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Resistirnos a la eliminación
COLUMN/COLUMNA

Resistirnos a la eliminación

Socorro Venegas

Mi madre conocía muy bien la sociedad racista y clasista en la que vivía. Por eso ocultó siempre que pudo que su lengua materna era el náhuatl. Lo supe una tarde en que viajamos para visitar a la abuela en su pueblo, Hueyapan, el que del lado de Morelos está más cerca del volcán Popocatépetl. Yo tendría unos 6 o 7 años, y mientras le daba una mordida a un durazno del huerto de mi abuela, las vi y las escuché hablando palabras que no conocía. Tengo la sensación de haberme colocado entre ellas, buscaba parar la oreja, acercarme a sus bocas, alcanzarles los ojos, pero era muy pequeña para eso. No es que no estuviera lo bastante cerca, simplemente no comprendía nada.

No comprendía nada. Mi mamá esquivaba mis preguntas, me decía que hablaba así solo con la abuela, para que la entendiera mejor. Y para que yo no tuviera que crecer en desventaja, no me enseñó el náhuatl. Este razonamiento se lo debía a su experiencia en la escuela, donde a cada niño que era sorprendido comunicándose en su lengua materna lo castigaban. Había azotes o los hacían cargar ladrillos bajo el sol, en medio del patio de la escuela.

Esta es una historia compartida por muchas personas en distintas latitudes del país. Gente que ha ocultado sus orígenes indígenas, que ha querido olvidar su lengua materna para ser asimilada en el mundo globalizado.

¿Qué ha pasado desde que mi madre era castigada por expresarse en la lengua con la que su madre la alimentó y le transfirió el mundo?  Las políticas públicas han virado y hoy podemos ver hasta en las bardas información puntual que nos dice que en México existe casi una variante o agrupación lingüística para cada día del año: 364, que se desprenden de 68 lenguas indígenas. Es una riqueza inabarcable, sobre todo si pensamos que el camino seguro parece ser su extinción, algo que no es exclusivo de nuestro país y tal vez por eso la ONU ha proclamado el 2019 como el Año Internacional de las Lenguas Indígenas.

Como en muchas otras cosas, los esfuerzos más interesantes para preservar y difundir el legado del México profundo suelen venir de la sociedad civil organizada. Originaria es un movimiento de poetas mexicanas que escriben en idiomas indígenas. Son tres sus fundadoras: Ateri Miyawatl, Celeste Jaime y Mara Rahab Bautista, gestoras culturales, diseñadoras y editoras. Su propósito: “No sólo hay que rescatar y mantener al margen; hay que abrir espacios, difundir, disfrutar, convivir con otras lenguas. Resistirnos a la eliminación, revivir y vivir otras lenguas”.

Originaria ha dado al menos tres hermosos y dignísimos frutos: tres plaquetas de factura muy cuidada, son ediciones bilingües que aprovechan la iconografía de las distintas regiones de las que provienen las autoras para ilustrar los forros con serigrafías. Sin precisar ningún título, el nombre de cada escritora aparece en la portada. En las primeras páginas hay una introducción que describe el proyecto y luego, en una especie de zoom, se informa sobre la lengua en que cada una escribe. Por ejemplo, del purépecha se nos dice que “es en sí mismo un idioma y una familia lingüística, que no comparte semejanzas estructurales, léxicas ni un origen común con otros idiomas hablados en ningún territorio de México”.

Cada plaqueta incluye también una semblanza y un pequeño grabado con el retrato de las autoras. Rubí Tsanda Huerta, poeta y traductora purépecha, escribe:

Jimini anapu k´uiripu

ámbakiti echériri unasti,

echérirhu anapuedkajchi

no k´uirhipitaru

emanka jatsïaka paraecherirhu

kunkuarhentani.

Los hombres de mi pueblo

Son hechos de barro fino

Esos hombres que resisten en el polvo

No en la carne que torna a la tierra.

Los versos de Mikeas Sánchez, poeta de la lengua Zoque, traductora y productora de radio, son éstos:

Jin´ nej´nbatu äj´ nwyt tuk´ omoram

nabutzü´ omoram

jajchuku´omoram

jinde´ äjne´ nitumäbä yä´ matza´ ram

No me encuentro en las calles

en los amaneceres

en las hormigas

nada de estas estrellas me pertenece

Dejo para el final la última plaqueta. Es de Yásnaya Aguilar Gil y no se trata de poesía, sino de un inteligente e iluminador ensayo que abre con la siguiente reflexión: “Los escritores en lenguas indígenas cruzan el puente y vuelven constantemente. Del otro lado, nadie viene. O casi nadie”.  El texto de Yásnaya, publicado en idioma Ayuujk o Mixe, la lengua materna de la autora, y en español, tiene un título provocador: “¿Es México un país multilingüe?” La respuesta es no. “A pesar de aparecer en la lista de países con mayor número de lenguas en el mundo, en México la mayoría de la población adolece de un monolingüismo en español (…) la mayoría de la población mexicana no puede enunciar los nombres de las lenguas que se hablan en su propio país”. Se trata de una sociedad que ni siquiera reconoce como idiomas las lenguas indígenas.

Escribe Yásnaya, y cada palabra suya cala hondo porque es vigente: “las razones para que comunidades enteras de hablantes dejen de usar y transmitir una lengua es casi siempre una sola: la discriminación sistemática y la violación de derechos humanos que sufren sus hablantes”.

Recomiendo mucho seguirla en Twitter (@yasnayae) y en su blog en la revista Este País.

Tal vez mi mamá se siente hoy un poco más libre para hablar en su idioma materno. El problema es que en su pueblo ya no hay con quién conversar. Muchos han migrado a Estados Unidos y los que permanecen no fueron enseñados a hablarlo o no quieren hacerlo; los viejos como mi abuela se han ido muriendo.

Resistir la eliminación a la que se refieren las mujeres escritoras de Originaria es un llamado para que todos miremos, devolvamos la mirada, escuchemos, leamos, comprendamos este país hecho de muchas voces que no deberían apagarse. Vuelvo al poema de Mikeas, quiero que todo de esas estrellas nos pertenezca. Resistamos.

 

Socorro Venegas es escritora y editora. Ha publicado las novelas Vestido de novia (Tusquets, 2014) y La noche será negra y blanca (Era, 2009); los libros de cuentos Todas las islas (UABJO, 2003), La muerte más blanca (ICM, 2000) y La risa de las azucenas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1997 y 2002).  Ha recibido el Premio Nacional de Cuento “Benemérito de América”, Premio Nacional de Novela Ópera Prima “Carlos Fuentes”, Premio al Fomento de la Lectura de la Feria del Libro de León y el Premio Ciudad de México por el programa “El Fondo visita tu escuela”. Dirige las colecciones para niños y jóvenes del FCE. Su Twitter es @SocorroVenegas

 

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Posted: August 29, 2018 at 10:36 pm

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