El triunfo de la ficción
Jonatán Martín Gómez
• Pablo Brescia: La derrota de lo real (Librosampleados, Miami, México: SED, 2017. 143 pp.).
Pablo Brescia completa con La derrota de lo real la trilogía que comenzó con La apariencia de las cosas (1997) y que continuó con Fuera de lugar (2012). En este nuevo libro de relatos nos encontramos con una amplia variedad de registros y tonos narrativos que establecen un diálogo con diferentes tradiciones y géneros, como el policial, la ficción weird, o incluso los mitos etiológicos, con la meta última de desentrañar cuál es el límite entre vida y ficción. La totalidad de los personajes que habitan las páginas de estos dieciséis cuentos piensan, sueñan o proyectan una realidad alternativa como vía de escape a su propia alienación y marginalidad, creando así tres planos entre los que tendremos que oscilar: el del propio lector, el plano en el que viven los personajes y, por último, el que los personajes creen imaginar.
La poética de Pablo Brescia no parte de verdades incontestables ni pretende llegar a ellas, de hecho, en muchos casos, usa la ironía y la sátira para desacralizar ese tipo de narrativas pretenciosas que, supuestamente, revelan algún tipo de conocimiento trascendental. Tampoco escribe en ningún momento para apelar a las certezas que confortan el ego del lector acostumbrado a los esquemas repetitivos de la literatura de género: su objetivo es mantener siempre un pie en la escritura realista y usar únicamente los elementos de esos géneros que le sirven para plantear un problema ontológicamente complejo que obligue al lector a explorar de forma activa los caminos de ida y vuelta entre la realidad y el simulacro. Cada cuento es una invitación-desafío a que nos comprometamos a realizar un proceso especulativo y polisémico lleno de paradojas y enigmas.
El primero de estos enigmas nos lo encontramos en la misma portada del libro, donde podemos ver a un astronauta que nos da la espalda, totalmente equipado con su traje espacial, de pie, en un muelle, mirando al mar. Empiezan las preguntas: ¿es un astronauta de verdad o un disfraz?, ¿por qué nos da la espalda?, ¿qué hace ahí? ¿está en la Tierra? Sin duda, hay algo “fuera de lugar” en esa imagen que hace que, desde el mismo momento en el que el libro cae en nuestras manos, se active el mecanismo de la sospecha en el lector. Antes siquiera de abrir el libro, ya estamos leyendo.
El libro está dividido en tres amplios bloques más un epílogo o “bonus track” final. La primera sección se titula “Maneras de estar muerto” y sus cuentos indagan sobre la violencia, la muerte y la biopolítica. Abre con el relato titulado “Un problema de difícil solución”, cuyo motor narrativo es justamente uno de los elementos clásicos del policial y el noir, la aparición/desaparición del cuerpo: el protagonista se acaba de despertar junto a un cadáver sin entender nada. Sin embargo, en este caso, la ficción no se activa al intentar resolver el móvil o el crimen, sino cuando el protagonista intenta especular –con un tono macabro y casi forense por momentos– sobre los diferentes escenarios que se le ocurren para encontrar una solución y salir indemne.
Tanto en “Takj” como “Las que lloran” Brescia crea una atmósfera mítica y fantástica para reflexionar sobre temas radicalmente actuales. En el primero de los relatos asistimos al nacimiento legendario de Takj, una tribu que, igual que surge cuando su líder decide darle un nombre por primera vez, también del mismo modo se extingue por decreto del líder cuando intenta gestionar el crecimiento progresivo de su pueblo. “Las que lloran” merecería una reseña aparte por su longitud –casi una nouvelle–, por la hibridación de géneros –relato de viajes, bildungsroman y tratado etnográfico– y por la cantidad de matices y lecturas que propone esta excelente narración sobre el choque entre logos y mitos que profundiza en la muerte como proceso antropológico y performativo a través de la figura de la plañidera y expone la necesidad del empoderamiento feminista como única vía para acabar con la tiranía patriarcal.
El segundo bloque del libro, “El resto es literatura”, abre con “Pequeño Larousse de escritores idiotas”, un cuento que recrea el formato tradicional de enciclopedia para crear entradas disparatadas sobre escritores apócrifos con el objetivo de cargar con ironía contra la crítica literaria y sus vicios. Uno no puede evitar ver un gesto borgeano e iconoclasta en recurrir a la enciclopedia como género totalizador desde el que clasificar la realidad justamente para impugnar su arbitrariedad y la imposibilidad del lenguaje de nombrarlo todo. De esta sección, además, me interesa destacar el cuento “Puta, o Las Lenguas” por su experimentación estilística y lingüística. Se trata de una reactualización de las Mil y una noches narrada únicamente a través de preguntas con las que nuestra Sherezade narra a sus clientes diferentes historias enmarcadas y los personajes hablan a través de ella usando diferentes variedades dialectales del español.
Las ideas que subyacen en el cuento “Puta, o Las Lenguas” sobre la violencia que ejerce el capitalismo en las vidas, los cuerpos y el espacio también conectan con el primer cuento de la tercera sección, “Un día en la vida de Mr. Black”, la historia de un veterano de guerra con secuelas, hipocondríaco y obsesionado con recuperar su valor como ciudadano en una sociedad neoliberal que lo ha marginado y despojado de su dignidad. Con esa desesperada convicción y pensando que le queda un mes de vida, decide realizar una serie de actos heroicos para redimirse y volver a existir. Aunque no consigue ser entendido y lo toman por loco, según su código quijotesco e idealista sale exultante de su epopeya y derrota a la realidad.
Tanto en “Los monólogos de la placenta” como en “Código 51”, volvemos a encontrarnos un notable trabajo narrativo sobre la ficción de género que, aunque contiene elementos fantásticos propios del weird, son elementos domesticados por la materialidad y fragmentariedad de los cuerpos –como también se ve en “Mr. White pierde y recupera”– o la cotidianidad de las vidas grises interrumpida por un evento extraordinario. En el primero, Brescia intercala fragmentos propios del género de la divulgación científica con la historia de un científico experto en obstetricia quiere descifrar el misterio de la maternidad y la relación materno-filial a través del estudio de diferentes placentas donadas por varias mujeres, que al ser plantadas en un jardín engendran unos extraños árboles que desarrollan una relación simbiótica con sus madres. En “Código 51” vemos perfectamente cómo se desarrolla la tesis de Piglia sobre el cuento en la que dice que “un cuento siempre cuenta dos historias”. Tras el escenario de la típica historia de ciencia ficción (con referencias a Encuentros cercanos del tercer tipo o Alien) que ocurre en un pequeño pueblo estadounidense en el que se producen varios avistamientos de ovnis, se esconde la verdadera historia: el romance clandestino entre el comisario Torres y la madre soltera desde cuya casa se llevan a cabo las llamadas telefónicas que avisan de los avistamientos.
La referencia en este último cuento al racismo sumada al uso de los diferentes acentos al que nos referíamos más arriba evidencia la preocupación del autor por la lengua, la desterritorialización y la migración. En La derrota de lo real la acción transcurre en lugares sin marcas geográficas, en otros directamente inventados, pero también en lugares tan dispares como Nepal, California, Clearwater, Venecia o Nuevo México a los que se invita al lector a viajar con los narradores y los personajes. El espacio es uno de sus protagonistas y se problematiza la relación con él y el desplazamiento como se puede ver en “Nada personal” y en “Melting pot”. En “Nada personal” tenemos un diálogo kafkiano entre una migrante anónima y un guardia de frontera en algún lugar indeterminado en el que se reflexiona sobre la arbitrariedad de la existencia de fronteras y el lenguaje administrativo que las gestiona, que sin duda adquiere un carácter distópico e inquietante por su desesperanzadora verosimilitud en plena era Trump. En “Melting pot” nos encontramos una reflexión sobre el mestizaje, la transculturación y el racismo en EEUU y también sobre la imposibilidad/posibilidad del proceso de escritura de esos procesos identitarios y culturales desde determinados posicionamientos ideológicos y geográficos. No hay que pasar por alto que Pablo Brescia es un argentino que reside en EEUU y que publica en español, lo cual, en sus propias palabras, lo (des)coloca en “la periferia de la periferia de la periferia”, aunque al mismo tiempo le da una mirada más libre para reflexionar sobre lo que significa el desarraigo o la pertenencia.
El broche final del libro lo pone “El valor de la poesía”, toda una declaración de intenciones y de los principios del autor sobre la utilidad de seguir creyendo en la ficción como arma: los sueños incompletos de Randy, el protagonista, sólo se cumplen cuando se entiende que la poesía y la ficción tienen un valor político y de resistencia que tiene un impacto real en nuestras vidas. Si el primer relato comenzaba con la frase “Hay una historia”, este último cierra con un “Si hay una historia, empieza así”, dejándonos una sensación de circularidad y de plenitud al cerrar el libro. Y ahí sigue nuestro astronauta y entendemos por fin que da igual dónde esté porque está pisando sobre la realidad de la ficción. De este modo, Pablo Brescia nos invita en La derrota de lo real a colarnos por las rendijas más cotidianas y prosaicas de la realidad, tan absurdas, caprichosas e inexplicables que ponen justamente en cuestión el estatuto y la pertinencia de lo real para derrotarlo desde la resiliencia. Sin embargo, creo que la realidad no sale derrotada en absoluto de toda esta operación, sino reforzada por el poder evocativo de la narración que imbrica indisolublemente los dos planos. Se trata, más bien, del triunfo de la ficción.
Posted: May 24, 2018 at 10:27 pm