Essay
¿Dónde están las dramaturgas?

¿Dónde están las dramaturgas?

Martha Bátiz

Cuando las mujeres comenzaron a escribir y publicar en el mundo anglófono del siglo XIX y lograron vender muchos más libros que sus colegas varones, la reacción negativa de ellos no se hizo esperar. Nathaniel Hawthorne dijo que las mujeres no escribían sino garabateaban y, lleno de envidia y resentimiento, asoció un mayor número de ventas de libros con una menor calidad literaria. Desde entonces y en todas las lenguas, las escritoras han navegado contra corriente simplemente por ser mujeres. Por mucho tiempo, el mayor elogio que le hicieron a la escritora más prolífica de los Estados Unidos, la inmensa Joyce Carol Oates, según lo cuenta ella misma, fue decirle que su obra parecía escrita por un hombre. Ya es por todos sabido que Elena Garro, bajo la sombra omnipresente y omnipotente de Octavio Paz, estuvo a punto de quemar su magnum opus, la magnífica Los recuerdos del porvenir. Es apenas ahora que la obra de la mayoría de las grandes escritoras de ayer está siendo (re)valorada y (re)editada, rescatada de entre las garras del prejuicio de género y el olvido, y también es apenas ahora que las narradoras gozan de aceptación y reconocimientos con los que sus pares de generaciones pasadas no se habrían atrevido ni a soñar.

Aplaudo con entusiasmo esta apertura y los caminos y posibilidades que se están abriendo gracias al talento y esfuerzo de narradoras, editoras y gestoras culturales, sin embargo, hay algo que no ha cambiado en absoluto, ni siquiera ahora que los reflectores se han posado sobre las escritoras. ¿A qué me refiero? A que sobre esta ola de plumas femeninas que se desliza en todas direcciones −paneles literarios, mesas de libros, ferias y charlas en persona y vía Zoom− no surfean, por decirlo de alguna manera, las dramaturgas. Su labor, que merece la misma atención que reciben las narradoras, sigue quedándose atrás. No en riqueza ni en complejidad, no, pero sí en oportunidades de publicación y, en consecuencia, en número de lectores.

Seamos honestos con nosotros mismos, ¿cuándo fue la última vez que leímos una obra de teatro? El teatro está escrito para ser montado en el escenario y acaso por eso no se trata de la primera opción que viene a la mente de los lectores cuando buscamos algo nuevo. Al teatro hay que ir. Pero montar una obra requiere de un esfuerzo económico y humano que no siempre es viable y se nos olvida que el teatro también puede venir a nosotros en forma de libro. Que las publicaciones dramáticas tienen una relevancia innegable no solo para preservar un texto que de otra forma sería efímero, como es por naturaleza toda representación escénica, sino para colocar a sus autoras en el lugar que se merecen dentro del universo literario. Porque el teatro también es literatura, a fin de cuentas. 

La academia se ha encargado de rescatar y analizar la obra de algunas de las dramaturgas mexicanas más reconocidas, como Sabina Berman, Berta Hiriart, Ximena Escalante y Estela Leñero, y la Dra. Kirsten Nigro, quien ya se jubiló, por mucho tiempo impulsó, desde su trinchera, la labor de estas (y muchas otras) creadoras escénicas no solo escribiendo sobre ellas sino apoyando su presencia y la lectura en voz alta de sus textos en el Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea, el cual se lleva a cabo cada primavera en la Universidad de Texas en El Paso. Pero los esfuerzos que se realizan desde la academia rara vez cruzan la frontera que separa a la Torre de Marfil del Mundo Real, y es necesario que más personas nos ocupemos de atender y difundir el teatro escrito por mujeres.   

En México tenemos estupendas dramaturgas cuyo trabajo es reconocido en escena y en pantalla −porque son también exitosas guionistas− pero, en formato de libro, no tiene el mismo eco que alcanzan las narradoras. Contamos con editoriales importantes como El Milagro y Paso de Gato, así como algunas universitarias que publican las obras de nuestras dramaturgas más destacadas, pero los esfuerzos que realizan requieren de una mayor atención por parte de quienes disfrutamos leer. Quiero empezar mencionando a quien me parece la dramaturga más importante de su generación, la sinaloense Carmina Narro (1969), quien ha escrito, producido y dirigido sus propias obras desde que tenía 22 años, cuando ganó el Premio Salvador Novo como revelación (1993). Narro ha obtenido múltiples reconocimientos, como el Premio Bravo (1996), el Premio “Dama de la Victoria” que otorga la ACPT (2014) y el Premio Arts House México, además de haber sido nominada al Premio Gilder/Coigney International Theatre Award por The League of Professional Theatre Women de la ciudad de Nueva York (2017). Ha sido becaria del Writers Room de Nueva York y del Royal Court Theatre de Londres, Inglaterra. Su obra ha aparecido en varias antologías, como “Óyeme con los ojos” De Sor Juana al Siglo XXI. 21 escritoras revolucionarias (UANL), El Nuevo Teatro II (Editorial El Milagro), Exclusión, autores españoles argentinos y mexicanos (Venética), 20 años de Dramaturgia (Fonca) Teatro Breve, y Antología para formación actoral (Paso de Gato) entre otras. La misma editorial publicó su obra Julio sin agosto.  Editorial El Milagro publicó también su trilogía Químicos para el amor, en la colección La Centena, y en 2019 aparecieron dos volúmenes de su teatro reunido titulados Sin ganas de matar y Después de la ira. Esta trayectoria debería valerle ocupar uno de los espacios más importantes en el mundo no solo teatral sino literario del país. 

Otra dramaturga que merece atención es Conchi León, quien nació en Mérida, Yucatán, lugar en que fundó la compañía teatral Sa’as Tun. Ha escrito más de sesenta obras de teatro, en las cuales se aprecia una fuerte presencia de la tradición, raíces y costumbres de la mujer y la cultura mayas, entre ellas Mestiza Power (Publicaciones Malaletra Internacional, 2017), Santificarás las fiestas (El Milagro, 2010), y el manual de dramaturgia testimonial La nostalgia de los sentidos (Trópico de Escorpio, 2020). Es, además, miembro del Sistema Nacional de Creadores. ¿Por qué no suena su nombre tanto como el de las narradoras que abordan, asimismo, temas que tienen que ver con nuestros pueblos originarios? Claramente su aportación al mundo literario y dramático mexicanos no es solo relevante sino urgente.

Es necesario mencionar también a Amaranta Leyva Pérez Gay, quien es originaria de Cuernavaca, Morelos. Su especialidad es el teatro para títeres y es directora de La Titería de Marionetas de la Esquina. Sus obras, entre las cuales se encuentran El intruso (El Milagro, Colección Teatro Emergente, 2017) y ¿Sabes quién es Zapata? (Penguin Random House, 2021) se han publicado en México, España y Alemania. En línea es posible descargar el PDF de su obra Mía, para teatro de actores y de títeres, que trata el tema de la violencia familiar. Quienes tenemos hijos podríamos apoyarnos en libros como estos para leer con nuestros hijos de una forma participativa e interactiva, muy distinta a la lectura que se hace de una narración en prosa, por ejemplo. Es posible traer el teatro hacia nuestra casa de esta forma. 

Silvia Ortega Vettoretti, quien también es parte del Sistema Nacional de Creadores, cuenta con más de veinte puestas en escena. Ha obtenido también numerosos premios, como el “Dama de la Victoria” (2018) y el “Pez de Oro” por Mejor Obra y Mejor Dirección, además de haber sido la primera directora mexicana nominada por The Rolex Mentor and Protègè Arts Initiative de Suiza (2005). Es docente y sus obras han sido comisionadas y producidas por instancias culturales de relevancia nacional e internacional. ¿Dónde se pueden leer sus obras? ¿Dónde están sus libros? La misma pregunta va con respecto a las obras de Camila Villegas, Paula Zelaya, Verónica Musalem y seguramente muchas otras cuyos nombres y labor se me escapan porque, a final de cuentas, vivo en Toronto y ellas trabajan y montan sus textos en México. Y al teatro hay que ir, como ya dije. Pero el teatro también puede ser para llevar. Lo podemos leer en la comodidad de nuestra casa, compartirlo con nuestros seres queridos, leerlo en pareja o en grupo inclusive, por diversión o como una forma de separarnos de los dispositivos electrónicos y revitalizar nuestras conexiones personales y vitales con los demás, ¿por qué no? El teatro es lúdico y flexible. Nos podemos adaptar a su forma y puede adaptarse también a la nuestra. Ojalá este recorrido por los nombres y la obra de nuestras dramaturgas ayude a despertar un mayor interés en ellas y en sus libros, porque también hablan de nuestro presente y podemos vernos en el espejo que, desde el escenario o el papel, extienden ante nuestros ojos. 

 

Martha Bátiz es escritora.  Ha ganado varios premios internacionales, entre ellos el Miguel de Unamuno de Salamanca, España, por su cuento La primera taza de café. Su primera colección de cuentos se titula A todos los voy a matar (Ed. Castillo, 2000); ha publicado la novela Boca de lobo, premiada en el certamen internacional Casa de Teatro de Santo Domingo y publicada bajo el sello de León Jimenes. Posteriormente fue publicada por el Instituto Mexiquense de Cultura (2008) junto con una versión al inglés bajo el sello de Exile Editions (2009). Martha es doctora el literatura latinoamericana, traductora profesional y fundadora del programa de escritura creativa en español que se ofrece en la Universidad de Toronto. Su Twitter @mbatiz

 

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Posted: April 11, 2023 at 12:50 pm

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