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Alrededores de la zozobra

Alrededores de la zozobra

Adolfo Castañón

El hilo conductor de los ensayos aquí reunidos es la conciencia que el autor o sujeto elocuente tiene del poema, del lugar del poema y del lugar de sí mismo ante la poesía y la tradición de que forma parte.

 

Sobre La lucha con la zozobra de Alicia García Bergua[1]

 

I

El sábado 2 de abril en el Colegio de San Ildefonso participé en una lectura de poemas durante las actividades organizadas por la UNAM para marcar la fecha del traslado de las cenizas de Octavio y Marie José Paz que a ese edificio –que había tenido lugar unos días antes, el jueves 31 de marzo.

Ese día Alicia García Bergua me dio dedicados sus dos libros más recientes: Canciones en voz baja[2] (Bonilla y Artigas/UACM, México, 2021) y La lucha con la zozobra. La libertad bajo palabra en los poetas Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Jorge Cuesta y Octavio Paz. Los dos libros comparten horizontes y sentires y surgen de experiencias paralelas. Como dijo Verónica Murguía en la presentación de este último libro, que tuvo lugar el pasado martes 30 de agosto en la Casa Universitaria del Libro en la calle de Orizaba # 24, no pocos de los conceptos que se manejan en el libro de ensayos pulsan registros y notas que informan el de poemas.

Verónica dijo en su presentación que los “Contemporáneos” se encontraban presentes entre nosotros. Yo complementé acotando que lo estaban a tal grado que en la glorieta del Metro de Insurgentes había un Centro Cultural Xavier Villaurrutia.

 

II

La palabra “zozobra” que aparece en el título tiene en su primera acepción la de la “acción de zozobrar un barco” y en la quinta la del “estado de ánimo del que teme algo; intranquilidad”, según María Moliner.

En el Diccionario de autoridades, la voz “zozobra” aparece tres veces: “La contradicción, y oposición del viento, que impide la navegación y pone en riesgo el bajel, haciendo que vaya dando saltos, como si caminara por piedras”; la segunda: “Metafóricamente vale inquietud, aflicción, y congoja del ánimo que no deja sosegar o por el riesgo que amenaza, o el mal que ya se padece”; la tercera: “una suerte del dado… y se llamó así por el riesgo, y consiguientemente el cuidado del que tira…”

Zozobra se titula el libro de Ramón López Velarde de 1919, en el cual, desde el primer poema “Hoy como nunca”, dedicado a Enrique González Martínez, aparece la analogía entre el poeta y la barca: “No soy más que una nave de parroquia en penuria, nave en que se celebran eternos funerales”.[3] La conjunción entre temor, intranquilidad y la percepción de un barco que se hunde, tiñen, prestan una intensa carga al título del libro de la analista Alicia García Bergua La lucha con la zozobra, se parafrasearía como la lucha con la inquietud o con el miedo… ¿El miedo a qué? La respuesta la da el subtítulo La libertad bajo palabra en los poetas Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Jorge Cuesta y Octavio Paz. Pues lo que está en juego en esa fórmula forense del título célebre de Octavio Paz es en el fondo la idea de comunidad. El que está “en libertad bajo palabra” o en libertad condicional, sujeta a buen comportamiento, es alguien responsable cuyo mayor castigo sería precisamente verse privado de la libertad, es decir, de la posibilidad de convivir, de ejercer su libertad de expresión y acción en el marco de una sociedad o de una ciudad sujeta a leyes y convenciones. Las connotaciones forenses de la fórmula “libertad bajo palabra” permean la obra toda del autor de Pasado en claro. Paz comparece ante la página en blanco como un sospechoso o acusado potencial, un posible culpable de un crimen de lesa majestad comunitaria… Paz piensa y siente que lo peor que le puede pasar a un ser humano es perder precisamente el sentido de lo humano, de la comunidad y de la ciudad, perder el sentido del lenguaje y de las palabras. Desde ese ángulo, los ocho ensayos reunidos en este libro insondable buscarían, desde mi punto de vista reconstruir, como en una radiografía del subsuelo literario, el mapa que expone ciertas raíces conceptuales que les son comunes a los poetas aquí puestos bajo examen.

Diez textos componen este volumen. Iniciados por una introducción, se dan siete capítulos que cierra una conclusión y un epílogo. Cabría decir que el libro da dos saludos de despedida. El libro aspira a ceñir un puñado de poemas de los cuatro poetas convocados y, a través de esa cintura conceptual, asediar ciertos puntos que la autora se plantea para discernir la historia o evolución del lugar ya no sólo o no tanto del poeta en la ciudad moderna, sino del poema mismo. Hila fino esta tejedora de ideas y conceptos en torno a la poesía y al poema. Una de las líneas subyacentes de la exposición es el tema de la escisión, la división y el desarraigo; o si se quiere, la tensión entre la conciencia del aquí y del allá.

Me emociona comentar este libro, es para mí un gusto, pero es algo más, es un signo auspicioso, como una luz verde de un semáforo que me abre el camino para regresar a los años pasados en que Alicia García Bergua y yo nos conocimos. Aunque no he tratado mucho a la autora en fecha reciente, soy testigo de que este libro ha sido pensado desde hace años por la poeta y ensayista, traductora y divulgadora de la ciencia. Conozco sus ensayos y su camino como poeta. No puedo dejar de recordar que en el FCE tuve la fortuna de editar la novela de su malogrado hermano, Jordi García Bergua, y de tratar a ese notable historiador del cine y de la cultura mexicana que fue su padre, Emilio García Riera. También leo con interés y fruición los libros de su hermana Ana. Pero sé que para Alicia todos estos datos estorban la lectura químicamente pura de su libro La lucha con la zozobra, pero yo necesitaba ante mí mismo armar esta cartografía.

 

III

El hilo conductor de los ensayos aquí reunidos es la conciencia que el autor o sujeto elocuente tiene del poema, del lugar del poema y del lugar de sí mismo ante la poesía y la tradición de que forma parte. La mirada de la analista se va enfocando en ciertos lugares de la escritura de los autores, tiene la generosidad de citar con holgura a los poetas elegidos. De tal suerte, podría decirse que el libro funciona no sé si voluntariamente como una suerte de antología mínima de la discusión que se trae entre manos la autora alrededor del jardín poético que sabe recorrer para nosotros, como una guía que se adentrara por un vivero para señalarnos cómo ciertos poemas, ciertas imágenes, por ejemplo, el destierro, el desencuentro… se recaudan con distintas formas en este espacio donde lo que está en juego es la libertad, esa voz mercurial cuya masa y materia conceptual no se deja fácilmente ceñir. Además de resolver los acertijos de su propia investigación, la analista deja abiertas preguntas en torno a su propia construcción. Por ejemplo, ¿por qué si incluyó a Jorge Cuesta y su Canto a un dios mineral no consideró a José Gorostiza?

Otro hilo conductor de los ensayos es el de la voz, la voz del poema, la voz del poeta, las voces de los poemas, la voz del poeta en y ante la ciudad, la voz que va creciendo dentro del poeta como un dios mineral o vegetal o como una fuerza capaz de constelar firmamentos interiores.

Uno de los capítulos más tersos y más bien fraguados del libro es el dedicado a “Alfonso Reyes, el logro de un clima intelectual”. Podría decirse que este capítulo es como el centro de la calle llamada Zozobra al cual se encauzan las corrientes conceptuales y las ideas en torno a la teoría de la voz que despliega la analista sobre su tapiz de juego. El capítulo, de unas 13 páginas, funciona como una microbiografía de Alfonso Reyes y una quintaesencia de sus experiencias literarias. Incluye el poema “La canción de mis ventanas”. Es un poema emblemático escrito por Reyes en Madrid, poco antes de que viajara a México y luego de haber estado al frente de la Legación de México. El haz de voces interiores de que habla el poema florece en las cuartetas que dicen “soltaré la fiesta de mi corazón”. Creo que este ensayo funciona como una bisagra se permite el flujo de la argumentación de la analista en el curso del libro en torno a la voz.

La obra y la persona de Alfonso Reyes forman parte, de hecho, de la fronda subyacente del libro, ya sea porque se citan sus palabras o las de Xavier Villaurrutia o las de Jorge Cuesta sobre Reyes, o las de Owen dirigidas a Reyes. Lo que está en juego en esa geometría de las afinidades es la amistad.

Cabría decir que “La lucha con la zozobra” es, entre otras cosas, un libro sobre la amistad, entendida como un arte del desprendimiento.

 

IV

El título de este conjunto de ensayos puede resultar ambiguo. “Zozobra” es una voz que remite a un cierto estado de ánimo, en parte turbulento y en parte ansioso o desasosegado. También remite desde luego e inevitablemente al poema de Ramón López Velarde titulado “Zozobra”.

 

V

La palabra “zozobra” tiene dos zetas, dos vocales os, su enunciación ya es en sí un anuncio del oleaje. En la doble Z se presiente un zigzag, una línea quebrada que simula o prefigura la incertidumbre de la búsqueda. La zozobra del título de este libro puede referirse a tres planos: el existencial, el poético y literario y el histórico y político. Esas tres dimensiones desde luego se imbrican, pero son el telón de fondo en el que se da esa “lucha” a la que se refiere el título. A su vez, la voz “lucha” convoca una idea de combate. Por otro lado, en el título mismo resuena el lema que Stefan Zweig empleó para envolver las biografías poéticas de Friedrich Holderlin, Heinrich Von Kleist y Friedrich Nietzsche.

 

Notas

[1] La lucha con la zozobra. La libertad bajo palabra en los poetas Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Jorge Cuesta y Octavio Paz, México, Editorial Universitaria de la UANL, 2022.

[2] Sobre este libro cabe ver la reseña de Arturo Gutiérrez Plaza, publicada en Letras Libres, núm. 285, septiembre de 2022, p. 62.

[3] Ramón López Velarde, Obras,1990, p. 179.

 

Adolfo Castañón es poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México. Premio Xavier Villaurrutia 2008, Premio Alfonso Reyes 2018 y Premio Nacional de Artes y Literatura 2020. Creador Emérito perteneciente al SNCA. Twitter: @avecesprosa

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Posted: September 13, 2022 at 9:00 pm

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