Film
Del Escuadrón suicida al suicidio de la cultura pop

Del Escuadrón suicida al suicidio de la cultura pop

Naief Yehya

Estamos viviendo una nueva Guerra Fría. Dos bloques se encuentran en colisión, conspirando, saboteando y luchando por atención, por credibilidad y por conquistar nuestras consciencias y bolsillos. En esta guerra las víctimas serán sin duda la coherencia narrativa, los súper héroes de nuestra infancia y en un sentido amplio la cultura popular. Los contendientes son por supuesto Marvel y DC, emporios del mundo del comic (ambas propiedad de mega corporaciones del entretenimiento: Disney de la primera y Time Warner de la segunda). Empresas que como los engendros del mal que usualmente pueblan sus historias, se expanden, conquistando, infestando y contagiando todo los rincones del quehacer humano.

Desde hace años Marvel se esmera en dar forma a un universo donde las historias de sus personajes se interconectan, de manera en que los fanáticos de una serie terminan volviéndose asiduos de otras para no perder el hilo de las aventuras de sus héroes. Por su lado DC, no tenía interés en crear productos con múltiples personajes ni en elaborar una galaxia coherente hasta El hombre de acero (Zach Snyder, 2013) y la posterior Batman vs Superman: el origen de la justicia, en donde comienzan a presentar, en breves cameos a otros personajes. De esa manera dieron los primeros pasos para competir con Marvel en la construcción de un universo unificado, sórdido y riesgo permanente que los súper héroes unidos pudieran salvar una y otra vez de la catástrofe, tomándose cada vez más libertades para destruir todo en sus batallas, al estilo de pequeños Godzillas egoístas que van sembrando devastación a su paso.

Y así llegamos a un remedio fílmico que se llama Suicide Squad, de David Ayer (2016), un pretexto para presentar de golpe a una troupe de villanos superdotados con potencial heroico que poblarán las próximas secuelas de esta compañía. La muy anticipada cinta de Ayer (un cineasta de acción competente que hizo Fury y End of Watch entre otras) ha sido casi universalmente destrozada por la crítica y a estas alturas no es muy preocupante revelar spoilers (cuidado, siguen algunos).

Todo comienza cuando la burócrata sin escrúpulos, Amanda Waller (Viola Davis) crea un escuadrón de convictos, integrado por lo peor de lo peor (en el discurso político reciente esta frase se refería a los “terroristas” de al Qaeda y el talibán, ninguno de los villanos de este filme es terrorista), al que piensa utilizar para combatir a otros criminales sin tener que responsabilizarse por sus acciones. Para obligarlos a cooperar les implanta una bomba en el cuello con la que puede eliminarlos a distancia en caso de insubordinación, al estilo Escape de Nueva York, de John Carpenter (1981). La premisa de que los más crueles villanos pueden tener buen corazón y un formidable espíritu de sacrificio, no es nueva (ver Los siete samuráis, Kurosawa, 1954; Los doce del patíbulo, Aldrich, 1967, Los siete, magníficos, Sturges, 1960 y Fuqua, 2016; e incluso The Warriors, Hill, 1971, entre otras). Tampoco es nuevo el recurso de justificar la maldad mostrando brevísimos flash backs de la historia personal de cada personaje. Mucho menos original es el concepto de que un superhéroe es también un supe villano en potencia, de hecho ese es el fundamento mismo del género. La ley es incompatible con el “vigilantismo” y usualmente los súper héroes optan por la venganza en lugar de la justicia. Su uso de métodos extraordinarios e inhumanos (en el sentido de los poderes especiales y en el de la violación de los derechos individuales) se justifica al presentar a los criminales como monstruos que no merecen la protección de ninguna ley (de manera semejante a como los gobiernos occidentales presentan a los terroristas).

suicide-squad-movie-characters-calendar

El escuadrón multicultural, multirracial y sexualmente mixto, está integrado por la expsiquiatra y novia demente del Guasón (interpretado aquí con muy poca fortuna por Jared Leto), Harley Quinn (Margot Robbie); el asesino a sueldo Deadshot (Will Smith); el monstruo anfibio Killer Croc, que bien podría ser la Mole de los Cuatro fantásticos con colmillos (Adewale Akinnuoye-Agbaje); el pandillero chicano con poderes de piroquinesis Diablo (Jay Hernández); y el ladrón australiano Boomerang (Jai Courtney). Aparte de estos, Waller incorpora al escuadrón a la antropóloga June Moon (la modelo Cara Delevigne), cuyo instinto profesional al descubrir una estatuilla antigua en una caverna es romperla. El castigo por esta acción es que es poseída por un espíritu llamado The Enchantress-La encantadora. Waller cree poder dominar a este espíritu al poseer su corazón. Sin embargo, la Encantadora se libera de Waller, resucita a su hermano y ambos se convierten en una prodigiosa amenaza contra la tierra. Sin una motivación clara, aparte del resentimiento de haber sido despertada y usada, La encantadora, en su uniforme de bataclana de los años 50, comienza a construir una máquina para destruir a la humanidad. Este aparato apocalíptico consiste en escombros voladores que danzan rítmicamente por los aires sin dar señales de su funcionamiento como arma genocida. Es claro que con tantas presentaciones en una cinta de dos horas, no hay tiempo para explicaciones técnicas ni para contar una historia inteligible.

            Waller envía a su flamante escuadrón suicida a combatir a la Encantadora, con lo que la solución ha dado lugar al problema. El hecho de que la amenaza planetaria es liberada por el simple hecho de crear este escuadrón debería ser la ironía central de este filme desparpajado. Lamentablemente Ayer está demasiado ocupado tratando de imitar el tono cómico de los filmes de Marvel y pierde esa oportunidad en el marasmo de ese caos que emplea como guión. Ayer tampoco aprovecha la riqueza de que la premisa misma del filme está fincada en punzantes ambigüedades morales. Por ejemplo, el hecho de que los protagonistas están presos y son torturados por guardias sádicos en una prisión que es un “sitio negro”, como los que la CIA y la NSA instalaron alrededor del mundo para encerrar y torturar sospechosos de terrorismo. Una escena particularmente inquietante es aquella donde alimentan a la fuerza a Quinn por vía nasal, como suelen hacer en Guantánamo. Con un poco de ingenio crítico este filme podía haberse convertido en una obra ferozmente controvertida al proponer que los terroristas pueden convertirse en los superhéroes que defiendan a la humanidad. En vez de explorar esos temas complejos y los paralelos con la realidad, Ayer y su equipo se inclinan por subtramas ridículas como el hecho de que Waller manipula a Moone y al soldado de fuerzas especiales a cargo de comandar al escuadrón, Rick Flag (Joel Kinnaman), para que se enamoren y de esa manera pueda controlarlos. Así mismo, la displicencia del reparto se refleja en la aparición y desaparición caprichosa de personajes irrelevantes e inexplicables que se eliminan y añaden en un parpadeo, como Slipknot (Adam Beach) y Katana (Karen Fukuhara).

La trama es de una torpeza extraordinaria, algo digno de un filme porno escrito sobre las rodillas, entre toma y toma, en donde los actos sexuales son sustituidos por peleas repetitivas, predecibles y masturbatorias que culminan con “money shots” de mutilaciones, empalamientos y cabezas explotadas. En gran medida se trata de una colección de videoclips de rock clásico, de canciones cliché que vienen a reemplazar cualquier esfuerzo de crear una atmósfera o de transmitir emociones. Así mismo, el filme padece de una inquietante pobreza cromática que más que un recurso de estilo parece empleada para disimular la chambonería de los efectos digitales. La cinta en realidad reposa sobre dos pilares: la sexualidad provocadora y amenazante de Quinn y el aplomo de Smith. Ayer cuenta principalmente con la destreza de Robbie para oscilar entre la sensualidad grosera y la violencia explosiva. Y así como ella sostiene esta maltrecha construcción también es su principal lastre ya que pone en evidencia una percepción retrograda y misógina de los roles sexuales y es usada para manipular pavlovianamente al sector más amplio de su público.

SUICIDE SQUAD

No es este el primer filme sin ingenio ni carisma, sin historia ni buenas actuaciones, sin edición adecuada ni imágenes pertinentes. Ni siquiera es esta la peor película de la temporada, sin embargo es otro vehículo de entretenimiento que padece de una esquizofrenia muy en boga en la derecha actual: la desconfianza del gobierno, la obsesión con los aparatos policiacos y el recurso de las armas como única protección del espíritu humano. Tampoco esto es nuevo, pero en filmes despojados de empatía por lo humano, se vuelve una forma de propaganda casi subliminal, que viene a alimentar la Zeitgeist de paranoia por las amenazas terroristas y la guerra sin fin. La cinta de Ayer fracasa al tratar de celebra el cinismo, la indiferencia y la apatía con una banda de villanos descarados que resultan no ser tan villanos y que terminan volviéndose (casi todos) ciudadanos ejemplares, conformes, enjaulados y satisfechos. En cierto sentido es un filme oportuno que viene a tratar de convencernos de que los candidatos que se diputan la presidencia de los Estados Unidos (Hillary con sus crímenes de guerra, sus emails desaparecidos y sus vínculos con los ejecutivos de Wall Street que destruyeron la economía mundial en 2007; y Trump el neo fascista, estafador, vinculado con la extrema derecha, que defiende la tortura, las prácticas racistas y el uso de armas nucleares) no serán tan terribles después de todo.

Amanda Waller termina siendo sin duda el peor villano de todos, capaz de liquidar a sus subalternos por no tener la autorización de seguridad necesaria o de sacrificar a una ciudad entera, en la cual todo mundo puede ser eliminado salvo ella. Sin embargo, hemos de creer que su crueldad es parte de su compromiso con la seguridad nacional. Waller está convencida de que el próximo villano puede ser un meta humano, una vieja idea que es desarrollada en Batman vs Súperman como si se tratara de un gran descubrimiento. Los criminales aquí reciben la promesa de una condena reducida a cambio de su servicio y la garantía de que la franquicia continuará y ellos seguirán salvando al mundo en futuras secuelas. El mayor acierto del filme de Ayer es sin duda la absurda máquina para destruir a la humanidad de la Encantadora, la cual evoca el sistema de producción de los estudios, enfocado en encuestas, análisis costo-beneficio, fórmulas y estadísticas. Esta es la verdadera trituradora del gusto y la imaginación, una que ha vuelto a la copia, la repetición y la parodia los únicos productos restantes de una industria fílmica que avanza feroz y vertiginosamente hacia un suicidio cultural.

Naief-Yehya-150x150Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.


Posted: September 7, 2016 at 9:54 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *