Insistir en el tema de la violencia de género
Adriana Pacheco
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Me parece invaluable lo que pasará este mes de abril, con la llegada a la Benson Latin American Collection del archivo de la escritora mexicana Cristina Rivera Garza
Leer el periódico en diversos países de Latinoamérica nos enfrenta continuamente a la necesidad de insistir en el tema de la violencia de género. Hace unos días lo confirmé de nuevo en una visita breve que hice a mi ciudad natal en México y en la que un diario local llegó a mis manos en dos días consecutivos. En el primero, en la tercera o cuarta página —no en la primera donde me parece que deberían estar estas noticias por su urgencia— me encontré la nota sobre una joven de la Sierra asesinada por su novio por 15 puñaladas. Se llamaba Stefanya Rodríguez Cruz y tenía 21 años. En el segundo día, una fotografía de una joven que había sido torturada, golpeada y parcialmente enterrada en un campo, fue encontrada con vida sobreviviendo a la brutal violencia con la que fue tratada. Se llama Yamile N. y tiene 27 años.
La muerte de Stefanya y el atentado contra Yamile, se suman a miles que siguen ocurriendo día a día en el continente y el mundo. Se suman también a una conversación en la que tenemos que insistir y desconfiar de los números y estadísticas que publican los medios oficiales, conteos o prensa. En el caso de México, por ejemplo, en marzo se publicó en el Blog de datos e incidencia política de REDIM, que en relación entre enero 2024 y enero 2025 ha habido un decremento en los feminicidios.
El problema es que no son los números, muchos de ellos alterados por las autoridades, tampoco son los medios que trabajan con información que les llega incompleta o que les es peligroso a los periodistas difundir. El problema siguen siendo las condiciones de vida en las que están creciendo las niñas, las jóvenes y las mujeres, la salud mental de quienes las agreden, la exacerbación de la masculinidad, el hacinamiento en colonias con una densidad de la población altísima por metro cuadrado en las zonas urbanas, la pobreza y la falta de oportunidades en las rurales, las dinámicas sociales y usos y costumbres violentos que han sido normalizados. Lo que se sigue perdiendo de vista es cómo un tejido social dañado pone en riesgo a tantas víctimas, mayoritariamente mujeres pues, como Cristina Rivera Garza dice en su último libro Dead Takes Me. A Novel, “víctima” es siempre femenino “Victim is Always Feminine”.
El carácter efímero e inmediato que le es propio a la nota periodística da los nombres de mujeres agredidas para al día siguiente ser borradas de la memoria y de la conciencia colectiva. Las historias se reducen a lo informativo: hora, día y lugar del hecho, edad de la víctima, medio utilizado, posible móvil, probable culpable y número de expediente de averiguación. Es por lo que, a fuerza de insistir en el tema y en su urgencia se han creado medios preventivos e iniciativas para ayudar y hacer conciencia sobre este tema, para educar a una generación de niñas a saber reconocer violencia en sus parejas, en sus hogares, en las calles que transitan, en los lugares donde laboran. Publicaciones como la del 2012 por las Naciones Unidas y CEPAL, coordinado por Diane Alméras y Coral Calderonianas Magaña, “Si no se cuenta, no cuenta. Información sobre la violencia contra las mujeres”, han hecho revisiones abarcadoras con estudios y encuestas en distintos países como Perú, Paraguay, Argentina, Trinidad y Tobago. Presentan de igual forma propuestas de cambios en los ministerios de salud, en los educativos, el penal, el judicial, en la familia misma y la sociedad en general.
La literatura, de manera consciente o inconsciente, contribuye en el diálogo con libros que se han convertido en ventanas a los muchos tipos de violencia que las mujeres sufren y han sufrido hoy y siempre. Hace no mucho, por ejemplo, entrevisté a la escritora chilena Teresita Giacamán, autora de Ábreme la jaula (editorial Forja, 2024), antes de ella a la escritora mexicana Clyo Mendoza autora de Furia (Almadia, UNAM, 2021, así como a la escritora argentina Selva Almada, quien escribió Chicas muertas (Random House, 2015), todas ellas con grandes aportaciones desde la ficción y la no ficción sobre el tema. El acceso a libro como los anteriores es parte de una educación que se requiere para reconocer, hablar y denunciar un problema que es más urgente que nunca.
Pero ¿qué pasa cuando las instituciones, los gobiernos y la censura de la sociedad impide que los libros lleguen a sus destinatarios? ¿Qué pasa con casos como lo que está sucediendo en Argentina, uno de los países con más muertes y víctimas en el continente? La censura de libros como: Cometierra de Dolores Reyes, Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara, Las primas de Aurora Venturini y Si no fueras tan niña de Sol Fantin, muestra un sistema legal basado en un puritanismo miope y un conservadurismo que impide reconocer la importancia de llamar las cosas por su nombre, la urgencia de cambiar dinámicas, de frenar al crimen organizado y de incidir en las autoridades y en la sociedad para hacer cambios sustanciales.
Ante todo esto, me parece invaluable lo que pasará este mes de abril, con la llegada a la Benson Latin American Collection del archivo de la escritora mexicana Cristina Rivera Garza, una de las escritoras más contundentes, premiadas y reconocidas en el mundo tanto por su obra como por el impacto que esta ha tenido en contra de la violencia de género. Las cajas llenas de documentos que llegan hoy a un lugar en donde se preservarán y a la vez estarán disponibles para investigadores, estudiantes y lectores en general, contienen muchos en los que ella se basó para escribir uno de los libros que han sido más difundidos en la denuncia de los feminicidios, El invencible verano de Liliana, libro con el que gana el Premio Pulitzer 2024.
Estos documentos, que ahora llegan a este archivo, uno de los más importantes del mundo en estudios latinoamericanos, dan una oportunidad para repensar el gran problema del feminicidio y de la violencia de género y verlo con una luz que se enfoque en el lado humano de la víctima y no en el número que ocupa en un expediente. Pues, si en algo Rivera Garza ha hecho hincapié es en la urgencia de humanizar a las mujeres que pierden la vida, nombrarlas por sus nombres, recordarlas por sus vidas y tenerlas presentes para regresarles así algo de lo mucho que se les ha quitado junto con sus vidas. Nombrarlas, es lo que la autora salvadoreña-americana Claudia Castro Luna ha hecho desde Seattle con su libro Killing Marias: A Poem For Multiple Voices (Two Sylvias Press , 2017), que surge de las investigaciones que hizo sobre mujeres asesinadas en la frontera norte de México, donde descubrió que un porcentaje altísimo llevaban el nombre de María.
Con la adquisición de este archivo, la Benson y a él a través de LLILAS, el Teresa Lozano Long Institute of Latin American Studies, se abren muchas otras oportunidades para perseguir, reconocer y denunciar casos, así como reconocer otros tipos de violencias. Recordemos que en febrero de este 2025, llegó a esa biblioteca otro acervo valiosísimo: los documentos de la escritora argentina Alicia Kozameh, prisionera política durante los últimos años del Peronismo. Un año antes, en febrero de 2024, llegó el archivo de la escritora nicaraguense Giaconda Belli, una de las voces más reconocidas por su crítica vocal en contra de los atropellos a los derechos humanos por el presidente Daniel Ortega y por su esposa Rosario Murillo.
Otros archivos que cumplen una función en este esfuerzo son la del Harvard Radcliff Institute, que ha recopilado documentos e iniciativas que previenen y hacen visibles crímenes de violencia y abuso. Otro más es Iberarchivos, que se realizó con apoyo de diversas organizaciones como el gobierno de España, la LIX Legislatura de la Cámara de Diputados que presidió la Dip. Marcela Lagarde y de los Ríos —quien acuña el término “feminicidio”— junto con la Universidad Autónoma de México (UNAM), a través del Programa de Investigación Feminista (PIF) del Centro de Investigaciones Interdisciplinares en Ciencias y Humanidades (CEIICH), mismo que guarda documentos, fichas de periódicos, procesos y casos que se han registrado en México y otros países.
La muerte de Stefanya y el atentado contra la vida de Yamile nos obligan a insistir en este tema y a develar por todos los medios posibles las muchas caras de la violencia de género contra las mujeres. Pues como Cristina Rivera Garza nos pregunta en El invencible verano de Liliana, “¿Qué es lo que no vimos?” no podemos seguir viendo sin ver, sin denunciar, y sin tratar de prevenir las muertes de muchas hermanas, hijas, madres, esposas, abuelas. Hoy me alegra tanto que los documentos de esta gran escritora lleguen a un lugar en donde harán impacto en esta urgente conversación porque no podemos dejar de insistir en el tema de la violencia de género.
Foto de Gris Olmedo en Unsplash
Adriana Pacheco, PhD. es investigadora y es escritora. Fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas y la fundadora y conductora de la página web y podcast Hablemos, Escritoras. Es coordinadora de los libros Romper con la palabra, violencia y género en la obra de escritoras mexicanas contemporáneas y Rompiendo de otras maneras, cineastas, periodistas, dramaturgas y performers. Es investigadora afiliada de LLILAS, University of Texas, Austin, miembro de Advisory Board del Texas Book Festival y fue miembro y chair del International Board of Advisors en la Universidad de Texas, Austin. Su Twiter es @adrianaXIX_XXI
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Posted: April 10, 2025 at 8:00 pm
Excelente artículo y resumen de la literatura escrita por mujeres sobre el feminicidio como problemática global. Necesaria denuncia y testimonio que demuestra como la literatura puede y debe impactar la sociedad. Enhorabuena a Cristina Rivera Garza por su contribución dándole voz y presencia a las víctimas y al archivo Benson por reconocer su labor y ofrecer acceso a investigadores a este valioso archivo.