Interview
El planeta de los hongos. Psicodelia y vacas

El planeta de los hongos. Psicodelia y vacas

Óscar Garduño Nájera

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Hicimos viajes místicos de esos que se dicen místico- turísticos. También de prehistoria, porque los hongos están incluso desde antes que el hombre apareciera en la Tierra. De la magia en su consumo, pero también de los problemas de adicción tan relevantes hoy con la proliferación de drogas sintéticas: ahí donde no hay sino una perenne oscuridad en lugar de la luz que hace décadas nos prometieron los primeros viajeros.

De los principales precursores de los hongos y del turismo jipiteca en los paraísos artificiales y baudelarianos incluidos. El propio Naief Yehya es un viajero que nos confiesa que sí tuvo a dos que tres amigos que se quedaron del otro lado de la frontera luego de hacer todo el ritual y consumir hongos, ahí donde el abisal precipicio consigue romper los pocos lazos que te quedan para entonces con la realidad.

Cabe hacer una aclaración antes de continuar con la entrevista a Naief Yehya a propósito de su libro El planeta de los hongos (Anagrama, 2024): el intercambio de palabras se propició sin sustancia alguna, aunque con un irrestricto antojo de mi parte.

OGN: La entrevista es por Zoom. Tras de la imagen de Naief se admiran soportes llenos de discos compactos, muchos, al lado de libros en desorden y claro que le aseguro a Naief que por lo visto es un melómano y un fan acérrimo de lo analógico.

NY: Sí, pero estoy en un dilema terrible: cada vez puedo escuchar menos discos. Primero se descompuso mi reproductor de discos compactos y no tengo ya tornamesa para los discos. Todos los cambios tecnológicos me han hecho mucho daño. Era analógico, pero ya no: ahora ya escucho, como todo mundo, Spotify. No me hace muy feliz, pero la verdad es que hay cosas al alcance que antes no tenía.

OGN: Sé que en El planeta de los hongos cuentas cómo es que llegas a ellos, pero ¿por qué un libro acerca de la historia de los hongos?, háblame más de la mitificación, esta relación donde se pone al hongo entre el ser humano y Dios a manera de mediador.

NY: Mi acercamiento a los hongos fue una fascinación casi adolescente. Se trató de un delirio que, en buena medida, tuvo que ver con mis lecturas de Carlos Castaneda y luego pensar en esas sustancias capaces de conectarte con una identidad, además de que tuve la suerte de la proximidad y no tuve que desplazarme tanto para encontrar un sitio donde había hongos; pero también llegué a los hongos por lo que decía la gente: la leyenda y el mito.

OGN: Leyendas y mitos sustentados en la distinta cosmovisión que se le da a los hongos…

NY:  Me llamó mucho la atención esto de admirar a los hongos, cómo han pasado de ser una sustancia, un organismo, una entidad, que se consumían quizás desde la prehistoria de manera individual, social, ritual y eventualmente religiosa. Y esto es un ciclo que se repite a lo largo de la historia: primero lo individual y luego lo social. Me interesaba ver cómo en este círculo siempre el hongo representa diferentes cosas, y una de ellas es que pasó de ser una sustancia de la naturaleza, que te ponía ‘loco’, a ser un enlace con lo divino, un contacto, incluso, con los extraterrestres.

OGN: Podríamos señalar que cada quien encontró lo que quería encontrar.

NY: Claro: lo que querían encontrar dentro de una cosmogonía. Para mí era interesante considerar las distintas lecturas a lo largo de la historia, hasta internet, y cómo ahora, por ejemplo, en la contracultura, los hongos juegan como detonadores, como gatillos revolucionarios, liberadores de la mente, y es algo distinto conforme pasa el tiempo.

OGN: Cuando los jipis se adueñan del poder casi celestial de los hongos…

NY: Pues igual en el rollo jipi se veía a los hongos como cosas místicas y mágicas, pero también estaban, los hongos, como una fuente de liberación, una herramienta para romper con las estructuras sociales.

OGN: Además, Naief, creo que a los dos nos tocó una generación donde tanto Carlos Castaneda como Fernando Benítez eran como los “Carlos Cuauhtémoc Sánchez” de lo místico indígena religioso y de los viajes. Creo que a ti también te tocó ese tipo de lectores que creían que ya por el solo hecho de leer “Las enseñanzas de don Juan” se sentían tocados por esa tremenda magia que también se puso de moda y que tú lo señalas con el caso ejemplar de María Sabina y el turismo místico pacheco.

NY: Tienes razón: ambos autores son precursores de cultos, pero ambos son infinitamente mejores escritores que Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Y Fernando Benítez a mí me parecía un tipo de una gran honestidad, a diferencia de Carlos Castaneda. Benítez tenía una preocupación real, aunque, claro, yo recuerdo haber leído Los indios en México (Era, 1967) y me voló la cabeza. Sin embargo, luego de toda esa mitificación que tú señalas hacia lo indígena, hacia lo ritual, hacia lo que se quiera, actualmente vemos otra mitificación de los hongos hacia lo terapéutico, lo creativo, lo corporativo, hasta llegar a la extrema derecha: hay nuevas mitificaciones que se han añadido al hongo para cosas que yo nunca llegué a imaginar en la década de los ochenta. Ahora hay tratamientos con hongos para problemas psíquicos, problemas de depresión, o bien para instigar a la creatividad.

OGN: Concuerdo y me parece que es parte de la historia de las drogas. Si nos situamos en la década de los ochenta jamás hubiéramos imaginado que en el futuro se iban a emplear “drogas” con fines terapéuticos, como es el caso de los hongos, pero también como es el caso de este auge new age de la marihuana, que ahora ya ha pasado a ser como un té de manzanilla para calmar al paciente frente a la nueva oleada de drogas químicas.

NY: Y es que hay un corpus de investigación muy importante, que se realizó entre la década de los treinta y de los años sesenta, acerca de los usos terapéuticos de los hongos y de otros psicodélicos; posteriormente este conocimiento se enterró y se convirtió en un conocimiento secreto, y con la guerra contra las drogas dijeron adiós a esa investigación, esto no se puede.

OGN: ¿Tuviste problemas con el título?, me refiero a que hay ciertos sectores de la sociedad a los que no les viene nada bien que se hable de los hongos, de su historia, sus efectos…

NY: No hubo ninguna intimidación, nada. Tuve mucha suerte cuando trabajé en mi privacidad y con la gente que entrevisté. Y si llegué a encontrar cosas curiosas era gente que decía: ‘no, es que los hongos son esta cosa mística y no hay que tocarlos, no hay que hablar de sus rituales’. A ese tipo de cosas sí me enfrenté. Sin embargo, cuando ya estaba el libro publicado me di cuenta que en muchos lugares el énfasis era ‘bueno, pero no vayan a creer que es un libro pro drogas; no vayan a creer que el libro los invita a drogarse y a hacer cosas terribles’. Fue cuando pensé: ‘¿a estas alturas de la vida todavía hay que señalar eso?’. Me imagino que para mucha gente todavía es importante señalar que El planeta de los hongos no es un libro que haga una defensa o una promoción o una propaganda.

OGN: Y mira que voy a ser sincero contigo: yo no he probado los hongos; sí he tenido amigos que hacen este viaje a Real de Catorce para viajar con el peyote, pero durante la lectura de tu historia sí se me antojó el consumo… pero como una manera de testificar lo que señalas.

NY: Yo siento que actualmente es más fácil, y creo que, en cierto sentido, podría ser más controlado, menos ‘la ley de la selva’, como cuando yo los probé en ningún momento tuve el deseo de consumir con la ayuda de un chamán, de un guía, con un experto, con un antropólogo, nada. La mayoría de las veces el consumo era ‘a lo bestia’, llegábamos y pues ‘a ver ¿cuántos hay?, pues hay cien, pues comemos cien.

OGN: Porque, además, como señalas, empezó a cobrar sentido la figura del guía, que no solo era de turistas deseosos de probar los hongos, sino que acompañaban durante tu viaje.

NY: Sí, el ejemplo típico es Real de Catorce, porque por los menos las primeras veces debes de tener a alguien que te lleve o alguien que te los consiga, porque el peyote es más escaso; en cambio con los hongos tú ibas a san Pedro y cualquiera te vendía hongos o te decía dónde conseguirlos, o te los cambiaba por cosas; y en Palenque tú los recogías de la mierda de las vacas, no podía ser más fácil: te levantabas temprano y ya, tenías acceso al mundo de la psicodelia. En los lugares más importantes donde yo estuve no vi nada de eso.

OGN: Señalas en La historia de los hongos los procesos por los que pasan: desde los orígenes que tú bien describes desde hace cientos de millones de años antes de que el hombre estuviera en la Tierra a lo que es actualmente, este turismo de drogas. Utilizaron a María Sabina, cuyo fenómeno espectacular llegas a comparar con Frida Kahlo, estos fenómenos que tenemos de mexicanidad acerca de las drogas y que atraen a tanto turista año con año.

NY: Sí, desde el famoso boom de Huautla: cuando vinieron los Beatles, los Doors; el turismo de las drogas y de psicotrópicos ha existido desde hace mucho. Yo estuve en Tailandia en la década de los noventa y recuerdo todas estas caravanas de turistas que iban a las montañas a drogarse, y en México teníamos el equivalente en Huautla y Zipolite a su forma, siempre ha habido destinos para eso, pero ahora esa manera anárquica, desquiciada, que había entonces, se está controlando, se está canalizando, se está ‘airbirizando’ y cada vez se vuelve más domesticado, más corporativo y más caro, lo cual es inevitable.

OGN: Mircea Eliade señala en Lo sagrado y lo profano (Paidós, 1957) que parte de la construcción de los dioses se da cuando el hombre busca explicaciones para los fenómenos naturales a los que se enfrente. ¿Por qué crees que hay esta búsqueda a través de la historia de vínculos que pretendan conseguir este enlace entre el hombre y dios en el sentido amplio de la palabra, dios lo mismo en la India que en cualquier iglesia mexicana?

NY: Porque las preguntas siguen siendo las mismas desde que perseguíamos ganado en África, desde que el hombre se para en dos extremidades y empieza a tener pensamientos abstractos; esas primeras dudas siguen siendo las mismas de hoy: ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, ¿cuánto tiempo tengo?, y cómo me curo esta hinchazón. Para esto cualquier vehículo ha sido bueno y entre ellos están las sustancias que te dan algún tipo de poder, algún tipo de realidad alternativa. Creo que en todas las culturas ha existido esto porque siempre tenemos los mismos miedos o la misma soledad existencial que buscamos llenar con dioses o con figuras animistas o lo que sea.

OGN: Y la contraparte sería lo que ocurre en la década de los noventa cuando había mucha gente que, repentinamente, se decía que se había quedado en el viaje, pero igual era de hierba…

NY: Definitivamente: yo tengo dos amigos de mi generación que yo considero que se quedaron en el viaje, pero en esa época, te hablo de mediados de los ochenta, nadie hablaba de bipolaridad, ni de esquizofrenia, bueno, al menos en mi círculo de vida, y ahora con la distancia veo el caso de uno de ellos como más cercano al autismo; pero otro de mis amigos que aparentaba estar perfectamente normal, luego de meterse muchos viajes de hongos aquí, y sobre todo en Palenque, Chiapas, ya no regresó, se quedó como decíamos ‘forever’.

 

 

Óscar Garduño Nájera ha escrito para las revistas Nexos, Letras Libres, Newsweek en español, Forbes, Replicante, Revista de la Universidad Autónoma de México, GQ México, Punto de Partida, Laberinto del periódico Milenio, entre otras, así como en distintas antologías de minificción y cuento, en 2023 publicó su primera novela, La Cowboy Rulfo (Ulterior), así como teatro ¿Qué tan altos son los edificios en Nueva York?, La esperanza de la insurrección, Don Quijote contra el Caballero de los espejos, lleva más de diez años dedicándose al periodismo cultural.

 


Posted: October 23, 2024 at 10:57 pm

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