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El testigo, de James Salomon

El testigo, de James Salomon

Naief Yehya

El asesinato de Kitty Genovese en 1964: apatía masiva o prensa sin escrúpulos

Un documental es particularmente fascinante y relevante cuando presenta una visión comprometida y personal. Los grandes documentalistas como Chris Marker, Werner Herzog, Agnés Varda, Errol Morris y Les Blanc, entre otros, nunca intentaron pregonar versiones de la realidad complacientes u oficiales. Un documental, en particular sobre un crimen, tiene sentido únicamente si ofrece elementos novedosos, voces no escuchadas y datos que no han sido tomados en cuenta por los medios informativos. Un documental debe informar y hacer pensar pero también obligarnos a dudar, por tanto implica una ruptura con la ignorancia, los estereotipos y la propaganda. Este es un género que revisa la historia o los datos y debe proponer análisis inteligentes así como perspectivas originales y ricas que logren hacernos reconsiderar nuestras certezas. Al mismo tiempo, el documental no puede olvidar que es cine y, por tanto, debe ser estéticamente relevante, levantarse de entre la masa de reportajes que inundan los medios.

The Witness, de James Salomon, estrenada en el 53 Festival de Cine de Nueva York, es precisamente uno de esos filmes extraordinarios, un trabajo complejo y estremecedor que viene a desmoronar nociones preconcebidas de la historia, la sociedad y a convertir la historia de un viejo crimen en un relato humano vital y actual. Una fría noche de 1964 la joven, Kitty Genovese fue acuchillada en la calle Austin de Kew Gardens, Nueva York. El hecho que hizo que este crimen, por encima de casi cualquier otro, se volviera determinante para la historia de la ciudad fue que, supuestamente, por lo menos 37 personas fueron testigos del crimen desde sus departamentos, en el mismo edificio donde vivía Genovese, y prefirieron no hacer nada al respecto, ni siquiera llamar a la policía. Este caso, ampliamente reportado por The New York Times del 27 de marzo de 1964: “37 que vieron un asesinato y no llamaron a la policía”, entre otros medios, se convirtió en el emblema de una ciudad sin corazón y dio lugar a incontables reflexiones, tanto literarias como cinematográficas y televisivas sobre la negligencia, apatía y decadencia urbana de Nueva York.

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En 2004, a cuarenta años del crimen, Bill Genovese, el hermano menor de Kitty, leyó un artículo en el que se refutaba la información del reportaje original de la muerte de su hermana y decidió emprender una investigación de lo sucedido. Su intención no era descubrir al asesino, Winston Moseley, un padre de familia que había asesinado a otro mujer pocos días antes y que fue capturado poco después de la muerte de su hermana. Moseley fue encarcelado y sigue en la cárcel hasta la fecha. Su hijo, quien es predicador, aún sigue intentando obtener la libertad condicional de su padre. Lo que Bill quería en realidad era entender porqué esos testigos no hicieron nada para salvar a su hermana y quizás de esa manera encontrar una conclusión a su tragedia familiar.

Bill, quien se desplaza en una silla de ruedas, es el verdadero autor de esta cinta y su obsesión, que por momentos llega a preocupar a su familia, es reconciliar la información del artículo y del libro que más tarde escribió sobre el caso el editorialista A.M. Rosenthal, con la versión de los testigos sobrevivientes. Kitty fue atacada dos veces por el mismo hombre, entre las tres y las cuatro de la mañana del 13 de marzo. Hubo mucho tiempo para que alguien llamara a la policía mientras agonizaba y, según el artículo escrito por Martin Gansberg (pero supervisado y orientado por Rosenthal), nadie lo había hecho.

Muy pronto en la investigación del hermano comienzan a aparecer discrepancias y contradicciones entre los testimonios y la versión del NYT. Si bien varios escucharon y quizás vieron lo sucedido y permanecieron indiferentes, algunos de los famosos 37 testigos tan sólo escucharon lo que sucedía pero no pudieron ver nada, como proponía el artículo. Además, un hombre le gritó al atacante desde su ventana y logró hacerlo huir (aunque después regresó a terminar con Kitty), una vecina y amiga de Kitty bajó corriendo a ver lo que sucedía y la sostuvo en sus brazos hasta que falleció. Además, numerosos testigos llamaron a la policía. Nada de esto era mencionado en el NYT. Poco a poco Bill descubre que el artículo tenía una clara intención manipuladora y era evidentemente un texto sensacionalista para el escándalo. Bill confronta a Rosenthal, quien no se muestra en lo más mínimo arrepentido de haber usado ese caso para vender periódicos y crear una narrativa oportunista que explotó en su propio y exitoso libro. Su argumento y justificación es que el caso, como lo reportearon, sirvió como una lección moral. Sin embargo, la historia de Bill nos ofrece una consecuencia trágica de un reportaje irresponsable como ese.

Bill tenía 16 años cuando murió su hermana, con quien tenía una relación muy estrecha y nunca pudo reponerse. El crimen destruyó a su familia obviamente por la pérdida de un ser querido pero también por la desolación de saber que vivían en una sociedad tan egoísta. Al cumplir la mayoría de edad Bill se enlistó en los marines para ir a la guerra de Vietnam, teniendo firmemente grabado en la mente la idea de que él no sería como aquellos 37 que permanecieron pasivos y ajenos a la desgracia humana. El costo fue que pisó una mina y perdió ambas piernas. Con ese elemento la historia adquiere un carácter aún más trágico e íntimo.

La cinta pudo ser concebida como una oportunidad de confrontar a la cobardía de los testigos, convertir una serie de nombres anónimos en personas con vidas propias y razones detrás de su apatía. No obstante, a medida en que avanza la investigación se convierte en un cuestionamiento de las versiones oficiales y sus motivos, así como de los elementos que fueron incluidos y aquellos que fueron omitidos y al respecto de éstos últimos quizás el más relevante es que Kitty, aparte de tener una personalidad magnética y trabajar en un bar donde eventualmente corría apuestas, era gay y vivía con su pareja Mary Ann Zielonko. Bill entrevista a Mary pero únicamente en audio ya que se niega a aparecer en el filme, con lo que se ponen en evidencia los temores de una vida vivida en la oscuridad. Esta era una curiosidad que de haber sido reportada en aquel momento hubiera añadido un carácter licencioso a la historia y quizás hubiera incluso perjudicado el caso en contra del asesino debido a los prejuicios antigay dominantes en la época y al simple hecho de que la homosexualidad era aún ilegal.

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Aunque la película tiene deficiencias de ritmo, coherencia y tono, Bill resulta un documentalista extraordinario que investiga seriamente todo el material existente del caso y lleva a cabo docenas de entrevistas incluyendo algunas con periodistas como Mike Wallace de 60 Minutes, quien hizo entonces un reportaje radiofónico del caso. Asimismo, se entrevista con Gabe Pressman de NBC, quien estudió el hecho con escepticismo y cuando cuestionó a Rosenthal, éste le dijo: “¿No sabes que este es un caso que se discute en el mundo entero?”. Eso era lo que le importaba y no el hecho de que había serias y evidentes deficiencias. Era también un tiempo de grandes prestigios periodísticos intocables, por lo que nadie se atrevía a cuestionar al NYT.

Es muy probable que más que un caso de indiferencia ciudadana en realidad se trataba de uno de grave ineficiencia de la policía. Bill encontró los registros de llamadas a la policía (aún no existía el servicio de 911) y vio que se recibió una llamada al respecto y a la que respondieron que ya tenían conocimiento; sin embargo, no enviaron una patrulla sino mucho después. Además, es claro que por lo menos hubo otra llamada no registrada, lo cual hace pensar que, probablemente, hubo varias llamadas ignoradas y no registradas. Una explicación sería que la policía pensó que se trataba de una pelea entre una pareja, que quizás salían de un bar cercano. En ese tiempo el abuso doméstico era ampliamente tolerado y el hecho de que un hombre golpeara a una mujer en la calle no parecía nada demasiado perturbador en una megalópolis como Nueva York.

Kitty es rescatada de la oscuridad de la historia en un filme que, entre muchas cosa más, descubre su historia personal. La cinta concluye con una escena extraña, una puesta en escena que es una reconstrucción de los hechos (¿hace esto que el filme se vuelva un docudrama?) en el que una actriz hace el papel de Kitty y actúa sus últimos minutos de vida, desde que Moseley la apuñala la primera vez; la deja y ella trata de entrar al edificio por una puerta trasera donde le vuelve a dar alcance y la asesina. La extraña puesta en escena parece ociosa e irrelevante, como si se tratara de un ejercicio morboso y cruel, pero en realidad sirve como un desahogo con el que Bill termina por liberarse de la pérdida de su hermana y convencerse de que la apatía social patológica no es más grave que la irredimible incompetencia de una policía cargada de prejuicios.

Naief YehyaNaief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor de Pornocultura,el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de  Literal y La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya


Posted: November 16, 2015 at 11:18 pm

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