o de su paisano, originario también de Guadalajara, José Clemente Orozco (El hombre pentafásico). Sus cuadernos de escritura son una especie de apuntes a lo Da Vinci: “Mis diarios son las notas visuales de mis películas. Hace tiempo estuve en el festival de cine de Venecia con motivo de una exhibición de Mímic. Ahí los compré y, después de todo, creo que fue lo mejor que me sucedió a propósito de esa película. Los diarios que se venden en la ciudad están diseñados para turistas y, por lo mismo, son muy llamativos y no me gustaron. Sin embargo, conseguí otros en una pequeña calle en donde los vendía un hombre. Los hacía su familia y, a diferencia de los otros, estos eran de pasta acerada y dura. Hasta el momento sólo he llenado dos y medio y en ellos se pueden ver bosquejos de El laberinto del fauno. Cada uno de los diarios que escribo tiene distinta personalidad. Cambio la tinta, la letra y los marcadores. Las ilustraciones que hago se las muestro a la gente que contrato indicándoles qué quiero y, si sucede que cambian el concepto, lo único que pido es que me hagan olvidar la idea original. La verdad es que por lo general me hacen olvidarla ya que contrato a gente que realmente tiene mucho talento. Gente que no necesariamente es artista pero se dedica al género fantástico. Particularizando diría yo que mi estética está inspirada por Hyeronimous Bosch aunque también me gustan Durero y Bruegel, más todos los simbolistas europeos. Adoro a Thomas Cole y me interesan los paisajistas americanos de corte bíblico, como aquellos que ilustran El paraíso perdido de Milton. Asimismo, me gustan Edward Hooper y William Ward. Sin embargo, no me limito a la cultura clásica, en el sentido estricto de la palabra. Uno puede aprender tanto de un videojuego —Shadow of the Colosous, por ejemplo— como de un cuadro de Goya. La cultura no es algo que debamos ver en el museo después de muerta. Tenemos que vivir con ella y disfrutarla”.

Naturalmente, Guillermo del Toro se ha interesado por el cine de horror mexicano de los 50 : “En películas como las de El santo era tan caro crear al monstruo que lo hacían aparecer a cada momento, aunque estuviera hecho de cartón. Por lo que a mí toca, estoy cansado de escuchar que las mejores películas de horror son aquellas que no muestran al monstruo. En materia de cine participo del tipo de escuela a la que le gusta mostrar a la criatura. Tengo un gran amor por esas películas porque son una celebración de mi forma de entender el cine: presentar el miedo físicamente. Con películas como Godzilla uno compra el boleto no para ver a una estrella de cine sino para ver al monstruo, quien es la estrella y no los actores”. Dentro de ese tipo de películas, las que más lo han influido han sido las tipo “B”, combinadas con literatura y estilos visuales populares: “Algunas de mis escenas favoritas suceden cuando, por ejemplo, Julie Adams es cargada por El monstruo de la laguna negra, el instante en que Frankenstein se descubre en la oscuridad, El Golem abriendo los ojos o cuando Nosferatu sale de su cripta. Todos estos momentos están presentes en mi obra. Mientras que, en el caso de la literatura, una de mis mayores influencias (presente sobre todo en El espinazo del diablo) es el libro de Juan Rulfo: El llano en llamas, sin olvidar las historietas cómicas de la iconografía popular. Todos estos elementos son sincréticos y me ayudan como director, aun cuando no todas sean influencias conscientes”.

Según la crítica, El laberinto del fauno es su obra más importante. Ganó tres Oscares (fotografía, dirección artística y maquillaje) y fue nominada como la mejor película del año. Sin embargo, El laberinto del fauno también fue criticado como extremadamente violenta. Al respecto Guillermo del Toro explica que el origen de esas opiniones se debió a que “no fue una película de estudio americano, en el que la bestia era castrada y enterrada sino que, al contrario, la cinta no da muchos elementos que expliquen la gestación de la criatura. Algunos colegas me han dicho que, en caso de eliminar la violencia de El laberinto del fauno, el resultado habría sido un aunténtico cuento de hadas, sin méritos para el Oscar por la mejor película extranjera. A lo que simplemente respondo: sin esa violencia, no sería mi película”.

Para Guillermo del Toro los amigos son esenciales. Con algunos comparte su pasión por la memorabilia, como el cineasta Peter Jackson, quien cuenta con varias reproducciones de tamaño original de El señor de los anillos. Mientras que Del Toro tiene entre sus juguetes el molde de la cabeza de la primer película de Frankenstein. En el caso de los otros dos mexicanos, igualmente célebres, Alejandro González Iñarritú (Babel) y Alfonso Cuarón (Children of Men), guarda una larga amistad y mutua admiración: “Con Alfonso tengo una gran amistad, lo conozco desde hace más de 20 años. A mi mamá le hablo los domingos. A él todos los días. Estimo mucho a Alfonso y a Alejandro. Realmente somos, como dice la prensa, los tres amigos”.

Bonus Track: Del Toro también es novelista y junto con Chuck Hogan acaba de publicar The Strain, novela de vampiros presentada recientemente en Frankfurt. De The Strain aparecerán este año sus versiones en francés, inglés, italiano, español y catalán.

– Jaime Perales Contreras. Autor de Octavio Paz y el círculo de la revista Vuelta (en prensa). Colaborador habitual de Literal. Latin American Voices.


Posted: April 16, 2012 at 6:58 pm

There is 1 comment for this article
  1. Susu at 2:21 pm

    This is a movie with a simple and straightforward plot which contains layers and layers of intelligent writing, metaphors and message.

    To speak further about the script will end up in spoilers and that would be pointless since my very purpose writing this review is to encourage people to see it.

    This is no small feat, interpreting fantasy as something of a product of a real world, cross-referencing how the child acts to her real surroundings and the “other world”, metaphors that describe the accelerated state of growing up some of us are put through… Incredible. Simple, straightforward yet there is so much to be appreciated.

    Those who are saying how it’s predictable and thus not enjoyable, I ask of you, which movie nowadays aren’t predictable? Hell, even 21 grams was predictable but so damned good. It’s not about how it ends, you can always predict how a movie would end if you’ve ever taken a half-decent script writing class or have some common sense. It’s always about how well you tell a story.

    I’m grateful there are still directors who aren’t tied down to this new epidemic of including a plot twist simply because they need a plot twist.

    Pan’s Labyrinth features some of the best storytelling and attention to detail without being affected by the now ever-popular opinion of cameras having to be put through several technical difficulties to make the shots eligible to be called a brilliant shot.

    I am also grateful for them not dubbing it. Watching it in its’ original language is much, much more rewarding even if I had to rely on the subtitles for most of the time.

    This is a brilliant movie. Watch it.

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