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Dirán por los medios

Dirán por los medios

Raquel Salas Rivera

¿Y cómo se sentía?

Reconocíamos el cansancio por los efectos de la superficie: ojeras, piernas que temblaban sin tregua, cervezas que abandonamos con disgusto y los brincos involuntarios que propiciaban los objetos nuevamente viejos. Cerrábamos los ojos e imaginábamos el techo. Los abríamos y el techo era exactamente lo que imaginamos. Hace doce días que no sabíamos que habían pasado doce días. Pendientes a los lunes o domingos y las convocatorias, ni idea teníamos de con qué fecha firmar los cheques. Los zapatos olían a gas. La botella de solución Seattle la teníamos en no sé qué bulto. Perdimos un evento y otro y otro por estar pendientes a las redes, pero no llegaba la renuncia.

Por WAPA pasaba una telenovela con protagonista de pelo estrajol. Alumbraba el cuarto inconsistentemente sin la luz intensa del interruptor. A veces sólo podía ver mi reflejo en los espejuelos de una sombra perfilada por la luz, otras veces, veía los movimientos de los actores: él pidiéndole perdón, ella explicándole su insuficiencia. Mano, quería querer escribir o dormir, pero no salían ganas de otra cosa que no fuese volver a Fortaleza, por si nos daban más ADVERTENCIAS o por si, por algún milagro, las fuerzas policiacas agotadas por el embate de lecturas de la Constitución, querellas de solidaridad y sueños imposibles, se movían a un lado para que tomáramos La Bastilla.

Anoche, parados fuera de El Guarionex, nos pasó Adrián González de camino a la plaza de los dominós. Tenía una sonrisa de que se salió con la suya. Nosotros también estábamos fokin felices de que las ratas nos abandonaran. Hablamos en chispitos, de poesía, de planes para diciembre, pero los futuros estaban invertidos. El cercano estaba lejos, el usualmente lejano, tan descabellado y pelú, estaba en la cerveza, acabándose de que ayer. No teníamos tiempo para lo práctico. Las preguntas cruciales eran: ¿Habrá un golpe de estado?, ¿Se intensificarán los conflictos?, y, claro, ¿Ya renunció?

El look más lindo

Le tiramos a los guardias las botellas que nos negaron durante María.

Soñamos con recogerlas de los campos donde crecen, cultivadas por el genocidio y tirarlas todas. Agua para el agua que gritamos. Agua contra los gases.

Planificamos equipos de limpieza. Ni una botella dejaremos tras el embate, ni un trapo sucio. Borrón y cuenta limpia.

Un grupo de turistas se aglomera frente a Starbucks, el terror visible de la latinoamericanización instantánea del casco colonial. Discuten agitados cuáles serán sus puntos de encuentro. Las plazas parecen confundirlos menos que las calles con nombres cósmicos en un idioma extraterrestre.

Tampoco saben cómo salir de esta maqueta. Prefieren estar cerca del gobierno que colapsa, les parece más seguro que el resto de la isla.

Siempre estamos llegando. Estoy llegando a la Plaza Colón. Estoy llegando a Fortaleza. Estoy llegando a casa. Así mantuvimos olas y olas y olas de llegadas. Estamos llegando al final. Estamos llegando a donde estás. Estamos llegando a donde hay señal. Los periodistas comentan, sorprendidos, que no nos cansamos, que seguimos llegando, como reservas de algún ejército sin comandante. 

Los guardias más intensos llegan por la noche, dice. Son otros guardias. ¿Qué clase de sueños tendrá Ricky mientras inunda las calles de San Juan con balas de goma, gases, advertencias, policías en bloques que avanzan, macanazos, carros en fuga, embestidas, fuegos artificiales, guerra? ¿Qué esconde la noche para Ricardo Rosselló?

Le tiramos a los guardias los adoquines sembrados por los colonizadores españoles. Alguien pregunta, “¿Hay cosa más poética que tirarle un adoquín colonial a una fuerza colonial?” Quizás la extensión del brazo, la forma, la fuerza que nace del instante, la curvatura de la caída, el impacto de azul contra azul, la chispa que sólo imagino, el aire con nuestros gritos mientras se lanza, contestándole a una voz incorpórea que dice, “ESTA MANIFESTACIÓN ES ILEGAL”, con, “¡Cágate en tu madre!”

Fast & Furious: VSJ

Mejor que la original. Tres mil motocicletas, caballos cabalgando como en el viejo oeste, helicópteros, drones, cámaras de seguridad que flotaban como cíclopes con un trasfondo que sugería una colaboración con Jacobo Morales. Soñamos otra vez aquella canción de Noel Estrada: “En mi viejo San Juan/ Cuantos sueños forjé/ En mis noches de infancia”. La letra, cantada en un momento por los manifestantes ante las vallas reforzadas, está saturada de nostalgia diaspórica. Recontextualizada, parece cantar contra la invasión de los criptocapitalistas como Brock Pierce, cuya estadía en el Convento ofendió menos que el perreo que se dio al otro lado de la Sanse.

Con tanta discusión sobre la “generación del ‘Yo no me dejo’”, pasó por desapercibido el momento en que Benito, en la marcha “Somos más”, gritó, “¡Bienvenidos a la generación del ‘Yo no me dejo!’” Más que una mirada hacia la infancia y más que la llegada de una nueva generación que desplaza las anteriores, este grito se refería a “generación” en el sentido de era. Entramos a un mundo forjado por jóvenes que nos daban la bienvenida al espíritu de su época. Con sus gafas futuristas y su look ninja 2046, el conejo nos recordó que la rebelión nos convierte en viajeros del tiempo, en turistas en una época prestada, y que el futuro no esperará a que nos pongamos al día pues cabalga hasta la sede del poder, creando escenas dignas de una novela de China Miéville o Rita Indiana.

“I live my life a quarter mile at a time”, explica Dom Toretto en The Fast and The Furious original. La película estrenó el 22 de junio del 2001, apenas doce días después que el presidente Bush anunciara la salida de la Marina estadounidense de Vieques. A través de los años, hemos convertido la precariedad de nuestras vidas, tildadas de desechables, en mantra. Vivimos un cuarto de milla a la vez, debido el precio de la gasolina, a la deuda del peaje y a la motorización de las tareas más cotidianas, pero, aunque pareciera que las protestas masivas, como las que se dieron contra la Marina, explotaron de un día a otro, llevábamos siglos calentando los motores.

En Fast and Furious 6, Brian O’Conner resuelve una de muchas situaciones con la siguiente cita, “Hey, we do what we do best. We improvise, alright?” Sin entrar en las miles de razones por las cuales esta serie se popularizó en Puerto Rico, me atrevo a afirmar que el neoliberalismo gore de la colonia nos lleva viviendo lo que parece una destrucción fast and furious y una improvisación estetizada. Nuestras metáforas en carne viva caen bajo la sombrilla fast and furious: huracanes, crisis económica, Junta de Control Fiscal, robos masivos y asesinatos de violencia doméstica. Y what we do best es improvisar, ponerle boombox al caballo, pegar el espejo roto con duct tape y piratear unas alas, por eso circulan archivos enteros de imágenes que atestiguan ante nuestra creatividad en pie de lucha.

¿Cómo reconciliar lo que parece una vida sin memoria, de cuartos de milla, con lo que claramente son respuestas acumulativas? Quizás la mejor reconciliación es mediante el ejemplo más reciente: una caravana de motocicletas. La imagen romantizada de una banda de motociclistas refuerza la noción de una sociedad individualizada, en la cual cada quien entra o sale del corillo a su gusto, pero que, por acuerdo colectivo, se mantiene unida. Su poder emana de cierta peligrosidad, tanto de las motoras en sí como de lo impredecible y precario que es la unión. Es como si de un instante al otro, se formara un junte que, de un instante al otro, se dispersa. Así también parece ser nuestra memoria en esos momentos de lucha: una caravana de motocicletas. Recordamos de cantazo que somos pueblo, pero lo hemos hecho antes, y ahí, en la caravana, notamos, parafraseando a Dom Toretto en Furious 7, que “No [tenemos] amigos, [tenemos] familia”.

Fuenteovejuna sacó a Sagardía de Fortaleza

“Señalado por corrupción”, “Queda en evidencia Sagardía”, “Será acusado por más de 10 cargos”, “Deuda que pagaremos todos”, estos son algunos de los titulares que acentúan el gran legado del abogado y exsecretario de Justicia, Antonio Sagardía, que, según veas el vaso, es otro corrupto entre muchos o es un representante de su clase politiquera. Quizás el realismo radical de los manifestantes los llevó, el 3 de agosto, a sacarlo de frente a Fortaleza por ser ambas cosas: un corrupto común y un corrupto poderoso. Muchos comentaron que el exsecretario llegó a Fortaleza a incitar a los manifestantes. Sea cual fuese la razón, se juntó un grupo a sacarlo. Unos usaban altoparlante, otros lo seguían a capela, gritando, “Así sacamos a los corruptos del país”.

En los días y semanas que siguieron a la purga de Sagardía, comenzaron a circular los memes: Sagardía espantado sin soltar su teléfono, Sagardía perseguido por un manifestante, rehusándose a escuchar, cerrado al mundo. Un meme presentaba su cara de terror amplificado y leía: “CUANDO ENCUENTRAS UNA PASA EN EL PASTEL”. Pero lo que más gracia, o quizás alegría, daba era el simbolismo del momento capturado, que representaba una clase gobernante enajenada. Un hombre blanco, engabanado, se tapa los oídos ante un grupo rabioso, compuesto de personas de todas las edades vestidas con ropa adaptada al calor, un coro griego que sigue al antihéroe por barras, calles, espacios públicos y privados, mientras este insiste en hablarle a alguien ausente, quizás su conciencia confinada. Así se gobierna en la colonia, hablándole a inversionistas, hombres de alta calibre, todos lejos, virándole la espalda al pueblo con descaro.

Pero este momento contiene otra lección. Sagardía inmediatamente entró a las redes sociales para ofrecer una recompensa por los nombres de los “delincuentes” que “cometieron múltiples delitos”. Aunque uno que otro chota entregó nombres, más fueron los ciudadanos de Fuenteovejuna, Puerto Rico, aquel pueblo de la obra de Lope de Vega que tomó responsabilidad colectiva por el asesinato de un violador. Nada evidencia está conexión inventada más que la consigna “¡Somos más y no tenemos miedo!”, que parece traducida de aquella consigna del Regidor en el acto tercero, “Morir, o dar la muerte a los tiranos,/ pues somos muchos, y ellos poca gente”.

En general, este fue el sentir durante nuestro verano puertorriqueño. Todos estábamos en esto y, por más que estuviéramos en desacuerdo sobre el cómo, en las palabras de Benito, el conejito malo:

MALDITO SEA TODO AQUEL QUE NO DEFIENDA A SU GENTE!!! MALDITO LOS QUE SE DEJA ENGAÑAR Y MANIPULAR UNA VEZ MÁS PARA PONERLOS EN CONTRA DE LOS SUYOS! YO QUIZAS NO ESTOY DE ACUERDO CON MANIFESTAR VIOLENTAMENTE PEROOO TAMPOCO Y NUNCA ME VOY A IR EN CONTRA DE ELLOS!!! ESTOS CABRONES ESTÁN AHÍ POR NOSOTROS Y POR AQUELLOS QUE  LOS SEÑALAN Y HABLAN MIERDA!!! ESO SIN CONTAR QUE LA POLICÍA FUERON LOS PRIMERO QUE PRENDIERON UNA HOSTIA DE ESAS PA CONFUNDIAR A LOS BRUTOS Y TENER EXCUSA DE ATACAR!!! EL QUE NO ESTÁ CON EL PUEBLO, ESTÁ CON ROSSELLÓ Y TODAS LAS LACRAS DE SU GOBIERNO!!! ASI DE SENCILLOOO!!! Y ESOS SI PODRÍAN SER LOS ÚNICO PEORES QUE EL GOBIERNO! ESA GENTE NO VALE NA!!!

O como dice Flores en Fuenteovejuna, “Cuando se alteran/ los pueblos agraviados, y resuelven,/ nunca sin sangre o sin venganza vuelven”. Esta polarización instantánea entre los que se juntaron para sacar a los Sagardías y los que lanzaban quejas sobre la violencia desde la indiferencia violenta de la complicidad, se dio en todas partes y era el reverso de la colectivización de la lucha. Juntos luchamos, juntos nos reprimieron y juntos sufrimos macanas y arrestos. Tuve una pareja del Bronx que describió este fenómeno de la siguiente manera: “Cuando estás con tu corillo y uno de tu corillo se echa a pelear, tú te unes por principio”.

Este corillo era raro, pues superficialmente pareciera demasiado grande e inconexo para que se dieran dinámicas tan leales y involucradas. Lo que nos encorilló fue el huracán del abandono gubernamental, esa gran fuerza que nos forzó a ser, no una familia tradicional, sino una familia-corillo y a depender de aquella misteriosa fuerza colectiva que junta pueblos a pesar de siglos de propaganda que insistía en que no éramos capaces de montársela al poder.

En las últimas semanas, circularon varios artículos que intentan identificar quiénes lideraron la lucha. El marco de estos escritos se siente forzado. Algunos hablan de una vanguardia, otros dicen que tal o cual grupo se unió, pero la realidad es que para unirse hay que estar afuera y para que haya líderes, el movimiento tiene que estar centralizado. Frente a Fortaleza, noche tras noche, uno sentía que se trataba más de turnos. Ahora yo, mañana tú; ahora aquí, también allá. Los marcos tradicionales se quedaban cortos. Todos éramos líderes sin seguidores. Todos estábamos alante y atrás.  Todos nos unimos a otros que se unían. Cuando el Juez pregunta, “¿Quién mató al Comendador?”, Pascuala contesta, “Fuenteovejuna, señor”. Y cuando en el juicio los Sagardías nos pregunten, “¿Quién sacó a Ricky Rosselló?” contestaremos, “¿Puerto Rico entero, sí, señor”.

Raquel Salas Rivera (Mayagüez, 1985) Poeta, traductora y crítica literaria puertorriqueña. Es la Poeta Laureada de la ciudad de Filadelfia del 2018-19. Fue la recipiente inaugural del Premio Ambroggio y la Beca de Laureada, ambos de la Academia de Poetas Americanos. Cuenta con la publicación de siete plaquetas y cuatro poemarios. Su cuarto libro, lo terciario/the tertiary, fue finalista para el Premio Nacional del Libro del 2018 y ganó el Premio Literario Lambda a una obra de poesía transgénero del 2018. Su quinto poemario, while they sleep (under the bed is another country), fue publicado por por Birds, LLC en el 2019. Su Twitter es @rugamarspr

 

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Posted: August 18, 2019 at 9:00 pm

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