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Henry Darger y el arte marginal

Henry Darger y el arte marginal

Ricardo Lopez Si

La novela Nocilla Experience, del escritor gallego Agustín Fernández Mallo, aborda realidades tan disímiles como la de un operador de grúas que diseña un edificio para suicidas, un marine que se enamora de una iraquí que lo encañona, una Rayuela cortazariana alternativa o el fenómeno de la migración a través de los oleoductos vacíos subterráneos de la antigua Unión Soviética. Dentro de todo ese caleidoscopio ficcional, sin advertirlo demasiado, también se abre paso la historia real de Henry Darger —inspirada por un artículo de Ana Pareja Serrano en la revista Quimera—, cuya obra en reclusión ha seguido causando conmoción, al grado de convertirlo en uno de los grandes estandartes del arte marginal.

En su lecho de muerte, Darger, un hombre solitario que durante cuarenta años sólo abandonó su casa para ir a misa, le pidió a su casero que se deshiciera de todos los recortes de prensa, dibujos, pinturas, cómics y sugerentes collages apilados en un estudio que se asemejaba más a un campo minado. Éste, que para fortuna de la posteridad era fotógrafo y periodista, desestimó su última voluntad. El gran hallazgo post mortem terminó siendo un manuscrito a un solo espacio sobre siete princesas provenientes de un reino cristiano llamado Abbiennia, que combaten al ejército de Glandelinians que tiene subyugado a un grupo de niños como esclavos. Con el tiempo, esas páginas crudas se transformaron en la obra que consumiría su vida: La historia de las niñas Vivian, en lo que se conoce como los Reinos de lo Irreal, sobre la Guerra-Tormenta Glandeco-Angeliniana causada por la rebelión de los Niños Esclavos, una saga bélica encuadernada a mano, con inquietantes ilustraciones en acuarela, que se ha distinguido como una de los secretos mejor guardados de la literatura y las artes en general.

En dicho trabajo están reflejadas buena parte de las obsesiones de Darger, un personaje todo menos convencional. Se dice que nació en Brasil, en 1892. Lo que sí se sabe con certeza es que su madre murió cuando él tenía cuatro años, dando a luz a una hermana que nunca conoció. Fue un lector precoz de prensa escrita. Creció bajo la doctrina radical de un orfanato cristiano. Tiempo después, corrió la misma suerte que su padre: fue encerrado en una institución mental porque, al parecer, su corazón estaba en el sitio equivocado. Siendo un adolescente, escapó y se afincó en Chicago, donde alquiló un apartamento en el segundo piso del 851 de la avenida Webster. Se aficionó a la literatura de Charles Dickens y se implicó intelectualmente con la historia sobre la guerra de Secesión. Tuvo empleos lo suficientemente precarios como para camuflarse con un vagabundo. De su vida en reclusión se sabía poco, excepto que le obsesionaba el tiempo meteorológico tras haber atestiguado el despiadado paso de un tornado en un pueblo ignoto de Illinois. También hay quien piensa que encarnaba el arquetipo de asesino serial reprimido; incluso, uno de sus biógrafos oficiales sugirió que pudo haber estrangulado a una niña de origen checo en abril de 1911. Las acusaciones de asesinato estaban sustentadas en una fotografía de Elsie Paroube —la víctima de homicidio— que Darger preservaba. En realidad era un recorte de periódico que le había pertenecido a un compañero suyo del hospital St. Joseph, donde se desempeñaba como intendente. Aparentemente, Henry la robo sin ninguna otra ambición que utilizarla como altar con miras a encontrar a su hermana dada en adopción.

Darger representó en varios pasajes de su obra inabarcable a las niñas Vivian, sus heroínas, como transexuales, desnudas de los tobillos hacía arriba, con alas de mariposa, dotadas de un pequeño pene, probablemente ante el desconocimiento anatómico derivado de nunca haber intimado con una mujer, por miedo a que se tratara de la hermana que nunca conoció. Si bien durante el desarrollo de la historia propuso varias escenas cargadas de sadismo, en las que las ninfas eran empaladas en las bayonetas de los soldados, también concibió criaturas fantásticas para proteger a la niñez en universos paralelos.

En uno de los cuadros exhibidos en el Intuit: The Center for Intuitive and Outsider Art de Chicago se puede percibir claramente a un jinete adulto que trata de enlazar a una niña para someterla en medio de una cruenta batalla. La imagen alude a uno de los varios intentos de escape maquinados por Darger para dejar atrás la institución mental donde, con bastante probabilidad, era víctima de abuso, acoso y hostigamiento. En su propia biografía cuenta que, al ser capturado en plena fuga, fue obligado a correr detrás de un caballo de regreso a modo de castigo.

Es normal que, vista sin ningún tipo de contexto, la obra heterodoxa de Henry Darger —construida a partir de técnicas experimentales como incrustaciones, calcas, collages y trazados— no revista gran mérito en términos de discurso, puesto que está conformada por un torrente de imágenes que podrían ser interpretadas como un atisbo de misoginia y desequilibrio mental. También existe, por otro lado, la alternativa de explorarla como un testimonio fascinante sobre las infinitas posibilidades creativas de un hombre atormentado y completamente abstraído de las dinámicas en sociedad.

 

Ricardo López Si es coautor de la revista literaria La Marrakech de Juan Goytisolo y el libro de relatos Viaje a la Madre Tierra. Columnista en el diario ContraRéplica y editor de la revista Purgante. Estudió una maestría en Periodismo de Viajes en la Universidad Autónoma de Barcelona y formó parte de la expedición Tahina-Can Irán 2019. Su twitter es @Ricardo_LoSi

 

 

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Posted: August 24, 2021 at 8:58 pm

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