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ASTRO NOISE. Laura Poitras, en la era de la hipervigilancia

ASTRO NOISE. Laura Poitras, en la era de la hipervigilancia

Naief Yehya

A partir del 11 de septiembre de 2001 comenzó en los Estados Unidos –y por consecuencia en buena parte del planeta– una nueva era de hipervigilancia, intimidación ciudadana e imposición de nuevas leyes que daban inmenso poder a los aparatos de seguridad. Los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono expusieron una vulnerabilidad inverosímil de la primera potencia mundial. Con este pretexto ese gobierno dio rienda suelta a las agencias de espionaje y fue lanzada una campaña bélica sin limitaciones ni fines claros que se dio a conocer como la Guerra contra el terror, en la cual las naciones e individuos, “estaban con los Estados Unidos o estaban con los terroristas”. De esta manera los disidentes y pacifistas fueron intimidados, las organizaciones de defensa de los derechos humanos silenciadas y las policías locales militarizadas. A esto se sumó un factor propagandístico que ha acentuado la paranoia y creado una atmósfera de permanente amenaza y temor. Para responder al Zeitgeist el arte político o comprometido ha tenido que adaptarse a una era en que el poder en todas sus formas se ha vuelto sospechoso, las ideologías están en bancarrota y el idealismo parece ingenuo e infantil.

En el arte la crítica se realiza hace décadas desde el humor, el sarcasmo y la irreverencia y, hasta cierto punto, desde el fracaso. En el tono de muchos artistas contemporáneos se percibe un malestar dominante que asume un estado de impotencia así como la certeza de que las leyes del mercado tienen cuidadosamente controlado al arte. Así, de Georgia O’Keeffe a Ai Weiwei, pasando por Jean Michel Basquiat, ha quedado claro que el papel del arte como factor de cambio, de revuelta social y liberación intelectual, es extremadamente limitado. En este tiempo aspiramos a sobrevivir más que a revolucionar.

BERLIN, GERMANY - DECEMBER 14: Filmmaker Laura Poitras stands on the stage as former National Security Agency (NSA) contractor turned whistleblower Edward Snowden is seen on a video conference screen during an award ceremony for the Carl von Ossietzky journalism prize on December 14, 2014 in Berlin, Germany. Poitras, Snowden and journalist Glenn Greenwald (the latter two in absentia) were awarded the prize by the International League for Human Rights for having 'put their personal freedom on the line to expose abuse of power' by Germany and the United States in their revelations of the extent of government surveillance on ordinary citizens in the name of 'national security' in the wake of terrorist attacks. The prize is named for journalist and Nobel Peace Prize winner Ossietzky, who died from complications from being held as a dissident in a Nazi concentration camp. A bid to allow Snowden, who has temporary asylum in Moscow, to testify in Berlin before an NSA parliamentary inquiry is ongoing. (Photo by Adam Berry/Getty Images)

BERLIN, GERMANY – DECEMBER 14: Filmmaker Laura Poitras stands on the stage as former National Security Agency (NSA) contractor turned whistleblower Edward Snowden is seen on a video conference screen during an award ceremony for the Carl von Ossietzky journalism prize on December 14, 2014 in Berlin, Germany. (Photo by Adam Berry/Getty Images)

 

La documentalista, periodista y artista Laura Poitras comenzó a darse a conocer con un par de documentales sobre las consecuencias de la guerra sin fin de George Bush y sus grupo de neoconservadores. Su primer largometraje, My Country My Country (Mi país, mi país, 2006), cuenta la historia del Doctor Riyahd al-Adath, un sunita quien dos años después de la invasión estadounidense trata de postularse para un puesto en el flamante y meramente simbólico congreso iraquí, con la ilusión de aprovechar la oportunidad para cambiar al país. Poitras trabajó cerca de ocho meses en este documental y parte de ese tiempo vivió en la casa de la familia de al-Adath, donde pudo ver y filmar las condiciones de vida de los iraquíes en los primeros años de la ocupación. En una ocasión mientras filmaba hubo una operación militar en el barrio donde se encontraba en la que murió un soldado estadounidense. El ejército aparentemente estaba convencido de que ella tenía conocimiento de lo que iba a suceder y por eso se encontraba ahí. Por esta razón, por esos ocho minutos de video, fue puesta en una lista de vigilancia del Departamento de Seguridad de la Patria, con el nivel más alto de amenaza. Debido a esto fue detenida más de 40 veces en aeropuertos y al pasar fronteras, donde fue interrogada y amenazada con tal insistencia que decidió dejar los Estados Unidos e ir a vivir a Berlín.

A este filme le siguió The Oath (La promesa, 2010), el cual gira en torno de dos personajes relacionados con Osama bin Laden: Abu Jandal, un chofer de taxi de la capital yemenita Saná, quien durante un tiempo fue guardaespaldas de bin Laden, y Salim Ahmed Hamdan, chofer del líder de al Qaeda hasta que, durante la invasión estadounidense a Afganistán en 2001, fue detenido y enviado a Guantánamo. Los hombres son cuñados y sus historias dan una muy interesante perspectiva de las fidelidades, compromisos y contradicciones del yihadismo. Finalmente Poitras realizó Citizenfour (2014), la celebrada entrevista con el excontratista de la CIA y la NSA Edward Snowden en su hotel en Hong Kong que le valió un Oscar y en la que muestra cómo la guerra contra el terror ha dado lugar a descomunales campañas de espionaje masivo y planetario, así como al establecimiento de un estado de vigilancia en el que las filtraciones de información son perseguidas con increíble ferocidad. Estas tres películas que analizan las guerras e invasiones estadounidenses, la política de encarcelamiento sin cargos y tortura, y la guerra doméstica, constituyen la Trilogía del 9-11. Su trabajo tiene un elemento oblicuo y uno directo, emplea casos particulares y datos duros para contar historias de resistencia a la opresión, de supervivencia a los grandes poderes.

Independientemente de su trabajo documental Poitras es, junto con Glen Greenwald y Jeremy Scahill, fundadora del sitio informativo en el web The Intercept, el cual, aparte de ofrecer excelentes artículos de opinión, reportajes y periodismo de investigación, publica información filtrada como su reciente serie The Drone Papers. Pero Poitras es también una artista visual y deseaba crear otro tipo de experiencia a partir de su material de investigación, ir más allá de proyectar filmes de información y denuncia que apelan a la razón.

Paul Virilio habla en su libro Guerra pura de los elementos que caracterizan las guerras modernas, las cuales, a diferencia de cualquier guerra política del pasado (en la que los Estados pelean por territorio), son guerras civiles internacionales (en las que los Estados pelean en contra de la población civil). Las guerras pasaron de la confrontación de ejércitos organizados a la destrucción de ciudades, con ejemplos como Dresde, Berlín e Hiroshima, entre muchas otras. Y de ahí hemos llegado a las guerras contra los individuos, una política de la cual el dron es el símbolo más representativo y elocuente. La guerra contra el terrorismo es una lucha en contra de la gente, una estrategia que tiene más en común con la cacería que con la guerra. Los gobiernos que llevan a cabo esta guerra al menudeo saben que es importante mostrar su poder y alcance mediante videos y documentos. Paradójicamente, estas acciones son clandestinas y rara vez serán reconocidas por la CIA o el ejército. De esta manera estamos ante la guerra secreta más pública de la historia. Por su parte, los terroristas, los insurgentes y los rebeldes al orden hegemónico saben que las bombas, ejecuciones, decapitaciones y atrocidades tienen únicamente sentido dentro de un discurso mediático internacional. Su impacto depende de llegar al público masivo. Así, las guerras se pelean al conquistar espacio en los noticieros y al cometer atrocidades que se vuelvan virales, que se difundan y discutan en las redes sociales.

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En diciembre de 2014, Poitras tuvo su primera exposición en una galería de arte, en el Artist Space Exhibitions, en Nueva York, donde presentó la Trilogía y sus cortos: The Program (2012), Death of a Prisoner (2013) y PRISM Whistleblower (2013). Sin embargo, le interesaba cambiar la relación con el espectador, utilizar el espacio y permitirle al visitante hacer su propia “edición” del material. De tal forma aceptó la invitación del museo Whitney para crear una propuesta y el resultado es Astro Noise, una exposición inmersiva, penetrable, multisensorial (que debe su nombre a uno de los documentos que liberó Snowden); un recorrido en el que el visitante va creando una narrativa del estado de vigilancia imperante al tiempo que recorre las salas.

La exposición comienza con una serie de imágenes coloridas, aparentemente abstractas que son en realidad impresiones en gran formato de información de satélites y drones, interceptada por un puesto de escucha secreto británico en Chipre. Al hacer una interpretación visual de datos ilegibles la artista nos confronta con un dilema estético que refleja el dilema ético de la ambigüedad que presentan las filtraciones de información secreta, la legitimidad de hacerla pública por canales independientes y el potencial de que esto se traduzca en daño al Estado o las instituciones. La primera sala está dividida por una gran pantalla casi flotante. Por un lado se muestra a una multitud que observa algo con sorpresa y rechazo, algunos llevan máscaras para el polvo, y automáticamente intuimos que están viendo las ruinas de las torres gemelas mientras suena una versión distorsionada, con resonancias casi fúnebres del himno estadounidense (tocado antes de un partido de beisbol en el estadio de los Yankees en la Serie Mundial el 31 de octubre del 2001). Este video filmado pocos días después de los ataques del 9-11 no parece mostrar los rostros de terror, dolor y angustia profunda que usualmente vemos asociados a esa tragedia, sino más bien caras de incomodidad, confusión y frustración. En la parte trasera de esa misma pantalla se proyectan imágenes de dos interrogatorios de hombres capturados en Afganistán. Literalmente el otro lado de la moneda de los ataques terroristas. Los hombres esposados y arrodillados tratan de explicar que no tienen nada que ver con al Qaeda a un grupo de militares incrédulos. Los cautivos que más tarde serían enviados a Guantánamo permanecieron ahí seis años sin que se les levantaran cargos. Dos de tantas “pequeñas tragedias” olvidadas, que debemos considerar daño colateral.

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En la siguiente sala que está en la oscuridad, se muestra la pieza Bed Down Location, que tiene en el centro una especie plataforma que funciona como una gran cama en la cual el espectador debe acostarse para ver una proyección en el techo que muestra los cielos nocturnos y estrellados de Yemen, Somalia, Paquistán y un cielo diurno en Nevada en el que vemos un par de drones pasar mientras escuchamos el característico ruido del motor de moto nieve modificado que emplean los Predators. Poitras incluye en esas imágenes referencias espaciales como antenas o cornisas y dinteles de edificios que dan un sentido de proporción y nos sitúan con respecto al entorno. Estas apariciones casi espectrales alertan los sentidos y nos hacen buscar en el falso cielo, con la mirada y los oídos, esas máquinas de vigilancia y devastación. Sin embargo, la experiencia es placentera y cómoda, más que producir temor invita a la relajación.

Esta sala nos lleva a otra que está iluminada por la luz que sale de pequeñas rendijas situadas a distintas alturas en las paredes. Al mirar por ellas podemos ver documentos clasificados (como memorándums de cooperación entre la CIA y la NSA), videos de señales interceptadas, bosquejos a mano del funcionamiento de los sistemas de vigilancia, video de un celular de la destrucción dejada por un ataque de dron, entrevistas y otros materiales. Las rendijas crean la ilusión de estar espiando, de hacer algo clandestino. Así mismo evocan a los peepholes de los espectáculos pornográficos de antaño.

Poitras expone algunas de las páginas altamente censuradas de su propio expediente, así como el fragmento que filmó en Bagdad que dio lugar a ser puesta en la lista de vigilancia y el cual es totalmente inocuo. Uno de los momentos más contundentes de la exposición tiene lugar en la última sala, donde hay un monitor en el que se ven imágenes en tiempo real filmadas desde el techo con cámara infrarroja de las personas que están en la sala del Bed Down Location. De tal manera mientras contemplamos el falso cielo estamos siendo grabados, observados por drones invisibles e imaginarios. Con esto la artista pone en evidencia nuestra vulnerabilidad, la imposibilidad de evadir los ojos que nos vigilan desde las alturas. Cuando apenas estamos tratando de recuperarnos de esa aparente invasión a nuestra privacidad, la siguiente pieza, Last seen, nos recuerda que los fieles dispositivos que llevamos en los bolsillos y bolsos, con los que nos comunicamos, conectamos, informamos y nos entretenemos, también nos traicionan al revelar, a cualquiera con la tecnología adecuada, sus secretos y de paso la posibilidad de rastrear nuestras identidades. La pieza, consiste en un monitor, una computadora y un lectores de señales inalámbricos que registra los códigos de identidad de todos los teléfonos y dispositivos cercanos.

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Poitras está convencida de que la mejor manera de informar es obligar al espectador no solo a pensar sino también a sentir auténtica empatía por las víctimas, de hacerlos experimentar en la medida de lo posible el temor y desasosiego que produce la vigilancia y la amenaza que imponen los sistemas de espionaje y seguridad. Aquí se muestra el costo humano del terrorismo y del contra terrorismo y como el ciudadano es el campo de batalla de ambas estrategias. En el tiempo de la hipervigilancia todo ha cambiado y nada ha cambiado, en gran medida porque los cambios verdaderamente importantes no son tan fáciles de reconocer. A lo largo de su exposición Poitras nos convierte en víctimas del espionaje y en espías. De manera en que somos sujetos observados y cómplices de la maquinaria de observación. Quizás el mayor legado de esta obra es hacernos sentir que a menudo lo que determina quien es el enemigo y quien es el aliado consiste en su localización con respecto a las cámaras y los monitores de vigilancia.

Laura Poitras: Astro Noise, Whitney Museum of American Art . Del 5 de febrero al 1º de mayo de 2016.

*Imagen de portadade Amelia Verge

Naief-Yehya-150x150Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya


Posted: February 22, 2016 at 11:53 pm

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