Interview
El cruce de la anti-entrevista

El cruce de la anti-entrevista

Lucía María y Lilián López Camberos

Al publicarse un libro, casi todas las entrevistas van en torno al mismo cuadrante de preguntas: qué fue lo que te hizo escribir ese libro, cómo lo trabajaste, de dónde vino el título, qué estabas leyendo, cuáles han sido las lecturas que más han impactado en tu escritura. Todas son preguntas como piezas de un rompecabezas que, al final, bosquejan un paisaje de escritura, donde la publicación del libro de relatos, poemas o novela queda como protagonista del cuadro. Lilián López Camberos publicó Quisiera quedarme quieta en Dharma Books en el 2020, pero antes trabajé el libro con ella, fue el primer libro que edité cuando ingresé a la editorial. Y desde antes ya había leído a Lilián en los textos que publicaba en su blog, laotraisla, porque también tuve un blog durante varios años. Más tarde, en ese mismo 2020 y con la misma editorial, se publicó Delta de sol.

Pero esta conversación sucede como una anti-entrevista, con una serie de anti-preguntas, volviéndose, más bien, un juego de invención a partir de las posibilidades y las palabras; primero le lancé una serie de cuestionamientos, juegos y premisas a Lilián; y después fue ella la que me echó a andar con varias posibilidades.

Anti-entrevista a Lilián López Camberos

Lo primero que se me ocurre es pedirte una serie de consejos para las personas obsesivas, que buscamos construir el entorno de manera tan quisquillosa con nuestras observaciones como para no dejar lugar a que la realidad se nos vaya en contra.

En el taller que pude dar en Casa Octavia les recomendaba un ejercicio llamado Paisaje Sonoro, que se explica por sí solo: consiste en capturar los sonidos que se perciben en una escena, de manera objetiva o subjetiva (un personaje puede escuchar voces). Otro ejercicio que me gusta es el de capturar los olores, que suelen dejarse de lado. Son, en resumen, ejercicios que buscan hacer uso de lo sensible para construir una atmósfera y dotar de realidad –de una realidad real, material– las narraciones.

Lo segundo sería que describieras a uno de tus personajes de QQQ. Como una entrevista sobre su aparición en tu libro, se me ocurre Lluvia o el mismísimo Chileno.

Lluvia es una muchacha de unos veintipocos, de carácter más bien infantil, aunque la vida la ha llevado por derroteros difíciles. Lo que tengo de ella más claro es cómo ha intervenido su cuerpo: tatuajes de distintos estilos, algunos de esos que parecen no tener mayor profundidad en su significado, y muchas perforaciones. El dolor como acceso a la singularidad. Quisiera saber más de Lluvia, pero sólo puedo conocerla a través de los ojos de la narradora de «Acapulco», que siempre la mira con cierta extranjería, porque más que sea prima de su amiga. Pero me gusta pensar que tras la experiencia que viven juntas puede empezar a conocerla mejor, a descifrar ese misterio que siempre es la otra.

Luego, pienso en la publicación, si pudieras hacer un discurso de agradecimiento en un tono tirando hacia lo sarcástico, cursi, conmovedor, trágico, dando las gracias por la publicación, tal vez como personaje, no tanto como autora, ¿cómo sería?

Un muy breve ¡Gracias totales!

Imaginemos que pudieras salir publicada por primera vez con algún libro distinto, el que sea, desde La Odisea hasta Por qué los hombres aman a las cabronas, ¿cuál sería?

Bonjour tristesse de Françoise Sagan es un primer libro que sin duda me hubiera gustado escribir. Ella lo publicó a los 18 años y narra las aventuras –hay una trama, y es bastante interesante– de una muchacha de 17 años con su padre y la amante de éste. Es una novela compleja y políticamente incorrecta, de sentimientos perversos no dichos del todo, en la que esta relación filial es más bien de amistad; el padre es una especie de Celestina o cómplice que le cumple todos los caprichos a la hija, a la que no ve como tal pues ella creció en un internado.

En resumen, me habría encantado alcanzar, a la edad que sea, la potencia de escritura que Sagan ya tenía antes de cumplir los veinte años.

Usando tu talento narrativo describe una especie de fin del mundo ocasionado por tu libro. (También, si alguna de estas consignas no te cuaja, sáltala o inventa otra en sustitución).

Creo que entiendo esta pregunta como un fin de mundo ocasionado por el libro tal como existe en este mundo, como el objeto que es, y no tanto por las situaciones que se narran en él. Y entonces no puedo imaginarle una influencia tal que provoque el fin del mundo, ¡ay! Me imagino algunos cuentos que desatan, en su interior, algún fin del mundo, y en ese enfoque no sé por qué estoy pensando en «El lado del mal»: un mundo en que los viejos acaparadores pasan por la ley de la selva, y en el que todas las mujeres jóvenes elijen la violencia y el despojo para ellos. Eso sería el fin de un mundo.

De quién te gustaría escribir su biografía, suponiendo que podemos también revivir a cualquiera.

¡Sor Juana, sin dudarlo!

¿Alguna época que sientas que pudo haber sido mejor para tu escritura? ¿Cómo hubiese sido? ¿O qué imaginas?

Suelo fantasear con la escritura en una época sin internet e incluso sin electricidad, y entonces a veces me pongo a pensar en las escenas de escritura de Emily Dickinson o las hermanas Brontë. Una vida dedicada al escribir, sin mayores aspiraciones fuera del espacio mismo de la escritura. Aunque es verdad que los conflictos que suelo abordar en mi escritura son posibles ahora, y que la experiencia de vida que me interesa no habría podido tenerla en otra época.

Supongamos que por medio de narrar, describir, enunciar puedes cambiar el mundo inmediatamente. Que escribes, por ejemplo, “para lo cual AMLO recibe un golpe de estado por parte de las y los ciudadanos”, y ves que esto pasa. Sin embargo… tendrías que escribir rápidamente qué sucede después, antes de que la realidad vuelva a configurarse sola y no sea, por ejemplo, que un militar o Carlos Slim tome el mando del país. ¿Quisieras este poder? ¿Cómo lo usarías?

Claro que sí, y lo usaría para mis aspiraciones socialistas y de repartición de bienes.

De no haberte decidido por la escritura, ¿cuál es ese oficio que de alguna forma se erige, ha erigido, erigió alguna vez en tu ideal de profesión? ¿Qué te imaginas o imaginabas?

Cuando era niña me gustaba mucho dibujar y estaba convencida de que iba a dedicarme a eso, que estudiaría diseño o sería pintora. En algún momento me di cuenta de que nunca iba a ser lo suficientemente buena, que no cumpliría mis propias aspiraciones. Creo que otra carrera en la que pudiera desenvolverme con cierta dignidad sería psicología y psiquiatría, que estuve a punto de estudiar (pero no hubiera sido capaz de estudiar cuatro, cinco años de medicina).

Creo que fue Juan Pablo Villalobos el que dijo que la palabra “sueño” aparece un cierto número de veces en tu libro. Si no fue esa palabra, yo la conté 35 veces. Supongamos que la palabra queda cancelada y que para las siguientes reimpresiones debes sustituir sueño por otra palabra, ¿cuál sería?

Su completo opuesto o reverso, que al final ambas nociones se confunden: vigilia.

La anti-entrevista a Lucía María

¿A qué sabe la ponzoña?

Estoy a punto de buscar “ponzoña” en el diccionario para asegurarme del significado que tengo en mi cabeza, pero prefiero no hacerlo. La ponzoña también es ignorancia… que diga “qué rica maracuyá”, y me corrijan diciéndome que no es maracuyá, que se trata de carambola, y que tampoco es tan rica, porque es ácida aunque jugosa. La ponzoña sabe ácida, es jugosa, me lleva a hacer caras, pero me siento obligada a fingir que me gusta. O que no me disgusta. A sonreír mientras la degusto.

¿Cómo volver a la vida verdadera?

No estoy segura, ¿contemplando? Con un paisaje de la naturaleza. Caminar por una playa poco visitada, ver el horizonte, o la arena bajo los pies, de cerca. Dejarte envolver por las sensaciones; sentir, sentir, respirar, sentir. Respirar. O también en un bosque, sentir la presencia de los árboles, su silencio y solidaridad con la tierra. Quitarme los zapatos y aunque pueda encajarme algo, caminar entre las hojas y la tierra húmeda, e igual, hundirme en el murmullo de la tierra. Dejar que la vida que ya existe hable con su silencio.

¿Qué le preguntarías ahora mismo al I Ching?

¿Cómo le hago para que ésta sea mi última vida?

¿Comimos uvas en Bidart?, ¿compramos gardenias en Perote?

Nos comieron las jacarandas en División del Norte, engendramos mangos en Coyoacán.

Haré una transcripción de algunos de mis versos o imágenes favoritos de Delta de sol. Me gustaría que eligieras por lo menos tres y me contaras lo que hay detrás de su escritura, en el centro del verso y afuera, en tu cuerpo.

…mi hendidura late / lanzando ecos y pájaros al vuelo

El pulso sucede en todo el cuerpo, como un efecto doppler, el movimiento nace en el corazón pero va avanzando. Y hay, en nosotras las mujeres, una abertura al final o comienzo del torso (como se le vea) y al estar conectadas con esa pulsión de vida, al hacerla consciente, solita habla, canta, crea y deja salir todo tipo de criaturas.

soy en tu falo una serpiente enredada

La serpiente como ser que siempre se transforma, como símbolo de la transformación. Si el falo es como un mástil, la serpiente se enreda aguardando su momento. Su momento de transformación. Y aunque el falo puede tener diferentes condiciones, no siempre está erecto, aquí hay una referencia hacia él en su forma erecta, como si el hombre no se dejara ver vulnerable, entonces la serpiente se transforma ante esa rigidez.

tú me ves como un árbol y soy río

camino y te murmullo como un río

En nuestra capacidad creativa, reproductiva, incluso como compañeras de vida, somos esa fuerza creadora, el agua que fluye, que avanza, que no quiere intervenir en el proceso individual de un hombre o de otra mujer, pero cantamos otras formas posibles de suceder.

¿Recuerdas la escena de lectura de la primera vez que Octavio Paz pasó por tus ojos? ¿Dónde estabas?

¿La primera vez? No la recuerdo, pero creo que leí antes el Laberinto de la soledad, y luego Piedra de sol. Recuerdo una vez, cuando recién llegué a vivir a esta ciudad, por ahí del 2012, que encontré una edición que sólo era el poema Piedra de sol, fue en la librería Educal del edificio de la Secretaría de Cultura en Reforma; al encontrarlo lo estuve admirando un rato, lo compré y lo leí con cierta insistencia. Creo que después lo regalé porque ya no lo tengo. Era un lindo diseño, no recuerdo la editorial. Creo que la portada eran colores en blanco y negro. Y tal vez desde la secundaria ya hubo una primera mención de Paz, pero no la tengo registrada en mi memoria. Recuerdo a Juan Rulfo, a Pedro Páramo.

¿Cómo se rompe la piedra?

Puede suceder de varias formas. Una es con un pico o estrellándola con otra piedra. O lanzándola desde un precipicio hacia un fondo también muy sólido. Las experiencias que buscamos para abrirnos, o ciertas personas que llegan a nuestra vida, o esta búsqueda del vacío que deviene en arrojo y que puede llevarnos hacia lo más hondo. Finalmente, creo que la más sutil es la posibilidad de dejar la piedra en el agua, porque ahí no es un golpe, es el tiempo, es la caricia de la creación, la cosa viva que pasa y no deja de pasar por el cuerpo, por la materia.

Pide tres deseos.

El primero. Que los grandes empresarios y millonarios que tienen ese poder, inviertan en devolverle su naturaleza a este planeta. Bill Gates, Elon Musk, Mark Zuckerberg, por ejemplo. Que se vuelvan hasta ridículos en sus ganas de querer transformar el mundo, regresarlo a su estado.

El segundo. Vivir en el bosque o en la playa o frente a un lago.

El tercero. Encontrar la forma (el proyecto) de apoyar a la comunidad con algún programa de lectura, escritura o meditación, en alguna parte de México o Latinoamérica.

Menciona 5 poemas a los que harías un contrapoema.

“Muerte sin fin” de Gorostiza, “Primero sueño” de Sor Juana, “IX” de Trilce de César Vallejo, estos tres ya los había pensado antes. “Altazor” de Huidobro (un tanto predecible, me parece). One Art de Elizabeth Bishop, un poema con el cual me obsesioné y que tiene una sonoridad preciosa, del cual nunca lo hubiera pensado en retomar hasta ahorita donde se trataba de dar cinco posibilidades.

¿Con qué personaje de la mitología griega y romana te identificas? Abunda.

Creo que no hay un personaje como tal, o todavía no. Recuerdo que uno de los primeros mitos que leí con atención (cuando me sacaron de clases en la secundaria de monjas; terminé entrado a la pequeña biblioteca que había, para sentarme a leer) fue Cupido y Psique. Y varias veces volví a ese mito para releerlo. Es una historia de amor muy burda, y digo burda porque es casi como un chic flick, pero en su momento me cautivó, me causaba cierto sosiego que hubiese un final feliz.

El ensayo que cierra Delta de sol desnuda las condiciones materiales de escritura de Delta de sol, nombra sus préstamos y hasta su recorrido editorial, condiciones que suelen considerarse paratextuales pero que tú pones al centro de tu poema. Háblame de este ensayo, ¿por qué decidiste incluirlo, en qué momento de la escritura del poema apareció, se te representó como un problema?

Creo que fue en la segunda rescritura del contrapoema cuando comencé también a escribir este ensayo. Es también una trampa, de alguna manera, rara vez se explica, desde la primera edición la escritura que ahí sucedió. Pero se trata de un condensado de lo que había escrito antes, que era una crónica autobiográfica de unas 170 páginas. Por lo que hubo un cruce entre reconocer muy nítidamente el proceso de escritura del contrapoema, y el haberme quedado con las ganas —así, tal cual, las ganas— de hablar de la historia de transformación personal que me había provocado venirme a vivir a la Ciudad de México, buscando entregarme a la escritura, etc. Además pensaba en las personas que no están familiarizadas con la lectura de un poema, o con el poema de Paz, como una especie de carta hacia la gente que conocía, mi familia, amigas, amigos de la infancia y adolescencia, que tal vez no le iban a encontrar el propósito a esta escritura, ¿para qué tomarme el tiempo de escribir un contrapoema? Y después de todo lo que había intentado, ¿por qué fue eso lo que termina publicándose?

Tengo una necesidad de justificar ante quienes escriben que mi escritura es más vivencial, menos académica y menos intelectual. Tengo una necesidad de justificar ante quienes viven y no se entregan tal cual a la escritura (u otro esfuerzo solitario) a referir que mi escritura no es tan entretenida, ni tan digerible, ni tan placentera. Por lo que, desde antes, cree una especie de defensa para que en el juicio (de la lectura) no me encontraran culpable (del todo).

 


Posted: March 31, 2021 at 8:32 pm

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