Jean Meyer: “L’esprit de l’escalier”
Adolfo Castañón
Doy gracias a Jean Meyer Barth por haberme invitado a saludar su investidura como Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara. Lo considero un honor y un placer. También doy gracias a la Universidad de Guadalajara por haberle concedido esta alta distinción a este trasterrado y dos veces arraigado que es Jean Juan, como lo llama su esposa Beatriz Rojas. Más allá, doy gracias a la Universidad de Guadalajara en la persona de su rector Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla por ser uno de los espacios de cultura más eminentes de México e Hispanoamérica, como lo muestra esta Feria Internacional del Libro –fundada y dirigida por Raúl Padilla– que está a punto de cumplir 30 años de enriquecer la cultura en México. Doy gracias a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola” y a su director Juan Manuel Durán por haberme trasladado o traducido a este acto. Gracias a ustedes y a mis compañeros de mesa: Clara García, Juan González Morfín y Mauricio Tenorio. Gracias a Raúl Padilla, su Fundador y Presidente, y a Dios que nos dejó llegar aquí.
I
“Me dije claramente todo esto, pero solo un poco más tarde, al regresar. Eso se llama ‘el espíritu de la escalera’”, dice Jules Romains en Les hommes de bonne volonté. El título de esta intervención fue escogido por Jean Meyer entre otros títulos y temas que le proponía. “El espíritu de la escalera” es una expresión figurada para hablar de esas cosas que se le ocurren a uno después de hacer una visita al médico o de tener una discusión. La expresión fue empleada originalmente por Denis Diderot en La paradoja del comediante y El grand Robert lo define con la cita antes enunciada. Pero “el espíritu de la escalera” casi tiene un rostro y hasta una mirada de animal que ha encontrado un hilo conductor en la pregunta. El espíritu de la escalera tiene para mí otro hilo conductor: el que liga el texto de un libro con el aparato de notas al pie cuya lectura siento siempre como un llamado a subir o bajar escaleras. Una de las ideas que tenía para redactar estas páginas era precisamente hablar del trabajo editorial –de la tensión crítica– que hay en los libros de Jean Meyer entre el texto propiamente dicho y las notas y la bibliografía. Por ejemplo, en esa obra a la par maestra y modesta, vertiginosa y decisiva que es La fábula del crimen ritual. El antisemitismo europeo (1880-1914), obra a la par intensamente personal y analítica escrita en torno a un infeccioso y mortífero espejismo: el antisemitismo.
II
¿Qué relación hay entre el autor de La Révolution Mexicaine, publicado en 1973, cuando el autor tenía treinta y un años y este doctorado Honoris Causa discernido por la Universidad de Guadalajara en 2015, cuarenta y dos años y más de setenta libros después? El nombre México y el del historiador francés están unidos indisociablemente en las bibliografías por más que se halla ocupado también de la historia y de la cultura rusa y de las historias comparadas de las religiones como en La gran controversia y La fábula del crimen ritual. ¿Qué lazos hay entre el joven Meyer que decide venir a México a principios de los años sesenta y el joven maestro honrado y doctorado con causa por la Universidad de Guadalajara? Esos lazos son serpentinas como un signo de interrogación, estrechan un manojo de preguntas sobre el destino del hombre entre los hombres, sobre el destino de la idea de hombre y ciudad en el mundo contemporáneo.
Esos lazos que son preguntas son a su vez escalinatas que el historiador ha sabido y debido bajar una y otra vez –a pie y a veces de rodillas. La pregunta o preguntas de Jean Meyer se declinan en torno a una cuestión central: ¿es posible el conocimiento histórico?, ¿qué significa ese conocimiento contrastado con la experiencia y la memoria?, ¿es posible separar el cuerpo de la sombra, el acto del acta, el testigo del testimonio?, ¿es posible comprender la historia si se separa de la expresión vivida? Preguntas más bien de índole filosófica y literaria. Hay en la escritura de Jean Meyer una poderosa vena poética, una urdimbre no sólo hecha de historias sino de reflexión y contemplación. Jean Meyer: contemplador solidario: historiador capaz de hermanar a través de la contemplación a la teología y el hecho histórico.
III
El libro de Jean Meyer más conocido es La cristiada, publicado en 3 volúmenes por Siglo XXI en 1994 y 1995. Pero Jean, obediente a ese “espíritu de la escalera”, no se queda satisfecho nunca con las respuestas dadas y vuelve una y otra vez, reincide en el espacio de esas ideas fijas que lo obligan a un doble movimiento de rotación y de traslación: La cristiada –por cierto, título de un olvidado poema heroico colonial escrito en Perú y de muchos otros poemas medievales– lo llevó seguramente a hacer sus diversos libros sobre Nayarit, el maderismo en Jalisco, el sinarquismo, los movimientos campesinos, la historia de la Revolución mexicana y Manuel Lozada, la figura mágica a la cual ha obedecido y le ha dedicado al menos tres libros directamente y algunos otros indirectamente.
El tema de la historia del campesino no se da en Meyer en forma aislada. El orden rural y el poder basado en el gobierno de ese orden también parece articular sus libros sobre Rusia, la perestroika, el campesino en la historia rusa. Meyer busca responder a una misma red de preguntas con estos libros. En el último sobre Manuel Lozada –donde Jean se atreve a la ficción y da vida al personaje– tanto como en La fábula del crimen ritual, el lector siente correr y levantarse el viento de la historia. Ese levantamiento, ese alzarse está como templado, pautado por una partitura mayor: la de arrojar luz, hacer historia y acaso filosofía de la historia, sobre lo que ha sucedido y sucede con la tierra. Meyer no es un hombre del pasado, sino de los presentes y de la presencia. Su lectura y compañía nos ha ayudado a ser un poco más reales.
IV
Domingo por la mañana. Lo primero que hago es salir a comprar el periódico para leer el artículo que Jean Meyer publica cada semana en El Universal: el cambio climático, las guerras del agua, las elecciones en Turquía o en Cataluña, la guerra, las guerras, la guerra encarnizada entre judíos y palestinos, la represión en el Tíbet, las relaciones entre las manchas solares y las alzas y caídas de la bolsa, la prostitución infantil, la inútil adicción al tabaco, los enfrentamientos entre las religiones y las iglesias, las estrategias a largo plazo de los rusos, las tácticas y argucias de Vladimir Putin o de los chinos, las crisis de los Balcanes, los recuerdos de Charles de Gaulle en México, la historia del anti-mexicanismo en Usamérica.
“¿Transición cubana?”, “¡Cincuenta años!”, “¡Conócete a ti mismo, México!”, “¡Gordos de todos los países, uníos!”, “¡No toques a mi cine!”, “¡Pobre Obama!”, “¡Seguid el principio de reciprocidad!; Bin Laden”, “¡Terrícolas uníos!”, “¿A dónde se fueron las niñas?”, “¿A dónde va Putin?”, “¿Adónde va Rusia?”, “¿Afganistán?”, “¿Aló, presidente?”, “¿Cómo se puede ser ucraniano?”, “¿Cuál amenaza rusa?”, “¿Fin de la república?”, “¿Guerra china?”, “¿Inglaterra contra Europa?”, “¿Miedo a Rusia? Miedo por Rusia”, “¿Otro Vietnam?”, “¿Para qué queremos terroristas?”, “¿Peligroso el Papa?”, “¿Por qué continuará el conflicto en Irak?”, “¿Puede convertirse en una amenaza el islam?”, “¿Qué nos pasa en Latinoamérica?”, “¿Quién le teme al Jesús chino?”, “¿Una España balcánica?”, “¿Una esperanza para África?”, “¿Vladimir Putin, el Bonaparte ruso?”, “¿Y El Niño?”, “‘Abu Gharibgate’, en EU”, “‘Irán se pasó de la raya’”, “‘Ofensiva revolucionaria’ en Venezuela: la ilusión duró muy poco tiempo”, “2008, el año de China”, “A la guerra, pues”, “Acorraladas hasta las venadas patean”, “África tiene hambre”, “Agosto ruso”, “Ai Wei en México”, “Albert vio venir a Ariel”, “Alejandro magno”, “Antisemitismo pasional”, “Antisemitismo y terrorismo”, “Armenia, cien años”, “Aventurera”, “Benedicto XVI en Turquía”, “Bionazismo”, “Buenas noticias para Sri Lanka, Austria y EU”, “Bush no sabe quién es Clausewitz”, “Bush, ‘ungido de Dios’”, “Caracas 1992-2006”, “Carrera armamentista”, “China nos importa”, “China y sus problemas”, “Ciencia, cultura y cine”, “Clase política negada al cambio”, “Cómo nace una dictadura”, “Como una antigua y siniestra maldición”, “Contra el hambre, por el clima”, “Conversaciones”, “Cristianos en Irak”, “Cristianos en Turquía”, “Danos hoy nuestro pan de cada día”, “David contra Goliat”, “De Francia y el mundo”, “Después de la república imperial”, “Dinero y Partidos, ¿un cuento de nunca acaba?”, “Dios en un hombre”, “Domingo 24 en Serbia”, “Droga y libertad”, “El arco de crisis”, “El atleta de Dios”, “El barco de Caronte”, “El cisma cristiano”, “El código Da Vinci”, “El diablo y sus veneros”, “El imperio contraataca”, “El incierto futuro de Afganistán”, “El Islam espiritual contra la barbarie”, “El misterio de los santos inocentes”, “El oro azul”, “El panzerkardinal”, “El Papa dijo… y no le creen”, “El papa en su casa”, “El Papa sí puede renunciar”, “El porqué del Papa”, “El rey anda desnudo”, “El tiempo que nos queda”, “Elegir un papa (o cardenales bajo llave)”, “En Chechenia votan las ‘almas muertas’”, “En Medio Oriente”, “Erdogan, Sultán”, “Escocia no se va”, “EU contra Europa”, “Europa contra EU”, “Europa y Rusia”, “Europa, ¡cuídate!”, “Europa: ¿Dios castigado?”, “Faltan mecenas”, “Fidel-Chávez en Playa Girón”, “Finlandia y México”, “Gasputin, el petrodictador”, “Gracias, a México, esta vez Castro no se salió con la suya”, “Gran satanás contra eje del mal”, “Hamas, Israel: mimetismo”, “Hay califato para rato”, “Hidalgo, aprendiz de brujo”, “Hipocresía pro cubana”, “Hispania delenda est”, “Historia de la crisis”, “Homenaje a Solzhenitsyn”, “Iglesia, ¿católica o política?”, “Infeliz “mundo feliz”, “Intolerable provocación del Vaticano”, “Inventario de sucesos”, “Islam y cristianismo”, “Jesuita, Papa, Francisco”, “Julio europeo”, “La esclavitud en el siglo XXI”, “La guerra en pocas palabras”, “La huida hacia adelante”, “La muerte de un justo”, “La nueva “Cuestión de Oriente”, “La Pasión, según Mel Gibson”, “La política exterior rusa”, “La Rusia empobrecida”, “La teoría de los dominós”, “La vieja Europa, cada vez más vieja”, “La vieja Europa”, “Las grandes invasiones”, “Los demonios del antisemitismo”, “Los desastres como escándalo”, “Los que dan la paz”, “Los veneros del diablo”, “Luces y sombras en el comienzo de 2003”, “Mañana, la India”, “Megalópolis”, “Mercado de esclavas”, “Mexicanos en Estados Unidos”, “México y la isla del doctor Castro”, “Mireles, preso político”, “Música sacra”, “Muy caros rifles”, “Narcoterrorismo y sabiduría china”, “Narcoterrorismo”, “No encuentra Brasil el secreto”, “No es cosa de leyes”, “No ocurrirá a guerra de Troya”, “No olvidar Asia”, “No serás sultán”, “No son noticia”, “Nobles y valientes”, “Nueva guerra de 30 años”, “Nupcia homosexual”, “Odiar a las piedras”, “Oliver Stone admira al comandante”, “Palestina/Israel”, “Pasión y resurrección: la muerte sigue siendo un misterio muy grande”, “Peking, el Papa y el Dalai Lama”, “Petróleo con agua bendita”, “Pinochet acorralado”, “Por lo menos salvan el honor de su pueblo”, “Potencias dominantes”, “Prostitución infantil, la paja en el ojo ajeno”, “Putin tiene razón, Obama también”, “Reflexionan sobre los 80 años de la Guerra Cristera”, “Reforma islámica: un Lutero musulmán”, “Religiones en Rusia”, “Roma, único objeto de mi resentimiento”, “Rusia ausente y presente”, “Rusia capitalista”, “Semana Santa”, “Sexo, mentiras y clero”, “Sí: el clima cambia”, “Siria y el nudo gordiano”, “Sombras chinas”, “Sudán olvidado”, “Temporada de machetes”, “Toda la miseria del mundo”, “Turcos y armenios unidos”, “Turquía, democracia e islam”, “Ucrania, naranja”, “Un hombre bueno, Monseñor Romero”, “Un mundo loco, loco, loco”, “Unos cristianos olvidados”, “Volodia en el Polo”, “Y historia, como de costumbre”, “Y los derechos del hombre”, “Yunques, compases, escuadras”. Los títulos de los artículos parecen como boyas flotantes en el mar de la historia; delimitan campos, zonas, ciclos.
Guardo y recorto estos artículos desde hace años, como si fuesen las semillas de un árbol milenario. Primero, los ponía entre sus libros según el tema que trataran, de entre sus al menos 72 obras publicadas, luego tuve que resignarme a ponerlos en bolsas y en sobres con la idea de hacer algún día un álbum. Ahora, he aprovechado para hacerlo. Son más de 190 recortes desde 2000. Al regresar a México le entregaré a Jean el Álbum como regalo y recuerdo de este Doctorado.
Al releerlos tengo la impresión de que su autor, el Dr. Jean Meyer Barth, pone al planeta boca abajo y empieza a tocarlo con manos sagaces de quiropráctico, manos de panadero o de artesano, hechas de memoria como si fuese un acupunturista que fuera palpando con tacto y con fuerza el cuerpo de la tierra, y fuese tomándole el pulso a la geografía, palpando los nudos gordianos de la historia, tomándole la temperatura y la presión al planeta enfermo como en un ejercicio de Kinesio Taping que habitamos sin perder de vista nunca el firmamento, no el cielo sino los cielos que son plurales.
Gracias al novelista Eugéne Sue es familiar la figura de El judío errante (1844), citado desde luego por Meyer en La fábula del crimen ritual, p. 49, del bíblico Ahasverus que atraviesa los siglos y las edades, como Cagliostro o el Conde de Saint-Germain. Es menos familiar la figura del hombre simultáneo, del maestro ubicuo que es capaz de manifestarse en persona al mismo tiempo en varios espacios; como por testimonios de buena fe se sabe que sucedía con Pitágoras, quien fue visto en varias ocasiones en tres lugares diferentes al mismo tiempo o con Jeshua Ben Pandirá, el Hombre, más conocido como Jesús el Cristo. Con el travieso y discreto Jean Meyer, tres veces cristiano hasta las uñas, sucede algo parecido: si estamos leyendo un libro sobre los emigrados alemanes en Yucatán a fines del Porfirismo, vamos a encontrar su nombre citado en una nota al pie a propósito de la historia del antisemitismo y sobre su libro La fábula del crimen ritual. Historia del antisemitismo europeo (1880-1914), si el lector se encuentra investigando sobre los movimientos religiosos en América Latina, se va a volver a topar con él, si busca información sobre la participación del Vaticano en la política mexicana del siglo XX, desde luego encontrará su nombre, si averigua sobre el caudillismo, ahí lo estará esperando el autor de Esperando a Lozada, si busca noticias sobre Octavio Paz, Miguel León-Portilla, Antonio Alatorre, Silvio Zavala o Alfredo López Austin, ahí lo encontrará, a través de las entrevistas que hizo a estos personajes, si le interesa el bandidaje en Rusia en la época de los Zares, no lo podrá eludir. Esta ubicuidad se puede acaso explicar por el juego de amplios compases temáticos y metodológicos que Jean Meyer supo hacer suyos desde hace mucho. Pongo por ejemplo el libro La fábula del crimen ritual. El antisemitismo europeo (1880-1914). Se puede leer de varias formas: como una reseña de la revista jesuita Civilitá Cattolica entre 1880-1914, como una exploración de las raíces del antisemitismo, como un archivo en movimiento que compendia una parte de la historia de Europa, como una construcción histórica que “logra atar cabos de muy distintas historiografías, tejiendo y dejando claro que se trata de un largo momento post-revolución francesa, antimoderno en que el mismo monstruo adquiere varias caras: anticlericalismo, antijudaísmo, antimasonía, antiliberalismo.” El libro tiene un origen biográfico: “Tenía [yo] 16 años cuando un jueves de diciembre por la tarde, escuché al venerado y anciano historiador Jules Isaac, fundador de l’Amitié Judéo-Chrétienne, contar a mis padres, André y Annette Meyer, sus colaboradores en Aix en Provence en Francia esa historia (la de transmisión del dossier que “Trataba de varios cuadros sobre el tema del crimen ritual expuestos en Polonia…”, p. 147). Es también una obra apasionada de búsqueda y restitución de las razones del otro a partir de la descripción precisa y pormenorizada de hechos concretos que se van encadenando en una sucesión casi mágica, sabiamente urdida por el historiador-narrador-arquitecto-detective.
El libro está escrito desde “el umbral del instante” que según Nietzsche permite olvidar todos los pasados, ese umbral, ese punto, que permite como a una Diosa Victrix conocer y saber qué es la felicidad.
Esos astrolabios invisibles parecen servirle para desmantelar la idea de fronteras intelectuales o políticas, lo ayudan a relativizar los compartimentos superficiales impuestos por nuestra parva edad y, más allá, parecerían servirle para reconstruir la idea de una armonía oculta, subyacente del mundo. La conjunción de dos calendarios –el de la Cuenta Larga y el de la Cuenta Corta– produce la luz que ilumina sus textos. La estatura de Chejov proviene de que a sus ojos todos los seres humanos tenían la misma dignidad. La grandeza de Jean Meyer es de la misma estirpe. Jean Meyer puede ver a los ojos a todos los hombres y mujeres del mundo pues ha buscado mirar y comprender las pupilas de la historia hecha mundo. La ubicuidad de Jean Meyer –probada por la revista Istor– arranca desde luego de una raigambre religiosa y, antes, filosófica y estética. Él mismo es como una ciudad invisible capaz de atravesar el tiempo, pues trae en su voz y en sus silencios los ecos de los maestros, de su padre mismo y, desde luego, de sus maestros interiores. He tratado de leerlo y de seguir su lección, de escucharlo, de leer entre líneas sus lecciones y acciones. Creo ser su amigo porque soy amigo de lo que suscita su amistad. Le he prestado muchos libros. Me los ha devuelto todos envueltos en la luz serena de lectura. A veces siento que formo con él y con algunos otros parte de una Persona que hace habitable el mundo… Esa persona es el coro que lo acompaña y que podría identificarse con los colaboradores de Istor, la revista fundada por él.
V
Recuerdo con nitidez la mañana de un lunes de 1980 en que Jaime García Terrés, subdirector del Fondo de Cultura Económica, me llamó a su oficina de la Subdirección de la editorial, que estaba instalada en lo que había sido la sala de la casa de Arnaldo Orfila, director de la editorial hasta entre 1948 y 1965. Me presentó a Carlos Montemayor y a Jean Meyer. El primero iba vestido con elegancia estilo ancien règime, traje, corbata, chaleco, leontina, lentes, mancuernas, tirantes, zapatos Florsheim y calcetines a cuadros, un estilo inspirado en Harold Acton, Salvador Novo y su maestro Rubén Bonifáz Nuño. En cambio, el segundo iba con pantalones de mezclilla, impecable camisa de manta de cuello recortado, pies descalzos enfundados en finos huaraches de cuero tejido, pero sobre todo, irradiando buen humor y una elegancia impalpable pero real. Don Jaime me pidió dos cosas después de presentarme a este par de amigos, a la par tan distintos y tan complementarios –al menos así me pareció a mí en ese momento–: que preparara un informe del manuscrito sobre Jorge Cuesta de Panabière y que considerara, eventualmente, qué partes se podrían desprender de la obra sin afectar su unidad orgánica –adelantándose a mi parecer con suficiencia, como quien anticipa qué iba yo a expresar en mi informe– y, finalmente, si estaba yo interesado en traducir la obra y ser su editor. Acepté. Pocos años después se publicó el libro de Louis Panabière, Itinerario de una disidencia, sobre Jorge Cuesta, traducido y editado por mí. Es sabido que el libro de Panabière marcó un giro en la consideración crítica de la dimensión de Jorge Cuesta en el pensamiento mexicano e hispanoamericano.
Pero esa traducción fue para mí mucho más importante. Me cambió la vida, me regaló a un amigo y a un maestro entrañables que llegaría a considerar como un hermano mayor, y a quien visité varias, muchas veces en Perpiñan, durante y después de la traducción y quien encauzó mis lecturas y en particular la de Montaigne con perspectivas históricas y observaciones críticas que ni siquiera me imaginaba. Resultó que Louis Panabière era un lector bastante calificado de Montaigne –como los es Jean Meyer, su amigo– y supo abrirme los ojos sobre la dimensión política, ética y aun jurídica de Montaigne. La presencia y cercanía de Panabière fue para mí esencial. Me dio clases de historia, geografía, pero sobre todo me enseñó lo que era la amistad: la ética de la amistad. Al morir Louis Panabière me dije a mí mismo, con una lágrima y un nudo en la garganta, invocando la frase de Montaigne al llorar a Étienne de la Boétie: “parce que c’ètait Louis… parce que c’ètait moi”. Panabière me llevó a Montaigne a la puerta de la casa y no sólo me marco con la devoción por Jorge Cuesta –a quien veo como una figura indisociable de la de Montaigne–, sino que me llamó la atención sobre lo que Paul Valéry llamaría la “política del espíritu” –una idea civil de la inteligencia a la que he intentado ser fiel al no darme en ningún partido político, al buscar una palabra no subsidiada, no preparada por ninguna beca ni adscrita a ningún discurso asalariado–. Al morir Panabière sentí y supe que me había dejado encargado con otro lector de Montaigne y amigo suyo hasta la hermandad: Jean Meyer Barth, estandarte de la política de altura, de la política del espíritu a quien Louis Panabière llevó a la puerta de mi casa. No he cambiado ni de casa ni de puerta.
VI
Abre Le livre de mon père ou une suite européenne con un documento del abuelo materno de Jean Meyer Barth. Cuenta la historia de Francia y de Europa a través de la región de Alsacia Lorena a lo largo de los siglos XIX y XX. Está compuesto por documentos dejados a su muerte por el historiador y profesor André Meyer, padre del autor –de ahí el título–, pero también por otros escritos de familiares y de amigos. Esas perlas documentales están engarzadas y ordenadas por la narración del hijo de André, el historiador Jean Meyer Barth.
Le livre de mon père ou une suite européenne se construye como un espacio hecho de cinco cuerpos en el cual están en diálogo y ensamble permanente el historiador y la montaña historiada, el documento y el monumento. Aunque es un libro por demás personal, Le livre de mon père es, ante todo, una historia colectiva, una historia de familia que es nación, una narración plural y multánime, un relato a varias voces, un cuadro panorámico en el cual se entretejen las voces y testimonios de las personas y de los textos, noticias de viejos periódicos, cartas, citas, muchas citas. Es un libro donde la historia se da cita a sí misma y la humanidad, por así decir, se viste de gala echando mano de la memoria azarosa que ha ido quedando como residuo en ese cajón del sastre del historiador… Sartor resartus, para evocar a Carlyle. El libro tiene como hilo conductor las vidas del profesor, historiador, militar, ciudadano, lector, amigo, cómplice y padre de familia André Meyer, a quien el lector llega a conocer a través de estas páginas como a un viejo amigo. Mérito del escritor que es su hijo: la figura amada del padre se torna no sólo amable y amistosa sino también amada del lector. Jean Meyer ha cumplido con esta obra un oficio de piedad. No solamente por honrar a su padre sino, más acá y más allá, por salvarlo para y en nosotros. Alrededor de André se van aproximando y alejando los personajes amigos y familiares, las atmósferas, tiempos y lugares que le dan voz a la historia profunda de esta historia que va pasando de la vida minúscula al destino. El libro se lee como la bitácora de una nave que es un país, Francia, levantada día a día por las ciudades de una región, la de Alsacia-Lorena y más tarde de una región hermana, La Provenza, el país austero y sobrio que quieren ser las patrias del autor-editor de este admirable libro que se lee como una saga o una novela monumental como Los Buddenbrook de Thomas Mann. Roza la memoria y muchas veces lo novelesco y lo fabuloso, los cuentos de hadas y de brujas titánicas que alientan y resuellan en la historia, y que gracias al artista historiador cobran un esplendor y una verdad inéditos, capaces de aliviar y refrescar al lector que se asoma a este libro que se abre como un pozo profundo en el cual la moneda de la pregunta por el sentido tarda en caer al fondo.
El libro de los Meyer pide ser leído también como el almanaque memorial heredado del abuelo o de los abuelos, es una obra vasta como una testamento bíblico, una montaña mágica y genealógica en la cual se va dibujando a un educador y a un educando, a una escuela y una tradición escolar… Es como la biografía de una familia de pedagogos que viven y se desviven por y para, hacia la educación, a la par que conecta el pasado profundo con el presente. Una máquina de la memoria, un ingenioso ingenio capaz de transfigurar los frágiles juncos de lo vivido en melaza y azúcar y aguardiente, pues a lo largo de sus anchurosas y fluviales páginas se despliega y propaga una substancia explosiva: la historia. Libro ardiente que juega con el fuego de la historia y que puede quemar y dejar ardido al lector apresurado. Está erizado de citas que son como piedrecillas blancas que marcan el camino por las sendas perdidas del bosque hacia sus claros, citas que dan el norte de la materia educada y educativa, “Autobiografía a cuatro manos”, el admirable y singular libro del padre y del hijo, regala recuerdos de otros recuerdos, biografía de dos o tres siglos a través de dos historiadores que se pasan la estafeta de la conciencia hacia el presente porvenir, hacia el futuro que se hace ayer, ante los ojos incrédulos del lector que ve sobrevenir, preñado de sentido, lo que ya pasó en lo que está pasando…
“Cuando quieras leer, tienes que examinar primero si la mesa está limpia, luego abrirás el libro que previamente habrás recubierto de papel –y me enseñó el arte de forrar el libro aunque solamente fuese de papel periódico. Pero antes te habrás lavado las manos. Cuando hayas terminado una página, la habrás levantado delicadamente con el pulgar y el índice de la mano derecha tomándola de arriba a la derecha”
Bibliografía aproximada de Jean Meyer
1. La révolution mexicaine. París Calmann Lévy 1973.
2. Problemas agrarios y movimientos campesinos. México 1973.
3. La Cristiada (3 volúmenes) México 1973-1975, México, Clío 1997, 20ª edición en 2000.
4. Apocalypse et Révolution au Mexique, París, Gallimard 1974.
5. La Christiade; 1’Etat et le peuple dans la révolution mexicaine. París, Payot 1975.
6. The cristero rebelion. The mexican people between Church and State. Cambridge 1976.
7. Le Sinarquisme, un fascisme mexicain? París, Hachette 1977.
8. Historia de la Revolución mexicana 1924-1929, (Tomos X y XI)) Colegio de México, 1978.
9. Intellectuels et Etat au Mexique au XXe siècle (editor y coautor) C.N.R.S. 1979.
10. El sinarquismo, ¿un fascismo mexicano? México, Mortiz, 1979.
11. Coraje Cristero. México, UAM, 1981.
12. Champs du pouvoir, champs du savoir (editor y coautor) CNRS 1982.
13. Nayarit (monografía de historia regional) México 1983, SEP.
14. Esperando a Lozada. México 1984, (2ª ed. 1990 Hexágono. Guadalajara, 268 p.).
15. Zamora ayer (Álbum fotográfico) México 1985.
16. La vitivinicultura en México. México 1985. Colegio de Michoacán.
17. La casa en el bosque: las “trojes” de Michoacán. México 1987. Colegio de Michoacán.
18. El Gran Nayar. México 1989. CEMCA/Universidad de Guadalajara, 1989.
19. A la voz del rey. México, Cal y Arena, 1989. (Novela histórica)
20. Historia de los cristianos en América Latina Siglos XIX y XX. México, Vuelta, 1989. Reeditado en 1991 y 1999.
21. Nuevas Mutaciones, el siglo XVIII. 317 p. Tomo II, Colección de Documentos para la Historia de Nayarit, CEMCA/Universidad de Guadalajara, 1990.
22. La tierra de Manuel Lozada. 410 p. Tomo IV, Colección de Documentos para la Historia de Nayarit, CEMCA/Universidad de Guadalajara, 1989.
23. De cantón de Tepic a Estado de Nayarit. 294 p. Tomo V, Colección de Documentos para la Historia de Nayarit, CEMCA/Universidad de Guadalajara, 1990.
24. Les chrétiens d’Amérique Latine XIXe et XXe S, 1991, París, Desclée, 331 p.
25. Testimonio cristero. Memorias de don Ezequiel Mendoza. México, ed. Jus, 427 p., 1991. (Prefacio y edición).
26-27 La perestroika, 1991, México, Fondo de Cultura Económica, 2 vols. 206 p. y 173 p.
28. El partido católico nacional. por E. J. Correa, F.C.E. 1991, 220 p. (Prefacio y edición)
29. El campesino en la historia rusa y soviética. México, Fondo de Cultura (1991).
30. La Revolución Mexicana. México, ed. Jus. 1992, (1999, 3ª edición).
31. Ramírez Flores, José. La Revolución maderista en Jalisco (recop. y edición) México, Universidad de Guadalajara, CEMCA, 1992.
32. La Cristiada en Colima. Colima, Instituto Cultural, 1993.
33. Los tambores de Calderón (1810-1811). México, Diana, 1993.
34. Egohistorias. CEMCA 240 p. (editor)
35. Con Juan José Doñan. Antología del cuento cristero. Guadalajara Estado de Jalisco, 196 p.
36. Con Thomas Calvo. Xalisco, la voz de un pueblo en el siglo XVI. CEMCA/CIESAS, 213 p.
37. Visita a las misiones del Nayarit. CEMCA-INI, 1993, 255 p. (paleografía, edición e introducción: 9-38).
38. Atonalisco, Nayarit, una historia documental 1695-1935. CEMCA-INI, 1994, 162 p.
39. Mascota en la gran década nacional 1857-1867. CEMCA. Universidad de Guadalajara, 127 p.
40. Segunda edición de El campesino en la historia rusa y soviética. México, Fondo de Cultura, 130 p. 1996.
41. Hidalgo, México, Clio, 1996.
42. El conflicto entre la Iglesia y el Estado. México, Clío, 1997.
43. La guerra. México, Clío, 1997.
44. La vida cotidiana. México, Clío, 1997.
45. Grandeza mexicana. México, Clío, 1997.
46. Rusia y sus imperios 1894-1991. CIDE/Fondo de Cultura Económica, 1997, 520 págs. (2ª edición 1999).
47. Breve Historia de Nayarit. Fondo de Cultura Económica, 1997.
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49. Samuel Ruiz en San Cristóbal, México, Tusquets, 2000 (2 ediciones).
50. Mendoza Barragán, Ezequiel. Confesiones de un cristero, (prefacio y edición), México, Breve Fondo Editorial, 2001.
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54. Anacleto González Flores, el hombre que quiso ser el Gandhi mexicano, Madrid, México, Fundación Emmanuel Mounier, 2002.
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64. El conflicto religioso en Oaxaca 1916-1938, Oaxaca, Lago/CIESAS/UABJO, 2007, 90 p., apéndice fotográfico.
65. La Revolución Mexicana, México, Tusquets, 2007, (reedición).
66. Rusia y sus imperios, 1894-2005, Barcelona, Tusquets, 2007.
67. La Cristiada, México, FCE/Clío, 2007.
68. Coraje Cristero, Durango, Universidad de Durango, 3ª. Edición, 2007, 184 p.
69. La cruzada por México. Los católicos de Estados Unidos y la cuestión religiosa en México, Tusquets, 2008.
70. Colección de documentos para la Historia de Nayarit, 5 tomos, Tepic, Universidad Autónoma de Nayarit, CEMCA, 2008., (reedición de la edición de 1991).
71. La Cristiada, Fondo de Cultura Económica, (reimpresión).
72. ISTOR. Edición de cuatro números anuales: Núm. 32 Quebec: una historia de 400 años. Núm. 33 México-Cuba-Estados Unidos. Un triángulo histórico. Núm. 34 El sonido de la Historia. Núm. 35 Historia y Ficción.
73. Manuel Lozada. El Tigre de Álica: general, revolucionario, rebelde, México, Tusquets, 2015.
Adolfo Castañón. Poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (Poemas, apuntes, ensayos) (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México. Twitter: @avecesprosa
Posted: January 25, 2016 at 10:00 pm