Poetry
Dos poemas

Dos poemas

Iván Solano

 

Mi abuelo y su vejez eran de roca

A Humberto Aguirre Herrera
In memoriam

YO, MOISÉS, CON LA VARA DESNUDA DEL SILENCIO,
golpeaba sin querer su corazón,
manaba un par de historias olvidadas:

manábase el río —fuerza de siglos—,
dorso de escamas rojas, turquesas, plateadas,
fértil haz ante cuya esencia transcurría
apacible, el despertar
de un sueño de bruma a una realidad de fuego;
la húmeda y oscura voluntad
de palmas, limoneros,
cribaba la luz etérea —fulgor
escarlata del alba—
y el aire en los meandros ya templaba
—dureza luminosa— el diamante
del calor.

La voz urdía historias
bajo la curva de un cielo violeta
y medraba la vega,
medraba la algarabía de ese pueblo
y recuerdos lejanos habitaban
súbitos, estancias y cañales y fugaces
palabras de otros hombres resonaban
en la voz cadenciosa de mi abuelo.

A orillas de esa voz crecían árboles,
sus constantes raíces removían
la tierra, como el agua entre la roca,
cual fuego entre carbones,
como el espacio en medio de mundos,
misterio prolífero, primer movimiento,
primer palpitar apenas…

Mi abuelo y su vejez eran de roca
y adentrándose por siempre en su memoria
un día, al acaso,
de pronto dejó de vernos a nosotros,
no dirigió su río, no dirigió su sangre
más a nuestras almas
o no entendimos ya su voz oscura:
mi abuelo y su vejez se hicieron polvo.

Su agua, sin embargo, todavía nos toca,
todavía resuena en nuestros sueños
su corriente mansa sobre pies descalzos…

y veo al desierto anegarse del tiempo de antaño,
la cuenca, palpitante, henchida de lianas y peces,
los hombres trabajan bajo el sol implacable,
en esa selva se alzan, construyen, hablan
y las mujeres son un ensueño blanco, nubes del aire altísimo
y siento que mi tiempo
ya no es roca estéril solamente,
sino el terreno feraz de la incandescencia.

 

Meditación de invierno

SURGIDOS DE LA BRUMA
los seres persisten en el alba sombría.

En los parques abandonados
donde jugaron los niños,
las plantas salvajes
carduus, youngia, sonchus, taraxacum
aferran sus raíces a las piedras.

Las voluntades decaen,
son hojarasca, tenue materia marchita
llevada por el viento.

En el corazón: amor podrido;
también la luz y el tiempo se pudren.

La masa de aire frío nos lacera, nos asfixia;
es la sintaxis de la parálisis.
Nuestras mismas palabras nos hunden,
somos lo que nos dicta el léxico canalla:

En nuestras casas oscuras
—pesada realidad de plástico y metal—
transcurren nuestras vidas.
Sonrientes y cómodos, hastiados,
en recámaras gélidas pastamos distraídos.
Suena el televisor,
suena la gritería de los siglos,
un fuego nos ha quemado las entrañas,
un viento infecto nos ha expulsado de las calles,
es la estación del espíritu en exilio.

Caminamos entre las ruinas de otros tiempos
en combate invisible contra fuerzas transparentes.
Anegados,
nuestros cuerpos enferman
al lado de personas desconocidas a diario
con quienes hemos crecido
como una raza frágil.

¿Y es realmente esto el amor?
Sólo algo que se enhebra con palabras,
las caricias, las miradas,
se concentra en un puñado de reuniones,
con gestos amables minados por rumores,
por insultos velados.
¿Y es realmente esto el amor?
Envejece atravesando las calles,
el nido de cucarachas de las ciudades,
se acostumbra a los conflictos cotidianos.

En un mundo que se marchita,
manipulamos el agua, el fuego, el plástico, el metal,
los arroyos preñados corren de mierda,
mas prevalece la lluvia en la noche de los árboles
y por todas las edades
caminamos sin memoria bajo los astros
y sobre la potencia tremenda de la tierra.
Si levantamos la mirada
vemos entre los pinos la invasión de la niebla
y el horizonte se quiebra con las armas del alba.

Surgidos de los sueños
los seres persisten sobre un mundo efímero.
Un estremecimiento agita la materia,
vuelve la voluntad si enlazamos las miradas,
cruza por el espacio un rumor de energía,
sed de purificación,
de quebrar el soliloquio de palabras amargas,
volverse silencio;
y aunque con cada instante morimos otro poco
fórjase ya el momento,
callemos este parlotear de edades;
quememos el yerbazal, el baldío que carcome,
asumamos la vida
para tocar, otra vez, la verdad del infinito.

 

Iván Solano es adepto a la poesía, la narrativa y la pintura. Maestro en Literatura Mexicana por la UV. Ha publicado en La Palabra y el Hombre y Fuimos Peces.


Posted: June 8, 2023 at 4:52 pm

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