Aeromoto: un mundo donde los seres se cuidan mutuamente
María Paz Amaro
Para quienes no tienen la posibilidad de comprar obras de arte –al menos, es mi caso– sea por el mero afán del coleccionista, o de invertir en un mundo futuro que mañana devenga plusvalía, en la era de lo virtual los libros se vuelven hoy un objeto equiparable a una escultura o un cuadro. Aunado a lo anterior, nos queda claro que, de este lado del mundo, el costo de los mismos es a veces exorbitante, más aún si están impresos a color, hechos en buen papel y con tapa dura. Aunque overquoted, es importante recordar entre los coleccionistas modernos, a Walter Benjamin, quien consideraba esta afición como el acto más noble de la conservación de la memoria: juguetes, postales, viejas fotografías, libros… De acuerdo a Esther Leslie, para Benjamin la asociación de las memorias colectivas a través de objetos e imágenes conllevaban a la construcción de un inconsciente colectivo, un universo de “realidades sintéticas” necesario en tiempos turbulentos. Sin embargo, si nos referimos al acto de coleccionar en la actualidad, nos vendrán a la cabeza desde Charles Saatchi hasta Eugenio López, pasando por el marido de Salma Hayek, Francois-Henri Pinault, y los Coppel; el señor Franz Mayer y las citas de Houellebecq acerca de Carlos Slim en El mapa y el territorio o la colección excéntrica de Iris Apfel. La desvirtualización de lo real y lo imaginario dentro de un mundo que ya debería de dejar de enunciarse como “virtual”. Bajo este contexto generalizado resulta difícil creer que todavía existan proyectos destinados al deleite por compartir.
Apasionados de los libros, hace unos años que Maru Calva y Mauricio Marcín cayeron en la cuenta de que su colección debía de circular de otra manera. En el inter, unieron objetivos con Jerónimo Ruedi y Macarena Hernández para originar una biblioteca especializada en arte visual y cultura contemporánea que inició a partir de ofrecer sus propios volúmenes, y que fue creciendo con las donaciones de otras personas y sus libros. A ellos se unieron Nathan Guzmán y más recientemente Bruno Ruíz y Gina Rodríguez. En el año 2015 obtienen el fomento de Patrocinios que otorga la Fundación Jumex, cuando ya contaban con el lugar ocupado hasta ahora por Aeromoto, Venecia 23, Colonia Juárez. A algunos años de ser inaugurado, los transeúntes y vecinos ya reconocen los exteriores de este proyecto sui generis por el pequeño jardín que dispusieron en plena calle, en el espacio exacto en el que podría caber un automóvil estacionado, y para el que tuvieron que tramitar un permiso que así lo permitiera. Como señala Maru Calva: dicho jardín es una suerte de manifiesto pues guarda correspondencia con el fin último de sus creadores, señalado en su sitio web:
…proponer la circulación pública y común de los libros; un tiempo de uso compartido que contraviene la privatización de la vida”. (…)
¿Por qué desear la posesión de los objetos, cuando al compartirlos y socializarlos se multiplica su gozo? Aeromoto propone una dinámica anticapitalista que genera relaciones sociales en pequeña escala (…)
Pugnamos por el tiempo libre que los libros exigen. En la época de lo veloz, desde la retaguardia, proponemos la serenidad”.
Aun cuando esta biblioteca se especializa en las áreas ya mencionadas, existen secciones de literatura y poesía, entre otras. Los libros se pueden consultar intramuros, o bien, llevarlos consigo por un par de semanas y resellarlos por unas cuantas más. Dentro de la colección existen desde catálogos de exposiciones, libros difíciles de conseguir hasta libros estrafalarios o imposibles de comprar. Aeromoto es también sede de eventos y actividades culturales variadas, siempre y cuando sean relativos a publicaciones: presentaciones de libros, seminarios de cultura visual, proyectos relativos a la edición, performances relacionados con la publicación de una revista o de un movimiento. Cuenta, además, con una serie de programas abiertos al público a partir de su acervo, como las Pedagogías Infinitas, ideado para invitar a docentes a hacer una lista de libros imprescindibles para sus alumnos. Hasta ahora han participado en el proyecto Abraham Cruzvillegas, Mónica Amieva, Taniel Morales y Marcela Quiroz. Este año se abrió el nuevo ciclo con Inés Katzenstein, directora del Instituto di Tella, en Argentina. Las maneras en que se piensa la academia en Aeromoto están lejos de las convencionales, es por ello que en este proyecto han participado artistas e individuos que no siempre cuentan con el aval de una institución. Tal es el caso de Taniel Morales, artista y matemático a cargo de varios de los programas de los FAROS de la ciudad de México, quien eligió libros a partir de su propia experiencia. Es así como el acervo ha crecido y va albergando nuevas categorías como performance y nuevos medios que se unen a los favoritos de sus fundadores: poesía concreta, arte correo o historia de las publicaciones.
Otro proyecto son las Mesas curadas, en el sentido literal de que son curadas por artistas o curadores. Han participado en ellas Zanna Gilbert, curadora del MoMa, el artista y diseñador mexicano Sebastián Romo, y Barbara Wien y Wilma Lukatsch, dueñas de una galería y tienda de libros en Berlín, especializada en publicaciones de artistas. Para Aeromoto ellos seleccionaron sólo libros de artistas que consideran parteaguas en la historia del arte. Al final del proyecto, los libros abandonan el espacio de las mesas curadas y son adquiridos por Aeromoto para ser consultados o prestados. Todos los libros se dan en préstamo, con excepción de lo sumamente caro, difícil de conseguir o fuera de circulación, cantidad que no suma siquiera el 5% del acervo total. Aun cuando todavía no es viable abrir un programa de residencia, Aeromoto sí tiene libros en residencia. Existen coleccionistas que prestan libros extraídos de su biblioteca personal a Aeromoto por espacio de dos meses y queda en ellos la decisión para consulta intramuros o préstamo. La política es prestar lo más posible y lo más barato. De acuerdo a su procedencia o rareza, cada libro tiene un valor asignado y el número de libros a llevarse en préstamo depende de la clase de membresía que cada individuo adquiere.
Recientemente se inició un ciclo de actividades relativas a la poesía visual y experimental coordinado por César Espinosa y Araceli Zúñiga que durará cuatro sesiones, una vez al mes. En Aeromoto también suceden las sesiones de Poesía Etílica. En palabras de Marcín, durante cada sesión los asistentes se emborrachan con una bebida distinta (mezcal, cachaça, whiskey, absenta, etcétera) y a partir de esa borrachera se derivan actividades relacionadas con la escritura, la lectura de poesía y el silencio. En un futuro próximo, los últimos viernes del mes habrá tertulias sin un fin específico o programa determinado, sólo por el gusto de compartir. Compilar publicaciones nacionales independientes y de tiraje es una de sus actividades principales, con un enfoque en México y América Latina. Estos son proyectos específicos que suceden una vez al año y representan una forma más de ampliar el acervo, más allá del espacio físico de Venecia 23. Como dijera Calva: “…tirar cables con nuestra esencia: ser una biblioteca y, a la vez, que comiencen a suceder cosas fuera de Aeromoto en nombre de Aeromoto”.
En la era de la paquetería compartida, los tutoriales y la Wikipedia, el DIY (do it yourself), pero también de los mecanismos de vigilancia de empresas como Facebook y Google, los cuales amenazan en breves años con vender cada segundo de oxígeno inhalado, se antoja apostar por una cultura más cercana hacia lo que Jakim Bey manifiesta en su célebre TAZ (The Temporary Autonomous Zone) bajo la glosa “Terrorismo poético”: “Organiza una huelga en tu escuela o lugar de trabajo, en los terrenos que no satisfacen tu necesidad de indolencia y belleza espiritual. (…) Vístete de gala. Deja un nombre falso. Sé legendario. El mejor terrorismo poético está en contra de la ley, pero que no te agarren. El arte como un crimen; el crimen como arte”. En tanto se agrupan y se disuelven nuevos tratados de comunidades económicas, se construyen muros sólidos o imaginarios, queda todavía la posibilidad, aunque se antoje infinitesimal dentro del caos y el movimiento mundial, de generar una suerte de movimiento contracultural: Aeromoto es eso y más.
María Paz Amaro (Santiago de Chile, 1971) madre, profesora, historiadora del arte y escritora (en orden indistinto). Su Twitter es @mariaenpaz
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Posted: May 22, 2017 at 11:10 pm