Las noticias que hubiera querido oír
Angelina Muñiz-Huberman
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Si se pudiera cambiar el mundo. Si se le pudiera decir a los gobernantes: empecemos de cero, quedémonos en el paraíso. Si Noe fue el antecedente del momento actual. ¿Por qué no aprendemos? ¿Existe la experiencia? Se repite una y mil veces la historia. Borrón y cuenta nueva. El arte de imitar. ¿Arte? O, más bien, des-arte.
Ni siquiera es por imitar que se repite la historia. Se repite porque es necesario, así lo piensan los deterministas. ¿Y el libre albedrío? La posición opuesta: se eligió ese camino. En medio los demás, sufriendo las consecuencias. Arrepintiéndose cuando ya es tarde.
De pronto surge la esperanza: esperaremos, las cosas cambian. Siempre cambian, según la veleta y sus giros. Luego es el aire el gran director de los hechos. Aire que no se ve, pero se siente. Aire voluble. Que puede convertirse en tempestad. No nos salvamos.
Nos queda la imaginación. El famoso tiempo verbal pluscuamperfecto e imposible: “las noticias que hubiera querido oír”.
Oír, por ejemplo, no que el agua inundó y arrasó pueblos, sino a Garcilaso de la Vega: “el agua baña el prado con sonido, / alegrando la hierba y el oído”.
Que Pablo Neruda recuperara su amor para que ya no tuviera que “escribir los versos más tristes esta noche”.
Que Federico García Lorca no hubiera sido asesinado por escribir de gitanos perseguidos por guardias civiles, y adivinando escribió: “Si muero, / dejad el balcón abierto”.
Que no hubiera exilios y que nadie tuviera que huir de persecuciones, odios, miedos, hambre.
Que no hubiera guerras, invasiones, bombas, armamentos, casas destruidas y que los países se amaran.
Que las noticias fueran que ya no había fronteras y que se deambulaba libremente por el planeta.
Nacer, crecer y morir sin sufrimientos.
Imposible la perfección. El reino de la armonía no existe. Cada día se abre a toda incógnita. A esperar la sorpresa. ¿Qué dirán los gobernantes? ¿Con que nos agobiarán? Reina la impotencia.
Si se ordenara prohibir las noticias y así no nos enterábamos de nada. La absoluta ignorancia. Ni radio, ni televisión, ni periódicos. Ni palabras, claro está: todos mudos.
¿Para qué se habrán creado las lenguas?
Podríamos cantar y eso sería un gran alivio. A la manera de los pájaros: sin letra. Puro sonido. Así bailaríamos. Bailar acompaña. Unos cantan, mera melodía, y otros bailan. Perfecto.
Siempre en busca de lo imposible. Las razones individuales atajadas por la mayoría imponente. Son pocos los que creen en lo justo y son aplastados irremediablemente. Los que gritan en el desierto por nadie son oídos.
Se pueden aplicar las palabras de Sor Juana Inés de la Cruz en otro contexto: “Hombres necios”. Necios hombres.
Como don Quijote: pelear contra molinos de viento lleva las de perder.
Y, sin embargo, no queda más remedio. Hay que proclamar las noticias que luchan por ser oídas. Las que deberían suceder. Las tranquilas, las suaves, las equilibradas. ¿Dónde quedaron?
Hastío. Lo bueno es aburrido. No hay acción. No hay movimiento. Los primeros en comprenderlo fueron Adán y Eva. Se arriesgaron y salieron del Paraíso.
Fue un error. Se pudieron haber quedado y aprovechar el árbol del conocimiento para construir, descubrir, evolucionar la ciencia, las artes.
En cambio, se desesperaron
y salieron.
El tiempo borra las noticias. Hoy decae ante ayer olvidado. Mañana es una incógnita inexistente. Aunque hay una manía que trata de justificarse: lo que se siembra para que crezca. Es decir, la esperanza, siempre la esperanza. La condena de la esperanza.
Un refrán sefardí dice: “Cuando el paraíso está cerrado, el infierno está siempre abierto”. Es decir, es difícil regresar al paraíso, y fácil al infierno. En torno al bien y al mal. La eterna paradoja. La constante elección. La dualidad ineludible.
Más noticias que hubiera querido oír. Se acabó la violencia, la discriminación, la desigualdad, la diferencia. Todos libres y en paz.
La tabla rasa.
La línea recta
que se convierte
en círculo.
El hilo
que se vuelve madeja.
El laberinto
que deja de serlo.
La ola
que se detiene
en lo alto.
La música
que repite
la misma nota.
El paso
de la antigua danza.
La escultura
que inmoviliza el cuerpo.
Tanta maravilla.
Frente a la ignominia. Lo desalmado. Lo incongruente. Lo disparatado. Lo inaguantable. Lo perverso. Lo destructivo. Lo insoportable. Lo definitivo.
Y aquí paro de contar.
Pero no paro, porque hay que seguir mencionando.
No callar.
Angelina Muñiz Huberman es autora de más de 50 libros. Ha ganado el Premio Xavier Villaurrutia , el Premio Sor Juana Inés de la Cruz el Premio José Fuentes Mares, Magda Donato, Woman of Valor Award, Manuel Levinsky, Universidad Nacional de México, Protagonista de la Literatura Mexicana, Orden de Isabel la Católica, Premio Nacional de Lingüística y Literatura 2018, entre otros. Recibió el doctorado Honoris Causa por la Universidad Autónoma de México y es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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Posted: May 5, 2025 at 11:38 pm